Nuestro cerebro nos engaña: los sesgos que afectan a las decisiones económicas
- Economía de bolsillo analiza los errores que suele cometer nuestro cerebro y que acaban afectando a nuestro bolsillo
- María Eugenia Cadenas, coordinadora de Educación Financiera de la CNMV, nos da algunas claves para reconocerlos
El cerebro humano es una herramienta poderosa, pero también tiene limitaciones que pueden llevarnos a cometer errores sistemáticos de juicio, conocidos como como ''sesgos''. Así los define María Eugenia Cadenas, coordinadora de Educación Financiera de la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV), en el programa de RNE Economía de bolsillo.
Cadenas señala que el cerebro, pese a representar solo entre el 2% y 3% del peso corporal, consume el 25% de la energía que ingerimos. Para optimizar este consumo, recurre a atajos mentales llamados heurísticos que le permiten tomar decisiones rápidas.
Sin embargo, estos atajos no siempre conducen a elecciones acertadas, especialmente en el ámbito financiero. Los sesgos pueden llevarnos a invertir impulsivamente, evitar riesgos de forma irracional o tomar decisiones basadas en emociones en lugar de en datos objetivos.
Sesgo del coste hundido
Aferrarse a una mala inversión solo porque ya se ha dedicado tiempo, esfuerzo o dinero es un error más común de lo que parece. A esto se le conoce como sesgo del coste hundido.
Este fenómeno lleva a continuar con proyectos ruinosos simplemente porque ya se ha invertido en ellos, aunque la lógica indique que es mejor abandonarlos. "Si montamos un negocio y, tras varios meses, vemos que no funciona, en lugar de replantearnos si debemos cerrarlo o cambiar de estrategia, seguimos adelante solo porque ya hemos gastado dinero y esfuerzo", apunta Cadenas.
El sesgo del coste hundido no solo afecta decisiones económicas, sino también situaciones cotidianas. "Hay personas que sienten que deben terminar un libro aunque no les guste, solo porque ya han invertido tiempo en leerlo", ejemplifica la experta.
La clave para evitar este error está en tomar decisiones basadas en el presente y el futuro, sin dejarse arrastrar por inversiones pasadas irrecuperables. "Las personas no somos seres plenamente racionales", concluye.
Sesgo del anclaje
Las estrategias de compra están llenas de trucos psicológicos que influyen en las decisiones sin que nos demos cuenta. El sesgo del anclaje es un fenómeno que da más importancia a la primera información recibida, incluso si después aparecen datos más relevantes.
"Si nos dicen que un producto cuesta 100 euros y luego nos lo ofrecen por 70, nos parecerá más barato, aunque en realidad pueda seguir siendo caro para lo que es", explica María Eugenia.
Esta estrategia es habitual en el marketing y las ventas, ya que los consumidores establecen lo que es barato o caro en función de referencias previas. Al mostrar primero un precio alto, cualquier descuento posterior genera la sensación de ahorro, aunque el precio final siga siendo elevado.
Las emociones y el gasto impulsivo
Las emociones juegan un papel clave en las decisiones de compra, muchas veces sin ser conscientes de ello. La euforia puede llevar a gastar más de la cuenta, pero la tristeza también puede empujar a comprar como una forma de consuelo.
Incluso factores como el hambre pueden afectar a las decisiones de compra, haciendo a las personas más propensas a la impulsividad.
Una estrategia sencilla para evitar gastos innecesarios es dejar pasar un tiempo antes de realizar una compra. "Lo que se suele decir de 'consultarlo con la almohada' encierra una gran verdad. Si damos margen entre el deseo de compra y la acción de comprar, tenemos más tiempo para reflexionar y evaluar si realmente necesitamos ese producto", subraya la experta.
Sesgo de confirmación y cherry picking
Uno de los sesgos más conocidos y extendidos es el sesgo de confirmación. Este busca información que reafirme las creencias previas, ignorando la que las contradice.
"Un ejemplo claro lo vemos en las reseñas de internet", afirma la entrevistada. "Cuando queremos comprar un producto, en lugar de leer las opiniones críticas, tendemos a fijarnos solo en las de cuatro o cinco estrellas, para confirmar que nuestra elección es la correcta".
Este fenómeno se conoce como cherry picking o selección selectiva de la evidencia, y está relacionado con un mecanismo psicológico llamado disonancia cognitiva. "Nos incomoda ir en contra de nuestras propias decisiones, así que tendemos a mantener nuestras opiniones incluso cuando recibimos información contraria", añade Cadenas.
El sesgo de confirmación afecta muchas áreas de nuestra vida, desde nuestras compras hasta nuestras ideas sobre política o economía. "Nos estamos haciendo trampas constantemente sin darnos cuenta. Para evitarlo, hay que ser muy conscientes y tratar de analizar la información de forma objetiva, aunque resulte incómodo", aconseja la experta.
Sesgo de confirmación
Otro sesgo muy común es el sesgo de autoridad, que lleva a dar más peso a la opinión de ciertas personas, incluso cuando no tienen conocimiento en el tema.
"Esto ocurre, por ejemplo, en la publicidad, cuando un deportista anuncia un coche", apunta Cadenas. "Ese deportista puede ser un referente en su disciplina, pero no necesariamente un experto en automoción".
En algunos casos, la autoridad es legítima, como cuando un dentista recomienda una pasta de dientes. Sin embargo, según la experta, el problema surge cuando se atribuye credibilidad a figuras influyentes sin cuestionar si realmente tienen conocimientos en la materia.
Efecto halo
El efecto halo es un sesgo cognitivo que extrapola una impresión positiva basada en una única característica a todo lo demás. Sucede con personas, productos y marcas.
Este fenómeno es común en el marketing. "Imaginemos una marca que ha ganado prestigio vendiendo maletas de alta calidad y, de repente, lanza una línea de zapatillas. Muchos consumidores asumirán que, si sus maletas son excelentes, sus zapatillas también lo serán, aunque no haya ninguna garantía de ello", dice Cadenas.
Sin embargo, lo cierto es que conocer todos estos sesgos no libra a nadie de evitarlos. Para ilustrar esto, María Eugenia pone de ejemplo la figura de Daniel Kahneman, el mayor experto en sesgos y heurísticos, quien reconoció después de 45 años de estudio que nunca había logrado evitarlos.