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Coronación de Carlos III

La historia de las coronaciones británicas, una tradición milenaria que aúna el pasado, presente y futuro

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El arzobispo de Canterbuy le coloca la corona al Rey Jorge IV en 1821
El arzobispo de Canterbuy le coloca la corona al Rey Jorge IV en 1821

"Una coronación representa un 'reinicio' para la monarquía y, en cierta medida, para la nación". En virtud de esta afirmación, el Reino Unido cerrará este 6 de mayo una etapa de 70 años desde la coronación de Isabel II, y su hijo Carlos III debe ahora prestar el juramento para "establecer los términos o condiciones para la asunción de la realeza", explica el doctor en Historia Moderna del King's College London, David Crankshaw. Un acto a priori simple que se envuelve en una engalanada ceremonia desde hace más de 1.000 años.

Reino Unido es uno de los países que más respetan sus tradiciones, por lo que no sorprende que sea la única monarquía europea que siga realizando esta ceremonia. De hecho, siempre han utilizado la figura de su monarca, jefe tanto del Estado como de la Iglesia anglicana, para diferenciarse del resto. "Dado que el acontecimiento reúne a la Corona, la Iglesia y el pueblo, nos permite reflexionar sobre qué valores fundamentales, como sociedad, deseamos afirmar y hacia dónde, como país, nos dirigimos", señala Crankshaw.

Pero, ¿es necesaria la ceremonia de coronación en una democracia secular moderna como Reino Unido? "Es innecesaria, Carlos III ya es rey y se trata de la Iglesia de Inglaterra reafirmando su superioridad sobre todos nosotros", opina Stephen Evans, de la Sociedad Nacional Secular de Reino Unido, en declaraciones a TVE.

Ante este argumento, los defensores de la tradición argumentan que la coronación es la oportunidad que tiene el rey de conectar con el poder del pasado y dar forma a su futuro, realizando el juramento ante el arzobispo de Canterbury y los asistentes a la abadía de Westminster. "Se trata de una serie de promesas en forma de preguntas y respuestas rematadas por el juramento", explica Crankshaw. "Encarna el compromiso de respetar la ley y administrar la justicia con misericordia", resalta.

"La monarquía es consustancial al pueblo británico", recuerda el doctor en Historia Contemporánea y profesor invitado en la Universidad de la Sorbona, Zorann Petrovici. "La coronación va a ser la escenificación solemnísima y llena de majestad y de pompa de la unión entre el monarca y su pueblo y entre el pueblo y su monarca", señala.

Este año, además, será la primera coronación que represente la diversidad religiosa existente en la actualidad, cuando Carlos III se comprometa como "defensor de la fe, más que el de una fe en particular", destaca Crankshaw.

Un compromiso que, en cambio, para muchos se traduce en un estipendio demasiado elevado.

Entre el lujo y la solemnidad

Cada coronación viene inmediatamente marcada por la anterior, y la que tendrá lugar el próximo 6 de mayo tiene un precedente ya muy lejano, pero muy recordado por diferentes motivos. La coronación de Isabel II el 2 de junio de 1953 fue la primera en ser televisada, por lo que una ceremonia tan detallada paso por paso por fin pudo ser vista por millones de personas, más allá de las privilegiadas que accedían a la abadía de Westminster.

Si este cambio de paradigma no resulta suficiente para quedar marcada en la historia, la de Isabel II fue la más cara de las siete últimas coronaciones, con 28.464.243 libras en valores de 2017, según las estimaciones del historiador Roy Strong. Un gasto que rompió con la tendencia que se había implantado en el siglo XIX, después de que Jorge IV celebrara en 1821 la coronación más extravagante jamás organizada.

Con un gasto de 13.682.103 libras en valores de 2017, sus sucesores decidieron reducir los costes aboliendo varios aspectos tradicionales que el monarca engalanó en exceso. De hecho, su hermano y sucesor, Guillermo VI, veía innecesaria la ceremonia y la redujo al máximo, eliminando el banquete de coronación, el ritual del campeón del rey y un sinfín de pequeñas acciones relacionadas con la tenencia de la tierra que ya no han vuelto a realizarse. Se conoce como la 'media coronación'.

Es lógico que quien asuma el gasto sea el Estado, como en las elecciones en una república

De nuevo con la vista en el presente, Petrovici tiene claro que la coronación es una ceremonia de Estado. "Es lógico que quien asuma el gasto sea el Estado, como en las elecciones en una república. No podemos pretender que el gasto de las elecciones lo asuman los candidatos a las mismas".

El doctor en Historia Contemporánea lo compara con el caso de Francia: "Después de la elección de un nuevo presidente, también hay una ceremonia en la que se imponen una serie de símbolos como el máximo representante de la nación y luego se sale por los Campos Elíseos a desfilar".

La última coronación fallida

El estereotipo del perfeccionismo inglés en esta serie de actos oficiales puede hacer creer que las coronaciones siempre han seguido un guion impecable. Sin embargo, la historia no lo refleja así. El 28 de junio de 1838, la coronación de la reina Victoria marcó un precedente por una serie de percances que intentarían no volver a cometer en el futuro.

La ceremonia se realizó sin ensayos previos, tanto es así que con solo 18 años, la nueva monarca parecía la mejor preparada. Su anillo de coronación fue diseñado por error para el dedo meñique, lo que obligó al arzobispo de Canterbury a colocárselo de forma apretada en el dedo anular. Tanto es así que para quitárselo, la reina tuvo que meter la mano en agua fría durante horas.

Una vez coronada, el anciano lord Rolle se cayó por la escalinata cuando iba a rendirle homenaje. Victoria se levantó para ayudarle, en lo que quedó como un gesto de gentileza y bondad que marcó su reinado.

Debido a que durante el acto perdió unos papeles del discurso, el arzobispo también le llegó a decir a la reina que la ceremonia se había acabado cuando aún quedaban algunas partes por realizar. Por tanto, la reina, después de marcharse, tuvo que volver a su trono para finalizar el acto de coronación.

Por favor, dígame qué debo hacer, porque ellos no lo saben

"Fue tal la confusión que la reina, en un momento dado, miró al deán de Westminster y le dijo algo así como 'por favor, dígame qué debo hacer, porque ellos no lo saben'", explica Petrovici. Sin embargo, Crankshaw argumenta que "¿dónde están las pruebas de que la gente de la época pensara que había fracasado? Las coronaciones son acontecimientos tan grandes y complejos que algo tiene que salir mal. Solo los perfeccionistas se enfadan y se quejan. Los participantes improvisan y siguen adelante".

En busca del protocolo perfecto

Aunque en 1382 se hizo el libro 'Liber Regalis' (Libro Real o Royal Book), un manuscrito iluminado, como guía para la organización de la coronación, cuya parte esencial sigue en vigor 600 años después, "realmente no había un código bien establecido de los pasos que se tienen que dar", señala Petrovici. Fue ya la coronación de Eduardo VII en 1902 la que definió el formato y el protocolo para las ceremonias actuales.

No obstante, los fallos han seguido ocurriendo, como el de colocar la corona al revés. En 1937, durante la coronación de Jorge VI, el arzobispo buscaba un trozo de cinta roja que había colocado como señal para saber qué parte tenía que ir delante y cuál detrás, y parece que o bien se le había caído ese trozo de cinta o como se quejó, alguien se lo había quitado, equivocándose en el momento de ponérsela al monarca.

En diez siglos, distintos aspectos han cambiado, pero los actos que permanecen son el reconocimiento al nuevo monarca una vez entra en la Abadía de Westminster, su juramento, la unción con el óleo consagrado, la investidura con el cetro y el anillo de la coronación, la colocación de la corona y el homenaje final de los allí presentes.

Durante la ceremonia, el monarca se coloca en la silla del rey Eduardo I, que contiene la Piedra del Destino. Desde su coronación en 1274, todos los reyes, ingleses primero y británicos después, se han coronado sobre esa silla, salvo en 1689, cuando fueron dos los monarcas coronados. María II aceptó que se tratara a su marido, el Príncipe de Orange, como Guillermo III, siendo así rey de pleno de derecho y no solo consorte. Por este motivo, hubo que crear una segunda silla de coronación, y comúnmente se habla de 38 coronaciones celebradas en Westminster, para 39 monarcas.

Elementos que desaparecerán

Zoran Petrovicci explica que las regalías, el conjunto de objetos que simbolizan los atributos del monarca (la mayoría de estos objetos antiquísimos) fueron en realidad destruidos durante la Revolución inglesa de 1649 por orden de Oliver Cromwell. "La única que perdura y que había sobrevivido a esa fundición es la cuchara en la que se vierte el óleo con el que luego va a ser ungido en el rey", detalla. El resto fueron hechos de nuevo para la coronación de Carlos II en 1661.

Estas regalías (el cetro, el anillo, la corona...), también se usarán en la coronación de Carlos III. Sin embargo, un cambio importante será el uso de la carroza durante lo que se conoce como 'procesión del rey' (del Palacio de Buckingham hasta Westminster). Carlos III y Camila prescindirán en este trayecto de la suntuosa carroza 'Gold State', la cual se viene empleando desde 1831. Quedará relegada para la 'procesión de la coronación', ya en el camino de vuelta.

Además de esta variación, "los aristócratas británicos no van a poder utilizar los ropajes de coronación, las capas de armiño, las coronas que ellos habían heredado de generación en generación y que además habían estandarizado para la coronación a partir del siglo XVII", explica Petrovicci.

Otro elemento novedoso será que Andrew Lloyd Webber y Patrick Doyle sean los encargados de poner música a la ceremonia, en un intento por modernizar este apartado de la coronación.

Está por ver si incluyen las piezas de Händel 'Zadok the Priest' y el arreglo de 'I was glad' de Hubert Parry, que se han tocado en este acto desde 1727 y 1902 respectivamente.

Andrew Lloyd Webber escribirá el himno de la coronación de Carlos III

Un juramento cada vez más abierto al mundo

Una de las cosas que más ha cambiado en todo este tiempo ha sido la fórmula del juramento. Este se ha ido adaptando a la realidad política, muy influenciada a menudo por la cuestión religiosa de cada momento. Un momento decisivo en este sentido fue la Revolución Gloriosa de 1688, en la que se derrocó a Jacobo VII de Escocia y II de Inglaterra, quien al ser católico solo fue coronado en Westminster y no prestó juramento escocés. El Parlamento ofreció entonces el trono a su hija María II y su marido Guillermo de Orange, protestantes, instituyendo un único juramento que explicitase el mantenimiento de la Religión protestante reformada, establecida por la ley, explica Petrovicci. Desde entonces quedó recogido que ningún monarca católico podría reinar en Escocia.

Como en 1707 se produjo la unión de los dos reinos, en adelante solo habría una única fórmula de juramento, y en 1714, Jorge I cambió el término 'este reino de Inglaterra' por el de 'este reino de Gran Bretaña', que a su vez se cambiaría en 1821 por Jorge IV por la de 'el Reino Unido', para reflejar la unión con Irlanda de 1801.

Estas incorporaciones se reflejaron también en los miembros que fueron invitados a tomar parte en la procesión, los pares de Irlanda. Y esto se seguiría desarrollando conforme se fueron incluyendo otros dominios que iban accediendo a la Commonwealth (Canadá, Sudáfrica, Nueva Zeland, etc.).

La situación de los dominios volvió a modificar la fórmula del juramento en la coronación de Jorge VI para hacer referencia a las consecuencias de co-equidad introducidas por el Estatuto de Westminster de 1931. Y en la coronación de Isabel II volvió a modificarse, debido a la independencia de la India y la salida de Irlanda de la Commonwealth a finales de los 40.

Cómo pasar a la historia

Establecer ese vínculo, ese nexo entre la tradición y la vanguardia

Carlos III será el 40º monarca en coronarse en la Abadía de Westminster. Un acto que vuelve a remarcar la diferencia del Reino Unido con el resto de países europeos, tanto repúblicas como monarquías. "El monarca sirve para aunar el pasado, el presente y el futuro", destaca Petrovicci, quien ve esencial la ceremonia de coronación "para establecer ese vínculo, ese nexo entre la tradición y la vanguardia".

Con respecto a la coronación de su madre, la cermonia del nuevo monarca reunirá a 6.000 personas menos en Westminster, aunque con más comunidades religiosas y sociales representadas que entonces. "Será de menor escala que las anteriores. Si una coronación reducida presagia una monarquía reducida, entonces el acontecimineto será importante", concluye David Crankshaw.