China y la Unión Europea escenifican los 50 años de sus relaciones en un escenario global incierto
- El retorno de Trump a la Casa Blanca y su política comercial puede impulsar las relaciones económicas UE-China
- A las políticas comerciales, se suman las preocupaciones sobre Ucrania, cambio climático y derechos humanos
Los grandes líderes de Pekín y Bruselas se reúnen este jueves para fortalecer la débil alianza que prevalece entre China y la Unión Europa con motivo de los 50 años de sus relaciones bilaterales. Pero la celebración de las bodas de oro será discreta porque la tensión entre ambas potencias es cada vez más evidente. En los últimos años, ninguna de las partes ha sido capaz de establecer puentes sobre los puntos más importantes de sus agendas y temas como el comercio y la guerra en Ucrania siguen dificultando el potencial acercamiento.
Del lado europeo, el encuentro estará protagonizado por la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, y el presidente del Consejo, António Costa, que se sentarán frente al jefe de Estado chino, Xi Jinping, y su primer ministro, Li Qiang. En la mesa de negociaciones no estarán solos porque las omnipresentes demandas comerciales del mandatario estadounidense, Donald Trump, opacarán la sesión. Más allá del componente simbólico, esta cumbre se presenta como una oportunidad para hacer valer la hegemonía china y europea ante un mundo multilateral que haga frente a los delirios arancelarios de la Casa Blanca.
Sin embargo, las expectativas de avance siguen siendo bajas. Bruselas lucha por reivindicar su papel en el tablero geopolítico y contradecir la imagen que Pekín tiene de ella como una marioneta de Washington. Este argumento se vio reforzado hace un par de semanas cuando los socios europeos de la OTAN utilizaron términos como daddy (papito en inglés) para referirse Trump. De hecho, China presume de ser el único país que no se ha doblegado ante las demandas de Estados Unidos. Su Gobierno logró que Trump redujera los aranceles del 145% en mayo y obtuvo una nueva victoria cuando Washington accedió a reanudar las exportaciones del chip de inteligencia artificial Nvidia H20.
Los enfrentamientos sobre política comercial y económica, cuestiones tecnológicas y defensa y seguridad han sido habituales entre China y la UE. Las complicaciones llegaron incluso antes de que los aviones europeos aterrizaran en Asia. Xi rechazó la invitación de reunirse con sus homólogos en Bruselas y acortó la cumbre de dos días a uno debido a un "conflicto de agenda" de los funcionarios chinos. Esta negativa ha evidenciado que las prioridades asiáticas están muy lejos del Viejo Continente.
¿Un rival estratégico para Europa?
Uno de los principales obstáculos para los acuerdos es que Europa no puede dejar de ver a China como un rival estratégico. En 2019, la Comisión Europea endureció su postura calificándola de "rival sistémico" y "competidor económico" por las constantes prácticas comerciales desleales del gigante asiático. Actualmente, China es el mayor socio comercial de la UE en importaciones, pero el tercero en exportaciones. Esta actitud se ha mantenido a lo largo de los años, por lo que Bruselas ha anunciado que trasladará a Pekín este jueves que la situación actual es "insostenible" y hacen falta "reequilibrios".
Se espera que los líderes comunitarios pidan más acceso al mercado chino y garantías sobre las tierras raras después de que Pekín impusiese restricciones a la exportación de esos materiales, clave para los sectores de defensa, energía y automoción.
La óptica europea en este campo es férrea, pero el discurso podría cambiar. El retorno de Trump a la Casa Blanca y su política comercial proteccionista debería impulsar las relaciones económicas entre ambos. Así lo adelantó el ministro de Exteriores Chino en febrero al asegurar que "son socios, no rivales". Sin embargo, en las bolsas europeas, diariamente comprometidas a los constantes cambios de humor del presidente estadounidense, temen verse atrapadas en el fuego cruzado entre Estados Unidos y China.
Las políticas arancelarias de Washington preocupan de igual manera en Pekín, ante el miedo de que Bruselas se resguarde tras un nuevo telón de acero y vuelva a comprometer las relaciones comerciales, débiles incluso antes de que Trump declarase la guerra de los aranceles. Otras disputas comerciales se están gestando en segundo plano. Sobre China pesan sanciones europeas a los coches eléctricos, mientras que Pekín investiga la distribución de los lácteos y el cerdo europeos.
El papel de "mediador" de China en la guerra de Ucrania
A las políticas comerciales, se suman las preocupaciones sobre Ucrania. Desde el inicio del conflicto en febrero de 2022, China ha intentado defender su papel como mediador en el conflicto, sin embargo, ha recibido constantes acusaciones de Bruselas y Kiev por posicionarse cercana a Moscú. Por un lado, se ofrece como intermediario entre ambos países, defiende la soberanía territorial de Ucrania e incluso ha enviado ayuda humanitaria; por otro, evita hablar de "invasión" y condena las sanciones impuestas a Rusia desde Occidente.
Es una actitud intolerable para los europeos, que se han posicionado como líderes ayudando a Ucrania, a través de las constantes sanciones a Rusia y el envío de armas al frente de guerra. La UE ha exigido a China que deje de enviar material que sustente el complejo militar-industrial ruso y que respalde un alto el fuego total e incondicional en Ucrania, mientras Pekín niega haber suministrado "armamento letal" a Moscú e insiste en que nunca instigó el conflicto.
A principios de julio, el diario hongkonés South China Morning Post reveló que Pekín no quiere que Rusia pierda esa guerra porque entonces Estados Unidos centraría toda su atención en China. La hegemonía rusa es vital para el gigante asiático porque Moscú es la única potencia aliada capaz de hacer frente a Washington, algo que contradice por completo la política exterior europea.
La sintonía entre Pekín y Bruselas podría mostrarse en otras cuestiones como la situación en Oriente Próximo, donde ambas partes han pedido un alto el fuego inmediato en Gaza y el acceso de ayuda humanitaria. Otro campo es el cambio climático. Sin embargo, China sigue siendo el mayor emisor de gases de efecto invernadero y los 27 ponen en duda su palabra en el compromiso ambiental.
Además, en su último diálogo conjunto sobre Derechos Humanos, la UE trasladó a China su "preocupación persistente por las restricciones a las libertades fundamentales y los derechos laborales" en el país. Ambas se han enfrentado por estas cuestiones, especialmente en lugares como Hong Kong, el Tíbet y Xinjiang. Pekín se ha defendido reiterando su "oposición a la interferencia en sus asuntos internos", aunque ha confiado en que ambas partes puedan "aprender mutuamente y contribuir a la gestión global de los derechos humanos".
Todavía queda por ver si China y Europa aprovechan el enfrentamiento con Estados Unidos para fortalecer sus alianzas o si, por el contrario, hacen uso de la desconfianza mutua y evitan que el encuentro triunfe.