Los riesgos del plan de Trump para Gaza: las grietas de la primera fase amenazan con enterrar la segunda
- Desde que se instauró la tregua, Hamás e Israel se han acusado mutuamente de violar sus cláusulas
- Directo: sigue la última hora del acuerdo en Gaza
Menos de 24 horas después de escenificar ante el mundo la firma del acuerdo de alto el fuego en Gaza, el presidente estadounidense, Donald Trump, aseguró al mundo que la fase dos de su plan había comenzado. Sus palabras eran prometedoras; en ningún caso respaldadas por los hechos. De momento, el acuerdo continúa en su primera fase.
Sobre el terreno, Israel ha retrocedido hasta la llamada "línea amarilla", pero mantiene parte de los accesos a la Franja que controla cerrados y amenaza con reducir la entrada de ayuda humanitaria. Tampoco ha dudado en asesinar a palestinos para persuadir a la población de no atravesar su perímetro de seguridad.
En cuanto a Hamás, todavía no ha devuelto todos los cuerpos de los rehenes israelíes, en gran medida porque muchos continúan enterrados bajo las ruinas de Gaza. Israel se limita a recordarles los días de demora acumulados, pese a que también van retrasados en la devolución de los cadáveres palestinos en su poder.
Detrás de esto, según el miembro sénior del Washington Institute y exasesor de la Autoridad Palestina, Ghaith Al Omari, hay una "razón política". "Las partes están poniendo a prueba los límites del acuerdo. Si bien esto es típico de los ceses del fuego, también es muy arriesgado: ya hemos visto cómo dentro de Hamás y el liderazgo israelí hay actores que buscarán cualquier excusa para descarrilarlo", asevera.
Si por algo puede definirse este acuerdo es por su altísima dependencia a la voluntad de los actores implicados. Por eso, cada violación de sus puntos entraña una amenaza para su éxito.
En cuanto a su arquitectura, la situación actual del alto el fuego es resultado directo de la influencia de Trump. El mandatario hizo del plan un reflejo de su estilo político, basado en obtener resultados inmediatos. "Su enfoque no es otro que avanzar siempre que sea posible", considera Al Omari. "Espera aprovechar el empuje generado por el alto el fuego para seguir en diversos frentes, pese a que algunos de los temas de la primera fase, como la entrega de los cuerpos de los rehenes, llevará tiempo. Y esperar demasiado podría hacer perder el impulso", admite.
Los problemas actuales evidencian que los acuerdos sin mecanismos para su cumplimiento pueden hacer fracasar hasta el más ambicioso de los planes. Pese a que parte del sufrimiento de los gazatíes se ha mitigado con el alto el fuego, los actores involucrados son conscientes de que la tregua se mantiene sobre unos frágiles cimientos. La clave, según todos los expertos consultados, está en la rapidez y la eficacia.
La primera fase, bajo escrutinio
La amenaza más inmediata de esta primera fase reside en su carácter provisional. Israel y Hamás han firmado un alto el fuego cuya permanencia depende de unos pasos que pueden incumplirse en cualquier momento.
Las fuerzas israelíes han detenido sus operaciones ofensivas, pero mantienen posiciones estratégicas y continúan decidiendo quién entra y sale de Gaza. En cambio, Hamás ha aprovechado la retirada israelí para comenzar a recuperar el control militar del enclave. Menos de 24 horas después de iniciarse el acuerdo, el grupo asesinó brutalmente a miembros de los clanes y tribus que se opusieron a su voluntad.
"Uno de los problemas más acuciantes [de la primera fase] tiene que ver tanto con los cadáveres de los rehenes israelíes que siguen enterrados en el suelo de Gaza como con la insatisfacción de Hamás con la lista de prisioneros palestinos liberados", apunta el historiador militar israelí y experto en Hamás, Guy Aviad. "Estos problemas deben resolverse pronto, pues el grupo terrorista desea contar con todo el tiempo que le sea posible para así renovar el ala militar y tomar el control total de la Franja", advierte.
Si recurrimos a las analogías, las expectativas son poco halagüeñas. Los acuerdos de Oslo ya demostraron que la ausencia de medios que obliguen a ambas partes a cumplir los plazos dispuestos dinamita el éxito del plan. En aquel periodo comprendido entre 1993 y el 2000, ambas partes rompieron reiterada e impunemente cada una de las treguas establecidas. Y las similitudes entre ambos escenarios, salvando las distancias, son numerosas. Hasta Benjamín Netanyahu era primer ministro de Israel en aquella época.
Ahora bien, "frente a Oslo, ya existen indicios positivos sobre la supervisión del alto el fuego, con 200 soldados estadounidenses encargados de ello, además del papel desempeñado por la inteligencia egipcia entre otros", ejemplifica Al Omari. "Cuanto más rápido se establezca plenamente este mecanismo, menor será la probabilidad de que se rompa el alto el fuego", insiste.
La primera fase puede haber empezado, pero las condiciones para su avance hacia la siguiente etapa son todavía una incógnita. Hasta ahora no se ha fijado una fecha para la retirada completa de las fuerzas israelíes ni para la creación de un Gobierno provisional en Gaza.
Como recuerda el investigador principal asociado del Centro Begin-Sadat de Estudios Estratégicos de la Universidad Bar-Ilan, Jonathan Rynhold, "Israel no se retirará hasta que Hamás sea desarmado, al menos hasta un punto en que no pueda perturbar ni controlar un Gobierno palestino de tecnócratas".
“Si Hamás retrasa o rechaza esta propuesta, las medidas mencionadas anteriormente, incluida la operación de ayuda a gran escala, se aplicarán en las zonas libres de terrorismo transferidas por el Ejército israelí a la FIS. Punto 17 del plan de Gaza“
Entretanto, la experiencia demuestra que las zonas de administración temporal, cuando se prolongan sin horizonte político, se convierten en escenarios de fragmentación y violencia. Gaza podría transformarse en una región ingobernable, con "zonas libres de terrorismo" controladas por la Fuerza Internacional de Estabilización (FIS) que se solapan con territorios en estado de guerra. Un escenario que de hecho ya contempla el punto 17 del acuerdo.
Los requisitos para una segunda fase
La segunda fase del plan propuesto por Washington es la más delicada, pues es el momento en que las promesas deben convertirse en estructuras concretas de seguridad.
El problema principal de fondo es el habitual "dilema del prisionero": una ausencia total confianza entre las partes que puede desembocar en el peor de los resultados. "Ya durante el último acuerdo, Hamás señaló que Israel había hecho trampa varias veces, y efectivamente este incumplió el acuerdo humanitario y no se retiró del corredor de Filadelfia", señala Aviad.
Su viabilidad también está condicionada por el compromiso de Hamás a renunciar a la lucha armada. A medida que se sumerja en las próximas etapas del acuerdo, deberá decidir entre preservar su supervivencia como grupo terrorista o garantizar el futuro de Gaza y de un hipotético Estado palestino.
De primeras, "la FIS no podrá desarmar a Hamás a menos que este lo permita", observa Rynhold. "Y eso significaría básicamente acabar con toda su razón de ser, basada en el uso del terrorismo", subraya.
Tan solo la posibilidad de que Hamás se reagrupe militarmente es un riesgo que debe tenerse en cuenta. Pese a que Tel Aviv y Washington se han jactado públicamente de haber derrotado al "terror en Oriente Medio", Irán aún mantiene activas rutas de suministro de armas hacia Gaza y Cisjordania. Apenas unos días antes del alto el fuego, las fuerzas de seguridad israelíes afirmaron haber frustrado un gran intento de contrabando de armamento iraní en dirección a territorio palestino.
Ahora bien, "si no hay un esfuerzo serio para desarmar a Hamás, Trump considerará que no ha aceptado el plan", avisa Rynhold. El presidente estadounidense ya adelantó el miércoles que, si así lo consideraba, podría permitir a las fuerzas israelíes reanudar la masacre en Gaza.
Incluso si la formación renunciase formalmente al terrorismo, aún quedan grupos pendientes de renunciar a las armas. Además, nada impide que muchos de los combatientes de Hamás deserten hacia facciones más radicales, (véase la Yihad Islámica), lo cual dificultaría cualquier intento de estabilizar el enclave.
Hablando de estabilidad, la segunda fase del plan prevé una doble estructura de Gobierno que multiplica las tensiones: un comité de transición tecnocrático, encargado de la gestión local, y una Junta de la Paz (BoP) dirigida por Trump y el ex primer ministro británico Tony Blair, con poderes ejecutivos amplios.
Su implementación significaría reducir el control político y militar de Hamás. La organización terrorista acepta lo primero, mas no lo segundo.
"Hamás es el principal gobernante en la Franja. Es lo suficientemente fuerte como para volver a luchar contra Israel y contra las facciones palestinas adversarias. No veo en un futuro próximo a alguien que vaya a tomar el control del enclave", asevera Aviad.
La viabilidad de la segunda fase depende de tres factores: el compromiso de Israel de retirarse de Gaza, la voluntad de Hamás para renunciar a las armas y la coherencia de Estados Unidos y sus aliados a la hora de articular un marco de acción creíble para el futuro de Palestina. Si no se cumple, al menos de primeras, uno de estos tres puntos, "el acuerdo se convertirá en una cuestión para salir del paso y, muy probablemente, habrá una reanudación del conflicto en el futuro", reconoce Rynhold.