Ir de compras, el arte de pertenecer: "Existe una banda comercial de nuestra vida"
- ¿Qué significa realmente ir de compras? ¿Por qué, incluso cuando estamos de viaje, seguimos entrando en comercios?
- Mercedes Cebrián, autora de Estimada clientela, responde en Economía de bolsillo y reflexiona sobre nuestra relación con las tiendas
Quizá nunca compraste nada en esa tienda de barrio que acaba de cerrar. Puede que ni siquiera llegaras a entrar. Pero da igual. Hay algo que se encoge por dentro cuando pasas por delante y ves la persiana bajada. Porque los comercios no son solo sitios donde gastar dinero: también guardan parte de nuestro recuerdo.
"Ciertas tiendas tienen un valor casi museístico", apunta Mercedes Cebrián en Economía de bolsillo, con Lourdes Castro. A la autora de Estimada clientela, Vinçon Barcelona siempre — hasta que en 2015 colgara el cartel de "se vende"— le despertaba esa sensación.
Pero ni ella es la única que lo siente así ni Vinçon el único local capaz de dejar huella. Basta con hacer memoria para entenderlo.
Piensa en una calle de tu infancia. Puede ser una gran vía repleta de escaparates o una acera tranquila con una papelería con olor a goma de borrar y libros recién desprecintados. Recuerda la emoción de un primer día de rebajas. La complicidad con aquel dependiente que, con una simple mirada, sabía lo que ibas a llevarte. Rememora las tardes con tus padres haciendo la compra, o esos planes adolescentes con tus amigos paseando entre estantes sin comprar nada. Solo por mirar. Solo por matar el tiempo. Aunque, sin darte cuenta empezaras a "adquirir" una identidad propia y un pedazo de la colectiva.
¿Qué significa realmente ir de compras? ¿Qué pierde un barrio cada vez que cierra un comercio? ¿Por qué, incluso cuando estamos de viaje, seguimos entrando en tiendas?
Para Cebrián, todas esas preguntas se contestan con una sola palabra: humanidad.
"Hay un vínculo con las tiendas donde compramos y con ciertas marcas", explica. El mecanismo es parecido al que activan otras actividades o experiencias. "Igual que se habla de la banda sonora de nuestra vida, está la banda comercial".
Unas botas de montaña que te aficionaron al senderismo. Unas pinturas nuevas que te despertaron la pasión por el dibujo. No es necesario mucho más. La intención suele ser más determinante. "Cuando compramos algo, en el fondo estamos adquiriendo una historia que ese objeto va a contar sobre nosotros. Nuestra relación con ellos es muy metafórica y muy afectiva", asegura. "Se convierten en un símbolo".
Tal vez esa compra sea el inicio de una nueva rutina, el comienzo de un proyecto distinto o el primer paso hacia una versión renovada de uno mismo. "Es una sensación parecida a la que le guardamos a las cafeterías a las que les tenemos mucho cariño", añade.
A veces es por costumbre. A veces por el servicio. Otras, simplemente, es la certeza de que ese lugar seguirá ahí cuando lo necesitemos, con la confianza de la experiencia y la seguridad de la cercanía. Como parte de ese "paisaje comercial". "El paisaje no son solo montañas y árboles, sino todo el entorno", incide Cebrián. Incluidos los negocios.
Aunque las tiendas no desprendan ese halo romántico que rodea a bares, restaurantes y parques, sostienen el tejido social y cultural que define a una ciudad.
Los comercios: pilar imprescindible de la sociedad
"Igual que el paisaje sonoro, el comercial nos afecta". Mucho más de lo que pensamos y, a la vez, mucho menos de lo que calculamos que podría costarnos. No hace falta comprar nada. En ocasiones, basta con perderse un rato entre pasillos. "Los establecimientos también sirven para establecer contacto humano", dice Cebrián. A varios niveles.
Para empezar, con esos primeros recados que los padres encargan a sus hijos e hijas, los menores van entrenándose para la vida.
"Es una actividad que ayuda a saber estar en la ciudad. Se aprenden cosas de adulto que, como consumidores, vamos a realizar al crecer", señala.
Desde comprobar la etiqueta de un alimento hasta fijarse en la composición de una prenda. "Cada producto es un mundo y tiene sus peculiaridades. A comprar, se aprende", defiende la autora.
Y también sucede a la inversa: de las compras se aprende.
"Si bien la globalización empobrece el paisaje comercial", denuncia Cebrián, "todavía quedan comercios con identidad propia". Y si no, siempre estarán los supermercados y los mercadillos. "Gracias a los supermercados se puede comprobar cómo es su día a día culinario", indica.
El mercadillo, por su parte —agrega Cebrián—, tiene mucho que ver con el lugar. "Es poco globalizado. Si es de cosas viejas, permite ver lo que ese país ha ido desechando, que no es lo mismo que en otro". En Europa Central, abundan las vajillas al estilo alemán; en Inglaterra tacitas y teteras. "Es interesante observar cómo los hábitos se reflejan ahí, en lo que compramos", subraya Cebrián.
Economía de bolsillo