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Energía

Europa llena las reservas de gas un mes antes del invierno: todos los países superan ya el 90%

  • Las reservas conjuntas de la Unión Europea rebasan el 95% de la capacidad de almacenamiento y se espera un invierno cálido
  • Con todo, persisten incertidumbres, como la continuidad del ya reducido suministro ruso o la demanda asiática de gas licuado

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Las reservas de gas en Europa se encuentran casi al tope de su capacidad
Las reservas de gas en Europa se encuentran casi al tope de su capacidad

A las puertas del segundo invierno de la guerra de Ucrania, Europa ha hecho sus deberes energéticos con antelación: las reservas subterráneas de gas natural de todos los países de la Unión Europea superan ya el 90% de la capacidad de almacenaje, el umbral que Bruselas había marcado este año como obligatorio para el 1 de noviembre, dentro de un mes, cuando empieza la temporada de uso de la calefacción.

En conjunto, la Unión Europea ha llenado más del 95% de sus almacenes, lo que, junto a la previsión de un otoño y un invierno relativamente cálidos, augura una cierta tranquilidad sobre el abastecimiento. Sin embargo, eso no evita que persistan las incertidumbres y los riesgos: desde un posible corte en el ya reducido, pero aún significativo, suministro desde Rusia, hasta un incremento de la demanda asiática si la economía china levanta el vuelo, pasando por las vulnerabilidades que implica la mayor dependencia del mercado de gas licuado.

"Este invierno todavía es una prueba", recalca José María Yusta, especialista en mercados energéticos e infraestructuras críticas de la Universidad de Zaragoza, quien señala que, pese a la relativa calma del mercado, "nos hemos acostumbrado a precios muy altos: antes de esta crisis el gas estaba típicamente a 20 euros el megavatio-hora, y ahora está a 40 euros, que es el doble, y nos parece normal".

"Europa todavía se tiene que curar de la hecatombe que ha sufrido en el gas", corrobora Antonio Aceituno, director general y técnico de la consultora Tempos Energía, que señala que sigue habiendo "mucha volatilidad" y que es imprescindible seguir diversificando el suministro, analizando "año tras año qué funciona y qué no" para garantizar el abastecimiento energético. Su pronóstico, en cualquier caso, es que si se cumplen las previsiones meteorológicas, que apuntan a un invierno más cálido de lo normal, el precio del gas acabará bajando.

Entre otras cosas, porque los operadores del mercado, a la vista de que los futuros del gas cotizan para enero y febrero en torno a 50 euros el megavatio-hora, también están apostando por almacenar combustible. "Hay un incentivo para guardar gas comprado barato ahora para venderlo después más caro", explica Aceituno, "pero Europa consume un 20% menos de lo que consumía en 2021. Si el invierno es cálido, habrá muchas reservas almacenadas y falta de demanda que podrían llevar el gas, en el mejor de los casos, a los 20 euros por megavatio-hora".

Las reservas, prácticamente llenas

En este momento, según los datos de inventario que recopila Gas Infraestructure Europe -la asociación que agrupa a las empresas de infraestructura gasista en el continente-, los 18 países miembros de la UE que disponen de almacenes de gas rebasan ya el 90%. Eso incluye a los que eran más dependientes del gas ruso y, por eso mismo, tienen menos plantas para regasificar gas licuado, como Alemania, que supera ya el 95%, y Polonia, que llega al 99% de reservas.

España, que tiene la mayor capacidad de regasificación de Europa y no necesita guardar tanto gas, también ha llenado por completo sus almacenes, al cien por cien. Eso implica que, incluso aunque se interrumpiera por completo el suministro, tendría garantizado el abastecimiento más de un mes.

La cobertura de las reservas está muy relacionada con la infraestructura gasística de cada país: Suecia, España o Portugal, que basan su abastecimiento en la regasificación de gas licuado importado mediante buques metaneros, disponen de menor capacidad de almacenaje que países como Austria o Eslovaquia. Estos, sin salida al mar y enteramente dependientes del gas que llega por gasoducto, necesitan ser más previsores y, a día de hoy, ambos tienen cobertura para prácticamente todo el invierno.

También los países bálticos, que antes importaban todo su gas de Rusia y que concentran sus reservas en un único almacén subterráneo ubicado en Letonia. Su cobertura alcanzaría hasta el mes de marzo, según las previsiones de demanda de la Red Europea de Operadores de Sistemas de Transporte de Gas (ENTSOG, por sus siglas en inglés), incluso si el invierno fuera excepcionalmente frío.

No parece que ese extremo sea lo más probable: las previsiones de los organismos meteorológicos, como el Centro Europeo de Predicción a Medio Plazo (ECMWF), apuntan a un invierno "más cálido y más húmedo que la media". Pero eso no excluye riesgos puntuales, como una ola de frío a últimos de febrero o marzo, cuando las reservas están bajas. "Las tasas de extracción de gas son más bajas cuando los almacenamientos se van vaciando, por la bajada de la presión, y todo eso hace que una ola de frío al final del invierno sea más peligrosa, más delicada para el sistema", indica Jose María Yusta.

Riesgos y golpes de suerte

Este es solo uno de los riesgos que pueden complicar el abastecimiento energético, aunque los expertos citan varios más. Por ejemplo, la amenaza de huelgas en los yacimientos australianos, que proporcionan más del 5% del gas licuado mundial, por lo que una parada en la producción puede tensionar todo el mercado. O la sequía en el canal de Panamá, que dificulta el paso de los metaneros; aunque en este caso puede beneficiar a Europa, porque el suministro del golfo de México tendría más difícil llegar a Asia, todo contratiempo añade incertidumbre al mercado.

También pesa la economía: "El factor más importante en que el precio del gas se haya reducido es la demanda de Asia", subraya Yusta, "porque si hubieran seguido consumiendo gas al ritmo previo, el desajuste entre oferta y demanda hubiera conducido a precios más altos". El especialista de la Universidad de Zaragoza cita además otro elemento de incertidumbre que atañe a Europa: el cierre del yacimiento holandés de Groningen, el mayor del continente, que hasta ahora proporcionaba el 1% del consumo europeo, pero que cerrará a final de mes por los temblores de tierra que provoca su explotación.

Con todo, el mayor riesgo para un desabastecimiento de gas en Europa sigue siendo un corte total del suministro ruso. Y es que, aunque la Unión Europea ha tratado de diversificar sus proveedores, Rusia sigue proporcionando cerca del 10% del gas que consumen los Veintisiete, un volumen muy inferior al 40% de antes de la invasión de Ucrania, pero todavía suficiente para desestabilizar el mercado energético. "Curiosamente, la única conexión por gasoducto que no se ha interrumpido es la que atraviesa Ucrania y ofrece gas a los países de Centro Europa", desliza Yusta.

"Si Rusia corta el gas, el precio sube seguro por encima de los 60 euros por megavatio-hora", vaticina, por su parte, Antonio Aceituno, que recuerda que Europa se ha beneficiado de varios golpes de suerte para sostener su mercado energético, como la calidez de los últimos inviernos. De hecho, las altas temperaturas del último invierno explican en buena parte que se haya alcanzado tan pronto el objetivo de almacenamiento: las reservas del año pasado, pagadas a precio de oro en el verano de 2022, no bajaron en ningún momento del 50%, cuando lo habitual es que en marzo caigan al 35%.

Además, la contención de la demanda asiática ha permitido rellenar los almacenes este verano a precios relativamente moderados, lo que ha incentivado que los países llenaran sus reservas cuánto antes. Pero nunca se sabe cuando la suerte puede volverse en contra: la reciente operación militar en Nagorno Karabaj de Azerbaiyán, que ha aumentado sus exportaciones de gas a Europa hasta proporcionar casi el 5% del suministro, supuso un notable sobresalto en el mercado, aunque se mitigara con rapidez.

La dependencia del gas licuado y el precio de la luz

Y es que los expertos insisten en que el mercado del gas sigue sujeto a una elevada volatilidad y cualquier contratiempo puede inflar de nuevo los precios. Europa es ahora más sensible a esas variaciones, porque, en su búsqueda de alternativas al gas ruso, ha incrementado significativamente las importaciones de gas licuado. Esta forma de suministro es más cara que el gas natural que llega por gasoducto, tanto por sus dificultades técnicas -hay que licuar el gas, embarcarlo y luego regasificarlo en destino- como porque se compite con todo el globo: los metaneros van donde más se paga por el gas.

"Los barcos pueden venir o no, pero el gas por tubería siempre venía; al desconectarnos del tubo ruso, hemos perdido continuidad en el suministro", señala Antonio Aceituno. Yusta añade que Europa ahora "depende mucho del precio del gas a corto plazo, porque los países europeos se están resistiendo a firmar contratos a largo plazo, con un precio estable, ya que, ante las perspectivas de las políticas de descarbonización, no saben si ese gas comprado para 25 o 30 años se va a necesitar".

Toda esa incertidumbre tiene reverberaciones que van más allá del propio suministro de gas, ya de por sí de carácter crítico. A través de su uso en las centrales de ciclo combinado, el gas es uno de los principales factores en la determinación del precio de la electricidad, lo que le convierte en una variable esencial para toda la infraestructura energética de los Veintisiete.

"Las cotizaciones del mercado spot [el que intercambia gas con el precio actual, en el momento] van directamente correlacionadas con la inyección en las centrales de ciclo combinado", recuerda el director de Tempos Energía, "así que si el gas pivota en torno a los 20 euros por megavatio-hora, la electricidad, contando con los derechos de emisión de CO2, puede estar entre 70 y 80 euros el megavatio-hora".

"Si el invierno es suave y hay muchos barcos circulando que no saben donde entregar el gas, el precio efectivamente puede empezar a bajar", coincide Yusta, quien, pese a todo, recalca que el gas sigue tirando hacia arriba del precio de la electricidad: "Nos hemos acostumbrado a tener un precio de la luz de 100 euros por megavatio-hora, cuando la media histórica era de 50 euros. Sigue siendo un precio inasumible, sobre todo para la industria electrointensiva, aunque sea inferior a los de años anteriores". Incluso con las reservas llenas de gas, Europa cruza los dedos para que el invierno no sea muy frío.