En toda Europa, el debate migratorio se endurece, con políticas que van desde mayores controles fronterizos hasta restricciones culturales, generando apoyos y críticas por su impacto en derechos humanos y cohesión social. En el Reino Unido, el gobierno teme nuevos ataques contra centros de migrantes. La presión de la ultraderecha ha llevado al primer ministro laborista, Keir Starmer, a endurecer su discurso y pactar con Emmanuel Macron la devolución a Francia de quienes crucen en patera el canal de la Mancha, a cambio de acoger a solicitantes de asilo franceses.
En Francia, Macron ya había cedido a presiones similares prohibiendo la abaya en las escuelas, mientras Marine Le Pen propone también prohibir el velo en espacios públicos. Italia sigue la misma línea: Giorgia Meloni impulsa restricciones a lugares de culto musulmanes y ha abierto centros de detención en Albania para tramitar asilos y posibles deportaciones, sujetas a control judicial.
En Alemania, la extrema derecha populariza la "remigración", deportaciones masivas de migrantes, y el gobierno ha reforzado fronteras e inspecciones. Polonia suspendió el derecho de asilo para quienes cruzan desde Bielorrusia y su nuevo presidente, Karol Nawrocki, promete combatir la migración ilegal.