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Análisis

El convulso mundo multipolar 80 años después de la Segunda Guerra Mundial

  • La comunidad internacional se dotó tras la II Guerra Mundial de mecanismos para impedir una tercera contienda
  • En estos 80 años, el mundo ha pasado de la Guerra Fría a uno multipolar, globalizado y convulso
Winston Churchill, Franklin Roosevelt y Ióssif Stalin en la Conferencia de Yalta
Winston Churchill, Franklin Roosevelt y Ióssif Stalin en la Conferencia de Yalta Archivo RTVE
PILAR REQUENA

Tras los horrores, muertes y destrucción de la Segunda Guerra Mundial, los líderes de las potencias ganadoras diseñaron un nuevo orden internacional para evitar que volviera a ocurrir.

Pero las divergencias ideológicas, económicas y militares entre los dos poderes más importantes, las dos superpotencias, EE.UU. y la Unión Soviética, las que liberaron Europa de los nazis, provocaron que el mundo acabase dividido en dos bloques, el Este y el Oeste.

La sociedad internacional ha experimentado cambios profundos desde entonces en todos los ámbitos, como la globalización, el aumento de la interdependencia y la aparición de nuevos actores.

La posguerra y la Guerra Fría

La II Guerra Mundial dio lugar a la división, el fin del dominio y el reparto de Europa y la creación de dos bloques, el liberal capitalista y el comunista, el Oeste y el Este, bajo el control de Estados Unidos y de la Unión Soviética, respectivamente.

Era el inicio de la Guerra Fría, con la disuasión nuclear como un elemento fundamental para evitar otra contienda mundial, aunque las dos superpotencias utilizaron conflictos subsidiarios.

Las guerras de Vietnam, Corea o Afganistán son algunos ejemplos. Alemania fue el símbolo de esa división con su propia división y el Muro de Berlín. La sociedad internacional se caracterizó por un sistema bipolar durante casi medio siglo, limitando la autonomía de muchos países, forzados a alinearse con uno u otro bloque.

Se crearon las Naciones Unidas para fomentar la cooperación internacional y mantener la paz y la seguridad. Pero su Consejo de Seguridad se diseñó con cinco miembros permanentes (EE.UU., Reino Unido, Francia, Rusia y China) con derecho de veto, lo que les permite salvaguardar sus intereses estratégicos.

Este defecto de nacimiento se ha agudizado con el tiempo y la ONU ha sido incapaz de evitar conflictos como los de Siria, Yemen, Ucrania, Sudán o Gaza. Esto hace que se cuestione su capacidad para asegurar la paz.

Se establecieron también organizaciones como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial para impulsar el desarrollo económico. Y se generó una nueva conciencia sobre la protección de los derechos humanos que condujo a la Declaración Universal de los Derechos Humanos, en 1948, que, sin embargo, se siguen violando a diario en una gran parte del planeta. "Se habían dado las formas más atroces de lo que las personas pueden hacerse unas a otras en términos de crueldad", recuerda el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los derechos Humanos, Volker Türk. Fue el momento en que la comunidad internacional entonó el basta ya.

Se consolidó el derecho internacional y se sentaron las bases del derecho penal internacional a partir de los procesos de Núremberg para castigar a los culpables de las atrocidades cometidas. El sistema internacional de justicia se fue dotando de convenios, declaraciones y organismos para proteger los derechos humanos.

24 horas - En algún lugar del tiempo | El plan Marshall

También para dirimir las controversias entre los Estados, como la Corte Internacional de Justicia o llevar ante la Justicia a quienes los violan, como el más reciente Tribunal Penal Internacional. Su fiscal jefe, Karim Khan, asegura que "no hay cheque en blanco para ningún beligerante en ningún lugar del mundo". "La ausencia de la ley y el triunfo del poder son muy a menudo los ingredientes de las tragedias que vemos en todo el mundo", añade.

El plan Marshall contribuyó a la reconstrucción de Europa Occidental y la OTAN nacía como paraguas para su seguridad y defensa. La URSS respondió con la creación del Pacto de Varsovia y el COMECON. En los años 1950, comenzaba el proceso de integración europea con la creación de la Comunidad Económica del Carbón y del Acero. Se trataba, entre otras cosas, de conseguir la cooperación entre Francia y Alemania, reconciliarlos y acabar con su rivalidad. En estas décadas se ha ido profundizando hasta concluir en la Unión Europea que hoy conocemos, con el eje franco-alemán como motor.

La descolonización de Asia y África condujo a la independencia de muchos países y a una reconfiguración del mapa mundial. Y surgió también el Movimiento de Países No Alineados.

En los años 70, se dieron los primeros pasos de la distensión con la celebración de la Conferencia de Seguridad y Cooperación en Europa, que culminó con el Acta Final de Helsinki, en la que se reconocían las fronteras europeas establecidas tras 1945 y se definían medidas para fomentar la confianza y la protección de los derechos humanos. La Ostpolitik del canciller alemán Willy Brandt también remó en esa dirección. Con el líder soviético, Mijail Gorbachov y su perestroika y glasnost llegó el cambio radical.

La caída del Muro de Berlín y el final de la Guerra Fría

El mundo de la Guerra Fría, aunque extremadamente peligroso, era rígido y predecible. La caída del muro de Berlín, el 9 de noviembre de 1989, y la disolución de la Unión Soviética, el 25 de diciembre 1991, marcaron el fin de la Guerra Fría y el inicio de una nueva era. Se impulsó la globalización, con la expansión de las relaciones comerciales, culturales y políticas entre los países.

La caída del Muro de Berlín, el inicio de un nuevo tiempo para Europa

Emergieron nuevas potencias como China, India o Brasil, que han ido ganando peso en la escena internacional y que han llevado a una reconfiguración de las alianzas. De las ruinas de la URSS surgieron 15 Estados independientes, entre ellos la propia Rusia. Las consecuencias del colapso de la Unión Soviética se sintieron en todo el mundo. Estados Unidos quedó como la única superpotencia global, aunque fueron surgiendo nuevas potencias que dieron lugar a un mundo multipolar.

Surgieron nuevos actores en la sociedad internacional. Se produjo una expansión de la OTAN y la Unión Europea. Parecía un mundo más tranquilo, más interconectado y globalizado por el desarrollo de los medios de transporte y las comunicaciones y la aparición de internet.

Los atentados del 11 de septiembre, nuevo punto de inflexión

Los atentados terroristas contra las Torres Gemelas en Nueva York y el Pentágono en Washington iban a iniciar una nueva etapa. La respuesta de Estados Unidos fue la guerra contra el terror, con la invasión de Afganistán, en 2001, y de Irak, en 2003.

Los fracasos de Estados Unidos en esos dos países contribuyeron a mostrar al mundo, al resto de potencias, cómo, aunque Washington era la primera potencia mundial y contaba con el ejército más poderoso, no era capaz de hacer frente a todos los desafíos que se le planteaban y plantean.

Vendrían después las primaveras árabes y el terrorismo del autodenominado Estado Islámico, las guerras asimétricas, la guerra o amenazas híbridas, la crisis financiera internacional, la del euro, la de los refugiados, el Brexit y la pandemia. La Unión Europea ha visto debilitado su papel. Y la preocupación internacional por el medio ambiente ha ido en aumento, a la par que la lucha contra el cambio climático, dando lugar a acuerdos multilaterales como el Protocolo de Kioto y el Acuerdo de Paris.

Un mundo convulso, de desafíos y transformaciones

Esta dinámica global ha conducido a una reconfiguración geopolítica, con el ascenso de China como potencia económica, tecnológica y militar, con la reemergencia de Rusia como actor geopolítico relevante, una Rusia renacida, agresiva y como amenaza renovada y con un Estados Unidos incapaz de regir plenamente el planeta, por lo que el papel de Washington como líder global está cuestionado, a pesar de los actuales exabruptos, amenazas y actuaciones unilaterales de Donald Trump.

La guerra de Ucrania, el eterno conflicto en Oriente Medio con la guerra de Gaza o el regreso de Trump a la Casa Blanca nos sitúan en un mundo convulso. Estamos en la multipolaridad, aunque con desequilibrios, y un Occidente con un Estados Unidos imprevisible bajo Trump que quiere imponer su política arancelaria y su idea de la seguridad y la defensa a sus aliados que rechazan la política unilateral del presidente norteamericano, frente al otro eje en torno a Rusia y China e Irán y algunos países del sur global, aunque cada uno con su propia agenda. La competencia entre potencias por los recursos, por la influencia regional y el control tecnológico va en aumento y provoca inestabilidad, tensiones y enfrentamientos.

El paraguas estadounidense puede acabarse para Europa. La Unión Europea tiene ahora la oportunidad de convertirse en un actor global autónomo, con autonomía estratégica, promoviendo la diplomacia, el multilateralismo, el derecho internacional, los derechos humanos, la transición ecológica o el estado de bienestar. La UE debe demostrar que es capaz de garantizar la paz en su propio continente sin el apoyo de Estados Unidos. Ha de actuar en consecuencia.

El siglo XXI atraviesa un periodo de transformación y desafío globales como la digitalización, la globalización, la inteligencia artificial o el cambio climático, que requieren una acción internacional coordinada.

Se ha incrementado el número actores, no solo los Estados son los principales jugadores del juego global, también lo son empresas, corporaciones, agencias internacionales, organizaciones no gubernamentales, medios de comunicación e incluso personas individuales, como Elon Musk. Todos tienen ahora también capacidad de influencia e interacción a nivel global en una sociedad internacional con un gran dinamismo.

Las constantes y sucesivas disputas a escala mundial conducen, aparentemente, hacia un nuevo orden que no se sabe si terminará siendo unipolar, bipolar o multipolar, y existe el temor de que, durante ese proceso, se pueda producir una tercera guerra mundial o una segunda guerra fría.

La paz perpetua queda ya muy lejos, la conflictividad crece de manera constante. Las reglas del llamado viejo orden han dejado de ser aceptadas por la muchos de los actuales actores internacionales. Esta etapa es compleja, incluso caótica con multitud de actores, interacciones, fuerzas y poderes en acción, con conflictos solapados y desafíos transnacionales.

Los profundos cambios generan desazón y desesperanza que provocan una falta de fe en la democracia y el modelo occidental. La polarización y la desunión hacen mella y se produce un aumento de los extremismos en sociedades hasta ahora estables. El 80 aniversario del final de la II Guerra Mundial llega en un momento en el que las antiguas garantías se han derrumbado, se han roto todos los controles y contrapesos del equilibrio de poder mundial y de la confianza mutua.

Todo lo que se construyó entonces parece tambalearse. "Después de 1945, existía el deseo de civilizar el mundo, es decir, de garantizar que el mundo se rigiera por leyes para evitar lo que había sucedido durante las dos guerras mundiales", explica Johann Chapoutot, profesor de historia contemporánea en la Sorbona y experto en nazismo. "Este consenso en Occidente se respetó hasta hace poco. Ahora se ha roto", concluye.