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Análisis

La tregua entre Israel y Hamás que pone a prueba el plan de Trump: "Los problemas vendrán con la segunda parte"

  • La primera fase prevé la retirada parcial de Israel de Gaza y el intercambio de rehenes israelíes y presos palestinos
  • Las dudas sobre su implementación y alcance son tan grandes como las expectativas que despierta
  • DIRECTO: sigue la última hora de la masacre en Gaza
Alto el fuego en Gaza, la tregua entre Israel y Hamás que pone a prueba el plan de paz de Trump
Banderas de Estados Unidos e Israel en el Comedor de Estado de la Casa Blanca JONATHAN ERNST

Por segunda vez desde que comenzó la masacre en Gaza en octubre de 2023, Israel y Hamás han aceptado una pausa coordinada de las hostilidades. Lo que el presidente estadounidense, Donald Trump, ha celebrado como la "primera fase" de su plan, supone detener un conflicto que ha dejado más de 67.000 palestinos muertos y ha fracturado la estabilidad de Oriente Medio.

El anuncio, hecho por el mandatario estadounidense en su red Truth Social y confirmado tanto por Hamás como por el Gobierno israelí, marca un punto de inflexión que podría abrir el camino hacia una negociación más amplia.

"Trump presionó al máximo, se lo tomó como algo personal e invitó a los primeros ministros turco y catarí a una cumbre muy concentrada en Egipto en la que lo apostó todo", establece el historiador militar israelí y experto en Hamás, Guy Aviad. "Puso su credibilidad y poder para lograr un acuerdo, y esa es la principal diferencia con respecto al anterior alto el fuego", recalca.

Con todo, las dudas sobre su implementación y alcance son tan grandes como las expectativas que ha despertado.

Sus condiciones están prácticamente calcadas de los primeros puntos del plan de Trump. Son dos: "Una retirada de Israel, lo que le deja con el control de poco más de la mitad de Gaza, y que todos los rehenes vivos y la mayor cantidad posible de cadáveres sean devueltos dentro de las 72 horas posteriores a la aceptación del acuerdo", enumera el investigador principal asociado del Centro Begin-Sadat de Estudios Estratégicos de la Universidad Bar-Ilan, Jonathan Rynhold.

Esta primera fase precede a otras aún por implementarse. Los 20 puntos de la propuesta estadounidense van mucho más allá de un simple alto el fuego: exige el desarme de Hamás, la retirada completa de las tropas israelíes y la creación de un comité tecnocrático que administre Gaza bajo la supervisión de una misión internacional.

Este escenario postconflicto desafía tanto las líneas rojas del grupo terrorista, que se niega a deponer las armas, como los objetivos declarados del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, que rechaza la creación de un Estado palestino. Solo si la tregua se mantiene, podría iniciarse un nuevo marco de negociación mayor, pero tanto o más desafiante que el actual.

Una prueba de confianza

El plan que Trump ha puesto sobre la mesa es una paradoja. Por un lado, es capaz de detener uno de los conflictos que más han marcado Oriente Próximo en este siglo. Por otro, su viabilidad depende de la voluntad política de dos partes enfrentadas y de una arquitectura diplomática que aún no existe. Su implementación es, por ende, una prueba de confianza.

La estrategia de Trump durante la última semana ha sido convertir la presión pública y política en una herramienta negociadora y dejar los detalles más complejos para después. Una táctica que, como resalta Rynhold, puede bastar para arrancar la tregua inicial, si bien "los problemas vendrán con la segunda parte del acuerdo".

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De hecho, Netanyahu ha aceptado una primera fase de alto el fuego sin haberse asegurado el desarme de Hamás, un objetivo que definió como "no negociable" al inicio de la invasión de la Franja. Algo que, como bien señala Rynhold, no niega que "Hamás haya aceptado un acuerdo en el que no solo EE.UU., Israel y Europa argumentan que deberá dejar las armas, también la Liga Árabe y aliados como Catar y Turquía".

Además, el primer ministro se ha asegurado que incluso los miembros de coalición descontentos con el acuerdo, como el ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich, lo respalden. "Estarían derrocando al mejor Gobierno posible para ellos y en un momento en el que la práctica totalidad de los israelíes apoyan el alto el fuego", interpreta.

Hamás, por su parte, enfrenta su propio desgaste. Aunque ha sobrevivido en el plano operativo, su infraestructura está devastada y su legitimidad en Gaza está profundamente erosionada. "Ha asumido muchos riesgos con este acuerdo al renunciar a su mejor carta: los rehenes israelíes", declara Aviad. "Pero a su vez ha logrado liberar a la mayoría de sus prisioneros y, por ahora, se mantiene en la Franja con sus armas", reitera.

Esto último es fundamental, pues las conversaciones en Egipto no han arrojado señales de que el movimiento esté dispuesto a renunciar a su visión revanchista contra Israel ni a aceptar un proceso de desarme. Aunque sí le otorgado ciertas garantías después de que "Trump le diera a Catar la seguridad de que Israel no volvería a atacar a ningún miembro de Hamás en territorio qatarí. Esto le da le da al grupo la confianza de que Estados Unidos puede evitar que Israel rompa el alto el fuego unilateralmente", estima Rynhold.

Tampoco está claro cómo se desarrollará la retirada israelí. Los Estados mediadores hablan de una "línea provisional" de repliegue, aunque no existe un mapa definitivo, salvo el publicado por Trump en su red Truth Social. "Los egipcios dijeron que, en la siguiente fase, el cruce de Ráfah estará abierto en ambas direcciones. Esto significa que Israel deberá abandonar el corredor de Filadelfia, lo que devolvería los límites entre Israel y Gaza a la situación previa al 7 de octubre", sostiene Rynhold.

El desarme de Hamás, una línea roja

Entre los puntos más ambiciosos del plan de Trump, ninguno es tan determinante ni tan complejo como el desarme de Hamás. Sin embargo, las negociaciones han evidenciado que el grupo terrorista no tiene previsto dejar la lucha armada.

Su condición para aceptar este principio repite exigencias ya conocidas: retirada total del Ejército israelí, fin permanente de la ocupación y rechazo tanto a la presencia de fuerzas internacionales como a cualquier autoridad en Gaza impuesta desde fuera. Todas ellas son demandas que contravienen el plan de Trump.

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"Hamás, como movimiento de resistencia, considera el arma como algo sagrado”, expone Aviad. "Se ve a sí misma como una organización de resistencia que continúa luchando contra la ocupación israelí no solo en la Franja de Gaza, también en Cisjordania y Jerusalén Este", expone.

Asimismo, un hipotético desarme de Hamás no implica necesariamente la pacificación de la Franja. "El grupo tiene muchos adversarios internos en el enclave; disputas abiertas con otros clanes" especifica. "Las armas son una herramienta tanto para enfrentarse a Israel como a sus adversarios internos; es una cuestión de supervivencia para los operativos del grupo", insiste.

También está el tema político. Su disposición a ceder la administración a un comité tecnocrático no implica una renuncia real al poder. De acuerdo con Aviad, el grupo nació armado, se consolidó mediante las armas y ha gobernado Gaza mediante un equilibrio entre su brazo político y su aparato militar.

A este respecto, el plan de Trump solo prevé un "monitor independiente" para supervisar la desmilitarización, pero no define quién lo integrará, cómo actuará ni bajo qué mandato. Algo que "Hamás y la mayoría de los palestinos verán este tipo de fuerza extranjera como un nuevo colonialismo, una nueva ocupación, y van a luchar contra eso", recuerda Aviad.

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Para Israel, el desarme de Hamás es la condición mínima para su seguridad. Para el grupo terrorista, llevar a cabo este proceso sin haber obtenido el fin de la ocupación ni garantías soberanas sobre Palestina es una humillación. Un "dilema del huevo y la gallina", como lo define Rynhold. "¿Se retira Israel para que la fuerza internacional pueda entrar y luego Hamás les ceda sus armas? ¿O Hamás tiene que entregar sus armas a la administración internacional y luego Israel se retira por completo?", cuestiona.

En última instancia, la viabilidad del desarme es, nuevamente, una prueba de confianza. Mientras Israel mantenga el bloqueo, Hamás conservará las armas, y viceversa. Entretanto, considera Aviad, "la cuestión palestino-israelí queda pendiente".

"Cabe recordar que los ministros de Exteriores que se sentaron con Trump en la Asamblea de la ONU declararon su deseo de lograr una solución de dos Estados entre Israel y Palestina", subraya. "Aún estamos lejos de eso, pero si Trump decide avanzar con ello, y de paso normalizar las relaciones entre Israel y los Estados árabes, estaremos yendo en la dirección correcta", sentencia.