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Así se ha movilizado la 'generación Z': hartos de promesas incumplidas han cambiado políticas y hasta gobiernos

  • En Marruecos o México sus acciones han tenido impacto directo en las políticas nacionales
  • En Perú, Madagascar o Bangladés las protestas hicieron caer gobiernos
En una escena urbana con humo, tres jóvenes se encuentran frente a contenedores con grafitis. Uno lleva gafas de sol y chaqueta oscura, otro un sombrero y sudadera, y el tercero una camiseta clara, todos con el rostro parcialmente cubierto.
La Generación Z en Marruecos y Madagascar efe

La irrupción de la generación Z en la política del Sur global ya no es un fenómeno anecdótico: jóvenes conectados, desengañados y organizados digitalmente han logrado desbordar agendas en países como México o Marruecos y, en algunos casos, incluso precipitar cambios de gobierno como ha sucedido en Bangladés, Perú o Madagascar.

Más allá de fronteras, el nexo común es claro: generaciones que, sintiéndose "perdidas" por el desempleo, las dificultades económicas y las promesas incumplidas de las sociedades en las que viven, usan símbolos de la cultura gamer/pop (banderas pirata, memes, emojis, referencias a videojuegos o anime) como iconografía de rebelión que enarbola su frustración, la cual suele transformarse en movilizaciones que acaban impactando en la acción política de sus gobiernos. "Los emojis son herramientas clave en la construcción de identidad y sentido de pertenencia de estos jóvenes", escribe en su ensayo Alejandra Quintero Nonsoque, directora del programa de Comunicación Social y Periodismo de la Universidad Central de Colombia. "Al desarrollar y compartir significados específicos, crean un lenguaje compartido que refuerza la cohesión dentro de su grupo generacional", añade.

Otra investigación de la Universidad Estatal de Montclair, en Estados Unidos, revela que esta generación, nacida entre 1997 y 2012, vive marcada por una constante exposición a conflictos, desastres y cambios sociales acelerados. Según el estudio, factores como la pandemia, el miedo a los tiroteos escolares, la pérdida de derechos y la discriminación han intensificado su sensación de peligro. Aunque investigaciones previas mostraban un tono más positivo, los nuevos hallazgos reflejan un aumento del pesimismo y la ansiedad.

"No se rebelan por un idealismo utópico, como quizás lo hicieron los boomers antes, sino por supervivencia", explica a RTVE Noticias Francisco José Pradana, investigador y profesor de Comunicación en la Universidad Europea. "La narrativa de que estaban dormidos ignoraba que estaban procesando un trauma más colectivo: la ansiedad climática (sus sentimientos sobre el cambio climático y cómo afectan negativamente a su vida diaria, por ejemplo) o el coste de la vida son sus mayores preocupaciones. Su rebelión es, por tanto, un mecanismo de defensa ante un sistema que perciben como fallido. Al percibir que las estructuras de poder tradicionales no les protegen, han optado por la autogestionar la protesta", añade el experto.

Su rebelión es un mecanismo de defensa ante un sistema que perciben como fallido

Espontáneas, virales y autoconvocadas por estos jóvenes que huyen de las jerarquías formales, quienes participan en ellas denuncian la desigualdad, la corrupción o el abuso, que adquieren especial resonancia internacional cuando tienen lugar en países con contextos represivos. Allí, los manifestantes son vulnerables a las detenciones, a la violencia policial, a las torturas, o incluso a la muerte, lo que suele radicalizar sus protestas, pero también aumenta su visibilidad global.

En definitiva, la irrupción de esta generación en la política ya no es un fenómeno anecdótico. En países como México o Marruecos ha logrado desbordar agendas públicas; en otros, como Bangladés, Perú o Madagascar, su empuje ha llegado incluso a precipitar cambios de gobierno o a forzar giros institucionales significativos. Jóvenes conectados, desengañados y organizados digitalmente han demostrado una capacidad inédita para incomodar al poder y elevar el coste político de la inacción. Su silencio, amparado en las plataformas digitales que muchos adultos desconocen, ya no está garantizado. Quieren cambios y los quieren ya.

La ola de indignación en la generación Z por la falta de oportunidades y la corrupción recorre el mundo en forma de protestas

En México, Marruecos o Nepal cambiaron la agenda

México ofrece uno de los retratos más ambivalentes del despertar político de la 'Gen Z'. En las últimas semanas, los jóvenes han vuelto a escenificar un malestar que va más allá de consignas puntuales, producto de la violencia cotidiana, la impunidad y un sistema político que muchos perciben como incapaz de responder a sus urgencias más básicas.

El detonante fue concreto: el asesinato de Carlos Manzo. Bajo la etiqueta generación Z, miles de jóvenes salieron a las calles en distintas ciudades del país. Solo en Ciudad de México, la marcha principal reunió a más de 17.000 personas, convirtiéndose durante días en un fenómeno nacional que obligó a medios, partidos y autoridades a reaccionar. Influencers, streamers y usuarios anónimos difundieron vídeos, memes y llamados a la acción con una estética que funcionó como un lenguaje compartido. La novedad no fue que los jóvenes protestaran, sino que lograran colonizar la conversación pública sin intermediarios, imponiendo temas como la violencia, la corrupción o los feminicidios.

México vive un histórico paro de mujeres en protesta de los feminicidios

Aunque el gobierno no cayó, el impacto político fue claro. La presión juvenil forzó a los líderes de partidos y autoridades —incluida la presidenta Claudia Sheinbaum— a confrontar públicamente esos temas, convirtiéndolos en ejes de la conversación pública y obligando a replantear prioridades políticas. La generación Z no derribó el poder, pero sí elevó el coste político de ignorar sus demandas.

El impulso inicial, sin embargo, empezó a mostrar signos de desgaste. El 14 de diciembre, la Marcha del Silencio por la Paz recorrió el Paseo de la Reforma de forma simbólica y pacífica. Vestidos de blanco, con velas y flores, los manifestantes reclamaron justicia y el fin de la violencia. La asistencia fue reducida —apenas unos cientos de personas—, lejos de las cifras de noviembre, y dejó una sensación de desencanto entre los convocantes, que siguieron denunciando las desapariciones y la violencia estructural.

Marruecos: cuando el boicot juvenil se convierte en mensaje político

En Marruecos, la generación Z ha optado por una vía de protesta menos frontal que la ocupación de las calles, pero no por ello menos eficaz. En un contexto marcado por la carestía de la vida, la desigualdad y una precariedad juvenil cada vez más acusada, los jóvenes han canalizado su malestar a través de campañas de boicot coordinadas desde TikTok, Instagram y Discord -bajo el lema Gen Z 212- para exigir mejoras en educación, sanidad y oportunidades laborales mientras criticaban el gasto estatal en grandes eventos deportivos como el Mundial de fútbol del año 2030. "¡Queremos hospitales, no estadios!" clamaban. No hubo grandes marchas ni líderes visibles, sino una presión económica sostenida, cuidadosamente organizada y difícil de neutralizar, que impulsó boicots contra productos básicos, se denunciaron subidas de precios y se puso el foco en la falta de servicios públicos.

El impacto político fue real. Sin derrocar al Ejecutivo, las campañas obligaron al gobierno a abrir investigaciones, ajustar políticas de subsidios y responder públicamente a un malestar que hasta entonces había sido tratado de forma marginal. El rey Mohamed VI presidió un Consejo de Ministros que elevó el gasto en educación y sanidad en los presupuestos de 2026 e incluyó la creación de 27.000 puestos de trabajo, en respuesta directa a las demandas juveniles.

Aunque la represión policial fue brutal: Amnistía Internacional documentó al menos tres muertos y cientos de arrestos desde finales de septiembre. Más de 2.400 jóvenes han sido acusados por su participación en las movilizaciones, y unos 1.470 permanecen detenidos en espera de juicio, algunos con cargos de "rebelión armada".

El caso marroquí ilustra una de las formas más silenciosas —y quizá más eficaces— de la protesta contemporánea: una generación conectada que, desde abajo y sin líderes, logra incomodar al poder alterando hábitos de consumo y erosionando narrativas oficiales. No fue una revuelta, pero sí una advertencia clara de que el descontento juvenil ya no puede ser ignorado fácilmente, ni siquiera por parte del rey, que aún viviendo buena parte del año en Francia, sigue manteniendo un control férreo sobre la sociedad marroquí.

Queremos hospitales, no solo estadios

Nepal: la indignación juvenil que rompió la impunidad

En Nepal, la movilización no derivó en la caída del gobierno, pero sí logró romper con las inercias de una impunidad largamente arraigada. Entre 2023 y 2025, las protestas juveniles se han articulado en torno a denuncias de corrupción, violencia sexual y abuso de poder en un país donde el escrutinio público sobre las instituciones ha sido históricamente limitado.

El movimiento nació en las universidades, impulsado por estudiantes que comenzaron a compartir testimonios, vídeos cortos y pruebas grabadas con teléfonos móviles, que fueron amplificadas por las redes sociales. Esto permitió que, en cuestión de horas, denuncias locales adquirieran dimensión nacional. No hubo manifestaciones multitudinarias, pero la presión se ejerció desde la visibilidad digital y la persistencia del señalamiento público. La estrategia demostró ser eficaz: no lograron el colapso gubernamental, pero sí consiguieron reabrir causas judiciales, frenar proyectos controvertidos y forzar la dimisión de varios responsables institucionales.

Protestas violentas en Katmandú, Nepal

Protestas violentas en Katmandú, Nepal EFE/EPA/NARENDRA SHRESTHA

Donde la 'Gen Z' sí cambió gobiernos

En 2024, Bangladés vivió un estallido social que muchos analistas llamaron la primera "revolución de la generación Z" verdaderamente exitosa. Lo que empezó como una protesta estudiantil contra la reinstauración de una cuota del 30% en los empleos públicos —reservada para descendientes de combatientes— se transformó en un levantamiento nacional contra la corrupción, el desempleo juvenil y una desigualdad que asfixiaba a millones de jóvenes.

Al calor de TikTok, Facebook, canales de streaming y chats de Discord, la mecha del movimiento prendió, pronto convirtiéndose en incendio. Los símbolos de la protesta eran claramente generacionales: memes, iconografía tomada de videojuegos, banderas pirata y estética rebelde inspirada en universos digitales. Las consignas no venían de partidos, sino de vídeos de 15 segundos y mensajes en servidores privados.

La represión fue feroz. Informes oficiales recogieron al menos 215 muertos, más de 20.000 heridos y alrededor de 11.000 detenidos. Pese a ello, la protesta no disminuyó: se transformó en una huelga nacional y en un movimiento de "no cooperación" que paralizó el país. El 5 de agosto de 2024, el gobierno encabezado por Sheikh Hasina dimitió.

Para todos los públicos Dimite la primera ministra bangladeshí y siguen las protestas - Informativo 24h | Ver
Transcripción completa

Cientos de manifestantes entran en la residencia

de la primera ministra de Bangladesh, Sheik Hasina

y se llevan sus cosas.

Salen con sillas, platos, muebles.

Ha ocurrido después de que la líder desvelara que huía a un

"lugar más seguro".

Miles de estudiantes llevaban días pidiendo su dimisión con protestas

en las calles

por la violencia que ha ejercido el gobierno reprimiendo

estas manifestaciones.

Desde junio unas 300 personas han muerto.

"Mi único hijo ya no está, dice esta madre".

En las últimas horas, Hasina había reiterado su compromiso

de investigar a fondo las muertes y de castigar a los responsables.

También tendía la mano a los líderes estudiantiles,

que rechazaron reunirse con ella.

En las últimas horas, se han sucedido disparos

y explosiones en la capital, en Daca.

También ha habido incendios y enfrentamientos con la policía.

Al menos 24 agentes han fallecido.

Las protestas empezaron en junio, contra el reparto

de los empleos públicos: el 30 % estaban reservados

a familiares de los veteranos de guerra.

Pero el tribunal supremo rebajó este porcentaje, al 5 %,

y las protestas se detuvieron por un momento.

Desde hacía días los estudiantes volvían a marchar por las calles,

con un objetivo claro: la dimisión de Hasina...

que abandona el cargo tras cuatro mandatos y 20 años de gobierno.

Estos disturbios han sido los peores que ha enfrentado en el cargo

en las últimas horas, incluso, han llevado al ejecutivo a bloquear

los servicios de Internet, al cierre de miles de fábricas

y a suspender las líneas de tren.

Dimite la primera ministra bangladeshí y continúan las protestas estudiantiles masivas en el país

Perú: el estallido digital que derribó a Dina Boluarte

Las repercusiones de las movilizaciones de la generación Z en 2025, pero también en 2023, 2022 o incluso las de 2020, fueron profundas, si bien de inicio no obtuvieron los mismos resultados. Los reclamos contra la corrupción, los abusos policiales y unas instituciones incapaces de recuperar la confianza ciudadana han llevado al país desde hace un lustro a pérdidas de unos 430 millones de euros en turismo y caídas, solo en Lima, de hasta un 60% en las ventas comerciales. El deterioro institucional, la crisis de gobernabilidad y la erosión de la confianza pública provocaron en Perú la pérdida de atractivo financiero para la inversión foránea.

Una crisis que encontró en la generación Z el catalizador para expresar un malestar acumulado durante años. Hashtags coordinados, transmisiones en directo desde móviles que documentaban la represión en tiempo real permitieron a los jóvenes viralizar contenido y forjar un relato público al margen de los canales oficiales. Una imagen emitida en streaming resultaba más creíble que cualquier comunicado gubernamental. La calle se retransmitía en directo y el poder perdía el control del discurso en favor de los jóvenes.

Las consecuencias no se hicieron esperar. Primero, la renuncia del entonces presidente interino, Manuel Merino (2020), que solo estuvo cinco días en el cargo, o la destitución el 10 de octubre 2025 de la presidenta Dina Boluarte, apartada de sus responsabilidades por decisión del Congreso peruano, que la señaló por presunta "incapacidad moral permanente". Su sustituto, el abogado José Jerí, prometió en su primer discurso ante el Congreso emprender una transición orientada a la reconciliación nacional, la restauración de la confianza institucional y la lucha contra la inseguridad ciudadana.

Se dirigió directamente a los jóvenes, que "claman atención del Estado e interés de las autoridades, y que se han manifestado en espacios públicos su disconformidad". Reconoció que el Estado no había logrado atender sus expectativas y se disculpó "por los errores cometidos".

Madagascar: la juventud urbana que forzó rectificaciones

A finales de septiembre, la explosión de protestas masivas en Madagascar, lideradas por jóvenes, encontró respuesta en la disolución del gobierno por parte del presidente Andry Rajoelina. Movilizaciones en Antananarivo y otras ciudades del país contra los fallos recurrentes en el suministro de agua y electricidad, así como contra la imperante corrupción, tensionaron la estabilidad política. Rajoelina respondió reconfigurando el Ejecutivo y prometiendo reformas, lo que reflejó tanto el alcance de la presión juvenil como las dificultades del poder para contener un descontento creciente.

Los enfrentamientos, que dejaron una veintena de muertos y un centenar de heridos, y subrayaron que la voz de la juventud ya era un factor de peso para la gobernabilidad. Entre 2023 y 2024, las protestas juveniles urbanas ya se habían intensificado en un país marcado por la corrupción, la mala gestión económica, la falta de oportunidades laborales o la fragilidad de los servicios públicos. La presión juvenil tuvo efectos: aunque el Ejecutivo resistió, tuvo que rectificar políticas económicas y responder públicamente a las denuncias de los manifestantes.

Derrocan al presidente de Madagascar

Derrocan al presidente de Madagascar

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  • LÍDER OPOSITOR RAJOELINA SE PROCLAMA "JEFE" DEL PAÍS Y EL PRESIDENTE DIMITE

    MADAGASCAR

    XKL21 ANTANANARIVO (MADAGASCAR) 17/3/2009.- Los seguidores del líder opositor Andry Rajoelina (no aparece en la foto) lo saludan a su paso tras autoproclamarse hoy, martes 17 de marzo, jefe de una "alta autoridad de transición" para gobernar Madagascar, tras entrar en las oficinas presidenciales del Palacio de Ambohisorohitra, en Antananarivo (Madagascar), ocupadas ayer por militares golpistas. EFE/Kim Ludbrook
  • Soldados leales al líder de la oposición y alcalde de Antananarivo, Andry Rajoelina, vigilan frente al palacio presidencial de Ambohisorohitra en Antananarivo.

    MADAGASCAR

    XKL05. ANTANANAARIVO (MADAGASCAR), 17/03/09 .- Soldados leales al líder de la oposición y alcalde de Antananarivo, Andry Rajoelina, vigilan hoy, 17 de marzo de 2009, frente al palacio presidencial de Ambohisorohitra en Antananarivo (Madagascar), que fue tomado este 16 de marzo. Efectivos del Ejército entraron este lunes, en el palacio presidencial después de que el líder de la oposición, Andry Rajoelina, pidiera a las fuerzas de seguridad que arrestaran al presidente del país, Marc Ravalomanana.El jefe del Estado no se encontraba en el lugar cuando las tropas respaldadas por dos vehículos blindados entraron en el palacio, donde se registraron varias explosiones y disparos. Hasta el momento, tras los disturbios y choques de las respectivas facciones políticas, se han registrado más de 100 personas muertas. EFE/KIM LUDBROOK

La 'Gen Z' no quiere ser ignorados

En definitiva, con un móvil en la mano, un lenguaje propio y un sentimiento de urgencia, la generación Z está reescribiendo las reglas de la movilización. De Marrakech a México, de Lima a Antananarivo o Rabat, lo que emerge es un mismo hilo histórico: generaciones que se sienten sin futuro traducen frustración en movilizaciones que, gracias a las redes y a un lenguaje propio, logran impactos concretos en la política de sus países.

En todos los casos, aunque los resultados difieren, las consecuencias —desde represión hasta cambios de gobierno o ajustes en políticas públicas— muestran que esta juventud, antes retratada como una cohorte ensimismada, más cómoda en las pantallas que en la calle, ya no es un actor marginal, sino uno capaz de alterar la relación entre poder y ciudadanía. "Para entender por qué hemos pasado de verlos como ensimismados a unos rebeldes debemos deconstruir una falsa dicotomía: la pantalla nunca fue un muro de aislamiento, sino su ágora y espacio político-social", dice Francisco José Pradana, de la Universidad Europea. "El dispositivo móvil ya no es herramienta de evasión, sino una herramienta de fiscalización. Graban abusos policiales, organizan boicots a marcas en tiempo real o coordinan huelgas globales. No estaban aislados del mundo, estaban observándolo en alta definición, acumulando datos y evidencias para construir el caso contra el status quo".

No estaban aislados del mundo, estaban observándolo en alta definición

En conclusión, una juventud precarizada que, a su manera, está reescribiendo las reglas de la protesta. No siempre gana, no siempre se mantiene, pero ha dejado algo claro: ignorarla ya no es una opción.