Javier Cercas: "Nadie asocia la Iglesia a las risas, a pasarlo bien; es una de las catástrofes del cristianismo"
- "Lo que más llama la atención del papa León XIV es el equilibrio", asegura el autor de El loco de Dios en el fin del mundo
- El ateo, anticlerical y laicista militante confiesa a RTVE.es que "la fe es como la intuición poética, o la tienes o no la tienes"
El New York Times describe al primo de Juanito Miguel como "el gran novelista español". Los que disfrutan de su obra dicen que supera a Emmanuel Carrère. El extremeño de Ibahernando que limpia, fija y da esplendor a nuestra lengua sentado en la R del número 4 de la madrileña calle Felipe IV, conversa entre risas y veras sobre literatura y religión al otro lado del teléfono. Acaba de llegar de Buenos Aires, donde no reconocían al papa sonriente que saludó en marzo de 2013 desde el balcón de San Pedro.
Francisco es uno de los protagonistas de un libro extravagante dedicado a su madre, a sus educadores maristas y al empujón que le dio Unamuno para perder la fe y consagrarse a la literatura. Javier Cercas escucha antes de responder y se ríe con franqueza, como si hablara con un amigo, o con el amigo de un amigo. No rehúye ninguna pregunta y, sin citar al Cristo de Elqui, traduce a román paladíno el críptico lenguaje eclesial.
El ateo, anticlerical y laicista militante —como gusta presentarse— es más de coincidencias que de milagros. Admira y envidia a los que tienen fe, ha hecho nuevos amigos en el Vaticano y ejercitará su rúbrica en la Feria del Libro de Madrid con su última e inclasificable obra: El loco de Dios en el fin del mundo.
PREGUNTA: Si le parece empezamos con la actualidad. ¿Conoce al nuevo papa? ¿Qué sensaciones tiene sobre él?
“Este hombre (León XIV) va a continuar en la misma línea pero creo que va a ser un poco más moderado“
RESPUESTA: Personalmente no lo conozco. Había oído hablar mucho de él porque estaba en el Vaticano cuando yo lo frecuentaba. ¿Y qué sensaciones tengo de él? Hay muchas cosas que podría decir. ¿Por dónde empiezo? Mi impresión es que va a ser un continuador moderado de Francisco. Cuando digo moderado quiero decir que va a ser más clásico en las formas, menos disruptivo. Francisco ha sido muy disruptivo para mucha gente y para determinadas iglesias en particular. Lo que más llama la atención de este papa es el equilibrio. Equilibrio entre la periferia y el centro, entre la parte teóricamente más limpia de la Iglesia y la parte más oscura. Este hombre era más que nada un misionero, porque eso es lo que ha sido gran parte de su vida. Pero por otro lado, es un hombre de la curia. En los últimos años, por decisión de Francisco que lo nombró obispo, cardenal y prefecto, estaba en Roma en un puesto de mucha importancia y de mucho poder. Esa combinación, y una serie de gestos muy evidentes, es lo que me hace pensar que se trata de un continuador de Francisco que intentará coser las divisiones que deliberadamente —entiendo— provocó Francisco en la Iglesia.
P: ¿Ha hablado después de la elección del papa con alguno de los amigos que hizo en el Vaticano para escribir su último libro? ¿Con "Tucho" Fernández, con José Tolentino de Mendoza o con algún otro prefecto de dicasterio o persona con responsabilidad en el Vaticano?
R: Sí. Pero prefiero no decir con quién. He hablado con varios de ellos. Bueno, de hecho, los vi en Roma entre la publicación del libro y la muerte de papa Francisco. Les di el libro firmado para el papa. Y luego también he intercambiado mensajes con ellos sobre el nuevo papa, pero prefiero no decir con quién.
P: Da la impresión de que los cardenales del cónclave lo han leído porque en su libro dice que "los misioneros son la solución a casi todos los problemas de la Iglesia".
R: (Risas) Sí que han leído el libro. Eso sin la menor duda.
P: ¿Y qué le han comentado?
“Los misioneros son la parte de la Iglesia que asume con mayor radicalidad y limpieza y coraje lo que supone el cristianismo, pero el cristianismo auténtico“
R: También casi prefiero no decirlo. Es que son cosas demasiado halagadoras. Esto tendrías que preguntárselo a ellos más que a mí, ¿no? Te darían su opinión sin ningún problema. A ver, la pregunta era lo de los misioneros. Ayer hablaba con un teólogo en Radio Estel y él decía que la gente desde fuera de la iglesia, podíamos ver cosas que desde dentro son más difíciles de ver. La propuesta era escribir un libro sobre la Iglesia, sobre el cristianismo, sobre el Vaticano, también sobre el papa Francisco que era quien estaba entonces al mando, a alguien que, aunque conoce las claves de la Iglesia porque es católico de educación, no es creyente. Eso fue un poco la idea, ver la Iglesia desde fuera. Cuando vuelvo de Mongolia —yo o el narrador del libro El loco sin Dios—, lo que grito por todos lados es "ya tengo la solución para todos los problemas". Y primero me miran con cara de loco, que es lo que soy, pero luego todos asienten cuando digo "todos misioneros y se acabaron los problemas". Los misioneros son la parte de la Iglesia que asume con mayor radicalidad y limpieza y coraje lo que supone el cristianismo. Pero el cristianismo auténtico. No el cristianismo que nosotros hemos conocido, no el cristianismo de nuestros países tradicionalmente cristianos, sino el cristianismo de Cristo, que es al que quería volver Bergoglio y al que entiendo que querrá volver este hombre y al que quiere volver la Iglesia desde el Vaticano II, para qué nos vamos a engañar.
La solución a los problemas de la Iglesia
P: Eso parece.
R: Esta gente es distinta. Los misioneros son distintos de la Iglesia que nosotros conocemos. Cuando vuelvo de Mongolia digo que si toda la Iglesia se comporta como se comportan los misioneros, se acabaron los problemas de la Iglesia. Está claro, es exactamente lo que decía Francisco, si lo piensas bien. Francisco hablaba de una iglesia misionera, y este papa, que es un misionero, pues lógicamente hablará de una iglesia misionera. La Iglesia que va a la periferia, que habla con quienes no son como ella, que trata con la gente con la que trató Cristo y se comporta o intenta comportarse como se comportó Cristo. Esa es la solución a todos los problemas.
P: ¿Y no se ha quedado con ganas de escribir algo sobre el padre Giovanni, este misionero singular con el que se encontró en Mongolia?
R: ¡Sí! (Risas). Muy buena idea. (Más risas). Pero sí (vuelve el Cercas entrevistado), el padre Giovanni. Lo has acertado de lleno, es un personaje increíble. Este hombre furioso, cabreado con el Vaticano, cabreado con la Iglesia, cabreado con todo el mundo que, a primera vista, me parece... no sé si un hippie extraviado en Mongolia o un traficante de armas con su barba y con su tal (risas y más risas al recordar su encuentro con el misionero en Mongolia que narra en el libro). Este tío es la pura encarnación de la Iglesia. De verdad. Con su furia, con su cabreo, con su todo, con su energía y con su verdad. Es la santa ira (vuelven las risas). La encarnación de la santa ira es este hombre. (Se pone serio) Pero no sé si me dejaría escribir sobre él porque este hombre vive una vida... cómo decirlo...
P: Casi clandestina.
R: Casi. Exacto. Queda un poco en el borde, porque en China la situación es delicada y... En fin.
Un libro extravagante
Un libro extravagante, una novela escrita por un ateo sobre la esencia del cristianismo. BERGUÑO FERNÁNDEZ
P: Entrando más en el El loco de Dios en el fin del mundo, dice que quiere que sea "un libro distinto, tan extravagante como fuera posible". ¿Qué tiene de extravagante?
R: Pues lo que tienen de extravagante algunas novelas que a mí me gustan, empezando por la que más me gusta, que es el Quijote, un libro extremadamente extravagante. ¿Por qué? Porque es una mezcla de cosas. Con este libro mío, la gente no sabe qué hacer. No saben dónde encasillarlo, lo cual me encanta. Es una mezcla de cosas: de ensayo, de crónica, de biografía del papa Francisco, de autobiografía de un tipo como yo...
P: Y de su madre.
“ ¿Para qué me voy a inventar nada si tengo ahí el Vaticano, la resurrección de la carne y la vida eterna? Nadie podría inventarse algo semejante“
R: Exacto, también. Es una mezcla de cosas. Pero al final para mí es una novela, una novela sin ficción porque aquí no hay absolutamente nada inventado. ¿Para qué me voy a inventar nada si tengo ahí el Vaticano, la Iglesia, y tengo la resurrección de la carne y la vida eterna? Nadie podría inventarse algo semejante. No hay ficción pero es una novela. Porque la novela, tal y como yo la entiendo, tiene esta extraordinaria capacidad de digerir, de devorar, de integrar todos los demás géneros y de trascenderlos. Las novelas que a mí me gustan son así, son extravagantes, se salen de la norma, sobre todo de la norma que tenemos ahora en las novelas.
P: Dice un amigo mío que usted ha escrito un tratado involuntario de teología literaria.
R: Me encanta. No sé quién es tu amigo, pero se lo compro.
El lenguaje "viejo, oxidado, cursi e incomprensible" de la Iglesia
P: Insiste en que la Iglesia debe actualizar su lenguaje, que describe como "viejo, oxidado, cursi e incomprensible".
R: Estoy de acuerdo conmigo mismo. (Risas compartidas).
R: (Volvemos a recuperar la seriedad). Por ejemplo, con el tema de la sinodalidad, ¿cómo podría "traducirla" sin usar la palabra democracia?
R: ¿Y por qué no vamos a usar la palabra democracia? Ya sé que me vas a decir que esa palabra en la vida cotidiana significa una cosa distinta, pero por eso puede usarse.
P: Pero la Iglesia es jerárquica, no democrática.
“Sinodalidad se puede traducir por pasar de una iglesia vertical a una iglesia horizontal“
R: Vamos a ver... Un problema gravísimo y un error total es intentar entender la Iglesia en términos laicos. Lo hemos visto. No se puede entender la política de la Iglesia con los términos de la política laica. El papa no era ni de derechas ni de izquierdas. Era, según qué cosas, de derechas, y según qué cosas, de izquierdas. No sirven esos esquemas. No sirven para entender la inmensa mayoría de las cosas. Pero la gente tiene que entender el lenguaje de la Iglesia, porque si la gente no entiende el lenguaje de la Iglesia, la Iglesia está perdida y el lenguaje de la Iglesia es críptico en gran parte. Sinodalidad es un ejemplo perfecto. Sinodalidad se puede traducir por pasar de una iglesia vertical a una iglesia horizontal. O sea, de una iglesia jerárquica a una iglesia participativa. Eso es lo que es la sinodalidad. ¿Eso significa democracia? Depende de lo que entendamos por democracia. Si por democracia entendemos elecciones libres, parlamento, etcétera, obviamente no es democracia, la Iglesia no es democracia. Pero si volvemos al sentido etimológico de la palabra democracia, ahí ya nos vamos a entender. Porque democracia significa etimológicamente poder del pueblo, y la sinodalidad vendría a ser, por lo tanto, poder del pueblo de Dios, que diría Bergoglio.
P: ¿El poder...?
R: Poder. Es decir, la capacidad de la gente para participar en las decisiones que toma la Iglesia. Porque es verdad que la Iglesia no es una democracia en el sentido laico de la palabra, pero tampoco es verdad que el papa puede tomar todas las decisiones que le da la gana. Eso es mentira. Puede tomarlas, pero entonces se arriesga a cismas y a todo tipo de conflictos y ningún papa con un poquito de cabeza se arriesgaría. Se puede decir: señoras y señores laicos, miren ustedes, nosotros tenemos un sistema al que llamamos sinodalidad pero que puede llamarse democracia si lo entendemos en este sentido, en la capacidad que tienen los bautizados, los católicos, incluso los no bautizados, para participar en las decisiones de la Iglesia. Yo, si fuese teólogo, diría que esto es más democrático que la democracia laica, porque ahí votas cada cuatro años y se acabó la democracia mientras que en la Iglesia, tal y como yo entiendo la sinodalidad, la gente tiene que participar permanentemente y se han llegado a tumbar resoluciones de las jerarquías por parte de los fieles. La Iglesia, en mi humilde opinión, tiene que perder el miedo y no tiene que encerrarse en un lenguaje críptico. No tiene que temer las posibles malinterpretaciones que se hagan. Al papa Francisco se le ha criticado por la sinodalidad porque lo que está trayendo es la democracia a la Iglesia y la Iglesia, como tú dices, no es democrática. Claro que no es democrática en términos laicos, pero sí en otros términos. Y esto es quizás uno de los grandes temas que viene de los Hechos de los Apóstoles, o sea del cristianismo primitivo. Ir a una Iglesia más democrática, en el sentido que hemos mencionado. Incluso me atrevería a decir asamblearia...
P: Es que el término griego "ekklesia", que es el origen de "Iglesia", significa asamblea.
R: ¡Asamblea, claro que sí! ¿Y qué hay más democrático que una asamblea?
R: ¿Nada?
P: Insisto, hay que tener coraje y hay que explicar las cosas bien porque si no, te encierras en un lenguaje críptico que no se entiende y que no sirve para nada. Solo para que la Iglesia se encierre en sí misma. Y en cuanto al lenguaje viejo, ajado, oxidado, etcétera, etcétera, no hace falta ni que lo explique, porque es una obviedad. (Risas otra vez de entrevistado y entrevistador).
Unamuno, la fe y la intuición poética
P: El libro es también un thriller de tensión unamuniana. Usted cita bastante San Manuel Bueno, mártir.
R: No me trates de usted.
P: San Manuel Bueno, mártir te alejó de la Iglesia, pero en el texto es constante la tensión entre la razón y la fe. ¿Has llegado a alguna conclusión sobre este diálogo?
R: No me gusta mucho llegar a conclusiones. Esto es una novela porque yo no llego a conclusiones. Los novelistas trabajamos sin conclusiones. Quien puede llegar a conclusiones es el lector. Los novelistas trabajamos con la ambigüedad, con la ironía. La ironía es una forma de ambigüedad. Don Quijote está loco y no está loco al mismo tiempo. Es ridículo y es trágico. Tienes toda la razón, hay una tensión, hay una discusión con diversas personas o diversos personajes —todos reales— sobre el asunto. Y para mí, si tengo que sacar una conclusión, es una conclusión provisional, tentativa, que puede cambiar en cualquier momento. Pero hay una cosa muy importante: Yo sigo sin creer que a la fe se llega con la razón. Creo que eso lo pensaba Santo Tomás, en fin, mucha gente por ahí, ¿verdad?
P: Sí, seguro. Hasta por cinco vías.
R: Al final del libro, si recuerdas, yo le digo al papa: "El cardenal Tolentino y yo hemos llegado a un acuerdo y pensamos que la fe es como una intuición, es decir, como la intuición poética". Y el papa dice: "No, es un don".
P: Es que es un don.
R: Pero yo creo que las dos cosas son complementarias, si no la misma. Porque la intuición poética también es un don. En cualquier caso, no es algo ni racional ni voluntario. Yo no veo la manera de llegar racionalmente a eso, ni veo tampoco la manera de llegar voluntariamente a eso.
P: Sí, es que hay algo más.
R: ¡Claro! Hay algo que lo tienes o no lo tienes. Yo no puedo tener una intuición poética porque tengo ganas y tengo que escribir un poema y voy a tener una intuición poética. No.
P: Uno no se puede puede enamorar obligatoriamente.
R: Exactamente. Esa es otra manera de decirlo. Exactamente. Tú te enamoras o no te enamoras. Ya puede ser muy guapa, pero si no te enamoras, pues no te enamoras.
P: Es la chispa. La chispa de la fe.
R: Ahí hay algo. Algo que no es voluntario. Yo envidiaba a mi madre por su fe. La fuerza que tenía mi madre, y la energía, y las seguridades, y la serenidad que a mi madre le daba la fe. Como de hecho lo admiro en el caso de los misioneros. Pero yo no puedo decir: "¿Sabes qué? Como esto me da mucha seguridad y me da mucha tranquilidad y además me da mucha fuerza y me da un 'superpoder', pues entonces lo voy a hacer". No, eso no funciona así. O lo tienes, o no lo tienes. Yo no veo la manera de llegar mediante la razón a la fe. No lo veo.
El académico y escritor afincado en Cataluña, Javier Cercas. MARTA CALVO
Un libro religioso en una sociedad con fobia a la Iglesia
P: Sorprende que hayas aceptado este reto del Vaticano y sorprende que la editorial te haya apoyado en la publicación de un libro que, en gran medida, es religioso. Más que nada porque en España la educación religiosa está muy contaminada y es cada vez más escasa.
R: El problema es que son siglos de uno de los peores vicios y pecados de la Iglesia que es el constantinismo, es decir, la unión de la Iglesia con el poder. Eso para la Iglesia ha sido desastroso. Y la prueba es que en los lugares donde hay mayor rechazo a la Iglesia es donde más constantinismo se ha producido. Esto es un hecho. En España podemos incluso usar la palabra fobia, por parte de mucha gente, a la Iglesia. Y esto se explica por motivos históricos. Te lo digo a ti que eres periodista y teólogo español, ¿eres sacerdote?
P: No.
R: Bueno, si fueras sacerdote te lo diría igual, porque tengo que dialogar con el obispo de Burgos.
P: ¿Con Mario Iceta? Le das recuerdos porque llevo un año intentando hablar con él y no me conceden audiencia.
R: ¡Qué barbaridad! Bueno, pues yo tengo una discusión con él —estoy encantado de discutir con él— y le voy a decir lo mismo, que la fobia a la Iglesia en España se debe a que hemos conocido una Iglesia con todos los vicios posibles: el clericalismo, el constantinismo... Ojalá hubiesen sido solo 39 años de franquismo, que lo han sido y de los peores. En España, cuando se habla de religión, se cree que es catequesis.
P: Eso es.
R: Lo que deberían hacer los colegios es enseñar religión en el sentido cultural de la palabra. Tú no puedes entender ni el arte, ni la filosofía, ni la política, ni nada de Occidente, sin el cristianismo. Es imposible. Tú me has preguntado ¿te sorprende que yo aceptase una cosa así? Permíteme que te diga que para mí lo increíble sería rechazar una cosa así.
P: También es verdad.
R: Es totalmente increíble. ¿Por qué? Primero, porque es una oportunidad única. Nunca el Vaticano había ofrecido a un escritor la posibilidad de abrir sus puertas y dejarle entrar ahí, preguntar, hablar, discutir, acompañar al papa, etcétera, etcétera. Eso nunca había ocurrido. ¿Y cómo voy a rechazar una oportunidad así? Si resulta que la Iglesia Católica ha sido una institución absolutamente fundamental para entender dos mil años de historia en Occidente. Absolutamente fundamental quiere decir absolutamente fundamental. Desde todos los puntos de vista: político, cultural, ético... Te pongas como te pongas, desde todos los puntos de vista, ha sido fundamental.
El secreto de dos mil años de Historia
P: El amigo del que te hablaba antes dice que el secreto de la Iglesia consiste en predicar una cosa y su contraria: Dios y hombre, Virgen y madre, local y universal, santa y pecadora...
R: El secreto de una institución que dura dos mil años es misterioso. Efectivamente todas las demás han caído. Los imperios que iban a ser eternos, como el Imperio Romano, todos han caído excepto la Iglesia. ¿Cuál es el secreto de su perduración? No creo que sea uno solo. Pero hay uno que para mí es fundamental y que está en el corazón de este libro. No por motivos teológicos. Es verdad que en este libro se habla de teología y de muchas cosas, pero este libro surge de una cuestión personal, íntima, que es el hecho de que mi madre era una persona profundamente creyente. En algún momento del libro se dice que, comparado con la fe de mi madre, la del papa Francisco era más bien dubitativa, ¿verdad? (risas). Es un chiste sacrílego que me permito, como muchos otros, porque este es un libro lleno de sentido del humor.
“Voy hasta el fin del mundo (Mongolia) para preguntarle al loco de Dios (Francisco) si mi madre iba a ver a mi padre después de la muerte“
Mi madre, cuando mi padre se muere, dice que va a verlo después de la muerte como promete el cristianismo. Esto se olvida, incluso a veces hay católicos cristianos que lo olvidan. Esto es exactamente el corazón del cristianismo. Y por eso en todo el libro, cuando me hicieron esta propuesta, pensé en mi madre, pensé en que eso es lo que decía, que para ella era esencial, que iba a ver a mi padre después de la muerte. Y pensé que este libro tendría que tratar de lo que finalmente trata, de cómo un loco sin Dios, gente educada en el cristianismo que ha perdido la fe, va a buscar al loco de Dios, que es Francisco, obviamente, por Francisco de Asís que se llamaba a sí mismo el loco de Dios. Incluso hasta el fin del mundo, simbólicamente Mongolia. Y va a buscarlo para hacerle esa pregunta, para preguntarle si mi madre iba a ver a mi padre después de la muerte.
En el corazón de este libro hay un enigma, que es el enigma fundamental del cristianismo, y por lo tanto uno de los enigmas fundamentales de nuestra civilización, es decir, la resurrección de la carne y la vida eterna. ¿Sabes lo que distingue a los humanos? Que queremos perdurar. Que no nos queremos morir. Y en la Iglesia Católica, en el corazón del cristianismo, la victoria de Cristo es una victoria contra la muerte. Y eso supone una rebelión. Lo que distingue a los humanos es que queremos seguir viviendo, Que no nos queremos morir. Y eso tiene una potencia absolutamente brutal. Bueno, de hecho los griegos ya hablaban de eso pero el cristianismo lo reformula con una potencia salvaje.
P: Sí, es el kerigma, es el núcleo.
R: Es el núcleo. Eso es así, no lo digo yo, lo dice San Pablo: "Nosotros resucitaremos porque Cristo resucitó, y si Cristo no resucitó, vana es nuestra fe". Y eso tiene una potencia enorme, inigualable.
El humor en la novela y la alegría en la Iglesia
P: No puedo dejar de preguntarte por el humor y la alegría, otro de los aspectos que ha recuperado el papa Francisco para la Iglesia. Hablas de los agelastas, los que no saben reír, refiriéndote al ámbito de la Iglesia. También hablas de que te ha sorprendido "la vindicación papal de la ironía", después de tu inmersión vaticana y mongólica ¿ha cambiado tu opinión sobre la felicidad y la alegría en la Iglesia?
R: Déjame que te conteste con una pregunta. ¿Tú crees que los españoles asocian la Iglesia a la risa y a la alegría?
P: Absolutamente no.
R: ¡Bravo! Esa es la respuesta. Ya está todo dicho. Nosotros, por educación, por historia, asociamos la Iglesia a la tristeza, a la seriedad intimidante, al miedo a las calderas de Pedro Botero... Exactamente lo contrario.
P: Totalmente.
“Me encuentro con un papa que hace una reivindicación radical del sentido del humor“
R: Nadie asocia la alegría, el sentido del humor, las risas a la Iglesia. Este es un libro lleno de sentido del humor. Este es un libro lleno de risas. Es una de las cosas que más me han dicho: qué raro, un libro sobre la Iglesia donde te ríes, porque nadie asocia la iglesia ni el cristianismo a las risas, al pasarlo bien, al sexo, el rock and roll... ¿comprendes? a lo que la gente quiere. Esa es una de las catástrofes mayores de la Iglesia y del cristianismo. Yo voy al Vaticano con esta idea, que es la que todos tenemos. Hay una frase de Emil Cioran que resume esta idea. Dice el filósofo rumano que escribía en francés: "Toda religión es una cruzada contra el sentido del humor". Para mí eso es catastrófico, porque no hay literatura y no hay novela sin humor. Para mí el sentido del humor es una forma de la inteligencia, porque no existe la literatura, la novela, sin ironía, sin sentido del humor. El sentido del humor es lo más serio que existe. Y esto nos lo enseñó Cervantes y deberíamos tenerlo tatuado en la frente, pero no hay manera porque somos tontos. Y yo, que voy con esta frase de Cioran, me encuentro con un papa que hace una reivindicación radical del sentido del humor. Radical quiere decir radical.
P: Explícitamente en tu novela dices "al Santo Padre le gusta reírse, le gusta la gente que ríe".
R: Eso se lo digo a mi madre, me parece.
P: Sí, al final del libro. Y también le dices: "Francisco es simpático. Buena persona. Como Don Florián".
R: Bueno, eso se lo digo porque es mi madre, para que ella lo entienda (risas). Francisco es una persona, como intento explicar a lo largo del libro, mucho más compleja que eso. Vengo de Argentina, de Buenos Aires, y una cosa era el papa Bergoglio en Argentina y otra cosa era fuera de Argentina. Esto es muy importante. Para los argentinos, la visión que yo daba del papa era totalmente sorprendente. A ellos lo que más les sorprendía es que se riese tanto porque, cuando era arzobispo de Buenos Aires, era un hombre terriblemente serio, sombrío, que parecía que estaba enfadado. Cuando le vieron aparecer por vez primera en el balcón de la Basílica de San Pedro sonriendo, dijeron: ¿y este hombre quién es? (Risas y más risas). Yo tengo una explicación para eso y en el libro la doy: creo que estaba en el purgatorio.
Un papa 'profeta' capaz de 'leer el corazón'
P: Sí, sí. También hablas del lado autoritario de Bergoglio. Para terminar tengo dos preguntas sobre el papa Francisco. Dices que tenía cardiognosis, que es la capacidad de leer el corazón, y también que había gente que pensaba que era un profeta. ¿Lo crees después de los momentos que pudiste compartir con él?
R: Yo cuento que sus estudiantes lo decían.
P: Sí, sí. Y yo te pregunto si tú has notado algo de esto en él.
R: Yo lo dudo. Esto es una novela porque yo no saco conclusiones, que las saque el lector. Yo en estas cosas no creo. Por eso soy laico.
P: A tu madre en el libro le dices que eres "ateo y anticlerical, igual que Francisco".
R: Antes de Francisco era solo anticlerical. (Risas). No, eso hay que aclararlo.
P: Bueno, Francisco sólo es anticlerical.
R: Yo soy las dos cosas. Pero sí, esto eran cosas que se decían de él. Yo no tengo ninguna prueba de que eso sea así. Si yo fuera creyente, creería que el final de este libro es un pequeño milagro. Solamente lo digo. Y también te digo que si yo fuera creyente, diría que la suma de coincidencias que arman este libro son verdaderamente raras, desde el principio hasta el final. Desde que me hacen esta propuesta que no le habían hecho a nadie hasta el final que, como digo, me parece un pequeño milagro. E incluso hasta después del final. Porque este señor muere el lunes de Resurrección y muere, además, en vísperas del Día del Libro.
P: Tremendo.
R: Sí. Si te pones a pensarlo... yo en estas cosas no creo y tampoco tengo ninguna prueba de que fuera capaz de leer el corazón de la gente. Sus discípulos lo decían y quienes lo rodeaban lo decían. Yo me limito a constatar lo que ellos dicen y a decir que no tengo ninguna prueba de esto.
¿Y si lo imposible es cierto?
P: Y para terminar, dos frases impactantes de tu libro. La primera dice así: "¿Y si lo imposible es cierto?"
“El loco está desolado y es natural porque si Dios ha muerto, si Dios no existe, todo está permitido“
R: Esto es muy importante. Esto habría que explicarlo bien. Estamos ante una novela, no estamos ante un ensayo. El narrador de este libro es el loco sin Dios que soy yo, o más bien una versión de mí mismo, una declinación de mí mismo. Alguien que, como el loco de Nietzsche, ha perdido la fe. El loco de Nietzsche perdió la fe y no estaba contento. Es un hombre que sale a la calle con un farol encendido y va por las plazas gritando ¡Dios ha muerto, Dios ha muerto y nosotros le hemos matado! Y la gente cree que el loco está contento, pero no está contento. El loco está desolado y es natural porque si Dios ha muerto, si Dios no existe, todo está permitido. Como decía Iván Karamazov más o menos por la misma época. Porque si Dios ha muerto, la base, el fundamento de nuestra civilización, aquello que le daba sentido, ya no existe. ¿Y entonces qué hacemos? Gran parte del arte del siglo XX es una crónica de esa ausencia de Dios. Y en algunos casos es muy evidente: Kafka Berman...
En todo caso, el narrador de este libro, desde el principio siente esa ausencia de Dios porque yo la sentí cuando era adolescente. Yo perdí la fe y en cierto modo la sustituí por la literatura. Pero a lo largo del libro esa nostalgia se hace más patente y al final, cuando está con su madre, o sea, con mi madre, hablando de eso y mostrándole las imágenes del papa y hablando de cómo ella va escuchando la respuesta increíble que me da el papa a la pregunta fundamental, pues se pregunta eso: ¿y si lo imposible, es cierto? ¿Y si eso que pensamos que es imposible es verdad? No sólo como ha pensado mi madre o como han pensado algunas de las inteligencias más potentes de la historia. Ya no hablo de Santo Tomás y de San Agustín, hablo de Dante, hablo de Cervantes, hablo de Newton... de gente muy poco tonta (risas). ¿Y si eso es cierto? Ahí queda abierta la pregunta para el lector.
P: Me queda otra frase que pronuncia tu madre, cuya cara describes como "un laberinto indescifrable de arrugas", y que suena como un aldabonazo: "Ser humilde sale a cuenta".
“No entiendo como una mujer que estaba en esas circunstancias de salud, pudo decir esas frases tan increíblemente lúcidas“
R: Eso es increíble. Mi madre tenía Alzhéimer. Y esas palabras que suscribirían Jesucristo, Francisco de Asís, el papa Bergoglio y cualquier cristiano de verdad están en el corazón del cristianismo. Esas palabras las dijo mi madre en el último momento que estuvo lúcida. Yo no entendí eso. No entiendo cómo una mujer que estaba en esas circunstancias de salud, pudo decir esas frases tan increíblemente lúcidas. Y ese es su testamento para mí: "ser humilde sale a cuenta". Y es verdad. Es decir, la soberbia mata; la petulancia mata. Y mata también a los escritores. Yo soy escritor y tú has oído decir que los escritores tenemos que tener mucho ego. Eso es una mentira como una catedral. Cuanto más ego tiene un escritor, peor es. Y eso sirve para los escritores y sirve para todo el mundo. Yo lo creo profundamente. Esto no es una cuestión religiosa, es una verdad ética inapelable. Y mi madre lo dijo de manera inmejorable. Ser humilde sale a cuenta. Es verdad.
P: ¿Podríamos acabar la entrevista diciendo que el ser humilde sale a cuenta con toda seguridad?
R: (Silencio sorpresivo) Jajajajajajaja. Acabemos con esta carcajada.