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Ucrania, en guerra (XXV)

El reto de reconstruir las escuelas que sirven de refugio: "Los alumnos están traumatizados por la guerra"

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Irpin reconstruye sus escuelas, objetivo de las bombas rusas

Apenas se aprecia el blanco de las hojas de una libreta tirada en el suelo. Las cenizas lo tapizan todo, incluso los libros y manuales de historia. Una historia que tendrá que ser reescrita, que contará quienes sobrevivan a la destrucción y logren reconstruir las escuelas que han sido bombardeadas durante la guerra en Ucrania.

Oleksandr entra en el aula donde solía impartir clases de Historia. Levanta la que fue su silla y la aparta a un lado. Justo encima, un agujero recuerda la trayectoria de un misil que impactó en su aula. Es como si este gesto le ayuda a evitar pensar en qué podría haber pasado. Aún quedan algunas mesas y sillas, dos pianos están impolutos esperando a que alguien venga a tocarlos. Las grandes grietas en las paredes sustituyen las acuarelas de los niños. Todo lo que había en las aulas está destruido. Las pisadas de este maestro de 30 años dejan huellas en el suelo carbonizado. El techo se quebró, no resistió y se derrumbó sobre la última planta de la escuela número 3 de Irpin.

Aquí cada año estudiaban unos 2.000 alumnos, desde primero de primaria hasta el onceavo curso. Este centro escolar, al igual que la mayoría en Ucrania, sirvió de refugio para todos los vecinos del barrio. Sus sótanos acogieron durante semanas el miedo y la impotencia que provocaban los bombardeos sobre esta localidad ubicada en las proximidades de Kiev, una de las más castigadas por el conflicto durante las primeras semanas de la invasión. La imagen de su puente derrumbado para impedir el paso de las tropas rusas conmovió al mundo.

Dos pianos que han sobrevivido a los bombardeos en la escuela de Irpin

Dos pianos que han sobrevivido a los bombardeos en la escuela de Irpin. PABLO TOSCO

De profesor a militar

“El primer día de guerra vine a la escuela, que servía como refugio antibombas a las familias, para ayudar a los civiles”, explica uno de los pocos profesores hombres, ya que la mayoría de docentes son mujeres. Los primeros días de guerra ayudó en la evacuación de familias que acudían a los sótanos del centro educativo y el 6 de marzo se sumó como voluntario a la unidad de defensa de la ciudad.

Tras el retroceso de las fuerzas rusas en los alrededores de la capital, en Irpin intentan recuperar la normalidad. “Después de esta guerra, los libros de Historia de Ucrania serán completamente diferentes, tal y como pasó en 2014”, asegura. No podrá borrarse el pasado soviético, considera, pero “quizás a partir de ahora tendrá una presencia mínima”.

Oleksandr dedica sus días al desescombro de la escuela, junto con otros voluntarios. Son más de un centenar los que se pasan aquí horas y horas para retirar los escombros. Vemos como, con cuidado, sacan mesas y sillas. Llenan los sacos de ripios y los bajan. El objetivo es despejar todo y ver qué hace falta restaurar. Su deseo es quitarse el uniforme militar pronto y volver a su chaqueta y camisa para impartir clase.

Todas las escuelas de Irpin están dañadas

Se han marcado como meta la puesta a punto del colegio antes del comienzo del nuevo curso escolar. Será señal de que la vida ha vuelto completamente a la normalidad. “Haremos todo lo posible para que en septiembre esté reconstruida”, dice Oleh Bilorus, Jefe del Departamento de Educación y Ciencia del Ayuntamiento de Irpin. Necesitarán muchas manos para conseguirlo.

Desde que comenzó la guerra en febrero, diversos informes nacionales y de organizaciones internacionales han denunciado que cientos de escuelas de todo el país han sido alcanzadas por el fuego de la artillería pesada, ataques aéreos y otros artefactos explosivos, mientras que otras han sido reacondicionadas como centros de información o suministro, en refugios o están siendo utilizadas con fines militares.

“Si haces una operación especial, ¿por qué bombardear las escuelas en lugar de las instalaciones militares?”, se pregunta el responsable de Educación en Irpin. Aunque reconoce que algunas de las escuelas han servido para preparar comida para civiles y militares, y quizá por esto lo han hecho, argumenta.

Un voluntario limpia los escombros de la escuela

Un voluntario limpia los escombros de la escuela. PABLO TOSCO

Además, recuerdan que costará mucho convencer a los más pequeños, después de haber sufrido los bombardeos, que vuelvan a las aulas. Ir a la escuela es señal de normalidad para los más pequeños. En momentos tan complejos, pide UNICEF, estos espacios son los que proporcionan seguridad. Sin embargo, las escenas de pánico serán difíciles de olvidar. También les preocupa que se hipoteque el futuro de toda una generación.

En Irpin cuentan con 27 instituciones educativas. “Todas han sido dañadas de una u otra forma”, asegura Bilorus. “Una se destruyó en un 75%”, añade, refiriéndose a la escuela número 3. "Si los combates no cesan, no se pueden reconstruir las aulas ni garantizar que las escuelas vuelvan a ser lugares seguros de aprendizaje donde los niños puedan prosperar”. Aquí todas están dañadas, pero en el este del país la semana pasada, UNICEF recibió informaciones sobre ataques a al menos cinco escuelas.

La seguridad de los docentes y estudiantes

"Muchas de nuestras instituciones escolares han sido bombardeadas y cerradas", ha asegurado hace unos días Andrii Vitrenko, el primer viceministro de Educación y Ciencia de Ucrania. En el marco de la duodécima Cumbre Internacional de la Profesión Docente, que se ha celebrado en Valencia, ha asegurado que aunque desde marzo han intentado reanudar el proceso educativo, "nuestra prioridad es la seguridad de los docentes y estudiantes". Vitrenko ha enumerado los desafíos, uno de ellos es pagar los salarios de los docentes, algo que no han podido hacer en todas los colegios del país. Además, las autoridades son también conscientes de la importancia de formar a los docentes para poder proporcionar apoyo psicológico a los niños.

Más de 3,6 millones de estudiantes continúan accediendo a la educación proporcionada por las escuelas ucranianas, incluidos 92.500 niños desplazados matriculados en escuelas de las comunidades de acogida.

En el caso de Irpin, después de que fuera liberada a finales de marzo, “nos quedamos impactados con la cantidad de escuelas y jardines de infancia que sufrieron daños aquí. Estábamos simplemente asombrados”, recuerda el responsable de educación de la localidad. Uno de los principales problemas en estos tiempos de guerra es que la conexión a internet es muy inestable. Las instalaciones están dañadas, así que intentan conectarse con la red del teléfono móvil.

"Los alumnos están traumatizados por la guerra"

Una escena que se puede comprobar al asistir a una clase online que imparte Natalia Klymova, una mujer de 59 años y que lleva 39 años siendo maestra en la escuela número 3 de Irpin, la misma en la que se formó ella. No pudo huir del país porque su madre es muy mayor y no quería dejar su hogar.

Natalia Klymova imparte clases desde su casa, sus niños están leyendo un cuento de hadas y las aventuras de un loro. Les mira a cada uno desde la pantalla, sonríe y les responde con paciencia. Son de primero de primaria. Un rayo de sol posa en la ventana de su cocina y se coloca sobre la mesa grande de madera donde tiene todo colado. Desconecta la videollamada y entonces nos explica que en su clase cuenta con 27 alumnos. Estos son los alumnos de primer curso, 12 de ellos están en el extranjero, dos están en Irpin y el resto todavía está en el oeste de Ucrania.

Natalia impartiendo clases en su casa de Irpin

Natalia impartiendo clases en su casa de Irpin. PABLO TOSCO

“Muchos niños fueron evacuados a toda prisa, algunos ni siquiera se llevaron sus libros y demás material escolar”, comenta con tristeza. Está cansada de dar clases online, recuerda que vienen de la pandemia, cuando se vieron obligados a dar clase a distancia. “A los niños les gustaría volver a sus aulas y sentarse juntos en sus pupitres. En línea es diferente. A menudo, después de nuestras clases en línea, los niños solo quieren hablar conmigo”, dice emocionada. Al ser pequeños le cuentan alguna historia o les muestran sus mascotas. Las primeras dos semanas del conflicto las pasó con su familia, pero tenía a sus alumnos en el pensamiento: “Todos ellos están vivos, estoy feliz”.

“Veo la escuela bombardeada y mi corazón sangra”, dice. Su único deseo es que puedan volver pronto. El proceso educativo se detuvo durante un mes. Ahora intenta no hablarles a los niños sobre la guerra. “Tienen malos recuerdos, algunos de ellos han sido testigos de la violencia. No quiero revolver esos malos recuerdos en sus mentes durante la clase”, dice con el tono empático de una maestra que se desvive por sus alumnos.

Durante el primer mes, “los alumnos estaban muy estresados ​​y deprimidos. Ahora se sienten mejor, pero aún están traumatizados por la guerra”, cuenta. Cada vez que suenan las sirenas antiaéreas detienen la clase. Ella considera que para que los niños aprendan necesitan “los ojos, las manos, el abrazo y la sonrisa de una maestra”, pues considera que la pantalla es solo un medio de transmisión de información, el calor del maestro no lo reciben desde un ordenador.

Vlad juega en el campo de fútbol de la escuela

Vlad juega en el campo de fútbol de la escuela. PABLO TOSCO

La situación de las escuelas podría ser la vara para medir de la situación del país. Atacarlas es también atacar su futuro. Algunos pequeños, pese a que la escuela está destruida, se acercan, se reencuentran con sus amigos. Vlad, unos de los alumnos de esta escuela, juega en solitario con un balón, intenta batir su récord evitando que la pelota caiga al suelo, pero se trastabilla por una irregularidad en el suelo y su juguete va a parar al agujero que dejó el impacto de un proyectil.