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Luces y sombras de Juan Carlos I: el 'piloto' de la transición cuestionado por unas finanzas bajo sospecha

  • El rey emérito se marcha de España, tras las informaciones acerca de sus negocios personales
  • Nombrado sucesor por Franco, jugó un papel esencial en la transición a la democracia

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Luces y sombras de Juan Carlos I: el 'piloto' de la transición cuestionado por unas finanzas bajo sospecha

Existe práctica unanimidad entre los historiadores a la hora de valorar el papel esencial de Juan Carlos I en la transición a la democracia en España. Nombrado por Franco sucesor al frente de la Jefatura de Estado en 1969, a la muerte del dictador impulsó desde un primer momento la transformación del régimen en una monarquía parlamentaria, al estilo de las democracias occidentales.

Los logros de su reinado, sobre todo en los primeros años, se han visto sin embargo empañados por su actuación en su etapa final, cuando los escándalos familiares, personales y, sobre todo, las informaciones sobre sus negocios opacos han mostrado un lado oscuro que, inevitablemente, irá también asociado a su figura y que le han llevado a tomar la decisión de abandonar España.

Infancia en el exilio

Nacido en Roma el 5 de enero de 1938, hijo de Juan de Borbón y Battenberg y María de las Mercedes de Borbón y Orleans, don Juan Carlos se convirtió a los cuatro años en heredero de la Casa Real española, después de que su abuelo, Alfonso XIII, abdicara sus derechos dinásticos en su padre.

Este sábado el rey cumple 75 años. A lo largo de la semana, en los telediarios repasamos su vida y los momentos más importantes de su reinado. Hoy, nos detenemos en aquel niño que llegó a España enviado por su padre para recuperar el trono.

La victoria en la Guerra Civil española consolidó a Franco al frente de la Jefatura de Estado, lo que frenó las aspiraciones de don Juan de Borbón de reinstaurar en su persona la monarquía en España. Esta circunstancia hizo que don Juan Carlos viviera durante sus primeros años en el extranjero, pasando de Roma a Lausanna (Suiza) y de ahí a Estoril (Portugal), donde se estableció su familia en 1946, aunque el aún niño Juan Carlos pasó largas temporadas interno en la ciudad suiza de Friburgo.

En 1947 las Cortes españolas aprobaron la Ley de Sucesión, que declaraba que España era un reino pero que convertía a Franco en jefe vitalicio del Estado, lo que supuso un duro revés para don Juan. A pesar de que el padre de don Juan Carlos protestó con dureza, emitiendo el llamado Manifiesto de Estoril, finalmente se prestó a dialogar con Franco.

La Ley de Sucesión

En una entrevista a bordo del yate Azor, celebrada en aguas del Golfo de Vizcaya en agosto de 1948, don Juan de Borbón y el dictador acordaron que don Juan Carlos fuera enviado a España para su educación como futuro heredero de la Corona, una decisión que, en la práctica, suponía la renuncia del conde de Barcelona a sus aspiraciones de sentarse en el trono.

La maniobra beneficiaba sobre todo al régimen, aislado internacionalmente: Franco buscaba de este modo solución al problema dinástico que, a medio plazo, debía afrontar y, a la vez, dejaba sin efecto los contactos que la monarquía había llevado a cabo con elementos de la oposición, incluidos los socialistas.

Primera llegada a España

De este modo, Juan Carlos de Borbón, con diez años de edad, pisó por primera vez tierra española el 9 de noviembre de 1948, procedente de Lisboa a bordo del Lusitania Express, que se detuvo en la estación de Villaverde para evitar posibles exaltaciones monárquicas a su llegada a la capital de España.

Comenzaron así sus años de formación, en los que aprobó con sobresaliente el examen de reválida de Bachillerato, para después pasar por la Academia Militar de Zaragoza, la Escuela Militar de Marín y la Academia General del Aire, recibiendo en diciembre de 1959 los despachos de Teniente de Infantería, Alférez de Fragata y Teniente de Aviación.

Además, completó su formación con un programa intensivo de estudios monográficos de Derecho, Economía, Política y Filosofía.

Muerte accidental de su hermano Alfonso

En estos años se produjo uno de los episodios más trágicos de la vida de Juan Carlos I, cuando el disparo accidental de un revolver que manejaba el joven príncipe acabó con la vida de su hermano menor, Alfonso de Borbón. Era marzo de 1956 y Juan Carlos, de apenas 18 años, se encontraba pasando las vacaciones de Semana Santa con su familia en Estoril.

Aunque la prensa portuguesa publicó inicialmente que el accidente se produjo cuando Alfonso de Borbón limpiaba el arma, poco después se supo que fue Juan Carlos quien apretó el gatillo. Según cuenta el historiador Paul Preston en su libro Juan Carlos, el rey de un pueblo, el monarca le contó a un amigo portugués "que él había apretado el gatillo sin saber que la pistola estaba cargada y la bala había rebotado en una pared e impactado en el rostro de Alfonsito".

Poco después del accidente, Juan Carlos de Borbón regresó a España pero el suceso, según cuenta Preston en la obra citada, "afectó profundamente al príncipe, acentuando su tendencia a la introspección".

Boda con Sofía y nombramiento como sucesor

En 1961, Juan Carlos conoció a Sofía de Grecia, una joven princesa, hija de los reyes Pablo I y Federica, con quien se casó en Atenas el 12 de mayo de 1962 por los ritos ortodoxo y católico. La pareja se instaló en el palacio de la Zarzuela y, en los años siguientes, tuvieron tres hijos: la primogénita, la infanta Elena (20 de diciembre de 1963); la infanta Cristina (13 de junio de 1965); y el infante don Felipe (30 de enero de 1968), primer hijo varón y futuro Felipe VI.

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En junio de 1969 por fin Franco se decidió a proponer a Juan Carlos de Borbón como su sucesor a la jefatura de Estado a título de rey, lo que fue aprobado por una aplastante mayoría de los procuradores en Cortes. Sin embargo, la monarquía que planteaba Franco no era una restauración de la continuidad dinástica borbónica sino una monarquía sujeta a los principios del Movimiento, a los que el sucesor juró fidelidad.

Los nombrados desde entonces príncipes de España -y no de Asturias, lo que hubiera supuesto continuidad dinástica- iniciaron una frenética actividad pública, con visitas a numerosas localidades españolas y hasta 36 países de cuatro continentes.

Entre el régimen y la oposición

Pero Juan Carlos de Borbón vivió una situación complicada durante el período entre su nombramiento como sucesor y la muerte de Franco. El respaldo público recibido por parte del dictador le convirtieron en un elemento sospechoso para la oposición de izquierdas, que consideraba que su objetivo era perpetuar el franquismo después de Franco. Y, a la vez, los elementos más reaccionarios del régimen, el llamado búnker, desconfiaban de él pues sabían de sus intenciones de democratizar la vida pública.

Todo ello en medio de la agonía del régimen, que vivió sus últimos años cada vez más aislado del exterior y sin capacidad para responder al sindicalismo, el movimiento vecinal o el estudiantil sin otras armas que la represión.

A la muerte de Franco, el 20 de noviembre de 1975, el futuro de España era una incógnita. Las leyes fundamentales con las que Franco dejó todo "atado y bien atado" parecían garantizar la continuidad, pero la presión de la oposición para la ruptura, sobre todo por parte de los partidos de izquierda, era cada vez más intensa.

De la dictadura a la democracia

Es aquí donde la figura de Juan Carlos I, quien tomó posesión dos días después de la muerte del dictador, emerge como lo que algunos han denominado 'piloto' o 'motor' de la transición, capeando los acontecimientos de modo que, en menos de dos años, España pasó de tener un régimen dictatorial a un gobierno y unas Cortes elegidos por sufragio universal.

"Cuando llegó el momento demostró que, aunque no sabía cómo, sí sabía lo que se proponía hacer", asegura en su obra Dictadura franquista y democracia el historiador Javier Tusell, quien afirma que, en ese momento decisivo, don Juan Carlos demostró "equlibrio y prudencia, control de sí mismo y frialdad en el juicio, pero no en el trato".

Tusell destaca su decisión de cesar a Carlos Arias Navarro, último presidente del Gobierno de Franco, y poner en su lugar a Adolfo Suárez, también un hombre del Movimiento, pero que recogió el encargo del monarca de desmontar la obra franquista y allanar el camino a la democracia. De hecho, el papel del rey fue importante sobre todo a la hora de contener el malestar de los mandos militares frente a las decisiones que iba adoptando Suárez, especialmente la legalización del Partido Comunista.

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La Constitución, sin embargo, supuso un freno al papel del monarca, pues limitó la Jefatura del Estado a funciones meramente representativas, con la única atribución de proponer al Congreso el candidato a la presidencia del Gobierno.

Pese a ello, durante los primeros años de la democracia Juan Carlos I mejoró notablemente su imagen ante los españoles, sobre todo tras el golpe de Estado del 23 de febrero de 1981. Aunque existen teorías conspirativas que sitúan al rey como parte de la trama, hay consenso a la hora de considerar que fue la actitud del monarca y su defensa de la legalidad lo que hizo fracasar la intentona.

A tres días del 75 cumpleaños del Rey, seguimos repasando en los telediarios su trayectoria. Hoy partimos del año 81 y de una fecha que quedó marcada en el calendario por el papel que jugó Don Juan Carlos en la intentona golpista del 23-F.

Pocos meses después del golpe, en octubre de 1982, el Partido Socialista se hacía con el poder gracias a una mayoría aplastante, una victoria que en la práctica ponía fin a la transición.

Aumento de su papel institucional

Esto permitió que Juan Carlos I se centrara con mayor intensidad en su papel como embajador, impulsando proyectos como el ingreso de España en la Comunidad Económica Europea, las Cumbres Iberoamericanas de Jefes de Estado y de Gobierno y la presencia de la Familia Real al completo en los actos del llamado 'Año de España', cuando en 1992 se celebraron la Exposición Internacional de Sevilla, los Juegos Olímpicos de Barcelona y la II Cumbre Iberoamericana de Madrid, citas de las que la imagen de la Casa Real salió muy reforzada.

Don Juan Carlos y doña Sofía se convirtieron en abuelos en 1998 con el nacimiento de Felipe Juan Froilán, primogénito del enlace entre la infanta Elena y Jaime de Marichalar, que se casaron en 1995 y se divorciaron en 2010.

En 1997 la infanta Cristina se casó con el exjugador de balonmano Iñaki Urdangarin y en 2004 llegaría la boda del heredero, Felipe de Borbón, con la periodista Letizia Ortiz Rocasolano, fruto del cual han nacido dos hijas, la infanta Leonor, princesa de Asturias, y la infanta Sofía.

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Los primeros problemas serios para la imagen pública de Juan Carlos I llegaron, precisamente, a través de su yerno Iñaki Urdangarin, cuando en 2011 comenzaron a aparecer informaciones que le relacionaban con un presunto delito de desvío de fondos públicos como miembro del Instituto Nóos, lo que llevó a Zarzuela a apartar al marido de la infanta Cristina de los actos oficiales "por su conducta no ejemplar".

Unos meses después, en abril de 2012, don Juan Carlos se rompió una cadera durante un viaje privado a Botsuana para cazar elefantes, en el que estuvo acompañado de la empresaria Corinna Larsen, con quien se le empezó a relacionar abiertamente.

El momento en el que se produjo el accidente, el plena crisis económica, y las circunstancias que rodearon al mismo levantaron una ola de críticas, que el rey quiso calmar pidiendo disculpas a la salida de la clínica en la que fue operado, en una decisión sin precedentes. "Lo siento mucho, me he equivocado y no volverá a ocurrir", aseguró el monarca en declaraciones a TVE.

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Pero las aguas bajaban turbias y, aunque Iñaki Urgangarin desvinculó en todo momento a su mujer y a la Casa del Rey de sus negocios privados, finalmente la infanta tuvo que sentarse en el banquillo. Doña Cristina fue absuelta pero su marido fue condenado a más de seis años de prisión -luego rebajados a cinco años y diez meses-, ingresando en junio de 2018 en la cárcel abulense de Brieva.

La abdicación y los negocios opacos

En junio de 2014, en una decisión inesperada, el monarca manifestó su decisión de adbdicar en su hijo, que fue proclamado rey con el nombre de Felipe VI, prometiendo una Corona "íntegra y honesta". Don Juan Carlos y doña Sofía pasaron a ser reyes eméritos, formando parte de la Casa del Rey y manteniendo por ello una asignación y una agenda propia, aunque en junio de 2019 el exjefe del Estado decidió retirarse de la vida pública.

Sin embargo, en los últimos años comenzaron a aparecer cada vez con más frecuencia informaciones que relacionaban al exjefe de Estado con negocios opacos y cuentas en el extranjero, con un papel central para la empresaria Corinna Larsen, quien en una grabación acusó a Juan Carlos de Borbón de utilizarla como testaferro.

Según dichas informaciones, el rey emérito habría recibido una donación de en torno a 100 millones de dólares de parte del rey de Arabia Saudí, presuntamente por su participación en la adjudicación en 2011 del AVE a La Meca. Además, habría ocultado parte de ese dinero en una sociedad offshore, cuyo beneficiario tras la muerte de don Juan Carlos era Felipe VI.

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El rey tomó una decisión contundente y en marzo de 2020 renunció a la herencia de su padre, a quien además retiró su asignación oficial, evidenciando el deterioro de la relación entre ambos, que ha culminado este lunes con el anuncio de su salida de España.

Todos estos hechos contrastan con la validez del legado político de Juan Carlos I, un nombre que aparecerá en la historia ligado indisolublemente a la transición a la democracia en España pero cuyas actuaciones en su ámbito personal han desgastado notablemente la imagen de la Monarquía en España, la misma que él contribuyó a consolidar durante sus casi cuatro décadas de reinado.