Enlaces accesibilidad

El Algarrobico y la demolición que nunca llega

Por
Erik Harley y José Ignacio Domínguez en la playa del Algarrobico
Erik Harley y José Ignacio Domínguez en la playa del Algarrobico

Tres enormes grúas siguen instaladas en una obra paralizada desde hace años. Vigilan las 21 plantas y las 411 habitaciones de esta mole que emerge a escasos 50 metros del mar en una de las playas vírgenes del Parque Natural Cabo de Gata-Níjar en Almería. Es el hotel del Algarrobico en la localidad de Carboneras.

“Esto es la joya del pormishuevismo, exclama Erik Harley frente a lo construido por la empresa Azata. Es la primera vez que el creador de este particular movimiento artístico que “combina el salseo inmobiliario y el tejemaneje constructivo” ve con sus propios ojos la ruina. “Es tan descomunal, da tanta vergüenza este mamotreto que debería tener su propio epíteto el Algarrobiquismo”, afirma con humor.

Se lo dice a José Ignacio Domínguez, abogado del grupo ecologista Greenpeace y una de las personas que mejor conoce las peripecias judiciales de un proyecto que empezó a construirse en 2003, y que se ha convertido en un símbolo de la degradación de la costa.

Este despropósito urbanístico no tiene más solución que la demolición

“Este despropósito urbanístico no tiene más solución que la demolición”, asegura con rotundidad el abogado, “ahora eso sí, igual la operación se demora otros 20 años”, dice mientras le explica a Erik Harley el último tropiezo judicial. El Tribunal Supremo ha rechazado ordenar, de momento, el derribo a la espera de que el Ayuntamiento de Carboneras anule la licencia de obras concedida hace dos décadas.


Ilegal e ilegalizable

“Son muchas las irregularidades que acumula esta construcción”, le cuenta Domínguez a Erik mientras trata de resumir el farragoso historial judicial: el medio centenar de sentencias y recursos que acumula el caso. “De todas ellas la única efectiva -asegura- fue la dictada por el juez Ribera en 2006 que paralizó las obras. Este es un hotel ilegal e ilegalizable fundamentalmente porque invade los 100 metros de la franja de dominio público marítimo-terrestre y porque se levantó en una zona del Parque Natural Cabo de Gata-Níjar”.

Habrá que seguir peleando contra este símbolo del pelotazo

A pesar del último revés judicial, los ecologistas no se rinden. “Habrá que llegar hasta el Tribunal de Estrasburgo”, anuncia Domínguez, “seguir peleando contra este símbolo del pelotazo, de la especulación urbanística, de lo que no se debe hacer, y sobre todo de lo que no se debería repetir”.

“Todos sabían que esto era ilegal -dice Domínguez- lo sabía la empresa constructora Azata, el ayuntamiento de Carboneras, la Junta de Andalucía... Por eso debería ser derribado, no sólo para salvar el medio ambiente, sino para recuperar la confianza en la Administración de Justicia”.

El catedrático de planeamiento urbanístico y arquitecto Ramón López de Lucio coincide: “Nunca deberían haberse dado los permisos para levantar ese hotel. Si es un símbolo del desafuero, su demolición debería convertirse también en un símbolo de la restitución de la ley. El derribo sería ejemplarizante y serviría para advertir: hay intervenciones que no se deben hacer pero si se hacen, los responsables deben saber que serán su ruina”, concluye.

Erik Harley y José Ignacio Domínguez en la playa del Algarrobico

Erik Harley y José Ignacio Domínguez en la playa del Algarrobico En Portada

¿Cómo desmantelar el cadáver?

Nadie duda de que tarde o temprano el Algarrobico será derribado. Se sabe cómo será, está por ver cuándo será. En 2011, se publicó en el Boletín Oficial del Estado cómo debería ser la operación: el Ministerio de Transición Ecología sería el encargado de la demolición, mientras que la Junta de Andalucía se ocuparía de la restauración del espacio natural.

Greenpeace y el colectivo N’undo han elaborado también un informe de cómo desmantelar el hotel. Una operación de dos años, implicando a la población local, desmontando pieza a pieza toda la construcción, reciclando y recuperando muchos de los materiales incluido el hormigón. Una propuesta que recuperaria la montaña y la playa virgen sobre sobre la que se asienta el hotel.

Verónica Sánchez, arquitecta, urbanista y cofundadora de N’undo, puntualiza que “el proyecto para desmantelar El Algarrobico costaría en torno a los 7 millones y medio de euros, muy lejos de los 100 millones que se publicó que costaría tirarlo”.

Mientras se espera la demolición, esta enorme construcción sigue deteriorándose frente al mar Mediterráneo contaminando un espacio natural protegido.