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Análisis

Hamás, la amenaza aún latente en Gaza dos años después de los atentados del 7 de octubre

El no-fin de Hamás: la supervivencia del grupo terrorista dos años después de los atentados del 7 de octubre
Miembros de las Brigadas Al-Qassam, brazo armado de Hamás, en Ráfah ABID KATIB

"Hemos eliminado a la máquina del terror de Hamás". Así de convencido se mostró el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, el pasado 26 de septiembre ante la Asamblea General de la ONU. Una afirmación que contrasta con la realidad, pues casi dos años después de los atentados del 7 de octubre que acabaron con la vida de 1.200 israelíes, el grupo islamista aún no ha sido completamente derrotado.

Con el escenario de destrucción en la Franja, "parece que Hamás está perdiendo", expone el cofundador de Artis International y del Centro para la Resolución de Conflictos Intratables en la Universidad de Oxford, Scott Atran. En cambio, "si miramos hacia otro lado, en cualquier lugar, al menos a nivel de narrativa, está ganando", distingue.

De hecho, aunque "el 90% de las fuerzas convencionales de Hamás han sido destruidas", aún quedan células terroristas "que pueden surgir de la nada en cualquier momento y realizar ataques", matiza el investigador principal asociado del Centro Begin-Sadat de Estudios Estratégicos de la Universidad Bar-Ilan, Jonathan Rynhold.

"Las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) saben que, en la ciudad de Gaza [actual centro de operaciones], Hamás ha tenido tiempo de preparar el terreno", admite el miembro senior del Washington Institute y exasesor de la Autoridad Palestina, Ghaith al Omari. "Si el Ejército israelí se queda, algo que tendrá que hacer al menos durante un tiempo, se convertirá en un blanco fácil", advierte.

Como han reconocido funcionarios israelíes en los últimos meses, Hamás ya ha introducido fuerzas en las denominadas "áreas de amortiguamiento", lugares que las FDI han despejado tanto de civiles como de infraestructura. Un hecho que revela la sorprendente libertad de movimiento que aún posee, más teniendo en cuenta que el 86% de la Franja está actualmente bajo control militar de Israel.

Del mismo modo, su supervivencia no es solo operativa, también es política. Y su ideología, señala Al Omari, "solo se puede desmantelar si se ofrece una alternativa", un objetivo que parece perseguir el plan de paz del presidente estadounidense, Donald Trump. Y aunque Hamás ha aceptado el grueso del acuerdo propuesto por la Casa Blanca, que incluye la liberación de los rehenes y un gobierno de tecnócratas en Gaza, todavía quedan asuntos en disputa por resolver. El desarme de la milicia es el tema más espinoso.

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La supervivencia operativa de Hamás

El objetivo declarado de Israel no es otro que acabar con la existencia de Hamás. Lejos de colapsar, el grupo ha encontrado formas de reponer sus fuerzas y continuar lanzando ataques esporádicos a lo largo de la Franja.

Su táctica de descentralizar los mandos de la organización ha hecho que la muerte de dirigentes clave como Yahya Sinwar, líder general de Hamás en Gaza y autor intelectual de los atentados del 7 de octubre; Mohamed Deif, anterior comandante de las Brigadas al Qassam; y su subcomandante, Marwan Issa, no haya mermado sus capacidades.

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Los informes también apuntan a que el rendimiento israelí en la erradicación de los combatientes de Hamás ha sido cada vez más ineficiente. En mayo, una base de datos clasificada y publicada por The Guardian, la organización de noticias israelí-palestina +972 Magazine y el medio en hebreo Local Call reveló que los funcionarios de inteligencia israelíes cifraban en 8.900 los combatientes de Hamás y la Yihad Islámica abatidos durante la ofensiva en Gaza. La cifra solo representa el 25% de los muertos totales desde que comenzó la masacre.

Ese mismo mes, fuentes de las FDI indicaron a medios israelíes que estas milicias islamistas mantenían unos 40.000 combatientes, los mismos que antes de los atentados del 7 de octubre.

Al igual que ocurrió con EE.UU. en Irak, los expertos sitúan el reto en lidiar con los grupos insurgentes mediante una política antiterrorista generalmente costosa y arriesgada. Y si el plan de Trump finalmente se cumple, e Israel es eventualmente relevada de Gaza sin que Hamás (u otros grupos en la Franja) renuncie completamente a las armas, "¿quién lo desarmará?" cuestiona Rynhold. "¿Estará dispuesta, por ejemplo, una fuerza árabe alternativa? Porque, para hacer eso, probablemente tenga que asumir que le dispararán y tendrán que disparar", observa.

Ausencia de alternativas políticas

En el plano político, la supervivencia de grupo es, por ahora, cierta aunque inestable. "Hay mucha evidencia anecdótica sobre cómo los gazatíes están hartos de Hamás", sostiene Al Omari. Una de ellas ocurrió con el bloqueo total israelí de la ayuda humanitaria en marzo, cuando civiles palestinos organizaron protestas en su contra en el norte de la Franja, exigiendo el fin de las hostilidades y la renuncia del grupo al poder.

A nivel internacional también ha perdido influencia. "Si nos fijamos en la Conferencia Internacional para la solución de los dos Estados celebrada en septiembre en Nueva York, muchas declaraciones han sido firmes: un Estado palestino no puede tener a Hamás", recuerda.

Con todo, "el mayor desafío es lograr que Hamás sea lo suficientemente débil para que no impida que un Gobierno alternativo administre Gaza", apunta Rynhold. Mientras no exista esa opción, considera, su narrativa de resistencia mantendrá una cierta base de apoyos que le seguirá otorgando legitimidad.

El grupo se concibe como un proyecto sacrificial enraizado en la memoria colectiva palestina de ocupación y despojo de su tierra. Desde los atentados del 7 de octubre ha tratado de encarnar un ideario de liberación. Bajo su perspectiva, si mantienen la presión a Israel, pese a que ello implique un sacrificio terrible e injustificable de vidas palestinas, lograrán eventualmente debilitar al Gobierno de Netanyahu y forzar un alto el fuego.

De ahí su renuencia inicial a aceptar la propuesta del presidente estadounidense de liberar a todos los rehenes israelíes de una sola vez, pues son su principal moneda de cambio para obtener concesiones.

Por su parte, la Autoridad Palestina, asegura Al Omari, "no tiene nada que ofrecer". "Es corrupta, autocrática y dictatorial; carece de credibilidad”, agrega. De hecho, complementa Rynhold, "la principal preocupación de Israel sobre un Gobierno alternativo en Gaza es que, si este es corrupto, vuelvan a Hamás". Ni siquiera la exigencia del plan de Trump para que aplique reformas les asegura que puedan heredar el control político de la Franja.

Derrotar a un grupo terrorista

La cuestión sobre la derrota de Hamás no admite una respuesta simple. Antes de los atentados de 2023, los incentivos de Israel para mermar su influencia no fueron exitosos. "Netanyahu creyó que podría pacificar a Hamás otorgando miles de permisos para que los gazatíes trabajaran en pueblos israelíes cercanos, y permitiendo que Catar ingresara dinero para mantener a la organización a flote", revela Atran. "Y, pese a ello, el grupo realizó los atentados del 7 de octubre para romper el statu quo o arriesgarse a perder legitimidad si no los llevaba a cabo", establece.

Solo el hecho de marginar su autoridad política supone una tarea titánica que, según Al Omari, requiere de tres componentes clave: "Continuar la labor antiterrorista, aclarar internacionalmente que Hamás es un impedimento para los objetivos nacionales palestinos, y ofrecer la esperanza real de una reconstrucción tras el conflicto".

Aunque Hamás se ha mostrado dispuesto a iniciar negociaciones inmediatas, los canales diplomáticos están rotos, en gran medida por el constante boicot de Israel. Véase su última acción en Doha, cuando bombardeó a la delegación negociadora de Hamás. Un "error de cálculo", como lo define Rynhold, que "les dio a los países europeos todas las razones para reconocer a Palestina como Estado".

Mientras se avanza en el acuerdo, la táctica principal de Israel en los últimos dos años para destruir a Hamás ha sido la represión militar, la cual suele tener un historial deficiente como forma de contraterrorismo. Es difícil de aplicar, costosa de mantener y, en exceso, tiende a crear los mal llamados "daños colaterales": el asesinato de más de 66.000 palestinos.

Esto no ha hecho sino despertar en la población simpatías por el grupo terrorista. Una encuesta realizada por el Centro Palestino de Investigación Política y Encuestas en mayo reveló que el 59% de los palestinos aún consideraban que los atentados de Hamás fueron correctos.

El día de mañana

Más allá de la ambición del Gobierno israelí de establecer un "control permanente" en Gaza, como señala la ONU, la propuesta de Trump plantea alternativas a Hamás para administrar la Franja una vez se alcance un alto el fuego.

Para tal fin, el plan contempla desarmar al grupo y crear una administración que reconstruya Gaza sin su participación política. Además, incluye una inédita amnistía para los miembros que renuncien a las armas, e incluso permitirá a quienes deseen abandonar Gaza recibir un salvoconducto.

Si bien la formación se ha mostrado dispuesta a renunciar a sus responsabilidades civiles, no así lo ha hecho con la exigencia de deponer las armas. Ni siquiera hacen mención a ello en el comunicado donde aprobaban la propuesta estadounidense. Su intención, reiteran Al Omari y Rynhold, es la de emular a Hizbulá en Líbano, siendo la fuerza más poderosa de facto sobre el terreno mientras son otros los que se encargan de la gobernanza.

Por lo pronto, no se puede aspirar a crear una Franja funcional si existen grupos "con suficiente poder armado como para intimidar a cualquier gobierno y obligarlo a hacer lo que quiera", considera Rynhold. La presencia armada de Hamás en Gaza, alude, es uno de los obstáculos que lastran la viabilidad de una reconstrucción política de Gaza. También lo es la negativa del Gobierno israelí de reconocer un Estado palestino.

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Articular un futuro para Gaza, sostienen los expertos consultados, no puede darse sin excluir a Hamás ni dejando al margen a Israel. Su responsabilidad en el conflicto hace imposible una solución sin su participación y sin rendir cuentas. La paradoja es que, cuanto más se retrasa la creación de una opción política viable, más se transforma al grupo islamista en la única voz dominante en Gaza. Un escenario que impide, de momento, "la posibilidad de crear un Estado palestino que pueda vivir en paz con Israel", concluye Rynhold.