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¿Se puede heredar sin peleas?

  • ¿Qué ocurre cuando un objeto con mucho valor sentimental no está recogido en un testamento?
  • La abogada Adriana Auset explica en Economía de bolsillo cómo evitar problemas a la hora de recibir una herencia
Una persona mayor, vestida con una camisa clara, firma un documento con un bolígrafo negro, mientras otra persona, con una chaqueta azul, observa. En la mesa hay una tablet y cuadernos.
Aunque los testamentos notariales son muy esclarecedores, la repartición de objetos de poco valor económico pero alta carga sentimental pueden generar enfados entre los herederos. ISTOCK

¿Cuánto cuesta tu familia? ¿Cambiarías la paz y la complicidad con tus hermanos por un cuadro? ¿Discutirías con tus tíos por un par de espejos? Las preguntas suenan absurdas. Las respuestas sencillas e incluso inmediatas. Y lo son. Hasta que se reparte un testamento.

Entonces los recuerdos se tasan y los pequeños objetos que los guardan empiezan a cotizarse —a veces más— que el dinero o las propiedades. Una vajilla puede hacer añicos una relación. En ocasiones bastan un par de platos, un juego de cubertería o unas cuantas copas para dinamitar décadas de comidas y sobremesas.

"Siempre me ha costado entender por qué unos hermanos se pueden dejar de hablar por algo así", admite la abogada de familia Adriana Auset en Economía de bolsillo, con Lourdes Castro. Pero, ocurre. Y "muy frecuentemente". Más de lo que podría parecer.

"Los testamentos notariales son muy esclarecedores y no dejan lugar a dudas. En principio, los herederos comprenden lo que les toca porque ya se han informado previamente", explica. Lo abren sabiendo, o creyendo saberlo. Ahora, siempre hay margen para las "sorpresas" y también, y, sobre todo, para las dudas.

Porque un testamento aclara lo esencial —cuentas, casas, propiedades—, pero no lo accesorio. ¿Quién se queda los álbumes? ¿Qué pasa con los muebles? ¿Y con la televisión del salón?

El problema es que no todo se puede poner por escrito. O más bien, que es prácticamente imposible pensar en todo lo que se posee. "Normalmente un testamento no recoge el total de lo que se tiene que dividir del piso. El reparto de las joyas, por ejemplo, sí que suele preverse, pero hay otras cosas —en especial del mobiliario— que no", señala Auset.

Y es ahí, en mitad de un duelo mezclado con la incertidumbre, cuando prende la chispa. Lo que el dinero no separa, a veces lo hace un par de objetos sin apenas valor de mercado, pero cargados de memoria. Al final, donde no llega el papel, llega el rencor. Y del rencor a la irritación apenas hay unos pasos.

"Se pueden generar auténticos enfados y problemas a nivel personal y familiar", asegura Auset. Enfados que seguramente ya estaban ahí. No nacen con la herencia. Se estaban gestando con los años, "porque una vajilla —apunta la experta— no debería suscitar ningún tipo de resentimiento". ¿De qué sirve quedarse con los platos si se pierde a los comensales?

"Cuando vienen con el desastre al bufete porque no se ponen de acuerdo con bienes de alto valor, piensas que ojalá el causante lo hubiera especificado todo", expone. "Ya que valía tanto, ¿por qué no la ha inventariado? ¿O por qué no la ha dado en vida?", plantea. En especial, si tienes bien claro a quién se lo dejarás. "Si uno sabe que los herederos son propensos a discutir, a lo mejor deberían haber procedido así. Pero si uno sabe que se van a entender, tampoco hace falta redactarlo absolutamente todo, porque luego lo que no esté es lo que puede causar el gran problema".

Conocimiento, paciencia y empatía

Por eso, la receta de Auset es clara. Únicamente requiere tres ingredientes: conocimiento, paciencia y empatía. "En caso de desencuentro, lo primero es que los herederos hagan todo lo posible por entenderse y lograr un reparto equitativo que compense a todas las partes".

Lo ideal sería no recurrir a terceros, pero si no queda más remedio, es preferible un abogado que medie que un juez que dicte sentencia. Se trata siempre de evitar "males mayores". Es decir, tribunales.

Las herencias, una prueba económica y emocional de la familia

"Existe la partición judicial, pero supone realizar inventarios, nombramiento de peritos y operaciones particionales", advierte Auset. El proceso es difícil y costoso en tiempo, dinero y salud mental.

Como también lo es entender que, en realidad, heredar es una posibilidad y no un derecho. "Hay que dejar al causante libremente disponga de sus bienes como quiera y considere", subraya la abogada. "Su voluntad va por delante y hay que respetarla. No es algo obligatorio. En todo caso, se tendría que considerar un regalo", añade. Y aceptar este enfoque es, quizá, la vía más sensata de apagar incendios antes siquiera de que ardan. "El causante debería poder disponer en vida de todos sus bienes y, luego, si a quien herede le cae algo, muy bien".

Eso significa cero presiones, nada de negociaciones y menos aún exigencias, vetos o reclamaciones. Las conversaciones entre heredero y causante "no deberían existir". Solo en casos muy concretos —como cuando hay segundas nupcias y riesgo de fricciones— puede tener sentido hablar del tema. Aunque no para prohibir o imponer, sino para entender.

"No es cuestión de decir: 'no dejes esto o lo otro'. Si acaso, es que el testador sepa lo que supone un usufructo vitalicio y cómo proteger al cónyuge sin dejar en desventaja a los hijos y a los nietos", explica Auset que, precisamente, apostilla: los conflictos más recurrentes en consulta son los suponen desigualdad entre hermanos.

"Me encuentro con bastantes casos de hijos de primeros matrimonios desfavorecidos con respecto a los segundos", reconoce la letrada aprovechando para desmontar "el error" de pensar que hay una mano negra detrás. O esposas y esposos que manipulan o terceros entrometidos. Nada más lejos de la realidad. Si el reparto es desigual, insiste Auset, es porque "quien firma el testamento lo decide de ese modo. Es el único responsable".