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Análisis

Mark Rutte y la diplomacia del peloteo con Donald Trump

  • El secretario general de la OTAN da pie a críticas y mofa por su adulación pública a Trump en la cumbre de La Haya
  • Todos los gobernantes han aceptado que para que Donald Trump les preste atención tienen que halagarlo
Mark Rutte y la diplomacia con Donald Trump
El secretario general de la OTAN, Mark Rutte, con Donald Trump en La Haya. REUTERS / CHRISTIAN HARTMANN

Lo sabemos y en ello insisten quienes han trabajado con Donald Trump: la única posibilidad de que te preste atención es adularlo, sólo por esa vía se puede llegar a los oídos del hoy presidente de los Estados Unidos, la aún primera primera potencia mundial, mayor financiador de los organismos multinacionales y, en el caso que nos ocupa, de la alianza militar occidental, la OTAN. Las buenas formas y la cortesía son la base de la diplomacia, pero Donald Trump espera, exige, más, hay que alimentar su ego, su narcisismo.

Ese fue el gran error del presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, en su visita el 28 de febrero a la Casa Blanca. No sólo no se deshizo en elogios a Trump, sino que se enfrentó a él cuando lo consideró oportuno. Error táctico. Se lo reprochó el escudero fiel del presidente, el vicepresidente JD Vance, que lo tachó de desagradecido. Trump y Vance abroncando a Zelenski en público convirtieron aquella reunión en un ejemplo planetario de la antidiplomacia.

Produce sonrojo ver las reuniones del Gobierno Trump que transmiten a veces en directo. Todos los cargos, como alumnos atemorizados en un examen, van exponiendo las últimas medidas de sus departamentos atribuyendo toda iniciativa (supuestamente) genial y todo (supuesto) éxito al presidente. Los políticos extranjeros toman nota de esto y de la escena con Zelenski.

Mimar el ego de Trump: las discrepancias, envueltas en almíbar

En cinco meses de segunda presidencia tenemos ya varios ejemplos de cómo afrontar ese tú a tú con el presidente Donald Trump. La táctica del presidente de Francia es ser adulador, campechano en los gestos, bromeando con Trump en plan compinche, pero firme en las palabras, llevándole la contraria y dejando en evidencia a Trump cuando decía alguna falsedad. Un carácter opuesto al de Trump es el del primer ministro británico, Keir Starmer, imposible imaginarlo zalamero, es un tipo de relaciones cerebrales, frías. ¿Qué hizo? ¿Cómo llegó al ego del presidente? Con el bazuca de la diplomacia británica: una invitación del rey para una visita de Estado, más aún, Trump es el único jefe de Estado que ha tenido ese honor dos veces. Lo tuvo con la reina Isabel y ahora con el rey Carlos. Trump reaccionó como un pavo real con esa exclusividad.

Otro político en las antípodas de Donald Trump es el presidente de Sudáfrica, Cyril Ramaphosa. Su visita era la más complicada diplomáticamente después de la de Zelenski, porque a la guerra comercial de aranceles que nos afecta a casi todos se sumaba que la Administración Trump acababa de dar refugio a una cincuentena de ciudadanos sudafricanos por, supuestamente, ser víctimas de un genocidio, sí, genocidio contra los blancos en Sudáfrica. Ramaphosa es un político muy bregado, fue sindicalista y luchó contra el apartheid con Nelson Mandela, y como Mandela sufrió la prisión, luego ha hecho fortuna como empresario.

Ramaphosa se presentó en la Casa Blanca con la zanahoria y el palo. La zanahoria fue el golf, actividad que le gusta a Trump tanto como hacer dinero. Fue al despacho oval con dos campeones golfistas sudafricanos que Trump admira, Ernie Els y Retief Goosen. Blancos. Con ellos, y el resto de delegación, Ramaphosa aguantó pacientemente la encerrona que le habían preparado, un video y una revista de prensa sobre ese supuesto genocidio contra los blancos. Cuando le dejaron hablar, el presidente sudafricano mantuvo la calma y adoptó un tono profesoral con Trump, como si se dirigiera a un alumno duro de entendederas, para rebatirle sus argumentos (parte de la documentación se comprobó falsa): "No, mire, esto no es así...le invito a que escuche el testimonio de los blancos de Sudáfrica, tengo en mi Gobierno...", le dijo.

"Trump —escribe Susan B. Glasser en The New Yorkeres el reverso de Maquiavelo, prefiere el elogio, por muy falso que sea, al consejo duro de las verdades desagradables".

Mark Rutte ha ido mucho más allá

El secretario general de la OTAN, europeo, neerlandés, Mark Rutte, ha llevado esta semana esa diplomacia del ego a cotas nuevas, tanto que ha provocado críticas y mofa y se ha convertido en un meme en las redes sociales. En tiempos de George W. Bush en Washington y Tony Blair en Londres, Blair se ganó en casa el apodo de "perrito faldero" por seguir a Bush en la invasión de Irak de 2003 y hacerle de brazo diplomático. Fui testigo de ello y debo decir que Mark Rutte esta semana ha dejado a Tony Blair en nada.

Rutte asumió en octubre el cargo de máximo representante en la Alianza Atlántica, tres meses después Donald Trump volvió a la presidencia de los Estados Unidos, y desde ese momento todas las declaraciones de Rutte han sido siempre elogiosas con el presidente. Ha hablado de la relación transatlántica como si nada la hubiese alterado, como si el presidente Trump no hubiese roto ese nexo nacido en la Segunda Guerra Mundial. Hasta ahí se podía justificar por la diplomacia del cargo, hasta que llegó el SMS privado que Trump hizo público con un "copia y pega" en su red social, horas antes del inicio de la cumbre de la OTAN en La Haya.

"Presidente, querido Donald, felicidades y gracias por tu acción decisiva sobre Irán [el bombardeo], ha sido verdaderamente extraordinario, algo a lo que nadie más se había atrevido. Nos hace más seguros. Vuelas hacia otro gran éxito en La Haya esta noche. NO ha sido fácil, pero hemos conseguido que todos firmen el 5% [del PIB para gasto en defensa]. Donald, nos has conducido a un momento de verdad, de verdad, muy importante para América [sic], Europa y el mundo. Vas a lograr algo que NINGÚN otro presidente habría conseguido en décadas. Europa va a pagar A LO GRANDE, como debe ser, y será tu victoria. ¡Buen viaje y nos vemos en la cena del rey!".

Una no sabe qué le resulta más chocante, si el contenido del mensaje o la forma en que está redactado porque, además de escribir lo que Trump quiere escuchar, Rutte lo hace con el estilo con el que escribe el presidente. Lenguaje simple, muy básico, uso de mayúsculas y signos de admiración. Como si la lógica de Rutte al mandar ese mensaje privado hubiese sido "te voy a decir lo que quieres oír, y te lo voy a decir con tu lenguaje".

El mensaje privado hecho público por el presidente Trump, quien parece tener dificultad en distinguir entre público y privado en general, causó malestar y rubor ajeno entre los gobiernos y la diplomacia europea. Excesivo el peloteo. No sabían lo que vendría después, había margen todavía para el estupor.

Daddy, papi

Las metáforas, ¡ay las metáforas! Llegó el 'día D' de la cumbre, el miércoles 25 de junio, y el secretario general de la OTAN y el presidente de los Estados Unidos dieron una rueda de prensa conjunta. Hablaron ambos y Rutte, tan metido en su papel de complacer a Trump, no pudo evitar interrumpirlo de vez en cuando para subrayar lo que Trump decía, para darle la razón. En un momento determinado, en un alarde de poca diplomacia, Rutte llegó a sonreír cuando Trump, una vez más, criticó a su predecesor, Joe Biden. No estuvo fino ahí. Pero faltaba por llegar la guinda a los vítores.

Hablando sobre la guerra entre Israel e Irán, Donald Trump repitió una comparación que ya había hecho unas semanas antes en la Casa Blanca, que el enfrentamiento de décadas entre ambos países es como una pelea de niños en el patio del colegio, y que si los dejas que se peleen dos o tres minutos luego es fácil detener la pelea. Y en esas, Rutte completó la metáfora y lo hizo en tono jocoso: "Y a veces papi/papaíto (daddy) tiene que usar un lenguaje duro para detenerlos". Y añadió unas carcajadas. Ja, ja, ja. Cuatro segundos dura el comentario ingenioso de Rutte, cuatro segundos que están dando para mucho.

En la siguiente rueda de prensa y en entrevistas posteriores, Rutte ha tenido que hacer frente a la pregunta de si le parecía apropiado ese lenguaje y ese tono. En una entrevista con la agencia Reuters dijo que no se refería a Trump, sino al país, a los Estados Unidos y al papel de adulto que juega respecto a Europa, que seríamos lo niños que temen que papá abandone a la familia y la deje sin protección. Pero Trump estaba hablando de Israel e Irán.

Debo confesar que me he referido a menudo al papel de los Estados Unidos respecto a Europa en materia de seguridad como "el primo de Zumosol", en alusión a un anuncio publicitario donde el primo musculado acudía en defensa de un primo enclenque. Pero nunca he representado a una institución internacional como la OTAN. En la rueda de prensa que tuvo en solitario el líder de la Alianza, una periodista británica de la cadena Sky News le preguntó si la actitud que había tenido con el presidente Trump, halagándolo constantemente y llamándolo "daddy" le parecía apropiado para su cargo, si no era rebajarse y mostrarse débil. "A la periodista sólo le faltó decirle que le había lamido el culo a Trump", describe el periódico flamenco (belga) De Standaard. Rutte justificó sus halagos por el bombardeo sobre Irán y por forzar a los socios europeos a disparar el gasto en defensa, algo sólo posible con Trump. En cuanto al lenguaje usado, dijo: "Es una cuestión de gustos".

El término usado en inglés, "daddy", tiene unas connotaciones sexuales que probablemente Rutte no pretendía. Un (sugar) daddy es un hombre mayor que mantiene a una mujer mucho más joven que él a cambio de sexo. Efectivamente, señor Rutte, el lenguaje elegido es opinable, cuestión de gustos.

Donald Trump es maestro en usarlo todo a su favor, lo hizo con el video-caricatura que alguien creó con inteligencia artificial de él y el primer ministro Netanyahu en un imaginario complejo turístico en Gaza, y lo ha hecho con el asunto Daddy. Donald Trump lleva desde 2017, con su primera presidencia, saltándose las convenciones, escritas o implícitas, en función de los que le dicta su instinto o su voluntad. Con Trump no sirve el "un presidente no hace eso" o "un país no puede hacer esto". Él lo hace y la mayoría de las veces sale impune o, que por eso lo hace, beneficiado. El daddygate es otro ejemplo. La maquinaria comunicativa de la Casa Blanca de Trump no es institucional, sigue siendo una maquinaria de campaña, propagandística sin rubor, sin disimular. Total, que en menos de 24 horas de los cuatro segundosu gloriosos de Mark Rutte, las cuentas oficiales de la Casa Blanca publicaron un video resumen del presidente en la cumbre de la OTAN con el título de una película: Daddy's home, 'Papi está en casa'. Además, el estadounidense se ha puesto a vender camisetas con su rostro y un gran "DADDY."

Mark Rutte puede argumentar tantas veces como quiera que con ese daddy no se refería al presidente, sino al país. Da igual, desde el miércoles 25 de junio, Donald Trump tiene, para los suyos, la autoridad extra de ser, además del leader of the free world (el líder del mundo libre), papi.

Rutte, ¿vergonzante o modélico?

El periódico De Standaard dedicó un artículo largo a la actitud del ex primer ministro con el presidente Trump. Rutte siempre ha sido exagerado y grandilocuente en sus declaraciones, recuerda de sus tiempos en el Gobierno, pero esta vez fue mucho más allá, se excedió hasta resultar embarazoso, "derramó litros de almíbar" cada vez que se refería a Donald Trump.

En el periódico neerlandés De Telegraaf, el jefe de Economía, Martin Visser, hace un análisis distinto y lo hace con orgullo nacional. Según Visser, lo que hemos visto esta semana en la cumbre de la OTAN es el triunfo del "modelo pólder" frente al bully, el matón. El modelo pólder alude a la tierra ganada al mar en los Países Bajos, un modo de decir el método neerlandés, que consiste en conseguir acuerdos por consenso en los que todos ganan algo. El articulista reconoce que lo empalagoso del elogio constante de Rutte a Trump fue incómodo de presenciar, pero lo defiende porque considera que forma parte de ese modelo de negociación, "dispuesto a rebajarse para calmar a un crío".

En el New Yorker, en cambio, Susan B. Glasser advierte de que es difícil que Trump cambie de opinión o mantenga un compromiso, por mucho que se le dore la píldora, y pone como ejemplo su visión del presidente ruso, Vladímir Putin, Ucrania o los aranceles sobe la Unión Europea. Glasser comparte la opinión de Deborah Haynes de Sky News: ese peloteo refuerza en Trump la idea de una Europa débil y, por lo tanto, indigna de su respeto y admiración.

Independiente del cómo, "Mark Rutte ante Trump ha representado a los miembros europeos de la OTAN, hay que pasar por el aro hasta que tengamos una alternativa al paraguas defensivo de los Estados Unidos", opina el director del centro de análisis CIDOB, Pol Morillas.