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¿Qué interés tiene Israel en Siria?

Israel mantiene interés en Siria
Sirios pasean frente al Parlamento de Siria en Damasco. Louai Beshara / AFP

El edificio del ministerio de defensa en Damasco muestra por todos sus costados el impacto de los varios misiles israelíes con los que fue atacado el pasado verano. Fue un ataque muy simbólico, directo a las nuevas autoridades sirias. No, sin embargo, el único desde el 7 de octubre de 2023. Han pasado dos años, pero en Siria las cosas han cambiado mucho. Se ha derrocado a un régimen, el de la dinastía Asad, que llevaba décadas gobernando.

Además de la masacre en Gaza, los atentados de Hamás ese día abrieron una cascada de acontecimientos que parecían impensables en la región y en todos está la huella de Israel: desde la derrota y desarme de Hizbulá en Líbano, un conflicto bélico aéreo entre Israel e Irán, intercambios de misiles con Yemen, y lo que parecía más improbable, la caída del brutal régimen de Bachar al Asad en Siria.

Paseando por el barrio de Mezzeh, al oeste de la capital, uno ve las huellas de los ataques previos al derrocamiento del régimen. Lo que era el consulado de Irán, principal valedor del régimen de los Asad, hoy es una explanada. En esta zona acomodada se localizan varios edificios golpeados de forma precisa. Se dirigían siempre a Teherán y sus proxis. Golpeaban en viviendas donde supuestamente se encontraban miembros de la Yihad Islámica palestina o de Hizbulá. Esta milicia libanesa, llamada a la resistencia por la ofensiva israelí sobre Gaza, era también un importante respaldo del derrocado dictador.

La relación con las nuevas autoridades interinas

"Recuerdo el día 8 de diciembre de 2024 (el día que cayó el régimen) los bombardeos en las inmediaciones de Damasco eran increíbles. En las montañas, todos los almacenes de armas, bases áreas, unidades de la guardia republicana, de la cuarta división… Israel lo bombardeó todo a fin de que los que llegaban (los rebeldes) no los dispusieran. Y lo han logrado, la verdad. En el sur de Siria ahora no hay armamento pesado", cuenta Fady Marouf, periodista sirio.

Al frente de la transición política en Siria se coloca Ahmed Al Sharaa, antes conocido como el yihadi Al Jolani. Fue miembro de Al Qaeda. Su perfil, es sunita, nada tiene que ver con el de Hizbulá, musulmanes chiíes. Sin embargo, Israel, bajo el mismo pretexto securitario, ha incrementado la presión como no se recordaba. Tel Aviv dice no querer extremistas en sus fronteras. Aunque el actual presidente sirio ha restaurado su imagen internacionalmente, incluso ante el gran aliado de Benjamin Netanyahu, Donald Trump.

En la zona del sur, han tomado el Monte Hermón, estratégico militar y tácticamente, pues desde allí se divisa Damasco y, por primera vez en décadas, se han producido incursiones terrestres continuas más allá de los Altos del Golán, ocupados ilegalmente desde 1967.

"Han entrado a muchos pueblos, ha habido saqueos, arrestos de campesinos, han matado ganado. Entran y salen. Han instalado puntos de control militares. La gente siempre tiene miedo, por si pudiera empezar una guerra con Israel. La gente se siente insegura con sus incursiones casi diarias. ¿Hasta cuándo esto? La gente está agobiada", nos cuenta Aláa Alkhatib de la localidad de Masharah en la provincia de Quneitra.

El desafío de las minorías en Siria y la intervención de Israel

En otra provincia, en la de Sueida, se ha producido el conflicto que quizá ha generado mayores asperezas entre las nuevas autoridades sirias e Israel. Los enfrentamientos sectarios entre beduinos y sunitas se agravaron con masacres contra civiles que se están investigando. Israel entró, dijo, para defender a la comunidad drusa. Fue entonces cuando se produjo el ataque en Damasco contra instituciones gubernamentales.

"Intentan aprovechar el momento de debilidad de Siria para desestabilizar. El objetivo de Israel es expansionista y le conviene una Siria dividida, fragmentada y débil en su beneficio", apunta el analista político, bastante alineado con las autoridades interinas, Bassam Al Souleim.

Lo cierto es que, en parte, ese objetivo se está consiguiendo. En Siria no hay ninguna simpatía por Israel, sin embargo, las minorías que se han sentido perseguidas en los últimos meses, quieren protección venga de quien venga. "Cuando te sientes atacado, si alguien te salva, aunque sea el diablo", afirma el druso Marman Abu Raad.

"Nadie nos ayudó. Ni Rusia, ni Francia, ni Israel… nadie", se lamenta Ali Saeid, alauita de la provincia de Hama, refiriéndose a las matanzas denunciadas el pasado mes de marzo, también bajo investigación. Todos, sin embargo, se sienten sirios y ahí se evidencia que la inclusión de la gran diversidad de este país, tanto en lo étnico como en lo religioso, es uno de los grandes retos.

La negociación estancada

Las autoridades sirias están encontrando respaldo internacional. Han restaurado su imagen en la Asamblea General de las Naciones Unidas y se han reunido con líderes de todo el mundo. Son conscientes de que a nivel interno, tras catorce años de guerra, la población necesita paz y negocian un pacto de seguridad con Israel.

La exigencia siria es que se retiren de todo lo que han ocupado en los últimos meses. Cuando el acuerdo parecía inminente ha quedado en pausa. Israel ha incorporado la reclamación de un corredor humanitario hasta Sueida, algo a lo que aquí se niegan en rotundo porque no tienen frontera e implicaría el paso por otras dos provincias: Quneitra y Daráa. "Imposible salvo que maten a todos en Quneitra o pongan una tirolina", bromea Ali. "Es inaceptable. Ahora es Sueida y luego ¿qué? Después querrán llegar hasta el Eúfrates, y formar lo que ellos llaman el corredor de David (proyecto que conectaría los Altos del Golán con la base de Al Tanf, controlada por Estados Unidos, hasta zonas controladas por los kurdos en el noroeste sirio). Siria no quiere ser terreno de disputa entre Israel y Turquía, entre dos potencias regionales. Siria no quiere más guerras", analiza Bassam Al-Souleim.

El tablero es muy complicado, hay muchas fichas a nivel interno, muchas más en la región y su encaje es difícil. Siria e Israel nunca han tenido buenas relaciones. Ni contactos diplomáticos, ni comerciales. Más allá de su curriculum de desavenencias, aquí buscan el sosiego que les permita, después de una guerra civil, volver a ponerse de pie. "Un acuerdo sería muy bueno, traería calma", dice Alaa Saeid. "Yo creo que es el momento de que las relaciones se normalicen y creo que sucederá porque los países del Golfo presionarán a cambio de levantar las sanciones", apunta Reem, quien prefiere no dar su apellido. Es una sensación extendida. El quid es cómo. Aquí tienen claro que hay líneas rojas: la soberanía y el territorio.