Estados Unidos: ¿dónde está el Partido Demócrata?, ¿dónde está la oposición política al gobierno de Trump?
- Tras la derrota del año pasado frente a Trump, la segunda, el Partido Demócrata busca una estrategia para ganar
- En ausencia de un líder de la oposición, esta tarea la ejercen los alcaldes y gobernadores 'progresistas'
Hace ahora un año Kamala Harris y su equipo llegaron a la noche electoral convencidos de que iban a ganar o que el resultado sería muy ajustado, no estaban preparados para la realidad. Donald Trump ganó claramente. Lo cuenta la exvicepresidenta, y excandidata presidencial, en las memorias que acaba de publicar, 107 days. Los 107 días que duró la brevísima campaña electoral que le dio tiempo a protagonizar, desde que Joe Biden renunció y ella pasó a ser la candidata a presidenta de los Estados Unidos.
Travesía del desierto
Esta última vez, hace un año, a los miembros y simpatizantes del Partido Demócrata no les quedó el consuelo de la derrota de 2016, que Trump había logrado más votos electorales, más delegados por Estados, pero que Hillary Clinton había ganado en votos populares, tres millones de votos más que Donald Trump. Esta vez no, esta vez Kamala Harris perdió en delegados y en votos, Trump recibió dos millones de votos más que Harris, fue una diferencia de solo un 1,5%, pero suficiente. Victoria de Trump.
De tres ocasiones, los demócratas sólo han logrado ganar una vez a Donald Trump, en 2020 con Joe Biden, las otras dos han perdido, ambas con candidata mujer, Hillary Clinton y Kamala Harris. La derrota de Harris fue un golpe muy duro, aunque no alcanzó el nivel traumático de la primera porque la victoria de Trump ya no era inverosímil, ya había ocurrido en 2016. Ambas derrotas han puesto al Partido Demócrata ante la evidencia de que para ganar a Donald Trump, con altos índices de impopularidad, no vale con oponerse a él, ni siquiera advertir, como hicieron las campañas de Biden y de Harris, de que estaba en juego la propia democracia de los Estados Unidos. Cundió la desmoralización entre los demócratas, la división sobre qué estrategia adoptar, y se vieron abocados a reflexionar sobre su futuro.
De momento no hay un consenso, se agudiza la clásica división entre quienes consideran que hay que ir más a la izquierda y quienes sostienen lo contrario, que hay que ser más moderados, que no deben "asustar" al electorado con medidas percibidas como demasiado radicales. En algo sí parece haber consenso, sobre todo entre los simpatizantes, que hay que renovar y rejuvenecer el partido, que no puede ser que esté en manos de cargos que superan los setenta años y llevan décadas en la política. Ya hay toda una generación para quienes incluso Barack y Michelle Obama son el pasado.
Más de un analista compara esta travesía del desierto con la que tuvo que hacer el Partido Republicano tras los ocho años de George W.Bush y durante los ocho de presidencia Obama. Fueron los años de la radicalización del partido de Bush, Reagan y Eisenhower, el nacimiento del Tea Party y posterior irrupción de Donald Trump, y el trumpismo como movimiento sociopolítico más que como partido. Tal vez la mejor representación de este "momento Tea Party", de un resurgir de la izquierda en Estados Unidos, sea la gira que llevan a cabo el senador octogenario Bernie Sanders y Alexandria Ocasio-Cortez, de 36 años. O la campaña exitosa de Zohran Mamdani (34 años) a la alcaldía de Nueva York. La victoria espectacular de Mamdani refuerza a quienes abogan por el rejuvenecimiento y el viraje a la izquierda, mientras los moderados sostienen, con razón, que lo que vale para Nueva York no vale para el resto del país, y que las elecciones presidenciales no se deciden en Nueva York, sino en estados mucho más moderados.
Desconectados del electorado
De acuerdo con un estudio de opinión del Pew Research Center publicado la semana pasada, ambos partidos, el Demócrata y el Republicano suspenden entre la opinión pública. Un 67% considera que los republicanos son un poco o demasiado extremistas, y lo mismo piensa un 57% de los demócratas. Entre los simpatizantes de cada partido resulta evidente que la frustración habita en el Partido Demócrata, así se define un 67% de su electorado, un 30% dice estar enojado, y sólo un 29% se siente orgulloso del partido al que suele votar.
La organización de centro Welcome ha hecho una investigación demoscópica sobre el fracaso de los demócratas, ha recabado la opinión de medio millón de votantes durante seis meses, analizado los resultados de centenares de elecciones, cómo han evolucionado las prioridades legislativas del Partido Demócrata, y con todos esos datos ha llegado a la conclusión de que el Partido Demócrata se ha ido demasiado a la izquierda, por mucho que eso pueda sorprender desde la perspectiva europea. Según Welcome, los demócratas "han priorizado la ortodoxia progresista por encima del éxito electoral".
Según ese informe, los demócratas han perdido votantes fuera del círculo de los progresistas blancos desde 2012, un 70% considera que está "fuera de la realidad" y que no se centra en cuestiones que deberían ser prioritarias: la economía, las fronteras y reducir el crimen. Les recomienda alejarse de las cuestiones raciales e identitarias, en particular la identidad de género.
Partidos made in USA: no hay un líder de la oposición
Los Estados Unidos no son una democracia parlamentaria, al presidente no lo elige una mayoría en el Congreso, sino el electorado en un sistema de voto delegado, que tiene lugar en una elección separada de las legislativas. En la democracia de los EE.UU. no hay un jefe de la oposición, el candidato que pierde no sigue al frente del partido, y los partidos no son estructuras estables y sólidas como en Europa, sino una organización en permanente transformación, de elección en elección. Entre cita electoral y cita electoral.
Mientras tanto la labor de oposición política recae en la acción negociadora -u obstructora- de los congresistas, y en los poderes locales, sobre todo los alcaldes de grandes ciudades y los gobernadores de los estados.
En el Congreso
Los dos casos más recientes de liderazgo parlamentario efectivo han sido el de la demócrata Nancy Pelosi, durante la primera presidencia de Trump, y del lado republicano, el de Mitch McConnell, que llegó a impedir la potestad del presidente Obama de nombrar un juez del Tribunal Supremo. Pero para ello se necesitan años de experiencia, para saberse desenvolver en los entresijos de la vida legislativa, y tener mayoría, algo de lo que carece ahora el Partido Demócrata en ambas cámaras.
Una de las habilidades que tiene que tener un líder de partido en el Congreso es el de asegurar el voto de los suyos, ya que la disciplina de partido no es tan férrea como en otros países. A los congresistas les mueven sus convicciones y los intereses de los estados a los representan tanto o más que la posición del partido. Y ese ha sido un logro de Donald Trump, imponerse al partido, doblegar el individualismo de senadores y representantes. En el Partido Republicano de Donald Trump se dan pocas disensiones a la hora del voto en las cámaras, lo cual priva a la oposición demócrata de aliados ocasionales y facilita la acción del Gobierno.
En estos momentos asistimos a una acción legislativa de oposición recurrente. Por una serie de normas del Senado la mayoría no es realmente absoluta, si no se tienen al menos 60 de los 100 escaños, por debajo de ello el partido que está en minoría puede obstaculizar algunos trámites. Y eso es lo que ha hecho el Partido Demócrata, ha bloqueado la extensión del presupuesto público federal, al condicionarlo a extender a su vez los subsidios para los seguros médicos sean más asequible para los estadounidenses más pobres. Ese bloqueo ha llevado al shutdown, el "cierre del Gobierno", que consiste en suspender temporalmente algunos organismos públicos, por no poder pagar los salarios de sus empleados, o mantenerlos, si se consideran necesarios, pero sin pagar a sus empleados. Esa es la situación desde el 1 de octubre.
Es un pulso de dos cálculos políticos enfrentados, los republicanos confían en que penalice a los demócratas por inhabilitar algunos servicios públicos y dejar sin sueldo a miles de empleados, el cálculo de los demócratas es que se les vea como defensores de una sanidad más asequible para los estadounidenses. Recordatorio, si hace falta, en los EE.UU. no existe la sanidad pública universal.
Poderes locales: alcaldes y gobernadores
Al no existir la figura de líder de la oposición, y con el escaso margen de maniobra que tienen los demócratas en ambas cámaras del Congreso, la oposición política recae en estos momentos en los poderes locales, en alcaldes de grandes ciudades como Nueva York, Los Ángeles o Chicago, o en los gobernadores de los estados. Actualmente los demócratas tienen 23 gobernadores y los republicanos, 27, con la victoria este martes en Virginia, el reparto pasará a 24 demócratas y 26 republicanos.
El gobierno Trump lo sabe, en su primera presidencia fueron, además de algunos jueces, los alcaldes progresistas de algunas ciudades quienes frenaron las medidas contra los inmigrantes negándose a asumir tareas de control para las que no tienen competencias, y se declararon "ciudades seguras" para los inmigrantes temerosos de ser detenidos y deportados. En esa clave hay que interpretar la medida, sin precedentes, en esta segunda presidencia de desplegar militares en algunas de esas ciudades progresistas en nombre de una supuesta situación de caos ingobernable. Lo ha hecho en Portland, en Chicago, en Washington y en Los Ángeles.
En cuanto a los gobernadores, hay uno que destaca, el de California, Gavin Newsom. Newsom plantó cara al presidente desde las protestas contra las redadas anti-inmigración en Los Ángeles, y luego contra el despliegue de la Guardia Nacional para reprimir esas protestas saltándose la competencia del Gobernador. Newsom no pierde ocasión política y mediática para enfrentarse a Trump. ¿Futuro candidato? No es descartable que lo intente, pero cualquier demócrata de California arrastra el lastre de la fama del estado, como uno de los más progresistas, mucho más a la izquierda que la media del país. A Ronald Reagan, gobernador de California, lo eligieron, pero era republicano. De haber nacido en los Estados Unidos, lo podría haber intentado con éxito Arnold Schwarzenegger, del Partido Republicano también. Pero demócrata y de California, como es el caso de Kamala Harris, es demasiado.
Otros gobernadores demócratas que están destacando en la oposición al Gobierno Trump son el de Illinois (el estado donde está Chicago), JB Pritzker, el de Pensilvania, Josh Shapiro, la de Michigan, Gretchen Whitmer, o el de Minnesota, Tim Walz, que fue candidato a vicepresidente de Harris.
¿Y qué fue de Kamala Harris? Acarrea el estigma de loser, perdedora, sufrió tal shock por la derrota que cuenta que no ha hablado de la noche electoral con su marido hasta que se puso a escribir el libro de memorias. Harris ha mantenido un perfil muy bajo hasta hace poco. Su libro y su promoción es, entre otros, un alegato contra el gobierno Trump, con el espíritu de "os lo advertí". El libro es una autorreivindicación y puede entenderse como su primer acto de una nueva campaña, más teniendo en cuenta que ha declarado que no descartar volver a intentarlo.
Ante esta situación de crisis en en el partido demócrata, han crecido las voces partidarias del gerrymandering, es decir, redibujar las demarcaciones electorales a medida. Se trata de una argucia bastante habitual para beneficiar los intereses del partido, modificar el mapa electoral, redibujar las demarcaciones para aumentar el número de distritos donde el partido tiene mayoría, para así optimizar el número de voto que se obtengan. De cara a las elecciones legislativas del año que viene, empezaron en Texas, estado de sólida mayoría republicana, y el gobernador de California no ha tardado en contraatacar haciendo lo mismo para maximizar los votos demócratas, y ha sido otra victoria de este martes, los votantes lo han respaldado.
Calma hasta el año que viene
Los Estados Unidos son un país en campaña permanente, con ciclos de dos más que de cuatro años. Porque hay elecciones legislativas federales cada dos años, en las que se renueva toda la Cámara de Representantes y un tercio del Senado. Sus señorías los Representantes están en campaña por la reelección desde el mismo día en que logran su primer escaño. Ahora el objetivo son las llamadas midterm, las elecciones de medio mandato, en noviembre de 2026. Esas a su vez serán el punto de partida para la siguiente presidencial, así que, tal vez, el futuro candidato o candidata de los demócratas no asome la cabeza hasta el próximo noviembre, en un año.
De momento, y tras las votaciones de este martes 4 de noviembre, los demócratas ha recibido una inyección de moral y Donald Trump un suspenso a sus primeros diez meses de gobierno.
Con las gafas de Anna Bosch