Yarmouk, la pequeña Gaza en Siria
- El campamento de Yarmouk fue creado en los años 50 por palestinos expulsados de su tierra
- Hasta 2011 tenía un millón de habitantes, pero la guerra civil dejó el barrio vacío
- Sigue en directo la última hora de la masacre en Gaza y aniversario del ataque de Hamás
Al final de la Avenida Palestina, en el campamento de Yarmouk, el silencio es elocuente. No hay nada ni nadie. Sin embargo, es posible escuchar cientos de sonidos atronadores. Se oyen en los esqueletos de los edificios convertidos en escombros por las explosiones. Se intuyen en cada uno de los balazos de distinto calibre que marcan cada una de las fachadas que siguen en pie. Yarmouk, el vibrante barrio damasceno base de la diáspora palestina en Siria, es hoy un lugar arrasado que se antoja imposible para la vida aunque aquí habiten algunos miles de personas en una precariedad más que absoluta.
"El régimen de Bashar Al Asad hizo cenizas este lugar como ahora está haciendo Israel en Gaza", apunta Khaled Al Ali, de 32 años, mientras enseña lo que fue su casa. "Putin y Bashar no dejaron nada", cuenta Abdul mientras toma un té.
Obreros trabajan en la reconstrucción de Yarmouk Sara Alonso Esparza
Los palestinos en Siria tuvieron un trato relativamente bueno en Siria, mejor que en otros países vecinos. Con el tiempo, las diferencias del régimen con la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) abrieron la puerta a que llegaran movimientos extremistas: la Yihad islámica o Hamás. Uno de sus líderes, Khaled Meshaal, residió en Yarmouk. Con el inicio de la guerra civil, en 2011, se fue a Catar, desde donde apoyó sin fisuras a la oposición siria. En su avance hacia Damasco, el Ejército Libre Sirio y después Al Nusra y el Dáesh se instalaron en el campo. Fue entonces cuando la mayoría de sus habitantes se tuvo que ir porque comenzó un asedio sin piedad con bombardeos de la aviación rusa que apoyaba a Asad.
"Ya no hay facciones. Ni actividad política, ni armada. Tan solo se hace labor humanitaria bajo la bandera palestina. Es la única que ondea", comenta Ramed Haj Younis, de 45 años. Forma parte del grupo de voluntarios que coordina la reconstrucción y las ayudas que puedan tener. Ciertamente, hay pocas banderas y las que quedan están como el barrio, hechas jirones. También algunas pintadas sobre las fachadas en reconstrucción.
"Esto es como Gaza, inhabitable"
Estamos a 300 kilómetros de Gaza. Aquí todo el mundo sabe lo que pasa allí y rezan para que el genocidio acabe pronto, pero están centrados en que Yarmouk vuelva a ser lo que era. "Había un millón de habitantes antes de la guerra —200.000 palestinos y 800.000 sirios—. Han regresado 3.200 familias. No hay servicios, ni agua, ni luz… entre nosotros retiramos escombros, arreglamos alcantarillado… No damos abasto", comenta Ramed a RNE.
El mural del retorno en Yarmouk Sara Alonso Esparza
Los que han vuelto lo han hecho después de, en la mayoría de los casos, varios movimientos internos e incluso internacionales. Los palestinos, nuevamente, condenados al desplazamiento.
"Regresar fue un shock", comenta Abdul Hamid. Durante un tiempo vivió en Suecia y trabajaba en una panadería. Le compró la maquinaria a su jefe y ha regresado con ella para poner su propio negocio. Está a punto de abrir. En la puerta le acompaña Omar tomando té. Hace diez días que ha regresado y ya ha agotado el dinero que su hijo le envío desde Noruega sin llegar a poner ni las ventanas. Para llegar a su casa hay que atravesar un camino de escombros. "Esto es inhabitable. Como Gaza pero con menos muertos. Además lo saquearon todo", se lamenta.
Al fondo de una calle hay ropa tendida. Unas mujeres observan como sus niños juegan mientras, como todos, se quejan de las precarias condiciones de vida. "Todos los que estamos aquí somos pobres", apuntan. Um Yamen, que llegó a Yarmouk cuando tenía dos años, nos muestra el pozo del que extrae el agua y sus placas solares. Está poniendo unos nuevos cimientos en la casa que heredó de sus padres. Su vecino habla de las serpientes que aparecen entre los residuos que se acumulan en la calle. La recogida de basuras tampoco es puntual. A veces se ven forzados a la quema.
Vuelve la actividad económica
El comercio fue lo que un día hizo de este barrio uno de los más atractivos de la capital, no solo para los palestinos. Los locales comerciales es lo que parece más recuperado. Aquí y allá vemos pequeñas tiendas, muchas de materiales aunque también de alimentación. No todos viven aunque trabajen aquí. Es el caso de Yeryan, que regenta un establecimiento de pintura. "La actividad económica se recupera muy lentamente porque la gente no tiene dinero", relata mientras nos muestra la cantidad de facturas que tiene impagadas.
El taller de Samer Jalbout apenas tiene aún clientes. Abrió hace tres meses. Su rostro luce cansado y avejentado. Las ruinas urbanísticas parecen ir parejas de lo que está roto por dentro, pero tiene esperanza. "Si espero a que llegue la ayuda, no regreso nunca", comenta este hombre de 54 años que cree que cuando tengan lo más básico conseguirán resucitar el campamento.
Samer en su taller recién abierto en Yarmouk Sara Alonso Esparza
"Nacimos aquí, vivimos aquí y moriremos aquí", comentan unos hombres mayores que toman café sentados en la calle. "Esta es nuestra Palestina", apostillan. Es un sentimiento extendido. La mayoría son segundas o terceras generaciones. "Soy palestino de corazón y sirio de nacimiento", dice Ramed. Khaled también duda. "He crecido aquí, para mí las dos, Palestina y Siria son mi patria", asegura. Samer reduce más el círculo. Para él ambas se concentran en Yarmouk, el único sitio en el que quiere estar.
En la oficina de socorro, el lugar donde canalizan la ayuda humanitaria, su responsable, Abu Mansour, habla bajo un cuadro donde están todos los iconos de la diáspora: la rama de olivo, la kufiya, la llave que representa el derecho al retorno. "Volveremos a la tierra de nuestros padres. En la Nakba (el desplazamiento forzoso tras la fundación del Estado de Israel en 1948) vinimos aquí como algo temporal. Somos refugiados y tenemos derecho a volver. Ninguna colonización es eterna", su familia es originaria de Safad, en la Alta Galilea, hoy Israel. El mismo discurso tiene Bater Tamín, bastante más joven. Parece que lo dice con la boca pequeña, habla de su corazón partido entre Palestina y Siria. Cuando le preguntamos, de forma directa: ¿tú, de ser posible, regresarías al pueblo de tus abuelos? Tajante responde: "sí, lo haría".