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Las universidades estadounidenses, bajo el asedio de Trump: "Son de los primeros blancos de los regímenes fascistas"

  • El objetivo de Trump es la Ivy League porque, según el presidente, forma a la élite del Partido Demócrata
  • Desde el inicio de la guerra en Gaza, las universidades se han convertido en uno de los principales focos de oposición al Gobierno
Manifestantes pro-palestinos ondean banderas palestinas en la estatua de Rochambeau, junto a la Casa Blanca
Manifestantes pro-palestinos ondean banderas palestinas en la estatua de Rochambeau, junto a la Casa Blanca Probal Rashid/LightRocket vía Getty Images
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"Las universidades de Estados Unidos están bajo asedio", pero la ofensiva de Donald Trump contra la educación superior comenzó incluso antes su regreso a la Casa Blanca. JD Vance aún no había asumido su cargo como vicepresidente cuando advirtió de que "los profesores son el enemigo" y amenazó con "atacar de forma honesta y agresiva a las universidades" de Estados Unidos y así lo está cumpliendo su Gobierno. Ahora, con Trump sentado en el Despacho Oval ondeando "la bandera de la libertad", esa cruzada contra el mundo académico se ha intensificado bajo el pretexto de combatir supuestos bastiones antisemitas que, según el magnate, dominan los campus.

"El presidente Trump ataca a quienes imparten la docencia y la forma en la que lo hacen. Ataca a la libertad de expresión, la autonomía institucional y la gobernanza compartida y esto amenaza con socavar la solidez de la educación superior estadounidense que hasta ahora presumía de independencia frente a la interferencia política", denuncia a RTVE.es la presidenta de la Asociación Estadounidense de Colegios y Universidades, Lynn Pasquerella.

El frente más visible de su guerra es la contienda que ha emprendido contra la Universidad de Harvard, la más prestigiosa y elitista del país. Acusándola de tener un sesgo liberal, Trump pretende que el centro se rinda a sus exigencias políticas e ideológicas y que ponga fin a sus políticas de diversidad. Los ataques han pasado por cancelar todos los contratos federales con la universidad (unos 100 millones de dólares), congelar miles de millones en investigación, impedir la admisión de estudiantes extranjeros o solicitar datos de estos alumnos. Y todo acusando públicamente a la institución de ser un foco de liberalismo.

"Tradicionalmente, los conservadores de los Estados Unidos han estado a favor de menos interferencia del Gobierno en las instituciones y la vida privada. Es cierto que la mayoría también han creído que las universidades privadas eran centros de progresismo o liberalismo. Se oponían a eso pero respetaban su papel como centros independientes de pensamiento. Trump y su Administración, en cambio, están tratando de controlar de todas las formas posibles la disidencia y oposición a su Gobierno. Es lo contrario a las posiciones conservadoras tradicionales", explica a este medio el catedrático de Historia de Harvard, Alexander Keyssar.

En los últimos meses, Trump ha utilizado el "antisemitismo" como escudo para arremeter contra la educación superior, acusando a universidades como Harvard de no garantizar la seguridad de los estudiantes judíos por permitir manifestaciones en apoyo a Palestina. Sin embargo, sus amenazas se remontan incluso a antes del inicio de la guerra en Gaza. Durante su primera presidencia, acusó en varias ocasiones a las universidades de ser centros de adoctrinamiento liberal y de restringir la libertad de expresión conservadora. En 2020, Trump denunció que "demasiadas universidades y sistemas escolares se dedican al adoctrinamiento de la izquierda radical, no a la educación" y que por ello estaba "tomando medidas para restaurar la educación patriótica".

Esta retórica le ha servido como base de posteriores medidas y discursos aún más duros como los que se han visto desde su vuelta a Washington. En marzo firmó una orden ejecutiva para desmantelar el Departamento de Educación, denunciando su elevado gasto y la baja calidad educativa. La contienda de Trump contra todo lo que tenga que ver con la educación se ha intensificado especialmente por la guerra cultural que la extrema derecha ha declarado a la "dictadura woke".

La omnipresente guerra en Gaza

En los últimos tiempos, especialmente desde el inicio de la guerra en Gaza, las universidades estadounidenses se han convertido en uno de los principales focos de oposición al Gobierno. La primavera pasada, el epicentro de las protestas fue la Universidad de Columbia. Los estudiantes abandonaron las aulas para denunciar el "genocidio en Palestina" y la "complicidad" de la Administración de Joe Biden con los "crímenes de guerra" de las autoridades israelíes. Igual que Trump, el líder demócrata calificó las concentraciones de "antisemitas".

El activismo estudiantil actual ha encontrado un eco histórico en las movilizaciones de 1968, cuando Estados Unidos libraba en Asia una de las contiendas más sangrientas del último siglo. Las protestas contra la guerra de Vietnam y, más recientemente, contra la ofensiva israelí en Gaza han recordado que, aunque separadas por más de 50 años, comparten notables paralelismos. En la década de los 60 descarrilaron la reelección de Lyndon B. Johnson y, de forma similar, el año pasado el Partido Demócrata perdió apoyo, en parte porque muchos universitarios le dieron la espalda al no ser capaz de retirar su respaldo a Israel en una guerra que ya se ha cobrado la vida de más de 54.000 palestinos.

Biden dejó la Casa Blanca en enero de este año, pero la presión continuó. A finales de abril, la Administración Trump envió una carta a la Universidad de Columbia con una serie de obligaciones para combatir el "antisemitismo", en el marco de una campaña más amplia para presionar a la educación superior. La institución rechazó las acusaciones y, a su vez, expresó su preocupación por la posible vulneración de la libertad académica.

"La Administración Trump aprovechó lo que había sucedido bajo el mandato de Biden para convertir esto en algo completamente diferente. Es cierto que con Biden hubo preocupación por la naturaleza y el tipo de protestas sobre Palestina y luego esta cuestión ya se interconectó con temas de política interna. Lo que sí hizo Biden fue condenar las protestas pero nunca lo convirtió en un ataque a las propias universidades y al derecho que tienen para gobernarse a sí mismas", sostiene Keyssar.

Este rechazo ha sido reiterado por los universitarios, calificados por Trump de "agitadores antiestadounidenses", "proterroristas" y "defensores de Hamás". Así se ha defendido esta semana la organización estudiantil National Students for Justice in Palestine cuando expuso que su "movimiento se basa en la justicia, no en el odio". "Apoyamos a todos los pueblos oprimidos, incluyendo a los compañeros judíos que se oponen a la ocupación" israelí de Palestina, escribieron en sus redes.

En vista de las amenazas, la Universidad de Northwestern publicó una lista con medidas adoptadas para combatir el antisemitismo. A pesar de estos esfuerzos, el centro fue objeto de investigaciones federales y de la congelación de fondos poco después de publicar su informe de avances. Según Pasquerella, debido a las órdenes ejecutivas y medidas legislativas del presidente, "la libertad académica enfrenta una amenaza existencial". "Ya no tenemos libertad académica. Con estas condiciones ya no podemos cumplir con la misión y los propósitos fundamentales de la educación superior", razona la experta.

Contra los alumnos extranjeros

Las políticas de Trump afectan también a estudiantes internacionales, especialmente a aquellos procedentes de China y otros países que el presidente considera enemigos. En línea con su discurso antiinmigración, hace una semana Trump prohibió a Harvard admitir estudiantes extranjeros y revocó su potestad para gestionar visados. De hecho, planea suspender todas las entrevistas y visados para nuevos alumnos no estadounidenses con el objetivo de revisar sus redes sociales, según ha avanzado Politico.

"Ahora mismo hay mucho enfado y mucho miedo, pero también hay solidaridad. Los estudiantes realmente nos hemos unido y hemos dicho que, independientemente de las diferencias, hay que proteger la educación", afirma Evelyn Kim. Ella forma parte de la organización estudiantil Crimson Courage y asegura que la mayoría de sus compañeros tienen "miedo de hablar, porque temen mucho por el estado de su visado".

Incluso antes de estas medidas, Trump ya había dejado entrever sus intenciones. A nivel estatal y federal, varios legisladores estadounidenses habían propuesto limitar la presencia de ciudadanos chinos en universidades del país, argumentando razones de seguridad nacional y supuestos vínculos con "el Partido Comunista Chino".

"Estamos viendo cómo la Administración usa su poder para expulsar a estudiantes críticos. Si infringiera una ley, existe una base para una deportación justificada. Pero lo que el Gobierno está haciendo ahora es intentar deportar a los estudiantes por sus declaraciones. Y, después de eso, nada impide que esta u otra Administración use esa autoridad mañana", denuncia el experto en derechos estudiantiles, Connor Murnane, de la fundación en defensa de la educación FIRE.

Contra la Ivy League

Trump no ha limitado su guerra únicamente a las universidades de Harvard, Columbia o Northwestern. Su objetivo específico es el de la Ivy League, la unión de las principales universidades privadas del país que representan la excelencia académica y elitismo social. Componen la lista las universidades de Brown, Cornell, Dartmouth, Pensilvania, Princeton, Yale y también Harvard y Columbia. Según el presidente, la élite progresista se forma en estos centros, nutriendo las filas de su eterno enemigo: el Partido Demócrata.

"Harvard no puede luchar sola, pero si podemos construir una coalición de alumnos, exalumnos y universidades y usar el poder colectivo para presionar a la Administración Trump para que dé marcha atrás, ya sea legalmente o de otra manera, y así podríamos ganar esta lucha", sostiene Kim.

De hecho, su guerra va más allá, ya que tan solo un 1% de los estudiantes son alumnos de estas instituciones. La Ivy League educa solo a una pequeña porción del total de los universitarios que en el otoño de 2024 ascendía a 20 millones. Los primeros recortes de la Administración se han visto en la Universidad Johns Hopkins, que no pertenece a este selecto club. El centro ha anunciado que deberá reducir más de 2.000 puestos de trabajo por la retirada de financiación federal. Otro medio centenar de universidades están en el punto de mira de la Casa Blanca acusadas de fomentar ideologías "antiestadounidenses", "marxistas" y de "izquierda radical".

"Tenemos un Gobierno que piensa que ciertas opiniones de estudiantes universitarios son tan peligrosas y críticas que necesita silenciarlas. Me preocupa la situación porque, en lugar de hablar en contra de las opiniones a las que se oponen, deciden expulsarlos del país", argumenta Murnane.

Durante sus tres campañas presidenciales, especialmente en el ciclo 2024, Trump prometió utilizar recortes federales y otras medidas para luchar contra las escuelas y universidades que, según él, impulsan "la teoría crítica de la raza", "la locura transgénero" y otros contenidos que considera inapropiados en temas raciales, sexuales o políticos.

Una parte significativa de los fondos que reciben las universidades estadounidenses a través de subvenciones federales se destina a financiar hospitales universitarios y centros médicos académicos. La limitación de estos recursos supone un duro golpe para la ya casi inexistente sanidad pública en Estados Unidos, donde la cobertura es limitada y el sistema depende en gran parte de instituciones académicas para la atención de casos graves y la formación de nuevos profesionales.

A esta ofensiva institucional se suma una campaña de censura y vigilancia ideológica. Desde el inicio de su mandato, Trump ha impulsado leyes estatales y federales que buscan restringir los contenidos que se pueden enseñar en las aulas, especialmente en materias relacionadas con género, raza o historia. En varios estados gobernados por los republicanos se han prohibido libros de texto, eliminado asignaturas y despedido profesores acusados de "adoctrinamiento progresista". Paralelamente, se han creado canales de denuncia pública donde estudiantes y familias pueden reportar a docentes cuyas opiniones consideren "radicales", generando un clima de miedo y autocensura en muchas facultades del país.

"Esto no tiene precedentes en la historia de Estados Unidos. Durante el temor rojo [de la Guerra Fría], la Primera Guerra Mundial o incluso la Guerra Civil, ha habido momentos en los que la educación superior, la libertad de expresión y la libertad académica se vieron amenazadas, pero la naturaleza de los ataques actuales representan algo nuevo para la sociedad estadounidense", sostiene Pasquerella, que también es filósofa de profesión. "En los regímenes fascistas autoritarios hemos visto que las universidades suelen ser de los primeros blancos, precisamente porque actúan como espacios de pensamiento crítico. Por eso, los intentos de limitar lo que los estudiantes pueden leer o lo que se puede enseñar constituyen una amenaza directa a la educación superior, comprometiéndola en sus principios fundamentales. Nuestra misión es generar y difundir conocimiento en beneficio del bien común y restringir el acceso a la verdad es socavar los pilares mismos de la universidad", sentencia.