Crónica de dos años de masacre en Gaza: "En nuestros barrios solo se han quedado los muertos"
- Desde el 7 de octubre de 2023, más de 67.000 personas han sido asesinadas y 10.000 han desaparecido
- Isha, una joven de 22 años, comparte con RTVE Noticias su periplo durante estos dos años de ofensiva israelí
- Sigue en directo la última hora de la masacre en Gaza y aniversario del ataque de Hamás
A las siete de la mañana del 8 de octubre de 2023, Isha Elgasas estaba peinando a sus dos hermanas pequeñas mientras su madre preparaba el desayuno. Parecía el comienzo de un día cualquiera, eso sí, precedido de otros muy convulsos, demasiadas noticias y amenazas que hasta entonces no habían alterado su rutina. En Gaza temían represalias. El día anterior, Hamás, junto con milicias palestinas, lanzó un ataque sin precedentes contra Israel. Penetraron varios kilómetros en el sur del territorio israelí pese a la frontera blindada por tierra, mar y aire. Las milicias atacaron los kibutz fronterizos y el festival de música Supernova. Mataron a 1.200 personas, 815 de ellas civiles, y 250 fueron tomadas como rehenes. "Estamos en guerra", declaró Benjamín Netanyahu, que movilizó a 300.000 reservistas para la operación militar Espadas de Hierro en un territorio de solo 365 kilómetros cuadrados, poblado por 2,2 millones de personas y que sufría un bloqueo desde 2007. Dos años después, Israel y Hamás negocian los detalles de un plan de paz diseñado por la Administración de Donald Trump.
A Isha, al abrir la puerta de la casa para llevar a sus hermanas al colegio, el sonido de un misil la ensordeció. La tierra tembló, la familia gritó y la masacre comenzó. La noche anterior había decidido dormir con sus padres. Llevaba dos meses casada tras graduarse en Administración General. A partir de aquel primer estruendo, las bombas no dejaron de caer sobre el enclave palestino. "Nunca creímos que viviríamos algo tan atroz. Nos quedamos en casa. Al principio decidimos no marcharnos y permanecer en nuestro hogar", recuerda dos años después. Vivían en el barrio Zeitún, ubicado en el sur del casco histórico de la capital, y los primeros días de ofensiva perdieron el suministro de agua, electricidad y combustible. En seguida Netanyahu limitó la entrada de la ayuda humanitaria.
A mediados de octubre, Israel ordenó la evacuación total del norte en un plazo de 24 horas, donde vivía casi la mitad de la población. Empezó así el primer desplazamiento masivo de los habitantes al sur del territorio palestino. Días después, el Ejército hebreo lanzó una incursión terrestre a gran escala, con más de 100.000 soldados en el norte. Bombardeó el hospital de Al Quds, donde se refugiaban unos 14.000 civiles y el campo de refugiados de Jabalia.
La familia de la joven de 22 años se resistió a abandonar su barrio hasta que varios soldados irrumpieron en su casa. "Nos golpearon, nos insultaron y nos ordenaron salir inmediatamente de la ciudad", recuerda. Eran las cinco de la tarde. Se quedaron media hora observando cómo preparaban sus enseres. "¿Qué te llevas?", se pregunta. "Lo más básico. Recuerdo a mi madre cogiendo los papeles discretamente porque los militares estaban allí", dice. No pudieron avisar a su padre ni a su hermano, que habían ido a buscar algo de comida. Caminaron durante más de cinco horas, entrada la noche lograron montarse en un coche con una familia rumbo a Ráfah.
Se instalaron en uno de los campos de personas desplazadas. "Fueron días muy duros", rememora. Estaba preocupada por su padre, que tardó más tiempo en alcanzarlas, buscando el cuerpo de su hermano desaparecido. "Seguramente su cuerpo esté bajo los escombros", dice. Vivía toda la familia en un edificio de seis plantas que se vino abajo con las bombas. "Nunca más supimos del paradero de mi tío. Seguramente esté muerto y no esté viviendo este infierno, pero es algo que a mi padre le atormenta", añade. Su muerte coincidió con los peores días de la ofensiva en ese momento. El mismo 15 de noviembre, las tropas de Netanyahu entraron en el hospital Al Shifa tras cercarlo durante días. Se trata de uno de los complejos hospitalarios más grandes de la Franja: albergaba a unos 3.000 civiles.
El 24 de noviembre por fin había un motivo para celebrar, como si fuese el día del Aaid (fiesta musulmana), porque Israel y Hamás al fin pactaron una tregua. El acuerdo permitió la liberación de 105 rehenes, la puesta en libertad de 240 presos palestinos y la entrada de ayuda humanitaria. "Estábamos felices", reitera. "Lo celebramos y empezamos a organizar nuestra vuelta a casa con mi madre", recuerda. Pero la felicidad fue efímera y la guerra se reanudó el 1 de diciembre.
"Comenzó a llegar la gente de Jan Yunis, su relato sobre el asedio de la ciudad era aterrador y el Ejército amenazaba con venir al sur", reconstruye la joven. "Me acuerdo perfectamente de todo", admite, no olvida cada fecha importante de un calendario marcado por "mucho sufrimiento". A partir de ese momento, la crisis humanitaria empezó a acentuarse. El 26 de enero, Israel acusó a personal de la agencia de la ONU para los refugiados palestinos (UNRWA) de complicidad en el ataque de Hamás el 7 de octubre. Como consecuencia, la ONU abrió una investigación y una decena de países retiraron la financiación. Ese mismo día, la Corte Internacional de Justicia (CIJ) pidió a Tel Aviv que hiciera todo lo posible para evitar actos genocidas en Gaza. Pero no ordenó un alto el fuego, tal y como pedía Sudáfrica, el país denunciante.
Isha también tiene apuntado uno de los peores días de su vida, el 2 de enero de 2024, cuando su madre fue asesinada por un misil. "Recogimos su cuerpo en pedazos y la enterramos", menciona con voz triste. Dos semanas después perdió a su hermano de ocho años, que estaba jugando con otros niños en el campamento. Mientras intentaban superar esta muerte traumática, los militares hebreos volvieron a ordenar la evacuación de 100.000 civiles en el este de Ráfah a Al Mawasi. "Juntamos de nuevo nuestras cosas y nos fuimos, dejando atrás los restos de mi madre", lamenta. Al principio se movieron dentro de Ráfah, hasta que les dejaron volver a Jan Yunis. "Era un desierto de escombros, no podía creer lo que veían mis ojos, solo había destrucción", relata. "No sabíamos a dónde ir, no sabíamos ni siquiera cómo movernos, todo era irreconocible", añade.
Poco a poco, lograron volver a su barrio y su casa ya no estaba. "No reconocíamos las calles, solo había escombros y cadáveres", explica. Su padre se puso manos a la obra a buscar los restos de su hermano, pero fue en vano. Había pasado demasiado tiempo. Se fueron a vivir a Al Mawasi. Una vez más, volvieron a resetear su vida, durante semanas y meses, cada vez con más hambre y sin descanso. Hasta que el 19 de enero de este año comenzó la primera fase del alto el fuego entre Israel y Hamás, una tregua auspiciada por el presidente saliente de los Estados Unidos, Joe Biden. El pacto contemplaba la liberación de 33 rehenes israelíes durante 42 días y la liberación de aproximadamente 1.900 prisioneros palestinos; la retirada de fuerzas israelíes de áreas pobladas de Gaza y la entrada de cientos de camiones de ayuda diariamente.
"Durante la tregua aprovechamos para dormir un poco más sin tantos bombardeos", dice. También pudieron volver a sus casas, aunque del hogar de su infancia apenas quedaba rastro. Su padre tampoco encontró los restos de su hermano. "Había escombros y cadáveres descompuestos", describe. "Supe que estaba allí mi casa porque encontré mi diario entre los escombros. Me gusta mucho escribir", dice sonriendo. En esa libreta guarda todos los recuerdos de su vida antes del 7 de octubre de 2023. Y una vez más, el descanso se interrumpió el 17 de marzo, cuando Israel rompió unilateralmente el alto el fuego. Aunque Isha ya estaba convencida de que antes o después se acabaría. Netanyahu aseguró "que solo era el comienzo" y anunció "actividades terrestres dirigidas" en Gaza para crear un "búfer parcial" en el territorio.
Poco antes, el primer ministro israelí había ordenado el férreo bloqueo a la entrada de ayuda humanitaria y, más tarde, encomendó esta tarea a la Fundación Humanitaria de Gaza operada por Estados Unidos (GHF por sus siglas en inglés). Desde entonces, la ONU ha denunciado que más de mil gazatíes han sido asesinados mientras buscaban comida. La agencia de la ONU para los refugiados palestinos (UNRWA) acusa a la fundación impuesta por Israel y Estados Unidos de actuar sin control en la "trampa mortal" de los repartos de ayuda.
Desde ese momento, el hambre comenzó a competir con las bombas. "Tengo un hermano que se ha quedado esquelético, él era quien iba a buscar las ayudas, ya no puede moverse y va a morir de hambre", denuncia Isha. Otro sobrino de seis años pesa cinco kilos. Antes de los ataques, ella pesaba 76 kilos y ahora pesa unos 40. "Me veo en las fotos y no me reconozco, apenas comemos y la única comida que hay son lentejas", asegura.
Mientras Netanyahu condenaba al hambre a la población gazatí, el 16 de mayo su gabinete de seguridad anunció el comienzo de una "vasta" ofensiva militar terrestre en el norte y el sur de la Franja de Gaza, dentro de la operación bautizada como "Carros de Gedeón" y por cuarta vez invadieron Jan Yunis. La operación se prolongó hasta el 4 de agosto y, según Israel, se saldó con la captura del 75% de la Franja.
Pero el momento en que más miedo sintió Isha fue el 8 de agosto, cuando el Gobierno israelí aprobó su plan para ocupar la ciudad de Gaza. Implicaba el desplazamiento forzoso de "todos los civiles palestinos de la capital a campamentos centrales y otras regiones al sur", recuerda. "Ese día mi padre solo pensaba en que no iba a recuperar nunca más los restos de su hermano y que nunca más volveríamos a nuestra tierra", asegura en una videollamada. El Ejército convoca a 60.000 reservistas y pone en marcha la "Operación Carros de Gedeón II".
Dos semanas después, la ONU declaró oficialmente la situación de hambruna en la gobernación de Gaza, situada en la zona centro y norte de la Franja, pero Israel niega su existencia y su responsabilidad.
Isha y su familia aguantaron hasta que recibieron un aviso para evacuar de nuevo la ciudad de Gaza ante el inicio de las operaciones terrestres a mediados de septiembre. Allí, según la ONU, vivían más de un millón de personas. "Por una parte, me alegro de que mi madre ya no esté viviendo en este infierno y me entristece ver a mi padre imaginando el futuro de los desaparecidos bajo la ocupación", concluye. Dos años después, al menos 11.000 personas se encuentran en paradero desconocido, como su tío.