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Análisis | EE.UU.

De Washington a Barcelona: Donald Trump, contra la cultura y la historia

  • Trump combate la cultura de inclusión y diversidad, desde universidades y museos de EE.UU. a una biblioteca de Barcelona
  • El presidente presiona a grandes instituciones para que borren lo negativo de la historia del país
Trump, contra la cultura y la historia: cartel a favor de la diversidad
Un cartel a favor de la igualdad y diversidad en una calle en Michigan. BILL PUGLIANO / GETTY IMAGES NORTH AMERICA / Getty Images via AFP)
ANNA BOSCH

"Restaurar la verdad y la sensatez en la historia americana", "Acabar con la discriminación ilegal y restaurar las oportunidades basadas en méritos", "Departamento de Eficiencia en el Gobierno (DOGE)" . Dos decretos presidenciales y un organismo que maneja, por encargo del presidente, el magnate Elon Musk con el objetivo de reducir drásticamente la Administración pública, inicialmente con un corte de un billón de dólares, rebajado esta semana a 150.000 millones.

Combínense adecuadamente esos tres elementos y saldrá una guerra contra la cultura, la historia y la filosofía de reparación. El arma principal de esa guerra son la retirada de financiación y los despidos masivos. Sus efectos son visibles en apenas tres meses de presidencia Trump 2: desde la capital, Washington, a un barrio de Barcelona.

Contra las bibliotecas

El pasado martes, la Asociación Americana de Bibliotecas (ALA en inglés) y un sindicato de trabajadores de la cultura pusieron una demanda contra el Gobierno por los recortes en el sector. El Instituto para los Museos y Bibliotecas, que contribuye a la red de bibliotecas en todos los Estados Unidos, no ha escapado a la motosierra dorada de Elon Musk. Para hacerse una idea del impacto que tiene la supresión del organismo, la ALA explica en un comunicado algunas de sus funciones: alfabetización, programas de lectura infantil en verano, acceso a internet, asesoramiento para buscar trabajo, audiolibros y libros en braille, espacio para la investigación y el estudio para estudiantes o programas de formación laboral.

Para la presidenta de la ALA, según recoge el diario The New York Times, "estos recortes equivalen a un ataque a la democracia, el compromiso cívico y el acceso libre a la información. (...) No permitiremos que unos extremistas amenacen nuestra democracia eliminando los programas de las bibliotecas y dañando a los jóvenes y a poblaciones que dependen de las bibliotecas y los servicios y oportunidades que brindan".

En un movimiento típico de este tipo de gobiernos, previamente destituyeron a la directora de la agencia, una bibliotecaria de carrera, y nombraron como interino a un cargo político. Según él, el desmantelamiento del organismo que financiaba bibliotecas en todo el país persigue "volver a poner el foco en el patriotismo, asegurar que preservamos los valores centrales del país, promover el excepcionalismo de los Estados Unidos y cultivar el amor al país en las generaciones futuras". En esa línea se expresa también un portavoz del Gobierno que cita Politico: "Se trata de una restructuración necesaria para asegurarnos de que los impuestos no van para iniciativas discriminatorias de diversidad, equidad e inclusión, o programas antiamericanos en nuestras instituciones culturales".

Rescatan el concepto "antiamericano"

El lenguaje no suele ser neutral y la elección del término antiamericano trae recuerdos de un pasado de nacionalismo, obcecación hasta la paranoia, persecución y listas negras. Recuerdos del Comité de actividades antiamericanas que creó en los años 30 el Congreso de los Estados Unidos para perseguir a todo sospechoso de tener vínculos o simpatías comunistas. Ese comité tuvo su apogeo en tiempos del senador Joseph McCarthy hasta el punto de conocerse ese período como el macartismo, de finales de los 40 a principios de los 50. Investigaron a miles de empleados públicos, académicos, actores, directores de cine. La mera sospecha de incurrir en "actividades antiamericanas" acabó con multitud de carreras. Un siglo después, resulta preocupante la reivindicación del concepto como argumento para censurar y eliminar organismos públicos.

Muy preocupante que ese descalificativo nacionalista se le aplique a la radio y televisión públicas (NPR y PBS) cuando en el mundo del periodismo se consideran modélicas, un ejemplo a seguir. Sin embargo, están en el punto de mira de la mayoría republicana de la Cámara de Representantes, como demuestra el título de la subcomisión parlamentaria: "Radiodifusión antiamericana: pidiendo cuentas a la dirección de NPR y PBS". Por si eso fuera poco, la presidenta de esa subcomisión es la congresista trumpista más extrema y más proclive a abrazar teorías conspirativas, Marjorie Taylor Green.

Todo eso en el contexto de una persecución contra los medios críticos con el presidente Trump o que no se doblan a su voluntad, como es el caso de retirarle la acreditación a la principal agencia de información estadounidense, Associated Press (AP), para cubrir la Casa Blanca. ¿El motivo? Que seguía llamando Golfo de México al Golfo de México, y no Golfo de América como pretende un decreto del presidente. Esta semana un juez ha dictado que hay que devolverle a AP el derecho a informar desde la Casa Blanca. Los tribunales son la última esperanza de quienes se sienten víctimas de este Gobierno y su mayoría en el Congreso.

DEI, las siglas y la filosofía malditas

Las leyes o políticas DEI (sigas de diversidad, equidad e inclusión), son aquellas que buscan resarcir a determinados sectores de la población (mujeres, minorías raciales o étnicas, pobres, personas con discapacidad, homosexuales...) de la discriminación histórica. Es la llamada discriminación positiva, que en otros países se conocen también como políticas de cuotas.

Ya en la primera campaña presidencial de Donald Trump se entendió que el lema que tanto ha triunfado, Make America Great Again (reducido al acrónimo como marca, MAGA), "volver a hacer grandes a los Estados Unidos", era un mensaje codificado que en el fondo significaba Make America White Again, que "los Estados Unidos vuelvan a ser blancos". Blancos y masculinos, cabría añadir. Una de las obsesiones de Trump es acabar con todas esas leyes o iniciativas DEI.

Trump no es el primero en cuestionar esas normas, hace ya un tiempo que se abrió el debate sobre si seguían siendo necesarias, si se producían abusos que derivaban en discriminar a personas con méritos superiores. Haciendo reduccionismo, la cuestión era si, al intentar compensar la discriminación histórica y sistémica, no se estaba perjudicando a hombres blancos válidos. Ese debate existía, lo nuevo con Donald Trump, como en otras cuestiones, son sus formas y métodos. Apenas llevaba una semana en el cargo cuando, sin ningún resultado de la investigación, el presidente Trump culpó a esas políticas antidiscriminación del choque mortal de dos aviones en Washington, describiendo un control aéreo plagado de personas con discapacidades que, según él, les impedían hacer bien el trabajo. Unos días antes, quien había estado en el centro de la polémica fue la jefa de bomberos de Los Ángeles durante los incendios por ser mujer y lesbiana.

En menos de tres meses de su segunda Presidencia, Donald Trump ha convertido en sospechosa de incompetente a toda persona que no sea hombre blanco heterosexual. ¿Valdrá realmente para el trabajo, para el cargo, o está ahí por ser mujer, por ser negro, por ser cojo, por ser homosexual?

Esta es la parte que ha llegado hasta un barrio de Barcelona, a su biblioteca municipal. El centro recibe fondos del Gobierno estadounidense para el programa conjunto American Space, que promueve el conocimiento de la ciencia, la tecnología y el inglés, y favorece intercambios para estudiantes y becas. En marzo, la embajada de los EE.UU. comunicó al Ayuntamiento de Barcelona que la condición para mantener la subvención es que en esa biblioteca municipal no se apliquen leyes DEI, que favorezcan la igualdad y diversidad, de acuerdo con el decreto denominado Ending Illegal Discrimination and Restoring Merit-Based Opportunity, "acabar con la discriminación ilegal y restaurar las oportunidades basadas en el mérito". El alcalde de Barcelona, Jaume Collboni, ya ha dicho que no obedecerán esa orden y ha explicado en una entrevista en RTVE la manera distinta de entender la meritocracia. Según el alcalde, la discriminación positiva impulsa el mérito porque, por ejemplo, permite introducir a chicas, infrarrepresentadas en carreras técnicas y de ciencia, en su conocimiento, y promueve el acceso de jóvenes de barrios no privilegiados a opciones que no suelen tener al alcance.

Contra dos grandes instituciones: el Smithsonian y el Kennedy Center

Hay dos ciudades con las que Donald Trump está obsesionado: Nueva York y Washington. Nueva York porque es la suya, pero le da la espalda políticamente al ser de mayoría progresista. Lo vive como un desencuentro amoroso, como si parte de su familia lo rechazara, fuera ingrata con él. Él ama Nueva York, pero no es correspondido. A Washington, la capital federal, no la ama, la detesta, por la tendencia universal a detestar las capitales, pero además porque es aún mucho más progresista que Nueva York. Sirva el dato, el candidato demócrata gana siempre más del 80% de los votos. Trump, que basa su promoción en ser un hombre de negocios y un antipolítico, detesta las élites políticas por excelencia, las de Washington. No está solo, para los estadounidenses Washington es una entelequia, una no ciudad, una suma de instituciones políticas alejadas de la realidad. Y no les falta razón. Washington, además, era una ciudad negra. Era porque el crecimiento del Gobierno y las instituciones nacionales e internacionales está reduciendo el porcentaje afroamericano de la población.

Este Trump 2 ha venido con ánimo de revancha y en materia cultural ha ido a por dos santuarios: el Kennedy Center y la Institución Smithsonian, para estupefacción general. Parecía una broma, un bulo, una noticia falsa, la noticia de que el presidente se había autonombrado presidente del Kennedy Center, el equivalente a un Auditorio Nacional, un movimiento propio de dictadores de sainete. Pero es una realidad. Cuando apenas llevaba dos semanas de presidente, destituyó al presidente del centro y a todos los miembros del Consejo Director nombrados durante presidencias demócratas y los sustituyó por afines a él. Es decir, acabó con la tradición plural del Auditorio. Y así, cuando llegó el momento de elegir un nuevo presidente, lo eligieron por unanimidad a él, que se jacta de no haber ido a ningún concierto, de no haber puesto los pies en el centro. El mundo de la música y de la cultura en general entró en shock. Los artistas programados o potencialmente contratables se encontraron con el dilema de si actuar o boicotear el centro como protesta.

¿Cuál es el mayor conjunto de museos del mundo? El Smithsonian de Washington. Es difícil exagerar al hablar de esta institución, fundada en 1846, sinónimo de museos, cultura, vocación pedagógica y sentido cívico. Es visita obligada en la capital al mismo nivel que el Congreso, la Casa Blanca o el monumento a Lincoln. El daño a la institución en principio no puede ser tan directo como en el auditorio porque tiene menos presencia en el consejo director, y sólo lo financia en parte, pero ya ha tenido un impacto. De entrada, al igual que otras instituciones y organismos, ha tenido que suprimir su departamento DEI. Y ahora otro decreto presidencial lo cita específicamente y el título ya da una pista: "Restaurar la verdad y la sensatez en la historia americana [de los Estados Unidos]". Donald Trump quiere reescribir la historia, o, mejor dicho, borrar los avances que se han hecho en el reconocimiento de la historia del país, con sus luces y sus sombras.

En las últimas dos décadas el Smithsonian ha destacado por el esfuerzo en investigar y difundir la historia más compleja, plural y polémica de los Estados Unidos, contar la historia más allá del relato tradicional desde la óptica de los colonos blancos y sus descendientes. Así se construyeron dos nuevos museos, el dedicado a la historia y cultura de las poblaciones originarias (American Indian Museum), y el de los afroamericanos (African American History and Culture Museum); y está trabajando en otros dos, uno dedicado a América Latina y otro a la historia de las mujeres. En ese contexto hay que entender lo que dice el decreto sobre este tesoro cultural: "La Institución Smithsonian ha sucumbido en los últimos años a la influencia de una ideología centrada en la raza y la división. Este cambio ha promocionado narrativas que retratan los valores estadounidenses y occidentales como dañinos y opresivos. (...) Los museos de la capital de la nación tienen que ser un lugar para aprender, no para recibir adoctrinamiento ideológico o distorsionar una historia común". Entre la medidas decretadas está "prohibir el gasto en exposiciones o programas que degraden los valores estadounidenses, dividan a los estadounidenses por razas o promuevan ideologías contrarias a la ley y la política federales".

La línea argumental es conocida y tiene equivalentes en otras sociedades, lo que se quiere es un relato de la historia que cuente solo las partes positivas y oculte o infravalore las negativas. Solo las luces, sin sus sombras. La visión caleidoscópica, matizada, de la historia se considera antiamericana.

Contra las universidades

Un shock parecido lo ha producido su ataque a las universidades del país por la vía de la retirada de subvenciones. Cabe recordar que las universidades en los Estados Unidos, sobre todo las más importantes, son, además de centros de educación, centros de investigación sobresalientes internacionalmente. El argumento es que las universidades se han convertido en bastiones del antisemitismo y el adoctrinamiento. De nuevo hay que situarlo en el contexto, las mayores protestas contra la guerra de Israel en Gaza en Estados Unidos se produjeron en campus universitarios. Los responsables de las universidades temen que el recorte de subvenciones sea un instrumento para cercenar la libertad de cátedra, la libertad académica.

Los sectores conservadores, y ciertamente el entorno de Trump, consideran que la universidad es el principal foco de lo que se ha denominado cultura woke, el pensamiento progresista que lleva, opinan, lo políticamente correcto y las políticas de diversidad e inclusión más allá de lo razonable, y ejercen la censura contra el discrepante.

Bibliotecas, museos, universidades, monumentos y medios de comunicación. No tiene el mismo impacto material ni la capacidad para desestabilizar el mundo que los impuestos a las importaciones, pero el sector de la cultura en los Estados Unidos está tan asustado como el económico con la política arancelaria.