La visita de Sánchez a China y Vietnam, un ejercicio de pragmatismo comercial en tiempos de guerra arancelaria
- El presidente del Gobierno viaja a los países asiáticos del 8 al 12 de abril junto a los ministros de Agricultura y Asuntos Exteriores
- La visita se produce tras el anuncio arancelario de Donald Trump contra todos sus socios comerciales


La visita del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, a China y Vietnam se produce en un momento en el que los líderes de Occidente reformulan y cuestionan sus alianzas. Estados Unidos, otrora el garante de la seguridad europea, ha decidido pasar factura al continente en tanto en el ámbito militar como económico. Su más reciente maniobra, el anuncio por parte de Donald Trump de una andanada de aranceles recíprocos contra todos sus socios mercantiles.
"Estamos en un marco drásticamente nuevo y Europa tiene que empezar a pensar cómo adaptarse a esa nueva realidad", establece el investigador principal del Real Instituto Elcano y profesor del IE School of Global and Public Affairs, Miguel Otero. Con su visita a China, "la visión del Gobierno de España es que hay que seguir hablando y negociando para evitar una guerra comercial", destaca.
En su intervención para presentar el 'Plan de respuesta y relanzamiento comercial' la semana pasada, Sánchez ya adelantó su confianza en el Estado para "intentar que esta crisis sea una oportunidad para buscar nuevos mercados". En ese sentido, la visita no responde a una mera renovación de los lazos diplomáticos: es una adaptación al nuevo escenario de guerra económica.
Tres encuentros con Pekín en dos años, cada uno con su idiosincrasia. El primero se produjo en marzo de 2023, en un momento geopolítico dominado por la guerra en Ucrania y los esfuerzos chinos por presentarse como mediador en el conflicto. El encuentro bilateral estuvo marcado por las reuniones empresariales.
En septiembre de 2024, España volvió a tocar la puerta de China con la presión arancelaria europea a los coches eléctricos chinos sobre la mesa. Madrid se ofreció como puente entre Bruselas y Pekín, e incluso se abstuvo de apoyar los gravámenes europeos al sector automotor chino. Nuevamente, la economía se imponía en la visita.
El tercer viaje llega en un contexto aún más complejo si cabe. Con los recientes aranceles de Trump a la Unión Europea (20%), el continente, España incluida, tiene ante sí la obligación de responder de forma unida a las presiones comerciales de Washington, así como a la creciente sensación de abandono a su seguridad por parte del gigante norteamericano.
En el plano económico, los Veintisiete tienen ante sí dos tareas pendientes: negociar la reducción de gravámenes con EE.UU. y mejorar sus relaciones comerciales con el gigante asiático. Durante el foro económico de Davos de este año, e incluso antes, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ha dejado entrever su inclinación por el segundo escenario.
"No es China quien tiene que ir a Europa pidiendo ayuda, sino los europeos, y ello no debe significar temor o sensación de debilidad", corrige el CEO de China Consultant y representante del Port de Barcelona en China, Juan Dedeu. "En el caso de España, cuando negociemos [con Pekín], vamos a tener que poner todo sobre la mesa: defender que somos el mercado europeo que más ha crecido en los últimos meses, con una excedencia importante en Sudamérica; y con lazos en Estados Unidos, pero del que no somos tan dependientes, lo que nos permite girar hacia China", ejemplifica.
Socio complementario, pero no sustitutivo
El año 2023 marcó el 50º aniversario de las relaciones diplomáticas entre España y China, un vínculo que ha evolucionado de la cautela inicial a una interdependencia pragmática. A lo largo de estas cinco décadas, el comercio bilateral ha pasado de ser marginal a convertir al país asiático en el cuarto socio comercial de España.
Para Estados Unidos, China es prioritaria, pero no de la misma forma que para la UE o España. Si a principios de año, el secretario de Defensa estadounidense, Pete Hegseth, dijo claramente que la seguridad europea no será tan relevante como la contención de China en el Pacífico, Europa y Madrid buscan equilibrar sus intereses económicos con Pekín sin contradecir la política comercial de su socio norteamericano.
"La relación económica de inversión y de comercio que tiene la Unión Europea y Estados Unidos es sin par, y China no puede sustituir eso", afirma Otero. Ahora bien, como replica Dedeu, "las exportaciones directas de España a Estados Unidos no llegan al 7%; hasta el 30% si contamos las exportaciones a intermediarios, como las piezas de coches que fabricamos a Alemania y cuyos autos posteriormente envían a Estados Unidos".
Desde la UE, la Comisión Europea ha dado señales de querer evitar una escalada proteccionista, pero la presión de Washington es evidente. España, por su parte, ha optado por un pragmatismo cauteloso, busca aprovechar las oportunidades del mercado chino sin desafiar abiertamente a sus aliados occidentales. La estrategia: diversificar mercados, no sustituirlos.
Pese a esta postura, la economista jefe para Asia Pacífico en el banco de inversión Natixis, Alicia Herrero, es cautelosa sobre la creencia de que China es una mina de oro por explotar. "El país crece cada vez menos, y además ha sustituido importaciones por producto interno, por lo que hay poco que rascar", asume. En el caso de España, tenemos exportaciones como el cerdo, es decir, productos con poco valor añadido. Realmente no es una alternativa de crecimiento ni un claro sustituto para Europa si lo comparas con Estados Unidos".
Por otro lado, la "diplomacia de chequera" china ha sido criticada por generar dependencia económica en países receptores y por la falta de transparencia en los contratos. Para España, sin embargo, esto no significa que sus proyectos o los europeos en terceros países deban entrar en conflicto con las iniciativas que China ya aplica en esos Estados.
"En la economía no estamos ante juegos de suma cero, sino de suma positiva", comenta Otero. "Por ejemplo, si China ayuda a desarrollar Mercosur a través de nuevas infraestructuras, esto puede crear más cuota que genere beneficio para las empresas europeas. De ahí la importancia de estar en el mercado chino para ver lo que hacen, porque eso nos ayudará a ser más competitivos en otros mercados", recalca.
España puede ser para la UE una fuente sustancial de información sobre China sin por ello convertir al país en la "punta de lanza" de la política comercial del continente.
"Estas reuniones entre el presidente [Sánchez] y políticos chinos siempre son buenas si van acordes a su tamaño", insiste Dedeu. "Muchas veces, ciertos representantes que vienen a China se autodenominan 'portavoz de Europa', y hay que ser honestos con qué podemos hacer y qué no. Podemos hablar de nuestra economía, pero no en nombre de Europa", insiste.
Puertas abiertas
Frente a la dicotómica guerra comercial EE.UU.-China, el Sudeste Asiático cuenta con alternativas para reconfigurar la cadena de suministro global. La visita de Sánchez a Vietnam coincide con el creciente rol del país como un beneficiario clave de esta transformación.
Hanói no busca sustituir a China como productor mundial, ni lo pretende. El país, de hecho, mantiene al gigante asiático como su principal socio comercial y es parte de la estrategia "China+Uno". La iniciativa le permite, por un lado, asumir parte de la cadena productiva del mercado chino y a Pekín, por otro, deslocalizar sus puntos de producción hacia el Sudeste Asiático, cuya mano de obra es mucho más barata.
"Vietnam está muy bien posicionado en su industria manufacturera, especialmente en textiles, artículos de madera y calzado", explica el fundador y director general de Cosmosourcing, empresa radicada en Ho Chi Minh, Jim Kennemer. "Solo en el mercado europeo, la gran parte de la ropa ya proviene de Vietnam, por lo que fortalecer esos lazos definitivamente ayudará a mantener bajos los costes", resalta.
A su vez, su privilegiada posición en la costa asiática ha mejorado su acceso a mercados clave en Oceanía y Pacífico. Por citar algunos, el Tratado Integral y Progresivo de Asociación Transpacífico y la Asociación Económica Integral Regional. En ambos, hay una participación o un interés indirecto chinos y que se complementa, recuerda Kennemer, con el Acuerdo de Libre Comercio firmado entre Europa y Vietnam en 2020.
En Asia, las disputas entre Hanói y Pekín están en otros entornos, como el marítimo, pero no en el económico. Incluso en el supuesto de una pérdida de hegemonía en la cadena de suministros, China no dudaría en acercarse a Vietnam para consolidar su alianza comercial.
"Muchos fabricantes de alta tecnología se han estado mudando a Vietnam: Apple, Samsung, LG, Canon...", enumera Kennemer. "Definitivamente, puede competir [con China] a nivel de industria electrónica, además de que se está expandiendo al sector automotriz", ejemplifica.
Pese a la diversificación, la economía vietnamita es altamente dependiente de los mercados extranjeros, y los aranceles de Trump al 46% a sus exportaciones (siendo EE.UU. su segundo socio comercial) golpean de lleno su estabilidad económica. Un revés para Hanói, que durante la primera Administración Trump, y especialmente la de Biden, dejó entrever acercamientos hacia Washington.
"El país ya ha anunciado su disposición a reducir las barreras comerciales para Estados Unidos a cero, aunque aún no hay respuesta de Washington", reconoce Kennemer. "A corto y medio plazo, definitivamente su mejor estrategia será fortalecer los lazos y aumentar las exportaciones a la UE, los países asiáticos y Australia", determina. La visita de Sánchez puede ser esa oportunidad.
Renovar una relación ambigua
Desde hace años, China y España han desarrollado estrategias de poder blando. En Asia, España ejerce su influencia a través del Instituto Cervantes. En territorio territorio peninsular, China ha logrado proyectar una imagen de cercanía e influencia mediante el Instituto Confucio, organismo vinculado al aparato estatal chino.
El impacto de esta estrategia es medible. En 2019, aproximadamente 52.000 estudiantes españoles estudiaban chino, según datos de la Oficina del Consejo Internacional de Lengua China. Además, la comunidad china en España, compuesta por 223.999 personas en 2022 según el Instituto Nacional de Estadística, representa la mayor comunidad asiática del país.
A pesar de los acercamientos diplomáticos, la imagen de China en España sigue siendo ambivalente, especialmente tras la crisis del COVID-19. Una encuesta del European Council on Foreign Relations situó el año 2021 como uno de los momentos más bajos de la relación. Un 46 % de los españoles afirmaron que su visión de China había empeorado, especialmente en cuestiones de derechos humanos.
No obstante, los sondeos reiteran que España sigue siendo uno de los países europeos que más aprecia al gigante asiático en términos económicos.