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Análisis

¿Escaños, votos... o escaños y votos? Las claves de las elecciones catalanas del 27S

  • Junts pel Sí contará escaños y no votos, pese a plantearlas como "plebiscito"
  • La participación podría ser récord y voltear las previsiones de las encuestas
  • C's, PSC, PP y Catalunya Sí que es Pot pugnan por liderar la oposición

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Un hombre coloca papeletas en una cabina de un colegio electoral en Barcelona.
Un hombre coloca papeletas en una cabina de un colegio electoral en Barcelona.

Un total de 5.510.798 catalanes están llamados a las urnas este domingo para elegir los 135 diputados que integrarán el Parlament de la XI legislatura, en las que la lista soberanista de Junts pel Sí parte como favorita. Y no hay muchas más certezas en unas elecciones que, han repetido todos los protagonistas, no son cualquier cosa.

Pese a no ser más que unos comicios autonómicos de los que saldrá un Parlamento y se formará un gobierno, la cronología política de los últimos tres años, y, sobre todo, el discurso del poder las han convertido de facto en unas elecciones de tono plebiscitario, en las que el resultado, la participación y el balance final de fuerzas cobran una importancia insólita, porque sobre el tablero no se pone un programa político de gestión, sino una hoja de ruta hacia la independencia de Cataluña.

Hay mucha política en juego a partir del 28 de septiembre supeditada a los resultados de este domingo. Por eso, conviene explicar las claves que definirá las urnas en Cataluña:

Mayoría de escaños, mayoría de votos

La cuestión capital en las elecciones autonómicas en Cataluña este 27 de septiembre, al menos tal y como las ha planteado el presidente Artur Mas y han ‘aceptado’ en la práctica el resto de actores, es si los partidarios de la independencia (Junts pel Sí) suman por sí solos o con el apoyo de la CUP los 68 escaños que dan la mayoría absoluta en el Parlament (135 diputados).

El resto de formaciones rechazan tal listón, incluida la CUP, partidaria de que sea el porcentaje de votos el baremo para medir la fuerza del independentismo. Esta cuestión será clave sí o sí en la noche de este domingo.

Las últimas encuestas publicadas hace una semana dejaban al borde de su objetivo a la lista encabezada por Raül Romeva y en la que Mas es el candidato a la presidencia. Si la campaña ha conseguido movilizar aún más a su electorado, podrían llegar por sí solos a superarla, con lo que no dependerían de la aquiescencia -y las condiciones- de la CUP para investir a Artur Mas por tercera vez y formar un gobierno viable.

¿Habrá un crecimiento real del independentismo en Cataluña?

Los partidos que ahora defienden la independencia de Cataluña (CDC, ERC y la CUP), añadiendo también a Solidaritat Catalana per la Independència (la coalición SI, que no se presenta a las elecciones del 27 de septiembre), sumaron cerca del 50% de los votos en los dos últimos comicios autonómicos, los de 2010 y 2012.

En 2012, CiU obtuvo 50 escaños y ERC, 21; juntos, reunieron más del 44% de los votos totales emitidos. Aunque Junts pel Sí consiguiera por sí sola la ansiada mayoría absoluta en escaños que les legitime para poner en marcha su hoja de ruta independentista, un resultado por debajo de 71 escaños mostraría que, de alguna forma, la unión de ambos en Junts pel Sí ha valido menos que la suma de sus partes.

El valor simbólico del 50% de los votos

No es el objetivo principal de Artur Mas, quien se encargó de fijar en la mayoría absoluta de escaños, no de votos, la medida del éxito o fracaso de su órdago soberanista.

Sin embargo, para Junts pel Sí, alcanzar el 50% de los votos -mejor solos a si es en compañía de la CUP- incrementaría el valor simbólico de una eventual victoria en escaños, sobre todo pensando en el escaparate internacional, tan traído y llevado en esta campaña tanto para legitimar el proceso soberanista como para todo lo contrario.

La participación y el techo del 70%

En un clima electoral de polarización y en una campaña que ha buscado la movilización intensiva tanto en lo racional como en lo emocional, el grado de participación en las urnas será más que nunca decisivo este 27 de septiembre.

En las elecciones de 2012, ya se registró un récord de participación en las elecciones autonómicas catalanas, del 67,76%, y sería una sorpresa si no se viera superado.

El independentismo ya ha logrado un altísimo grado de movilización, y ha dado muestra de ello con la asistencia de simpatizantes a los actos organizados por Junts pel Sí, que también ha presumido de los más de 100.000 “candidatos” que se inscribieron simbólicamente. En consecuencia, se intuye que las candidaturas contrarias a la independencia tendrán más opciones cuantos más puntos se supere el techo del 70%.

No sería extraña una participación por encima de tal porcentaje, pero en ese caso puede aflorar un voto oculto o indeciso difícil de detectar en los sondeos que podría dar un vuelco a las previsiones manejadas hasta la fecha.

Otro apunte: el récord de participación electoral registrado en Cataluña fue un 76% y tuvo lugar en las elecciones generales de 2004.

El incierto veredicto de los indecisos

La encuesta preelectoral del CIS dejaba un 28,7% de votantes que aún no había decidido el voto, una proporción nada despreciable. Además, la polarización de la campaña ha empujado al resto de partidos a disputarse el mismo voto, el no independentista, localizado en los barrios y en la zona metropolitana de Barcelona y, en menor medida, de Tarragona.

Por eso, y por la volatilidad del voto en los últimos años, las encuestas son un instrumento menos preciso para decidir las elecciones, y los indecisos se convierten en una caja negra de la que no se sabe si saldrán más abstencionistas o voto oculto.

El precedente de 2012, cuando ningún sondeo predijo los 50 escaños que obtuvo CiU, y PSC, PP, ICV y Ciudadanos sacaron ocho escaños más de los que auguró el CIS, recomienda ser cautelosos y esperar al escrutinio real.

El disputado voto metropolitano

Los esfuerzos de los partidos, en especial los no soberanistas, se ha centrado en movilizar al electorado del área metropolitana de Barcelona, un histórico “cinturón rojo” -la “Cataluña del extrarradio”, la llamó Pablo Iglesias- de electorado obrero, heredero de la inmigración del resto de España en los 50 y los 60, cuya fidelidad al socialismo ha ido decayendo. Por ello, tanto Podemos como Ciudadanos han trabajado especialmente para intentar pescar en este caladero de votos, reivindicando un cambio de color del cinturón al morado o al naranja, respectivamente.

Los líderes de los partidos, nacionales y andaluces, han visitado más de una vez poblaciones como L’Hospitalet, Cornellà, Santa Coloma de Gramenet, Sabadell o Sant Boi, ciudades ubicadas en las comarcas metropolitanas de Barcelona.

Estamos hablando de que en solo tres comarcas -Barcelonès, Baix Llobregat y Vallès occidental- se concentran 3,2 millones de personas y más de la mitad de los 5,5 millones de personas llamadas a votar este domingo.

PSC, PP, Catalunya Sí que es Pot y Ciutadans necesitarán obtener un gran apoyo en este territorio, que tradicionalmente se abstiene en las autonómicas o vota diferente en estas elecciones que en las generales si quiere evitar la mayoría absoluta de escaños de los partidarios de la independencia.

[Ver la evolución del voto en el área metropolitana de Barcelona]

Barcelona, menos nacionalista, tiene menor peso

En el análisis de los resultados electorales es posible que se pase por alto un aspecto técnico pero importante a la hora de explicar los resultados y la relevancia de evaluar a un ganador en términos de escaños o de votos.

Se trata de la sobrerrepresentación electoral de las provincias de Tarragona, Lleida y Girona, que eligen al 37% de los diputados del Parlament (un total de 50) a pesar de aglutinar al 27% de la población.

Y precisamente son estas tres provincias los caladeros más propicios a los independentistas. La encuesta preelectoral del CIS concedía a Junts pel Sí 10 de los 17 escaños de Girona, 10 de los 15 de Lleida y ocho de los 18 de Tarragona.

Barcelona, de voto más plural, designa a 85 representantes (el 63%), pese a aportar el 73% de los votantes. En 2012, CiU cosechó en esa circunscripción 26 escaños, el 28,05% de los votos.

El estado de salud del ‘bipartidismo’ PP-PSOE

En la mayoría de los comicios autonómicos celebrados en Cataluña, PP y PSC han oscilado entre el 30 y el 38% de los votos, pero en 2012 cayeron al 27,4% como consecuencia de la progresiva y constante pérdida de apoyo de los socialistas desde 1999.

La situación de ambos es diferente por su punto de partida. El PSC de Miquel Iceta ya parte en la comparación de los peores resultados de su historia, con los 20 diputados que obtuvo en 2012. Según las encuestas, puede perder al menos otros cuatro y perder la hegemonía entre los partidos de ámbito nacional ante Ciudadanos o incluso su lugar de referencia en Cataluña de la izquierda no independentista a favor de Catalunya Sí que es Pot.

Para el PP, estas elecciones son todo un desafío, no solo por representar su candidato, Xavier García Albiol, las posiciones del Gobierno de Rajoy, sino porque defiende también los 19 diputados cosechados en 2012 por Alicia Sánchez-Camacho, el mejor resultado de su historia en los comicios catalanes.

De hecho, según las encuestas, se juega ser el partido que más escaños cede y, dependiendo de la suerte de Unió y de la CUP, podría quedar relegado a la formación minoritaria en el Parlament catalán, cuando ahora es la cuarta de las siete que hubo en esta legislatura.

Quién sobresale entre los emergentes

En paralelo, estas elecciones, las últimas antes de las generales previstas para el mes de diciembre, son el último pulso entre Ciudadanos y Podemos (representada en la coalición Catalunya Sí que es Pot), las fuerzas que han emergido este año en los parlamentos autonómicos tras las elecciones andaluzas de marzo y las autonómicas de mayo.

Ciudadanos opta a convertirse en la fuerza referente de la oposición en el Parlament, y la candidata más joven en concurrir, Inés Arrimadas (34 años) podría ser la líder de la oposición.

Se pone a prueba también el liderazgo de Albert Rivera, por el protagonismo que ha tenido en los mítines por encima de su sucesora al frente del grupo parlamentario autonómico, y se pone a prueba frente a las expectativas que han alentado para ellos los sondeos, según los cuales más que doblarían su actual representación.

Está por ver en cuánto consigue incrementar la presencia de Podemos la representación de 13 escaños y el 9,9% de los votos conseguida por ICV-EUiA en 2012. En el caso de Catalunya Sí que es Pot, la nueva candidatura de izquierdas encabezada por el activista Lluís Rabell y en la que se integran los ecosocialistas, Podemos y Equo, el escrutinio dilucidará si el impulso de sus líderes nacionales (Pablo Iglesias y Alberto Garzón, eso sí, siempre por separado) ha servido para multiplicar sus apoyos.

Tras una campaña en la que han insistido mucho en la defensa de las políticas sociales y la lucha contra la austeridad, un eventual éxito de Catalunya Sí que es Pot podría significar que los votantes catalanes han sido sensibles a algo más que el debate soberanista.

Los “otros” nacionalismos: CUP y Unió

Fuera de la atracción gravitatoria del independentismo en torno a Junts pel Sí, merece la pena atender al resultado de las otras formaciones que representan el nacionalismo catalán, el rupturista y el moderado, aunque, de cumplirse los pronósticos, el escrutinio traerá destinos muy dispares para la CUP y para UDC.

Para los primeros, los sondeos auguran pasar de ser fuerza testimonial a llave de la investidura de Artur Mas y llave de paso para que fluya el proceso soberanista iniciado en esta legislatura. El punto de partida son los tres escaños actuales y las encuestas aproximan a la lista de Antonio Baños a los nueve en el mejor de los casos.

En cambio, UDC, que ha protagonizado una campaña discreta en la que ha apostado por la moderación y el ‘seny’ como banderas, se juega nada más y nada menos que la supervivencia política.

La media de las encuestas les sitúa en una desconcertante horquilla entre los cero y los dos escaños. El optimismo ha llevado a Ramon Espadaler a confiar en que los democristianos obtendrán un resultado mejor del esperado (algunas encuestas les otorgaban cinco diputados) pero se encuentra en una encrucijada vital que podría llevar a su desaparición del arco parlamentario en el que han estado casi cuatro décadas.