La guerra pone al límite el futuro de la infancia y la juventud de Gaza: "No hay tiempo para el extremismo"
- Una madre, un joven y un profesor de universidad en la Franja analizan la situación límite que viven
- Cada vez son más los que piden acabar con las armas y en las últimas semanas han proliferado las protestas contra Hamás
"Vivo aterrada pensando que encualquier momento puede paralizarse el corazón de mi hijo", asegura Lena Abu Akmeil a RTVE.es desde la Franja de Gaza. Esta mujer de 38 años, que estudió Filología inglesa, es madre de cuatro hijos. La mayor de sus niñas tiene 14 años y, el más pequeño, dos. Sufre por su presente, pero le preocupa especialmente su futuro. "Llevamos casi dos años sin escuelas y moviéndonos de un sitio para otro. Me produce mucho dolor como madre saber que mis hijos van a ser ignorantes", confiesa.
Desde que comenzó la ofensiva israelí sobre el enclave palestino el 7 de octubre de 2023, todas las noches intenta ejercer de maestra. Las mujeres en este conflicto están cargando con todas las tareas de cuidados en unas circunstancias extremas. Ellas tienen que cocinar sin gas, buscan lumbre en medio de un apagón de electricidad y lavan la ropa a mano donde escasea el agua. "Me propuse por las noches enseñarles, pero es que llega el momento y estoy muy casada, la rutina en estas circunstancias es agotadora", admite. Siente culpa por no ser capaz de soportar más, por no aguantar una situación límite. "Todas las mujeres en Gaza estamos sufriendo", concluye.
Israel sigue bombardeando el territorio palestino. En los últimos días, los incesantes ataques han dejado a decenas y centenares de personas asesinadas y heridos. La guerra suma ya alrededor de 52.500 muertos y más de 118.100 heridos, según la última actualización del Ministerio de Sanidad gazatí. Lo que provoca la impotencia de esta madre, relata, es la imposibilidad de brindar un lugar seguro para sus hijos.
Niños pequeños con depresiones severas
"Intento hacerles ver que yo no tengo miedo y busco trasmitirles calma, pero es muy difícil", revela Lena. "El más pequeño es ajeno a la guerra, lo que más le inquieta son sus juegos", se emociona. Viven siempre prevenidos ante los reiterados avisos de desplazamientos forzosos y los ojos del más chico siempre están puestos sobre sus juguetes, los tiene en una mochila de la que es incapaz de separarse.
"Nuestro sufrimiento es más psicológico que físico", alega. Uno de sus niños está obsesionado con que le pase algo a su padre. "No duerme hasta que su padre no vuelve a casa, vivimos cansados y con miedo prácticamente durante todo el día", reitera. No quiere ni pensar en los niños que se han quedado solos y que han perdido a sus padres en esta guerra.
Desde el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) advierten de que el impacto de lo que está pasado puede ser abrumador. La dimensión de las consecuencias sobre los más pequeños va a depender "de cómo se gestione la situación durante el momento actual de violencia y también, una vez que cesa", asegura Lucía Martínez, de Programas Internaciones de UNICEF España. Lo cierto es que en Gaza se están encontrando con niños muy pequeños que tienen depresiones severas. "Hay incluso pensamientos suicidas", apunta.
Antes de la reactivación del conflicto, la organización especializada en la infancia calculaba que más o menos la mitad de los menores de la Franja de Gaza necesitaban apoyo psicosocial. Ahora creen que la práctica totalidad de los niños del enclave, más de un millón, ya necesitan apoyo psicológico.
"Echo de menos jugar al 'bodybuilding'"
Los niños sufren, pero los más mayores son más conscientes de cómo esta guerra está paralizando sus vidas. Hassan Al Hamwi, de 23 años, vivía antes de la reactivación del conflicto en Ráfah, en el extremo sur de la Franja. Los primeros meses de la guerra recibían a los desplazados del norte y centro de Gaza. Pero los bombardeos no tardaron en alcanzarles, no ha habido ningún lugar seguro.
Ahora vive desplazado en una choza con toda su familia en la ciudad de Jan Yunis, ya que su casa quedó completamente destruida.
Hassan estudiaba Tecnología informática y practicaba mucho deporte. "Echo de menos hacer ejercicio. Lo que más extraño es jugar al bodybuilding (culturismo) o pasar un rato con mis amigos". Tenía una vida normal, como la de cualquier adolescente. Trabajaba en un restaurante a la vez que estudiaba. "Tenía una vida bonita y organizada. Ahora nos reina el caos y la incertidumbre", explica el joven. Intentaba siempre sacar tiempo para ir al gimnasio. "He perdido 20 kilos", asegura. Ya antes de la guerra, la situación en Gaza era compleja para los más jóvenes, si se tiene en cuenta que desde 2007 el territorio ha estado asediado por mar, tierra y aire. La población, la mayoría menor de 18 años, vivía aislada y ahora a todo esto se le suman los destrozos de la lluvia de misiles.
"La tasa de desempleo en Gaza es de las más altas del mundo", arguye. Hasan confiesa que nunca ha tenido grandes perspectivas de futuro en el territorio que le vio nacer. Sin embargo, ahora ha confirmado que el futuro ya no existe y los jóvenes como él se ven abocados a la supervivencia, cada día es un reto. "La mayoría de los chicos ahora padecen trastornos mentales, sufren graves depresiones y muchos problemas psicológicos porque lo perdieron todo", analiza. Además, recuerda que no tienen muchas diferencias con los jóvenes de otros lugares del mundo y sí algo en común: "Cualquier persona de mi edad sueña con un futuro hermoso y feliz".
Ante sus ojos solo ve un mar de escombros que desdibuja cualquier atisbo de esperanza. "Solo quería una vida decente, sin grandes lujos", insiste. Recuerda que hay muchas víctimas de la guerra que siguen vivas. Son muchos los que han sufrido heridas y mutilaciones que le recordarán para siempre uno de los peores episodios de la historia reciente en Oriente Próximo. "Mi hermano tiene 20 años y tiene una hipertensión grave. Está estresado por pensar demasiado. Además, tengo otro hermano que se ha roto el talón y ya no camina", concluye.
"No hay tiempo para el extremismo"
Hassan recuerda que los cientos de miles de jóvenes que se graduaron antes de la guerra se sienten condenados a una vida que no han elegido y que les ha tocado por nacer en un lugar equivocado. "La guerra me está volviendo loco. Tengo fotos y videos de cuando bombardearon la casa de nuestros vecinos. Una familia entera fue asesinada y sus cuerpos aún están debajo de los escombros", cuenta.
La guerra psicológica y moral es la peor de las batallas de una generación a la que se le ha arrebatado su futuro. "Nadie es joven en una guerra. Todos somos mayores. Hemos asumido responsabilidades que no nos corresponden. Estamos luchando contra la muerte", concluye. Con un móvil en la mano no puede evitar comparar su vida con la de los demás jóvenes fuera en la Franja.
Ellos, explica, no quieren radicalizarse ni compartir los ideales de Hamás. "Uno lucha cuando se enfrenta a otra fuerza equivalente, pero nosotros estamos en un combate asimétrico. Somos muy débiles", alega, preguntado si ante esta situación su generación podría acercarse más a posturas de Hamás. "No hay tiempo para el extremismo. Hay que luchar para conseguir comida y agua", zanja.
Desde UNICEF señalan que, en función de cómo se gestione la catastrófica situación, la respuesta de la población joven puede variar. "Evidentemente, siempre hay un cierto un riesgo de radicalización, pero no es únicamente como consecuencia del trastorno psicológico, psicosocial, sino que también dependerá de la situación económica y de otros factores como la seguridad", asegura Lucía Martínez.
En las últimas semanas se han producido manifestaciones masivas contra Hamás sin precedentes. Miles de palestinos salieron a la calle en Beit Lahia, en el norte del enclave, para exigir que Hamás que abandone el Gobierno local y reclamando el fin de la guerra. "Las protestas nacen del hartazgo de la gente", explica Hassan, "debido a la intensidad del conflicto y le estamos diciendo basta a las dos partes, también a Hamás", añade el joven de 23 años. "Le clamamos a Hamás que entregue las armas. No queremos que defiendan la guerra a cualquier precio", denuncia.
"¡Eh, Hamás, fuera!"
"¡Eh, Hamás, fuera! ¡Eh, (Osama) Hamdan, fuera! Estás en hoteles, nosotros bajo las armas". Fue uno de los eslóganes sostenidos por los manifestantes, que criticaron a uno de los miembros del buró político del grupo islamista. "¡Eh, delegación, eh, negociadores, basta de jugar con nosotros!", gritaron.
"La guerra ha durado demasiado y ha acabado con todo", coincide el profesor y presidente de la Universidad de Gaza, Hassan Abujarad, que ve en estas protestas un punto de inflexión. Todas las infraestructuras han sido arrasadas y los pilares básicos de la vida se han derrumbado. "Gaza se ha convertido en un desierto de escombros árido y quemado, sin agricultura, ni producción, ni educación. La gente tiene claro que es una guerra inútil. Hamás no ha liberado ni Jerusalén, ni Al Aqsa", añade.
Abujarad calcula que han perdido a más de 350.000 estudiantes en las escuelas y a 85.000 en universidades. "Nuestros niños han olvidado de las matemáticas, de escribir y leer", denuncia.
“Gaza se ha convertido en un desierto de escombros árido y quemado, sin agricultura, ni producción, ni educación“
"Las marchas y las manifestaciones fueron voluntarias y yo salí en todas", explica el presidente de la universidad. Incluso, añade, le pidieron a Hamás que entregue a los rehenes: "Tenerlos secuestrados no nos ha traído nada, solo un martirio al 100%". Israel estima que hay 24 rehenes vivos y 35 cuerpos sin vida retenidos en Gaza. La misma petición hizo el presidente palestino, Mahmud Abás, en un discurso televisado la semana pasada.
La gente que se ha manifestado, explica Lena, tiene nivel cultural. "Le exigen a Hamás que se resigne por los niños, por las madres y por todo el pueblo", añade. Está convencida de que el 90% de la población está en contra de esta guerra. "Queremos vivir en paz", señala.
Hassan recuerda que nació durante la primera Intifada, pero también ha vivido las guerras de 2008, 2012, 2014 y 2021. "La mayor parte de mi infancia y mi adolescencia han sido bajo las bombas. No he visto días hermosos en mi vida", confiesa el joven. "La gente quiere irse de Gaza", coincide Lena. Ella se iría por el futuro de sus hijos. "Quiero que luchen por su país a través de la educación y bien formados", concluye.