La celebración de los 80 años del fin de la Segunda Guerra Mundial en Rusia, entre el mito y la propaganda
- Rusia conmemora este viernes el Día de la Victoria, el 80 aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial
- El Kremlin, según los expertos, utiliza el desfile como un acto propagandístico
Miles de botas pisan al unísono las baldosas de la plaza Roja de Moscú. Su ritmo se fusiona con el de los tambores y las trompetas comienzan a sonar. Bloques de uniformados con boinas de todos los colores se cuadran, inmóviles. Mientras tanto, dos coches descapotables se pasean entre las divisiones con sendos altos mandos rusos, que también practican el saludo militar, de pie sobre ellos, encaramados a la audiencia.
Todo se detiene y, en una tarima cercana, un hombre serio con traje, poco pelo, porte de teniente coronel, exmiembro del KGB, camina hacia un atril. Es Vladímir Putin, que se acerca a los micrófonos y habla durante unos minutos frente a sus generales, todos firmes y de pie a su espalda. Termina y, tras su discurso, cientos de vehículos militares –carros, tanques, lanzadores de misiles, misiles nucleares– comienzan a desfilar por la plaza Roja. Es 9 de mayo de cualquiera de los últimos años en Moscú.
Se trata del mayor desfile militar de uno de los países más militarizados del mundo. No es solo una muestra de fuerza, es, además, una herramienta de control. El catalizador del mito sobre el que orbita el relato ruso de la gloria.
La escena es "un acto, en sí, propagandístico", según Miguel Vázquez Liñán, investigador especializado en Teoría e Historia de la propaganda de la antigua Unión Soviética de la Universidad de Sevilla. Es, además, "un teatro de seguridad para mostrar su poderío, también, para recordar a la población que el Estado tiene el monopolio del poder, que no conviene rebelarse", destaca el profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona de Relaciones Internacionales y Seguridad Internacional Alessandro Demurtas.
La celebración copa todo el espacio mediático del país más grande del mundo. Durante varios días y con la presencia de varios líderes mundiales se conmemora el final de la Segunda Guerra Mundial, cuyo 80 aniversario se cumple este viernes.
La historia del día ruso de la victoria
El 30 de abril de 1945, Adolf Hitler se pegó un tiro junto a su mujer en un búnker alemán. La muerte del dictador marcó el principio del fin de la Segunda Guerra Mundial, pero pasaría al menos una semana hasta que la Alemania nazi rindiera los restos de su Ejército a las fuerzas aliadas. El armisticio se firmó –quejas soviéticas mediante– dos días diferentes, en dos ciudades diferentes y hoy se celebra, también, en fechas distintas en función del país.
Hubo muchos pequeños tratados de rendición a lo largo de los días, subraya el experto en Historia de las relaciones internacionales de la Universidad Pontificia Comillas, José Manuel Sáenz Rotko. El mayor de ellos debía darse en Reims, una ciudad francesa con representación de todos los países aliados, pero "el enlace soviético no pudo contactar con Moscú y firmó con una cláusula de necesidad de certificación del alto mando", añade.
La imagen de Alemania capitulando ante las fuerzas occidentales en Francia, sin una fuerte representación soviética, no era beneficiosa para la URSS, que había sufrido 20 de los 60 millones de muertos de la guerra. Stalin utilizó la cláusula de la firma para organizar su propio acto en Berlín. Aquel eco del tratado, que se firmó ante el mariscal del Ejército Rojo Georgi Zhúkov fue, según el experto, "más ostentoso". Celebraba por primera vez la victoria soviética sobre la Alemania nazi en lo que se convertiría en tradición, la efeméride por excelencia de la URSS y después de Rusia, el Día de la Victoria.
La construcción del ciudadano postsoviético y el enemigo común
La propaganda rusa orbita en torno al mito de la victoria. El término se refiere al triunfo del Ejército Rojo sobre la Alemania nazi, pero encierra mucho más. Para el relato ruso, es una victoria atemporal. Un logro pasado que trasciende hasta nuestros días y sirve de justificación para iniciar guerras, militarizar el Estado y, entre otras cosas, para que sus ciudadanos se presten a ser enviados (o a enviar a sus hijos, hermanos, padres) a morir en territorios remotos.
"Los rusos llevan años sin despegarse del recuerdo de la Segunda Guerra Mundial. Forma parte esencial de la Rusia bajo el dominio de Putin", cuenta Miguel Vázquez Liñán. "Es la misma guerra como ideología. Su propaganda no tiene un futuro esperanzador en el sentido de un beneficio para la ciudadanía. Lo que propone no es un Estado de bienestar, es la gloria de Rusia, identificada siempre como gloria militar", sentencia.
Soldados rusos posan en el desfile militar por el Día de la Victoria en Moscú, el 9 de mayo REUTERS/Shamil Zhumatov
La celebración del final de la Segunda Guerra Mundial es para Rusia, según el catedrático de Comunicación de la Universitat Pompeu Fabra Frederic Guerrero-Solé, un mega acontecimiento mediático. Copa todas las pantallas y es "todo lo que un ruso puede ver una o dos semanas antes y una semana después" del desfile. Vázquez Liñán dice, además, que "estos mensajes se alargan todo el año, no hay un solo día en que los telediarios rusos no mencionen, de una u otra forma, la Segunda Guerra Mundial".
El Kremlin utiliza todas las herramientas comunicativas disponibles. Desde documentales y películas históricas orientadas a la población de más edad hasta mensajes difundidos por redes sociales, superproducciones fílmicas y videojuegos dirigidos a los más jóvenes. Según Guerrero-Solé, las nuevas generaciones tienen una relevancia mayúscula: "El Estado busca una conexión con los jóvenes, que deben continuar con el relato, ya que, sin el enlace con ellos, el mito desaparece".
Y sobre su población construye otro mito, el del ciudadano postsoviético. Es lo que mantiene la articulación del Estado.
En los 17,1 millones de kilómetros cuadrados que ocupa el país más grande del mundo, sus 143 millones de habitantes están divididos en 160 etnias, que hablan unos 100 idiomas diferentes. Lo que los une, según el ideario ruso, es el mito patriótico que, según el catedrático, "es el punto de encuentro de toda Rusia, con sus enormes diferencias sociales, económicas y lingüísticas". Sirve, además, como legitimación de la guerra: "Se basa en la lógica de la construcción del ciudadano como un soldado, que es permanente. Los niños en la escuela hoy irán vestidos de militares", subraya Guerrero-Solé.
Viejos enemigos, paralelismos y nuevos objetivos
La victoria de Rusia necesita enemigos. No se fundamenta principalmente en el recuerdo de las víctimas, tampoco en la reconstrucción de Rusia o Europa, sino en la gloria y el triunfo militares, y esto solo puede darse cuando hay alguien que someter. El mito se construye, en primera instancia, alrededor de la Alemania nazi como adversario.
Pero el enemigo común, según Frederic Guerrero-Solé, muta constantemente: "Primero fue la Alemania nazi, después, los Estados Unidos, Afganistán, el propio comunismo… En definitiva, las fuerzas que, según la agenda del Kremlin, se oponen a la supervivencia del Estado ruso".
Los últimos 15 años, dice el experto, la maquinaria rusa ha fijado la mira en el "Occidente corrupto que, según ellos, quiere imponer principios, aspectos de carácter religioso, sexual… que son interpretados por el Estado ruso como una degeneración de la especie humana". En los últimos tiempos, la agenda rusa ha añadido en su discurso a Ucrania. De hecho, uno de sus argumentos con los que justificó la invasión de 2022 fue la necesidad de "desnazificar" el país. Según el académico, "Rusia siempre ha acusado a Ucrania de estar inspirada por el nazismo".
Para Vázquez Liñán, "se interpreta la guerra de Ucrania casi como una continuación de la Segunda Guerra Mundial, evidentemente, saltándose el pequeño detalle de que esta vez ellos son los que han invadido".
Rusia anunció el 28 de abril una tregua unilateral de 72 horas para conmemorar las celebraciones, pero no ha reducido sus ataques, según Ucrania. El presidente ucraniano, Volodomír Zelenski, exigió que esta se extendiera durante 30 días y llegó a advertir de que no podía "garantizar la seguridad de los asistentes" al evento en Moscú.
Soldados de multitud de países aliados de Rusia, entre los que destacan la guardia de honor del Ejército Popular de Liberación de China y tropas de Corea del Norte, han desfilado por la plaza Roja la mañana del viernes.
Según Alessandro Demurtas, "Putin nunca ha respetado este tipo de treguas". Los últimos días Kiev ha lanzado cientos de drones a territorio ruso y algunos de ellos, que impactaron en la capital, llegaron a obligar a cerrar cuatro aeropuertos moscovitas.
Al desfile militar han acudido líderes mundiales de 29 Estados, entre ellos, el presidente chino, Xi Jinping, en Moscú desde el miércoles. Para Demurtas, "Putin se está viendo muy expuesto, muy débil", ya que, "cuando invitas a jefes de Estado, tienes que asegurar seguridad".
* Antxon Gómez Landajuela es alumno del máster de Reporterismo Internacional de la UAH con el Instituto de RTVE. Este artículo ha sido supervisado por la redactora jefa de internacional, Paloma de Salas.