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Análisis | XX Congreso del PCCh

La China de Xi busca alzarse como primera potencia mundial en un mundo cambiante

  • El Congreso del Partido Comunista chino confirma las líneas de la política exterior fijadas por el presidente
  • La guerra de Ucrania ha contribuido a acercar a Pekín y Moscú pero no pueden considerarse aliados, según los expertos

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China y sus retos para un nuevo orden mundial

El XX Congreso del Partido Comunista de China, celebrado en Pekín y que ha reelegido como líder a Xi Jinping, confirma su poder y también la línea de su política exterior. Xi marcó esa línea hace nueve años, con el objetivo de que China alcance en este siglo la posición de primera potencia económica mundial.

"China tiene un guión establecido, y no se ha salido de él", confirma a RTVE.es Águeda Parra, analista del entorno geopolítico y tecnológico del gigante asiático.

La estrategia es flexible y se adapta a las coyunturas nacionales e internacionales: la pandemia del COVID, con su estela de menor crecimiento económico; la guerra de Ucrania o la mayor presencia de EE.UU. en el Pacífico y su respaldo militar a Taiwán.

Una política más "asertiva" para que China vuelva a ser la primera potencia

A menudo se olvida en Occidente que China, además de una antigua y sofisticada civilización, era la principal potencia económica antes de la primera Guerra del Opio, en 1839. Hasta el momento en que los británicos forzaron su entrada en el mercado chino con el comercio de la droga (que la dinastía Qing había prohibido), la balanza comercial se inclinaba del lado de China, que era autosuficiente y exportaba artículos de lujo.

Los chinos, y en especial el Partido Comunista, consideran ese año como el comienzo del "siglo de humillación", el periodo en que el gigante asiático quedó a expensas de los intereses económicos y territoriales de ingleses, franceses, rusos y japoneses. Xi pretende ahora llevar a su país a la posición de primera potencia de la que gozaba hace 200 años, y para ello despliega una política exterior que suele calificarse como "asertiva".

"Ser más asertiva es ser más contundente cuando haga falta, en las cuestiones que para China son líneas rojas", explica Lluc López, director del máster en Diplomacia y Asuntos Internacionales de UOC-UNITAR. Y pone como ejemplo la reclamación territorial sobre las islas del Mar de China Meridional, donde, aun sin contar con el respaldo internacional, China ha levantado infraestructuras e instalaciones militares.

Asertividad también es asumir mayor protagonismo en las instituciones internacionales, de la ONU a la Organización Mundial del Comercio, que China "está cambiando desde dentro", asegura López.

"En los últimos 40 años de apertura al exterior - recuerda Águeda Parra - China había buscado crecer económicamente, socialmente, con mejoras a nivel doméstico, pero sin interferir demasiado en los asuntos externos, manteniendo buenas relaciones para que el crecimiento de China no se considerara una amenaza para el resto del mundo".

Pero, una vez que se ha situado como potencia hegemónica en Asia con proyección global, era inevitable que se produjeran reacciones en el tablero geopolítico mundial. "China hasta ahora solo se había movido en un eje, que era el económico, y ahora se mueve también en otros dos: los de política y defensa y seguridad", apunta la analista.

"Con el liderazgo de Xi ha quedado claro que tienen un modo de desarrollo y modernización diferente al que procede de esta parte del mundo", considera por su parte Joaquín Beltrán, profesor en el Área de Estudios de Asia Oriental de la Universitat Autònoma de Barcelona. "No van a hacer lo que les decimos que tienen que hacer. Se sienten soberanos para tomar sus propias decisiones sobre cómo posicionarse en el mundo", insiste.

"Está claro que China quiere cambiar el sistema internacional, a la manera china", opina Lluc López, pero la comunidad internacional aún no tiene claro si ese cambio será cooperativo o conflictivo. "Aún no lo sabemos, estamos en un momento de muchos cambios", justifica.

Lo que sí parece claro es que la competencia entre China y Estados Unidos será la que marque este siglo. Washington considera ya a China su principal rival internacional y la única potencia que puede disputarle el liderazgo mundial.

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Taiwán: un viejo conflicto en un entorno más tenso

La mayor línea roja para China es Taiwán. La República Popular busca la reunificación con la isla desde su nacimiento, y la disputa ha provocado dos conflictos armados (en 1954-55 y 1958). En 1996, el triunfo del partido pro-independencia en las primeras elecciones democráticas en Taiwán provocó otra crisis, en la que China llevó a cabo ejercicios militares con fuego real para amedrentar a los taiwaneses. Es lo mismo que hizo el pasado agosto tras la visita a Taipei de la presidenta de la Cámara de Representantes de EE.UU., Nancy Pelosi.

El propio presidente estadounidense, Joe Biden, ha declarado que su país está preparado para apoyar militarmente a Taiwán en caso de invasión, alejándose de la ambigüedad mostrada por anteriores inquilinos de la Casa Blanca. En su discurso de apertura del congreso del PCCh, Xi ha advertido de que no descarta a su vez el uso de la "fuerza militar".

Para Lluc López, estas declaraciones suponen una novedad respecto al anterior congreso. "Hay que preguntarse qué pasará si hay una escalada similar a las anteriores. La actuación de China va a ser más asertiva, va a usar la fuerza. Xi ha insistido de una forma muy clara".

Águeda Parra cree, por su parte, que la primera opción de Pekín será siempre la de una reunificación pacífica, pese a que está "elevando más el tono" ante los gestos de EE.UU.

"El conflicto potencial de Taiwán se está reactivando constantemente desde la segunda mitad de la década de los 90, no es nuevo - dice por su parte el profesor Joaquín Beltrán - A EE.UU. le interesa periodicamente reactivar la impresión de que ahí puede haber problemas. China ha reccionado a eso, no es ella quien trata de provocar, de entrada, un conflicto en la zona".

Aparte del apoyo a Taiwán, a Pekín le preocupa que EE.UU. y sus aliados, ya sea como OTAN o bajo otro paraguas, estén cada vez más presentes en sus fronteras y puedan llegar a circundarla.

Estados Unidos tiene dos alianzas de seguridad en la zona. Una es el QUAD, en la que participa junto con Japón, Australia y la India. Otra es el AUKUS, el acuerdo militar alcanzado en septiembre de 2021 con Reino Unido y Autralia, que dotará a este último país de submarinos nucleares.

En parte para contrarrestar el AUKUS, China está buscando acuerdos de seguridad con países del Pacífico, como el alcanzado con las Islas Salomón. Tras firmar el acuerdo, este país ha decidido no admitir barcos de guerra en sus puertos, lo que ha motivado la protesta de EE.UU.

Rusia: socio pero no aliado

Si China mira hacia el este y ve a EE.UU. y a sus aliados, hacia el oeste se encuentra con Rusia. Este país se encuentra inmerso en la guerra de Ucrania. Pero este conflicto no tiene la misma repercusión en el este de Asia que en Europa. De Kiev a Pekín hay 6.500 kilómetros, y China es el centro de todo un sistema de relaciones e interdependencias diferente al euro-atlántico. Importa más lo que ocurra en la India, Corea, Japón o Australia.

China no ha dejado de comprar a Moscú gas y petróleo (a mejor precio, además), al igual que otros países asiáticos (y también europeos), y ha participado en ejercicios militares conjuntos. No obstante, Xi ha mostrado a Putin su incomodidad con la guerra, y Pekín reitera periódicamente su llamamiento al diálogo y al respeto a las fronteras y la soberanía estatales.

"China está incómoda con la invasión ucraniana porque vulnera uno de los principios básicos de la política exterior china, que es la no injerencia en los asuntos internos de cada país y el respeto al principio de soberanía - afirma Lluc López - Atacando a Ucraina, Putin ignora este principio, y Xi no quiere que hagan lo mismo con China en Xinjiang, Tibet o Hong Kong".

"Rusia y China no son aliados, son socios comerciales - dice Águeda Parra - En el momento en que Rusia se ha visto aislada por la reacción de Occidente ante la guerra, ha tenido que recurrir a sus otros socios". "Rusia se ha posicionado mucho más en el lado del tablero de China, las circunstancias han llevado a este acercamiento, que no es una alianza", añade.

Pekín se beneficia de tener a una Rusia más débil y dependiente, sobre todo en el ámbito económico, y le muestra su comprensión en su enfrentamiento "antiimperialista" con Occidente. Pero su relación sigue siendo, afirma Joaquín Beltrán, "ambigua y ambivalente". "Podemos decir que es una amistad estratégica, que tiene que ver con la seguridad, el comercio, los recursos naturales e intereses comunes, pero en la que se miran de reojo".

Las Mañanas de RNE con Íñigo Alfonso - La China de Xi Jinping: "No están de acuerdo con Putin ni con la guerra, pero Occidente no cuenta con este país" - Escuchar ahora

Además, mientras Rusia está ocupada en Ucrania, y tras la marcha de Estados Unidos de Afganistán, China desempeña un papel cada vez más importante en Asia Central, su frontera suroccidental. Ahí, además de los intereses comerciales (la zona es rica en minerales y tierras raras), Pekín busca impedir que los grupos yihadistas crucen la frontera y se infiltren en la región de Xinjiang, una provincia de mayoría musulmana donde los uigures reclaman la independencia.

La "nueva Ruta de la Seda" da un parón

El plan de la expansión exterior de Xi tiene un nombre: es la "Iniciativa del Cinturón y la Carretera" (BRI, por sus siglas en inglés), o Nueva Ruta de la Seda. El plan, iniciado en 2013, consiste en un campaña mundial de inversiones y construcción de infraestructuras para conectar mercados, clientes y suministradores, por mar desde el Mar de China al Índico, el Mediterráneo y las costas de África, y por tierra a través de Asia hasta Europa. Con las inversiones, China exporta también influencia política.

La estrategia ha sufrido un parón en los últimos años, derivado de diversas cirunstancias externas e internas: el choque comercial con la administración Trump en 2018; los conflictos diplomáticos por la situación de los derechos humanos en Xinjiang; o la pandemia del COVID, con los perjuicios económicos de la política de "tolerancia cero" de las autoridades chinas y los problemas en las cadenas de suministro.

Además, una China que crece menos ya no es tan generosa en sus inversiones en el exterior. Empieza a mirar con lupa dónde pone su dinero, y qué beneficios le va a producir.

En 2020, el PCCh adoptó una nueva política económica, llamada "de circulación dual", enfocada a promover el desarrollo y el consumo internos, y no solo las exportaciones.

"China ya no pretende potenciar exclusivamente la exportación - subraya Joaquín Beltrán - Sin abandonarla, no tiene interés en depender solo de la exportación. Quiere desarrollar la economía interna, subir el nivel de vida sin depender del exterior y ser más autosuficiente. Y lo puede hacer porque es muy grande y tiene grandes desequilibrios regionales".

No obstante, eso no significa que desatienda sus inversiones y sus relaciones comerciales fuera de Asia, en especial con Alemania, Francia y Reino Unido (el "top tres" de sus socios comerciales, en palabras de Águeda Parra).

El canciller alemán, Olaf Scholz, viajará precisamente a Pekín a principios de noviembre, y será el primer líder del G-20 que visita el país tras la pandemia de COVID. El viaje será un test sobre la salud de las relaciones bilaterales. Pekín espera que Scholz dé el visto bueno a la inversión china en el puerto de Hamburgo, que ha provocado disensiones en la coalición de gobierno, según ha informado la radiotelevisión pública alemana NDR.

Cinco Continentes - La economía china se ralentiza - Escuchar ahora

China también conserva importantes inversiones en África y en America Latina. En esta última región, la influencia de China es cada vez mayor, afirma Lluc López, afianzada por las buenas relaciones con los gobiernos de izquierda de Argentina, Venezuela o en su momento Brasil.

Las violaciones de los derechos humanos y la COVID perjudican la imagen de China

La imagen que el resto del mundo tiene de un país forma también parte de su política exterior, aunque es difícil de medir. En el caso de China, su percepción en el exterior ha ido a peor desde 2018 y más aún desde 2020.

Al menos así ha sido en el conjunto de 19 países de Europa, Asia y América del Norte que forman parte del estudio que Pew Research Center, un centro de investigación de datos con sede en Washington, viene realizando desde comienzos de siglo. La percepción de los ciudadanos sobre China es mayoritariamente negativa. 

La opinión negativa llega al 82 % de lo encuestados en Estados Unidos y es igualmente alta entre sus aliados en el Pacífico (87 % en Japón, 86 % en Australia y 80 % en Corea del Sur). En España, la percepción negativa es del 63 %

"El mundo es algo más que esta parte del mundo - advierte Joaquín Beltrán - Hay países que no tienen esa imagen cada vez más negativa de China, y son países de Asia, África y América Latina. Aquí se observa la división entre los países que siguen la visión de EE.UU., y aquellos que no la siguen".

Pew Research atribuye la mala imagen de China en el exterior a la pandemia de COVID-19, pero también a las denuncias de violaciones de los derechos humanos. Esto preocupa a los encuestados más incluso que la capacidad militar, la competencia económica o la posible injerencia china en los asuntos domésticos. 

Además, la mayoría de los encuestados en el estudio tiene poca o ninguna confianza en que Xi Jinping ejerza una influencia positiva en los asuntos internacionales.