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Crónica de una firma de condolencia en el libro de la nunciatura vacante: entre embajadores y personas sin hogar

Residentes del centro para personas sin hogar Jesús Caminante firman en el libro de condolencias en recuerdo del papa de los pobres.
Residentes del centro para personas sin hogar Jesús Caminante firman en el libro de condolencias en recuerdo del papa de los pobres. EFE / JUAN CARLOS HIDALGO
SANTI RIESCO

Amanece nublado en Madrid. Es martes. La primavera amenaza lluvia y en el barrio de Chamartín, al norte de la capital, media docena de lecheras de la Policía Nacional custodian las tres puertas de la nunciatura apostólica, la embajada del Vaticano en España. A las nueve han abierto la verja para que los ciudadanos puedan escribir en el libro de condolencias por el fallecimiento del papa Francisco. Una barrera de periodistas y reporteros están apostados en semicírculo frente a la puerta principal esperando la llegada de distintas autoridades.

Reporteros y periodistas aposados frente a la puerta de la nunciatura apostólica.

Reporteros y periodistas aposados frente a la puerta de la nunciatura apostólica. BERGUÑO FERNÁNDEZ

"Con los dos papas anteriores había cola en la calle", confiesa Miguel Ángel, el jardinero de la nunciatura. "Me ha extrañado mucho porque esperábamos más gente", dice uno de los cuatro trabajadores externos de la embajada vaticana en España. Bromeo con él porque ahora no tiene jefe. El filipino Bernardito Auza, último nuncio en España, dejó su cargo el 22 de marzo porque el papa Francisco le nombró embajador del Vaticano ante la Unión Europea. "Creo que hasta el 22 de mayo no se va a Bruselas", dice Miguel Ángel mientras los responsables de seguridad de las distintas autoridades pasan trajeados y con su correspondiente pinganillo ante nosotros. "El 19 de mayo le vamos a hacer una fiesta de despedida", confirma el jardinero de la nunciatura. Los reporteros siguen entrando y uniéndose a la barrera periodística.

Firmas, minutos de silencio o misas: los españoles dan su último adiós al papa Francisco

El líder del partido de la oposición, Alberto Núñez Feijóo, es el primero en llegar. Detrás va el agregado cultural de la embajada china en España, dos señoras que se han peinado en casa y un servidor. Nadie más espera detrás para entrar en el gran salón presidido por una foto del papa que vino del fin del mundo. La imagen de Francisco está adornada por una corona de flores blancas y amarillas remedando la bandera del Vaticano. Hay dos libros, uno en cada una de las mesas que flanquean el soporte de madera desde el que Francisco sonríe rodeado de flores.

El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, firma en el libro de condolencias abierto este martes en la Nunciatura Apostólica en Madrid

El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, firma en el libro de condolencias abierto este martes en la Nunciatura Apostólica en Madrid. EFE / JUAN CARLOS HIDALGO

Mientras espero el turno para dejar mi más sentido pésame por escrito —justo debajo de las condolencias del agregado cultural chino— le pregunto a un sacerdote español, alto y delgado, vestido de riguroso negro con un alzacuellos que aún le aleja más del suelo. Susurra respuestas a mis preguntas inocentes y protocolarias con cierta incomodidad. Me presento, le digo que soy periodista y me pide —con su tono de confesor—: "por favor no me haga más preguntas".

Sale el agregado cultural chino de la gran sala y antes de entrar le vuelvo a preguntar al sacerdote español del alzacuellos y los susurros si puedo hacer una foto. "Haga su trabajo con discreción", me dice juntando las manos en un gesto de petición y súplica con el mismo tono de confesionario. Entro en el gran salón y miro al papa Francisco a los ojos. Tomo asiento en la silla diplomática y me dispongo a dejar mi mensaje como si escribiese directamente al padre Jorge Bergoglio. "Querido Francisco, ya no rezo por ti. Ahora te rezo a ti. Ayúdanos desde el otro lado y no te olvides de los últimos".

Dos mujeres en el salón de la nunciatura donde están los libros de condolencia por la muerte del papa.

Dos mujeres en el salón de la nunciatura donde están los libros de condolencia por la muerte del papa. BERGUÑO FERNÁNDEZ

Localizo el bar más cercano. Es una cervecería restaurante llamada Pío XII que está escondida, detrás de la nunciatura, enfrente del Colegio Cardenal Spínola y muy cerca de la comisaría zonal de la Policía Nacional en Chamartín. Dos docenas de jóvenes bachilleres salen en estampida dejando las mesas colocadas en hilera llenas de vasos de colacao vacíos y platos con migas de bollería, porras y pinchos de tortilla. "Se acabó la Segunda Guerra Mundial", bromea el camarero que está al otro lado de la barra con la escoba en la mano antes de recoger y recolocar las mesas. El compañero que está en la barra me confirma que llevan abiertos "treinta y pico años, no te sé decir exactamente" y que la mayoría de sus clientes no son los estudiantes y los policías de la comisaría cercana sino "gente de las oficinas".

Pío XII es la cafetería más cercana a la nunciatura apostólica.

Pío XII es la cafetería más cercana a la nunciatura apostólica. BERGUÑO FERNÁNDEZ

Cuando pregunto si han notado las muertes de los papas anteriores por el flujo de gente me aseguran que no, que sólo "cuando se quedan a dormir aquí (en la nunciatura), ahí sí se nota". Le hago saber que Francisco no ha venido a España en sus doce años de pontificado y rápidamente me aclara que "este último es verdad que no ha venido a Madrid, pero el alemán pasó por aquí con el papamóvil y vinieron muchos periodistas como tú". Es acabar la frase y entrar dos policías pidiendo "un cortado y uno con leche para llevar, por favor".

Decido volver a la nunciatura para ver si coincido con la llegada de los reyes Felipe VI y Letizia. El despliegue de seguridad se ha intensificado. Van a entrar por otra puerta y escucho a los responsables decir que firmarán en una sala diferente a la que han habilitado para el resto de autoridades y público general. Cuando pensaba que no había nada más que contar y me dirigía a la calle me encuentro con media docena de personas esperando a alguien para entrar a firmar. Son hombres y mujeres castigados por la vida que vienen a agradecer a Francisco su cercanía con los más pobres, con los olvidados, con los descartes de la sociedad.

Gisela, Elvira, Juan José, Gloria, Nieves y Manuel antes de mostrar sus condolencias por la muerte del papa de los pobres.

Gisela, Elvira, Juan José, Gloria, Nieves y Manuel antes de mostrar sus condolencias por la muerte del papa de los pobres. BERGUÑO FERNÁNDEZ

Gisela, Elvira, Juan José, Gloria, Nieves y Manuel me cuentan que están esperando a Efraín, que es el director de la residencia en la que viven todos en el barrio de San Blas, que están en la trasera de la parroquia de San Joaquín, que Efraín ha ido con la furgoneta a aparcar y que quieren firmar en el libro de condolencias para darle las gracias al papa por todo lo que ha hecho por ellos.

Viene Efraín, es un hondureño risueño que respira bondad y no puede esconder su apuesta por la vida religiosa. Me explica que pertenece a una congregación nueva y pequeña, que se llama Jesús Caminante, como el hogar en el que vive junto a esta media docena de amigos. "Todas las personas que ves tienen alguna patología psiquiátrica o neurológica que los puso en riesgo de situación de calle o los llevó a vivir en la calle", me aclara el catracho. Les invito a hacerse una foto de recuerdo y me comprometo a enviársela. Efraín dice que a él le da vergüenza, pero ellos se animan y posan como un equipo de fútbol. "Si escribes algo sobre ellos —me pide el religioso— sería bueno que supieras que ese pequeño acto de amor es la forma de agradecer a la memoria del papa que escogiera ser, preferentemente, el papa de los pobres".

Y no me queda más remedio que darle las gracias a Francisco por haberme puesto en el camino para pegar la hebra con la hispano cubana Gisela, que a sus 74 años, y desde que llegara a España hace dos, estuvo viviendo en la T-4 del aeropuerto de Barajas. Ahora lleva siete meses en el hogar de Jesús Caminante junto a la hispano colombiana Elvira Inés, al gallego Juan José, a las madrileñas Gloria y Nieves y a Manuel, el andaluz. Todos ellos entran a firmar en el libro de condolencias, detrás de Núñez Feijóo, del agregado cultural de la embajada China, de las dos señoras peinadas en casa y del periodista que insiste en que les enviará la foto de la despedida en la nunciatura del papa del pueblo, de la gente, "de todos, todos y todos", en palabras de Francisco.

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