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Dos años de los ataques de Hamás

El proyecto israelí de asentamiento E1, el ataúd de un Estado palestino que amenaza la vida de miles de beduinos

  • El proyecto partirá en dos la Cisjordania ocupada y la separará de Jerusalén Este, capital del futuro Estado
  • Más de 3.000 beduinos sienten sus vidas en peligro con este proyecto que ha recibido luz verde por parte de Israel
  • Sigue en directo la última hora de la masacre en Gaza
Aaid Jamis Suelim Jahali es el portavoz de la comunidad de beduinos en Khana El Hamra
Aaid Jamis Suelim Jahali es el portavoz de la comunidad de beduinos en Khana El Hamra EBBABA HAMEIDA
EBBABA HAMEIDA (Enviada a Jerusalén)

"Un pez fuera del agua muere, ¿verdad?", se pregunta Aaid Jamis Suelim Jahali mientras clava los ojos al cielo. Es el portavoz de la comunidad de beduinos en Khana El Hamra. "Un beduino fuera o lejos de su desierto también muere", añade, para después bajar la mirada al suelo. Es una metáfora con la que intenta explicar las dimensiones de lo que supondría el proyecto de asentamiento E1 que aprobó hace unas semanas el Gobierno israelí. Su ejecución partiría en dos la Cisjordania ocupada, y también la separaría de Jerusalén Este, la considerada futura capital de un Estado palestino. El plan desconectaría las ciudades del norte como Nablus o Ramala de otras claves en el sur como Belén o Jericó.

La realidad es que los asentamientos israelíes han crecido en tamaño y número desde que Israel ocupó Cisjordania en la guerra de 1967. El E1 es un plan concebido hace 30 años por Yitzhak Rabin, pero ningún gobierno israelí se había atrevido a llevarlo a cabo debido al rotundo rechazo por parte de la comunidad internacional, ya que hasta ahora ha sido una línea roja. Su construcción enterraría la vida de Suelim Yahali, quien nació en estas lomas desérticas que miran al mar Muerto desde hace 67 años. Sobre estas colinas arenosas ha vivido toda su vida pastoreando su ganado. Sin embargo, ahora se siente acorralado y privado de libertad al verse cada vez más rodeado de zonas militares y asentamientos de colonos. Su comunidad está compuesta por 35 familias y 350 personas. En total son 26 las comunidades que temen ser expulsadas.

"Hace unos días, a 100 metros de aquí, se instaló un colono", señala con el dedo, y asegura que nunca se habían acercado tanto. Invita a pasar a una especie de despacho nómada y se dirige directo a un mapa para contextualizar. "Estamos en Khana el Khadra", marca, y enseguida dibuja círculos imaginarios sobre donde está planificada la construcción de este proyecto, en una zona adyacente al asentamiento Maale Adumim, situado en un punto estratégico y a tan solo 4,5 km de la Línea Verde, frontera que divide de facto a Israel y los territorios palestinos.

Vistas desde Khana El Hamra de asentamientos de colonos israelíes

Vistas desde Khana El Hamra de asentamientos de colonos israelíes EBBABA HAMEIDA

"Expulsiones masivas y una limpieza étnica"

El pasado 14 de agosto, desde Maale Adumim, el ministro israelí de Finanzas de extrema derecha, Bezalel Smotrich, anunció el comienzo de las obras del avecindamiento. El propio Smotrich, de origen colono, afirmó que cuenta con la aprobación del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, y el presidente estadounidense, Donald Trump. Ambos, dijo, acordaron la reactivación del E1, aunque no hubo confirmación inmediata de ninguno de los dos. Las comunidades pastoriles denuncian también la construcción de una carretera hacia las nuevas viviendas que les aislará aún más de la ciudad palestina de Al Eizariya, donde muchos de sus hijos asisten a la escuela.

"Es un proyecto muy peligroso. Israel se va a adueñar de nuestra tierra y seguirá dando pasos para llevar a cabo expulsiones masivas y una limpieza étnica", advierte Suelim Yahadi. Saca el móvil y enseña un documento que sirve de aviso y orden para que abandone su casa: "Tenga en cuenta que este edificio se encuentra dentro del ámbito de aplicación de la Orden de Expropiación de Tierras 35/07/Expropiación (Judea y Samaria), 5767-2007. Por lo tanto, debe desalojar el edificio o la propiedad dentro de los 60 días siguientes a la fecha de recepción de esta notificación. Si no cumple con esta fecha, se tomarán todas las medidas legales necesarias para que desaloje el edificio y la propiedad, a su propio cargo".

Los palestinos perciben el E1 como una manera enfocada a judaizar Jerusalén. "¿A dónde voy?", se pregunta llevándose las manos a la cabeza. Su tono de voz es tranquilo y firme. Son ya varias las generaciones de su familia que habitan estas tierras, incluso de las fronteras de 1967. "Con esta carta me ordenan marcharme y no me voy a ir", zanja el anciano.

Más de 3.000 beduinos sienten sus vidas amenazadas con el proyecto E1

Más de 3.000 beduinos sienten sus vidas amenazadas con el proyecto E1 EBBABA HAMEIDA

Quiere mostrar cómo viven, cómo las placas solares son su única fuente de electricidad y su sistema de gestión del agua. A unos pasos hay una escuela donde han estudiado sus hijas Iman y Nisrin, que ahora tienen 20 y 21 años. Ellas sirven el café, se quedan escuchando a su padre y le interrumpen para aclarar que tampoco quieren marcharse de aquí. Nisrin argumenta que este es el legado de su familia y ella, aunque ha estudiado Magisterio en la universidad y actualmente busca trabajo, confiesa que este el el "único sitio" en el que siente "hogar y paz". Aunque la ocupación, asegura, interfiere en sus vidas de innumerables maneras.

La madre lleva un rato rezando. Ella también nació en estas arenas movedizas y suplica a su Dios que no la obliguen a marcharse. "La carta que nos ha llegado y las declaraciones de Smotrich son muy claras. No quieren que nos quedemos aquí", dicen en coro. "Lo que tienen que hacer es aplicar los acuerdos de Oslo", recrimina una de las hijas.

Enseñamos a los niños a cuidarse de las miradas de los colonos que vienen a aquí con sus armas

"Nosotros pagamos más de agua que ellos"

Las dos jóvenes aseguran que viven con el miedo metido en el cuerpo y en permanente vigilancia. "Nunca se queda sola la casa y le enseñamos a los niños a cuidarse de las miradas de los colonos que vienen a aquí con sus armas y cuentan con el apoyo y protección del Estado", denuncia Imán. Además, destacan la constante discriminación entre las dos poblaciones. A los suyos, dice, les facilitan luz, agua y carreteras para que saqueen y ocupen "nuestras" tierras. "Nosotros incluso pagamos más de agua que ellos", alega Suelim Yahali.

Estas comunidades palestinas llevan tiempo perdiendo terreno, pero su situación es especialmente delicada e insostenible desde el 7 de octubre de 2023. Aseguran que desde el día en el que Israel declaró el estado de emergencia por la guerra les han encarcelado al aire libre, prohibiendo todos los movimientos y encerrando al ganado.

Cada vez son más los colonos que ocupan tierras y roban ganado. "Hemos perdido más de 170 cabezas de ganado en estos dos años de conflicto", cuenta. Los colonos, explican, no son todos iguales. Los peores, dicen, son los que vienen porque creen que rescatan la tierra prometida por Dios al pueblo judío. Aunque hay otro grupo que simplemente busca una tierra "gratuita" donde establecerse y construir una casa. La mayoría de asentamientos adyacentes a Cisjordania son vistos como pueblos comunes a los ojos de los israelíes. Hay algunos que incluso son ilegales, según la propia ley israelí, pero terminan contando con la aprobación del Estado judío. "Esto les motiva a ocupar cada vez más tierras"; denuncia el arquitecto israelí, Alon Cohen Lifshitz, que trabaja desde hace 21 años en el departamento de Planificación y Derechos Humanos de la organización Bimkom.

Las familias pastinas en Khana El Hamra viven con temor a ser expulsadas de su tierra

Las familias pastinas en Khana El Hamra viven con temor a ser expulsadas de su tierra EBBABA HAMEIDA

La ruptura de la cohesión territorial

"Llevamos desde 2005 trabajando en el E1 y también hemos observado cómo esto forma parte de la construcción de la valla. Un muro que llaman de seguridad y servirá de separación", explica el arquitecto. Cisjordania alberga actualmente a unos 500.000 colonos israelíes. El pasado mes de julio, el tribunal más alto de las Naciones Unidas dijo que la ocupación de los territorios palestinos por parte de Israel era ilegal y que sus asentamientos debían retirarse rápidamente. "Es una idea y una estrategia política", denuncia el arquitecto israelí.

La zona desértica no es muy atractiva, "no hay mucha gente que quiera ir allí y la población se mantiene igual desde 2012, pero tienen opciones para construir y de tener una casa fácil", matiza Cohen Lifshitzel. Además, hace especial hincapié en que quienes impulsan esta idea son dos ministros que son colonos y pertenecen a la extrema derecha. Buscaban una reacción ante "la declaración de algunos estados de la UE y de Australia y Canadá de reconocer a Palestina". El jefe del Ejecutivo israelí no disimula que este proyecto es un ataúd para el Estado palestino. El mismo Netanyahu ha asegurado que enterrará la posibilidad de un Estado palestino.

Desde la perspectiva del Derecho Internacional Público, la doctrina coincide en que, para entender que existe un Estado, en él deben confluir tres elementos básicos: un territorio, un pueblo y un gobierno que ejerza la soberanía. En lo que respecta al territorio, la falta de cohesión territorial es uno de los grandes obstáculos. La falta de contigüidad territorial es un síntoma claro de la inviabilidad del proyecto de Estado. "Israel utiliza la planificación y la construcción como arma y está aprobando planes y construyendo estructuras en toda Cisjordania para conquistarla por completo", denuncian desde Bimkom. "Su objetivo es conquistar la Cisjordania ocupada y cambiar la situación geográfica, demográfica y política", denuncia Cohen Lifshitz.

Desde su organización han estado apoyando a familias a las que Israel ha querido trasladar por la fuerza de sus comunidades y expulsarlas de su tierra. "Tenemos una relación cercana con ellas, conocemos exactamente su situación, llevamos muchos años trabajando juntos y tratando de encontrar una solución viable para estas familias", asegura. Pero es consciente de que no hay otro lugar igual, coincide con Suelim Yahali en que necesitan este desierto para poder mantener su idiosincrasia y forma de habitar y entender el mundo. "Ahora su vida salta por los aires, vuelven a pagar por un plan ilegal y contrario al derecho internacional", denuncia Cohen Lifshitz.