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25 años de Maastricht o el día en que Europa se comprometió con su moneda

  • El euro ha reflejado los vaivenes políticos de la construcción europea
  • El tratado de la Unión Europa abrió el flujo libre de capitales en doce países
  • Los Estados cedían parte su soberanía transfiriendo la política monetaria
  • La Unión Monetaria no se acompañó de las reformas bancaria y fiscal

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El euro, símbolo de la Unión Europea
El euro, símbolo de la Unión Europea

El 7 de febrero de 1992, hace 25 años, los doce miembros de la Comunidad Europea dieron uno de los pasos más comprometedores en la consolidación de un proyecto europeo con la decisión de crear una moneda común, el euro. Nacía en el seno del Tratado de Maastricht o de la Unión Europea, en el que forjaron los fundamentos de la integración política y económica con una Unión Económica y Monetaria (UEM).

Era un paso definitivo el de la UEM, abismal, y quizá por vértigo o falta de madurez en el vínculo quedaron aparcados otros pilares como las uniones bancaria y fiscal, batallas en las que aún se ven inmersos los ahora 28 estados de la Unión, 19 de la zona euro.

La vida de esta moneda quizá sea un reflejo de la vida de la propia Unión, zarandeada y entredicho en los peores momentos de la crisis, y amenzada ahora por el euroescepticismo, culminado en el Brexit de un país sin euro, y la deriva proteccionista de la primera potencial mundial, Estados Unidos.

Los países europeos afectados en diferente medida por la crisis económica han tenido su supervivencia en manos de una entidad supranacional, el Banco Central Europeo.

Con Maastricht, los Estados habían cedido el control de la política monetaria, herramienta capital de la salud económica y política de un país. La Unión Económica Monetaria abría la espita a los flujos de capitales sin restricciones y creaba quizá el mayor símbolo de la Unión Europea, una moneda común en principio llamada ECU y desde finales de 1995, euro, que llegó a los bolsillos definitivamente en 2002.

"El euro se fundó sobre una unión incompleta"

"El euro se fundó sobre una unión incompleta y los dirigentes entonces ya eran conscientes de ello (...) pero no había voluntad política para dar más pasos", dice Guntram Wolff a la agencia EFE, director del centro de estudios europeos especializado en Economía Bruegel.

"Lo que no tuvieron totalmente en cuenta los fundadores del euro fue que solo se avanzaría cuando no hubiese alternativa", añade el analista.

La firma de Maastricht modificaba el Tratado Constitutivo de la Unión para derivar en la UEM, que preveía una serie de condiciones de obligado cumplimiento para la confluencia económica, denominadas criterios de convergencia, que se referían a la estabilidad de los precios dentro de unos límites, al déficit y la deuda pública y a los tipos de cambio -inflación controlada, un déficit no superior al 3%, la deuda pública por debajo del 60% y un tipo de cambio estable-.

La crisis económica desnudó las debilidades económicas de la Unión

Casi dos décadas después, la crisis mostró con toda su crudeza las fallas del diseño, revelando el peligroso círculo entre la banca y la deuda soberana y el riesgo de que, si no se rescataba a las entidades o Estados más débiles -Grecia, Portugal, Irlanda, España o Chipre- su caída arrastraría a toda la eurozona.

En 2012, con el euro al borde del colapso, se acordó la Unión Bancaria, con un mecanismo único de resolución y otro de supervisión de la banca en manos del Banco Central Europeo, al tiempo que se creó un fondo permanente de rescate para los diecinueve que ya se habían incorporado a la moneda única.

El sistema de garantía de depósitos europeo que debe completar la Unión Bancaria está estancado, las capitales rechazaron la propuesta de Bruselas para una posición fiscal agregada en la eurozona, y la política monetaria expansiva sigue soportando la carga de la recuperación a falta de una unión fiscal.