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“Muchas horas, muchos papeleos y poco precio": el lamento de los jóvenes agricultores que buscan un futuro en el campo

  • El relevo generacional es una preocupación transversal en la manifestación convocada por COAG, ASAJA y UPA este lunes
  • Los manifestantes erigen sus demandas de precios justos y menos burocracia como claves para el futuro de la España rural

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Huelga de tractores: Los jóvenes agricultores claman por un futuro en el campo
La manifestación de agricultores y ganaderos sigue su marcha hacia la Oficina de la Comisión Europea en Madrid Alberto Ortega / Europa Press

Adrián, Luis y Carlota, de apenas 21 años, estaban hace unos días sobre un tractor, formando parte de las movilizaciones agrarias en la provincia de Zaragoza, pero este lunes esperan la llegada de la tractorada a los pies del Ministerio de Agricultura, en Madrid. El ruido de los tambores y las bocinas han ido in crescendo desde por la mañana y los tres jóvenes hablan de un “futuro negro” para su generación en el sector agrícola y ganadero si no se producen cambios.

“Lo único que queremos es trabajar de lo nuestro y que sea rentable”. Así lo expresa Javier, otro joven agricultor de Huesca, presente en la manifestación convocada por las tres principales organizaciones agrarias, COAG, ASAJA y UPA, en la que se han escuchado gritos pidiendo la dimisión del ministro Luis Planas. 

“Los que nos quedamos en el pueblo somos los que nos dedicamos a la agricultura y la ganadería. Al fin y al cabo, somos los que hacemos que esos pueblos no desaparezcan”, completa a su lado Guillermo, que tampoco llega a la treintena.  

El relevo generacional en el campo es una de las reivindicaciones transversales de esta última oleada de protestas en toda España y, aunque sean minoría, los jóvenes agricultores y ganaderos también han sumado su voz por unos “precios justos” y menos restricciones a su actividad. 

"Estamos aquí, para conseguir un futuro"

Y en la vanguardia por esa batalla, está el campo aragonés. “Somos el relevo de Huesca. Sin reblar”, se lee en una pancarta que sostienen varios agricultores y usa la forma aragonesa para decir “sin rendirse”. Es la misma que se utilizó hace solo un par de días en la capital oscense para una tractorada infantil en apoyo al sector primario, pero vistas las decenas de jóvenes de Huesca en la manifestación de este lunes en Madrid, el lema vuelve a encajar a la perfección.

“Nos ha gustado siempre a lo que se dedicaron nuestros padres, nos hemos criado en esas explotaciones y hemos querido continuar con el negocio familiar, pero nos hemos encontrado ahora con que los costes empiezan a ser más elevados que los beneficios”, explica Carlos, ganadero de ovino de 31 años en la comarca de Ribagorza, sobre sus motivos para sumarse a la protesta. Él apunta a la dificultad de los pequeños productores para influir sobre el precio en el mercado, mientras entra producto de países extracomunitarios. 

“Somos bastante dependientes de la PAC (las ayudas europeas de la Política Agraria Común) y en los últimos años la han reducido considerablemente”, continúa. “Y a todo esto súmale la burocracia: si ya nuestro trabajo nos obliga a hacer muchas horas y tenemos poco tiempo, todos los papeles que nos obligan a hacer reducen aún más nuestra vida familiar”. 

José María, ganadero de lácteos en Ribagorza y de la misma edad, lo resume en una frase: “Muchas horas de trabajo, muchos papeleos y poco precio. Y, al final, a nosotros también nos gustaría tener cuatro días de fiesta al año, que no los tenemos”. Este profesional campesino es más pesimista respecto al futuro de la agricultura y la ganadería. “No es viable”, nos dice. Pero su compañero replica rápido: “A mí me gustaría pensar que sí. Por eso estamos aquí, para conseguir un futuro”. 

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Contra las exigencias de Europa: “Solo queremos trabajar libremente”

Y en esa búsqueda de futuro, el equilibrio entre la sostenibilidad económica y la sostenibilidad medioambiental (de algún modo, encadenadas la una a la otra) es el elefante en la habitación. “No es fácil, pero sí es posible”, asegura Javi, agricultor de uva de mesa en Monforte del Cid, en la provincia de Alicante, que critica las múltiples y diversas exigencias fitosanitarias de Europa. “Para pequeños negocios no son viables”.

Como en su caso, el sentir general entre los jóvenes agricultores consultados durante la manifestación en Atocha es que las reglas medioambientales se deciden y redactan desde despachos en Europa que poco saben del campo y su realidad.  

“Que nos dejen trabajar como profesionales que somos. Solo queremos trabajar libremente, que nos dejen sembrar lo que queramos y trabajar”, reclama un joven.

“Yo no quiero ni subvenciones ni nada, solo que las normativas se ajusten a la realidad del sector”, arenga otro, con una inscripción a mano sobre su chaleco: “+ agricultura, -burrocracia”.

Pero también en esto, hay matices. “Nosotros no estamos en contra de que nos prohíban los pesticidas que nos prohíben. Pero si tenemos que sacar la cosecha así, que luego no traigan cultivos del extranjero que sí los llevan”, afirma Guillermo, uno de los agricultores de Huesca, mientras a su alrededor varios trabajadores del campo enarbolan carteles contra la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas.

Precisamente la Agenda 2030 es el primero de los motivos que enumera Lucía, de 19 años, para estar este lunes en la manifestación. Viene de Cantabria, donde su padre tiene una explotación ganadera, con la que ella querría continuar. “Pero tal y como están las cosas ahora, la situación desmotiva a cualquiera”, afirma.

Con todo, ella aún partiría con ventaja, porque otra percepción generalizada entre los jóvenes agricultores y ganaderos es el difícil acceso a la tierra y al sector. A todos los entrevistados, de hecho, la profesión les viene de familia. “Empezar de cero es imposible”, dice uno. “Si tú no vienes heredando una finca, un almacén y una maquinaria, no es que sea difícil, es imposible, a no ser que tengas 3 millones de euros porque te ha tocado la Lotería”, expone otro.

Así, a Miguel Ángel Pizarro también le gustaría que su hija, de ahora 12 años, continuase en el futuro con la explotación agrícola familiar. “Para mí sería un orgullo y tendría todo el apoyo de su padre, pero creo que va a ser imposible. Si lo que pretendemos es que yo pueda aguantar hasta que me jubile…”, reconoce este hombre, que porta una pancarta en la que reivindica su deseo de seguir viviendo en Jarandilla de la Vera, un pueblo de algo menos de 3.000 habitantes en la provincia de Cáceres. “Queremos vivir en nuestro pueblo y vivir de nuestro trabajo digno”, afirma, y asegura que en su éxito está también el futuro de la alimentación de calidad en España.