Lecumberri, autora de 'Palestina, la tierra estrecha': "Nadie sale indemne de lo que está pasando en Gaza"
- La periodista Beatriz Lecumberri lleva más de una década cubriendo el conflicto palestino-israelí
- En Palestina, la tierra estrecha (Big Sur, 2025), presenta testimonios de gazatíes e israelíes antes y durante la guerra
La periodista Beatriz Lecumberri lleva más de una década cubriendo el conflicto palestino-israelí. En Palestina, la tierra estrecha (Big Sur, 2025), presenta testimonios de gazatíes e israelíes recogidos antes y después de los ataques de Hamás del 7 de octubre de 2023.
PREGUNTA: En su último libro escribe: "Las historias que cortan el aliento se multiplican. Pero con el paso de las semanas y los meses también hastían, se evitan, dejan de doler y de importar". Y, sin embargo, insiste con este libro. ¿Por qué?
RESPUESTA: Porque, aunque las historias hastíen, yo creo que es necesario seguir contándolas. No tenemos que volvernos inmunes al dolor de las personas. Creo que lo último que podemos hacer es dejar de contar lo que está pasando, especialmente desde el 7 de octubre [de 2023], aunque no sepamos todavía valorarlo ni tener la perspectiva para juzgarlo en su conjunto, porque todavía está en desarrollo.
P: El Ejército israelí ha matado a más de 200 periodistas palestinos en Gaza. Parece evidente que a Israel sí le importa mucho lo que se cuenta sobre Gaza.
R: Desde hace año y medio, los periodistas gazatíes son nuestros ojos en la Franja. Todo lo que pasa allí depende de lo que ellos nos cuentan, de lo que ellos graban. Es algo inédito que la prensa internacional no pueda entrar en Gaza para ir, ver y contar, que es la esencia de nuestro oficio. A la luz de los últimos acontecimientos, pareciera que hubiera una intención de Israel de que haya muchas cosas que no se sigan contando. Ha habido ataques en los últimos meses que han tenido como objetivo a periodistas que nos hacen pensar que, evidentemente, de lo que no se habla es como si no existiera. Y parece que hay gente muy interesada en que no se cuente lo que está pasando en Gaza.
P: El 7 de octubre no había ningún periodista occidental en Gaza. ¿Qué le ha pasado a Occidente con Palestina?
R: Es algo que a mí me llamó la atención porque cuando yo vivía en Jerusalén e iba a Gaza, siempre me encontraba a alguien. Siempre había gente de The Guardian, de The New York Times, siempre coincidía con alguien y, como más o menos nos quedábamos en el mismo sitio, pues siempre los veías a la noche, cuando acababa el día de trabajo. Siempre había alguien en Gaza. Pero el 7 de octubre de 2023 no había nadie. Y eso es algo que a mí me parece que muestra varias cosas. En primer lugar, que hay menos periodistas basados en Jerusalén contando lo que está pasando. Y para esto hay varias razones.
Es difícil ser periodista freelance en Jerusalén desde hace tiempo porque cuesta mucho tener los permisos necesarios. Esto se une a la precariedad de nuestro oficio: es muy difícil para un periodista mantenerse en ciertos lugares, sobre todo en lugares caros, como es el caso de Jerusalén. En segundo lugar, hay un círculo vicioso. Si no se publican noticias sobre Gaza, pues la gente no va. ¿Cómo vas a ir a un lugar del que nadie quiere publicar nada? No vas a pagar por trabajar. En resumen, creo que ha habido en los últimos años un hastío del conflicto palestino-israelí que ha hecho que menos periodistas extranjeros se decidan a instalarse en Jerusalén o Ramala. Y también menos medios internacionales que envíen a corresponsales a cubrir esa realidad.
P: No ha escrito un libro de entrevistas, pero una parte fundamental del texto son las entrevistas con palestinos e israelíes antes y después del 7-O. En el caso de los gazatíes, ¿cómo ha hecho esas entrevistas ahora cuando Israel ha cortado la electricidad en la Franja?
R: La mayor parte del libro se escribió cuando yo era corresponsal. Es un libro sobre la ocupación, pero que, claro, le da otro enfoque a raíz de lo que pasó el 7 de octubre de 2023. Desde esa fecha hasta ahora, evidentemente nadie ha podido entrar en Gaza. Yo mantengo contacto telefónico, por WhatsApp o videollamada, en el mejor de los casos. Pero la videollamada es un lujo en Gaza. He intentado mantener el contacto con toda la gente que conocí siendo corresponsal allí: traductores, colegas, periodistas, médicos, personal humanitario. Pero es muy difícil y ellos pasan a veces días sin responder a un simple mensaje de WhatsApp. Cuando tienen conexión, de repente te llega una lluvia de mensajes así, un poco inconexos. Es cuando hay que aprovechar el momento, aunque sea de madrugada. Lo cierto es que es muy difícil y laborioso para nosotros, que estamos lejos, seguir informando de lo que pasa en Gaza y mantener ese contacto con la vida diaria de la gente para poder contarla. Pero bueno, es muy necesario, hasta que podamos entrar.
P: ¿Hay algo que no sea un lujo en Gaza?
R: Estaba pensando en eso esta mañana. Justamente un amigo periodista me ha escrito y me ha contado cómo pasó el día de ayer. Yo me estaba haciendo un café y estaba tostando pan. Y esos dos actos tan cotidianos me han parecido un lujo. ¿Desde cuándo este hombre no toma un café así, caliente, recién hecho? O el pan: la harina en Gaza se acabó hace unos días y prácticamente todas las panaderías han cerrado de nuevo. Todo es un lujo, hasta sobrevivir.
P: Eugenio García Gascón dice en el prólogo que una parte de los israelíes se regodea en su propio aislamiento. ¿Qué diálogo puede haber en esas circunstancias?
R: A mí me sorprendía mucho al vivir allá cómo una parte de la sociedad israelí da la espalda al conflicto. Supongo que es un mecanismo para poder seguir avanzando: como si pensaran que, para poder seguir adelante, lo mejor es no ver. Porque si tú personalizas el sufrimiento, si tú eres consciente de muchas cosas, es muy difícil que puedas seguir adelante. Hay una parte de la sociedad israelí que ha decidido dar la espalda a esto, que ha decidido no saber. Yo creo que a veces se lo ponen en bandeja también el Gobierno y los medios de comunicación.
Siempre animo a ver un telediario israelí, aunque no entendamos nada, para ver las imágenes. ¿Cómo se cuenta la guerra en Gaza? ¿Qué tipo de imágenes salen? Esto ocurre desde hace tiempo, pero es cierto que desde el 7 de octubre del 2023 se ha incentivado porque los polos se han separado. Es conmigo o contra mí. Ese día fue algo muy doloroso para la sociedad israelí, un acto que evidentemente condenamos y en ningún momento se justifica y que ha provocado una herida muy profunda que ha hecho que mucha gente no quiera saber.
P: Lo que hace imposible el diálogo…
R: Así es, no hay diálogo posible. En Israel, muchos han llegado a la conclusión de que no pueden hablar con los palestinos. Y se dicen a sí mismos: "Todos los que viven en Gaza quieren nuestro fin y nuestra extinción, todos nos quieren matar". Eso, evidentemente, desde un punto de vista estadístico no es posible, pero es una reacción de la sociedad israelí. No sé si es comprensible, y es posible a partir del contexto del 7-O. Ahora bien, no creo que se pueda vivir dando la espalda a lo que está ocurriendo en Gaza. Ni a la ocupación israelí, que también daña y hace un daño terrible al ocupante. Nadie sale indemne de todo esto. Los israelíes, los palestinos, ni nosotros tampoco como observadores podemos salir indemnes. Esto que estamos viviendo se estudiará en los libros de Historia. Siempre digo que nuestros hijos nos preguntarán lo que hacíamos estos años: ¿cómo contabas esto o cómo te importaba? ¿Salías a la calle? ¿Qué pensabas? Nadie sale indemne de semejante aberración. Lo que está pasando es terrible y no tiene ninguna justificación.
P: ¿Qué ocurre con la minoría en Israel que sí alza la voz contra la ofensiva contra Palestina?
R: He dedicado espacio a ese grupo de gente en el libro, porque forman parte de esa zona de grises donde nada es blanco ni negro. Hay una parte de la sociedad israelí que, ya antes del conflicto, antes del 7 de octubre, estaba en contra de la ocupación y buscaba una solución para que se pueda convivir de la mejor manera posible. Siguen existiendo, son una minoría, y a lo mejor es un poco naíf pensar que en algún momento puedan forzar algo o cambiar las cosas, pero a mí personalmente, desde un punto de vista periodístico, me parece muy interesante y muy injusto decir que ellos no están ahí. Y desde un punto de vista personal, me reconforta saber que en ambas sociedades hay una apertura, hay una luz que está ahí y gente que quiere la paz y la convivencia.
P: ¿Cree que es posible, ya no sólo reconstruir Gaza, sino esa convivencia de alguna manera? ¿O piensa que la ocupación, como también escribe en el libro, es irreversible?
R: La ocupación, tal y como está hoy, es irreversible. Cuando digo irreversible me refiero a que, si tú vas a Cisjordania y ves las colonias israelíes, te das cuenta de que eso no puede desaparecer. O sea, hay colonias que están ahí para quedarse. No son cuatro caravanas en una colina, son ciudades. Entonces va a haber que encontrar una solución para esas personas que han llegado ahí también por diferentes razones. Eso también lo explico en el libro. No es el colono, son los colonos. Es un abanico muy amplio, muy diferente de gente que vive en esos asentamientos. Entonces, cuando yo digo irreversible, me refiero a que hay cosas a las que ya no se va a poder dar marcha atrás físicamente. Basta ver un mapa para darse cuenta.
P: ¿Es reversible el daño en Gaza?
R: Es todavía más complicado. En este momento, yo no sé cómo se puede restablecer la serenidad y la salud mental de toda la sociedad de Gaza. Lo que está viviendo la gente de Gaza ni nos lo imaginamos. No nos lo imaginamos. No podemos retratarlo porque no estamos allá. Y aunque estuviéramos, se quedaría pequeño. Estamos hablando de niños que están conviviendo diariamente con una muerte atroz. Con una salvajada: muertos en las calles, gente sin enterrar, cuerpos desmembrados. Niños que no tienen para comer, que oyen bombardeos todas las noches. Hablo de los niños porque ellos son el futuro. Ellos son a los que les va a tocar trabajar por algo mejor. Entonces, ¿cómo recuperas a esa generación que hoy en Gaza tiene ocho o nueve años, que han perdido padres, amigos? Todo el mundo en Gaza ha perdido a alguien. Muchos ya habían tenido pérdidas antes del 7 de octubre de 2023 y ahora lo han perdido todos. Son niños que llevan refugiándose en escuelas, en casas en ruinas, que no tienen un baño digno de ese nombre, que no van al cole. ¿Cómo recuperas eso? Yo no tengo la respuesta.
P: ¿Y en Israel? ¿Es posible la recuperación?
R: Desde el punto de vista israelí también me hago más preguntas que respuestas. ¿Cómo educas, convences, creas un espacio para el diálogo en niños que también han sido educados en el miedo al otro?
Un miedo mutuo que se alimenta del desconocimiento, que es algo en lo que yo también me quise detener. Los israelíes y los palestinos muchas veces no se conocen y, al no conocerse, se temen. Hay adolescentes palestinos, o incluso mayores de edad que, como Gaza lleva bajo bloqueo 15 años, al único israelí que han visto de carne y hueso es un soldado, en el mejor de los casos. O nunca han visto a ningún israelí. Y los niños y adultos israelíes que viven en la frontera, que nunca han tenido una conversación de verdad con un gazatí. En el caso de Gaza me parece que es algo extremo: a la gente de Gaza no se la conoce, es una entidad aparte desde hace mucho tiempo. A mí me ocurrió que, un día, al salir de Gaza, una soldado israelí en el retén de frontera me preguntó cómo eran los gazatíes. ¡Pero si estamos a cuatro kilómetros! Ese desconocimiento es un campo abonado para el miedo.
P: Cita en el libro al poeta Darwish: "La esperanza palestina es un mal incurable". Al mismo tiempo, ve signos de agotamiento. Y habla de un chaval, Abdallah, que el 7 de octubre sintió miedo al ver los cohetes volar de Gaza hacia Israel y hoy lo nota envejecido. ¿Qué dice la historia de Abdallah?
R: Abdallah es un chico de 24 años, un ingeniero que ha terminado sus estudios con matrícula cum laude, que es un chaval que en este momento está usando todo lo que ha aprendido en la universidad para llevar agua a las tiendas de campaña en las que está viviendo. Yo he asistido a su deterioro físico durante este año y medio. Cómo se le cae el pelo o las uñas, cómo se ha vuelto una persona agria, de mal humor. Cuando hablas con él, te da la sensación de que es un abuelo. No tiene esperanza. Se está extendiendo una especie de amargura, de que nadie les ayuda. Es la realidad. Es así. No hay palabras para consolar o para reconfortar.
Efecitvamente, Darwish decía que la esperanza es ese mal incurable. Pero está claro que, aunque el pueblo palestino es un pueblo resiliente y optimista, el pueblo de Gaza en este momento está puesto a prueba desde hace año y medio, y se nota. Se nota que cuando antes te decían "bueno, yo no me voy a ir de aquí, nunca volveré a mi rutina, si hace falta la reconstruiré". Y la gente ha vuelto a las ruinas, ha intentado reconstruirlas y han vuelto a bombardearlo. Así que ahora hay gente que te dice "yo quiero salir, que me abran la puerta, que me voy, aunque no sepa a dónde". Y es perfectamente comprensible. Es decir, tienen niños, pero no hay un lugar donde volver, no hay un lugar donde trabajar, estudiar o llevar a sus hijos al cole. En este momento, no hay nada en pie.
Cito a Darwish cuando dice que la esperanza es el mal incurable, y también lo cito al final del libro en otro poema que tiene precioso cuando dice: "La tierra se nos estrecha". ¿Qué es eso? Es la sensación de ahogo. La tierra se estrecha, no hay lugar seguro en Gaza. No hay esperanza de un acuerdo, de un entendimiento. Y mientras mirábamos a Gaza, en Cisjordania este año han estado pasando cosas terribles. Ha habido confiscación récord de tierras, y los colonos han lanzado ataques récord a pueblos palestinos. Todo eso ante el silencio internacional. No estamos haciendo nada. Nuestro silencio es doloroso también para ellos. A veces creo que pedirles esperanza es mucho pedir.