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Entrevista

Pilar Requena, directora de Documentos TV: "Alemania tiene que situarse en el mundo y saber que es fundamental"

  • Excorresponsal en Alemania y periodista de investigación publica Populismo Pardo: el auge de la extrema derecha
  • El gran reto de Alemania es "demostrar que pueden acabar con la extrema derecha o reducirla"
Pilar Requena, directora de Documentos TV: "Alemania tiene que situarse en el mundo y saber que es fundamental" (ambos deben ser el mimo)
Pilar Requena muestra su libro "Populismo Pardo: El auge de la extrema derecha en Alemania” RTVE
ADRIÁN ROMERO

El pasado 25 de marzo, Alemania inauguró una insólita legislatura en el Bundestag. Con 152 escaños, la formación de extrema derecha, Alternativa para Alemania (AfD), consolidada su mayor representación parlamentaria desde su creación en 2013. El partido es actualmente la segunda fuerza política y principal grupo de la oposición.

Pese a su ascenso, su influencia legislativa seguirá limitada por el "cordón sanitario" de los partidos tradicionales. Algo que no ha impedido en los últimos meses pliegues a sus exigencias en temas migratorios, en especial por parte de los conservadores de la CDU. Una posición que acrecienta las dudas sobre la supervivencia de este "cerco" a la ultraderecha.

La periodista de investigación, ex corresponsal de Alemania para RTVE y actual directora del programa Documentos TV, Pilar Requena del Río, publica el libro Populismo Pardo: el auge de la extrema derecha, editado por Catarata. Una radiografía de los movimientos ultras en Alemania desde la caída del muro hasta las elecciones federales de este año, y en la que Requena lanza una advertencia sobre la presencia de extremismos no solo en el motor de la economía europea, también en el resto del continente.

PREGUNTA: En su libro analiza cómo el proceso de desnazificación se abordó de manera muy distinta en las dos Alemanias. En el Oeste, hubo un reconocimiento de los crímenes del Tercer Reich bajo el lema "nunca más". En el Este, el régimen se limitó a purgar a funcionarios y militares nazis, sin una revisión histórica. ¿En la República Democrática Alemana (RDA), la extrema derecha quedó en estado de latencia al no abordarse su erradicación?

RESPUESTA: En la RDA no hubo realmente ninguna desnazificación. Sus habitantes eran antifascistas por decreto ley: no se planteaban que hubiesen hecho nada malo. A su juicio, los que habían sido nazis y había que desnazificar eran los del otro lado. De hecho, el nazismo no se estudió hasta los años 70; mucho menos el Holocausto.

El aparato estatal del Este daba por hecho que no había neonazis, o los ignoraba. Se limitaban a señalar la existencia de una parte de la juventud que, más que nada, se significaba contra el Muro de Berlín, pese a que parte de su indumentaria ya empezaba a adoptar simbología nazi. Y los que acababan en la cárcel, en su mayoría por protestar contra contra dicho muro, se encontraban allí con antiguos miembros del partido nazi que estaban purgando la pena. Cuando cumplían su pena, esos mismos jóvenes salían radicalizados.

P: ¿Pudo ser que el aparato comunista de la RDA minimizara la importancia de la extrema derecha porque su principal prioridad era la lucha contra los movimientos liberales del oeste?

R: Por supuesto. Para ellos, ni había fascismo ni nazismo. Era el pasado, y declaraban que no tenían nada que ver con eso, o no les preocupaba. A su juicio, esos neonazis eran simplemente jóvenes que se habían desviado del sistema.

Es cierto que no podemos hablar de un movimiento neonazi masivo en el Este. Había grupúsculos que estaban creciendo, pero que se podían haber atajado. El problema es que no lo hicieron, y cuando cayó el muro vieron la posibilidad de controlar las calles y comenzaron a juntarse con la extrema derecha del oeste. Y les salió bien, porque algunos de esos grupos entraron como partidos en algunos parlamentos regionales. Incluso llegaron a tener "zonas prohibidas", es decir, lugares donde extranjeros o personas racializadas corrían un grave riesgo si pasaban por ellos.

Además, tenemos el problema de la convivencia en el Este. Con la reunificación, llegan muchos extranjeros a una sociedad, hasta ese momento, homogénea. De ahí su reacción inicial de aplaudir los primeros ataques neonazis. Eso, sumado a la falta de una revisión histórica, medró los movimientos ultras.

P: Durante la reunificación, habla de cómo se invirtió "mucho en el hormigón y poco en la creación de una conciencia ciudadana" en el Este. ¿Por qué se priorizó la conciliación de la legislación y de la economía frente a los valores sociales? ¿Es, hasta cierto punto, consecuencia del modo de ser y actuar pragmático que solemos atribuir a los alemanes?

R: Ellos se plantearon que tenían que hacer una reunificación rápida y que, además, tenía que salir bien. Es verdad que los del Este querían una reunificación, de cualquier tipo. Pero se podía haber hecho de otra manera.

Siempre recordaré una frase del [excanciller alemán] Willy Brandt sobre lo que más le sorprendió del Este no fueron los edificios rotos, sino las "almas rotas". Los edificios los puedes reconstruir con facilidad, pero las almas rotas necesitan mucho trabajo, escucha y sobre todo, humanidad.

Esto también se lo dije al [exministro Federal de Asuntos Especiales] Wolfgang Schäuble en el año 2000: "Ustedes no han puesto corazón en la unificación, no han mandado un 'ejército' de asistentes sociales al Este. Es verdad que política y económicamente más o menos está saliendo bien, pero social y humanamente se os está yendo de las manos". Faltó darse cuenta de que, más allá de la economía y de la política, hay seres humanos que sufren, que se han quedado sin sus símbolos, su biografía. Personas que se han quedado sin su pasado en cuestión de un microsegundo, que fue lo que se tardó en pasar el 2 de octubre de 1990 al 3 de octubre, día de la reunificación alemana.

P: Vamos a cumplir 35 años desde la reunificación. ¿Los alemanes del Oeste siguen sin entender las implicaciones que tuvo la reunificación para sus hermanos del Este?

R: Sí van entendiéndolos. Desde hace unos años se habla y se escribe sobre el tema, aunque hay que hacer todavía mucha labor de política social. Los expertos hablan de que normalmente tienen que pasar el mismo número de años de vivir en sistemas distintos para que esa unificación se logre. Nos quedan aún cinco años de los 40 del sistema comunista, y eso si no tenemos en cuenta la suma de los otros 12 del Gobierno nazi.

Es algo que les cuesta mucho entender a mis amigos del Oeste. Cuando se enfadan, suelen culpar a los del Este, preguntan sobre cómo fue posible que vivieran así y no se rebelasen. Yo les respondo: "Si la frontera interalemana hubiera estado un poco más al oeste, a lo mejor hubieses terminado al otro lado. ¿Qué hubieras hecho entonces?". No todo el mundo tiene el valor de rebelarse, y es humano adaptarse a la situación e intentar conseguirte un nicho de vida, incluso en un totalitarismo. No somos quiénes para dar lecciones a nadie.

P: Seguramente ha visto alguna vez esas imágenes satelitales de Berlín donde se ve con claridad la división entre este y oeste en algo tan simple como la incandescencia de sus bombillas. Más blancas en el oeste, más anaranjadas en el este. ¿Aún se pueden ver esas divisiones entre los ciudadanos de un lado y otro del muro?

R: Creo que en las nuevas generaciones ya es muy difícil hallar esas diferencias. Todo se ha diluido: ahora mismo ni yo sería capaz de distinguirlos. Como tampoco podemos ver la división en Berlín, salvo los que sabemos por dónde discurrió el muro o si te metes en lo más profundo de la capital. Si no has vivido ahí, tienes que ir mirando los adoquines para saber dónde estaba.

Otro ejemplo: tú ya no distingues los diferentes olores entre un Berlín y otro. O las formas de vestir, como podías verlo en la [excanciller] Angela Merkel en los 90; con su típica indumentaria del Este de faldón y zapatillas. Incluso los jóvenes que emigraron al Oeste también se han mezclado, y esos mismos han transmitido a sus hijos la idea de unidad alemana. Lo que sucede es que, a veces, se dan resquemores y divisiones que saben aprovechar formaciones extremistas por la dejación que han hecho los partidos tradicionales.

P: La AfD, principal partido de ultraderecha con representación en el Bundestag, ya no es marginal; tiene 152 escaños y es la principal fuerza de la oposición. ¿Es la AfD un síntoma de ese fracaso sociopolítico de la reunificación?

R: La AfD nace como un partido antieuro y anti Unión Europea que, tras el batacazo parlamentario del 2014, ve el cielo abierto con la crisis de los refugiados del 2015. Tras 16 años de estabilidad de Merkel, sin que se hubieran hecho muchas de las reformas necesarias en el país, se creó un caldo de cultivo para que, aquellos de la AfD que se habían radicalizado, supieran leer lo que llamo "crisis vital de los alemanes". Esa crisis sobre hacia dónde va el país, por qué nos hemos estancado, por qué ya no exportamos, por qué nuestras infraestructuras están tan abandonadas...

El alemán, de por sí, es muy inconformista, lo que yo llamo meckern (del alemán, "quejarse"). Es también su espíritu por intentar seguir adelante, ser mejor. Pero eso termina provocando a veces una crisis vital que lleva a unos resultados electorales que pueden sorprender e incluso asustar.

De por sí, los alemanes votan para que los partidos se pongan de acuerdo; a veces se lo ponen más fácil y otras más difícil. En cualquier caso, lo que quieren es que saquen adelante la coalición bajo advertencia de que, si no lo consiguen, no les volverán a votar, o acabarán convirtiendo el susto en la muerte de la democracia. Eso es lo que acaban de decirles al partido socialdemócrata y a la CDU, y yo creo que han aprendido la lección. Es decir, entienden que Alemania tiene que situarse en el mundo y que es fundamental para el mundo.

P: Hace unos años, cuando la extrema derecha comenzaba a asomar en Europa, distinguíamos entre aquellos países que ya contaban con representación de estos grupos y los que no. Ahora hay una situación en la que la práctica totalidad de países de la UE tienen, en mayor o menor medida, representación ultra en sus parlamentos. Alemania tiene por delante formar un Gobierno, con la extrema derecha como principal grupo opositor. ¿Está el motor de Europa obligado a dar ejemplo al resto del continente?

R: El gran reto de Alemania es demostrar que pueden acabar con la extrema derecha o al menos reducirla. Hay que aceptar que siempre habrá un mínimo de personas que votarán a grupos ultra. Lo que no pueden es controlar ni al Estado ni a la sociedad. Alemania tiene ahora la obligación de ser un ejemplo para los demás, porque tiene su pasado, se mira en ese espejo y sabe que debe hacerlo. Entienden que no pueden repetirlo, y no quieren hacerlo.

La próxima coalición en Alemania puede salir como esa "gran coalición" que consiga devolver la confianza a la ciudadanía (...) o puede terminar siendo una pequeña coalición que remate definitivamente al país.

Han demostrado muchas veces que pueden lograr su cometido. Tienen un sistema con los suficientes resortes para mantenerlo controlado, pero no pueden cometer errores. Ya lograron su cometido el 9 de de noviembre de 1989 con la caída del Muro de Berlín. En el 2015 también lo hicieron al dejar la puerta abierta a los refugiados cuando los demás la cerramos. Ahí demostraron que la Estatua de la Libertad estaba en Alemania; en el ejército de voluntarios que se volcaron; en una sociedad que se moviliza.

La próxima coalición en Alemania puede salir como esa "gran coalición" que consiga devolver la confianza a la ciudadanía, acabando con la intolerancia y los extremismos. O puede terminar siendo una pequeña coalición que remate definitivamente el país. Pero ese deber, esa labor que tienen, en realidad la tiene toda Europa.