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En la ruta nuclear (II)

Alemania: la locomotora europea se replantea su histórico 'no' a la energía nuclear

  • Berlín ha retrasado cuatro meses el cierre de sus últimas tres centrales, previsto inicialmente para el final de este 2022
  • La fuerte expansión de las renovables ha sustituido hasta ahora la electricidad que generaba la nuclear
  • RTVE.es viaja a Alemania, Francia y Suiza para conocer a fondo este debate. Esta es la segunda entrega de la serie.

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Carteles a favor y en contra de la nuclear en una manifestación en Múnich, Alemania
Carteles a favor y en contra de la nuclear en una manifestación en Múnich, Alemania

Cuando el reactor nuclear de Chernóbil estalló en 1988, no solo contaminó un área de cientos de kilómetros alrededor. La nube radioactiva llegó hasta Alemania, donde la lluvia tóxica arruinó cultivos y jardines, e instaló el miedo nuclear en toda una generación. Aquel momento supuso un punto de inflexión en un país que había apostado por esta prometedora energía en las décadas anteriores.

A partir de entonces, la opinión pública comenzó a rechazar masivamente el uso de esta energía. Del movimiento antinuclear nacieron Los Verdes, ahora parte de la coalición de gobierno, aunque el consenso contra esta energía abarca también a socialdemócratas y en parte a los conservadores. En las últimas décadas, gobiernos de varios colores han ido estableciendo un calendario para el apagón atómico. De los 33 reactores que había en el país en 1977, actualmente solo se mantienen en funcionamiento tres centrales, y la energía atómica pasó de producir el 20% de la electricidad a generar tan solo un 5%.

Desde la década de 1960, Alemania decidió apostar por la nuclear y su promesa de energía barata. Hasta 1976 había 33 centrales operativas.

El accidente de Chernóbil en 1986, cuya nube radioactiva afectó directamente a Alemania, enfrió el entusiasmo por la nuclear y aceleró el cierre de 14 centrales.

Tras el desastre de Fukushima, en 2011 el Gobierno alemán decidió abandonar el uso de energía nuclear. Ese año se cerraron 8 reactores.

Actualmente quedan tres operativas. Una de ellas, Emsland, cerrará a final de este año, mientras que el Gobierno ha alargado al menos hasta el próximo abril la vida útil de las dos centrales situadas en el sur debido a la actual crisis energética.

Fue otro accidente nuclear, el de Fukushima en 2011, el que impulsó a la entonces canciller Angela Merkel a decretar el cierre total y ordenado de todas las plantas, un "giro de 180 grados" respecto a la tradicional política pronuclear de su partido, el democristiano, según explica Rainer Baake, arquitecto del cierre nuclear germano, en un encuentro con periodistas internacionales en Stuttgart.

El calendario decidido por Merkel establecía que a final de este 2022 cerrarían las tres últimas centrales activas en el país. Pero el estallido de la guerra en Ucrania y la consiguiente crisis energética han dado al traste con los planes de Alemania, un país hasta ahora muy dependiente de la energía proveniente de Rusia (de donde obtenía el 65% de su gas). El actual Gobierno ha retrasado el cierre de sus tres reactores hasta, al menos, abril del año que viene, para asegurar esta fuente de electricidad a lo largo de un invierno que se espera duro.

La postura pronuclear deja de ser un tabú

"La opinión general sigue rechazando mayoritariamente la energía nuclear", asegura Baake. Sin embargo, la postura pronuclear ha dejado de ser un tabú y cada vez son más quienes se cuestionan si mantener el cierre programado de las últimas centrales es una decisión oportuna en medio de una crisis como la actual. Para Berlín, es la tormenta perfecta: está obligada a buscar nuevos proveedores de gas e intensificar su transición a las renovables al mismo tiempo en que también abandona el carbón.

El excandidato del conservador CDU en las últimas elecciones, Armin Laschet, consideró que abandonar primero la nuclear y luego el carbón, como decidió su partido hace más de una década, fue una "senda equivocada". El carbón, la fuente de energía más contaminante y fuertemente arraigada en Alemania desde hace dos siglos, tiene su salida del mix energético prevista para 2038, aunque el nuevo Gobierno de socialdemócratas, verdes y liberales quiere adelantarlo a 2030. El único partido que se posiciona claramente a favor de la nuclear y pide incluso construir nuevos reactores es el ultraderechista Alternativa para Alemania.

También han criticado la decisión de mantener el apagón nuclear importantes empresarios, así como un grupo de académicos y ecologistas, que el año pasado se unieron en un manifiesto en el que advertían de que el país podría no alcanzar sus objetivos de reducción de emisiones si seguía adelante con el cierre de las centrales.

En cuanto a la población general, un sondeo reciente de la televisión pública ARD mostraba que un 40% de los encuestados estaba a favor de mantener la nuclear a largo plazo, mientras que el mismo porcentaje apoyaba alargar unos meses, como así ha ocurrido, la vida útil de las últimas centrales.

Para los defensores de seguir con los cierres previstos, hay otra opinión que cuenta mucho: la de las energéticas propietarias de las tres centrales activas. Ninguna de ellas quiere retrasar de nuevo el fin de esta energía, ya que llevan años preparándose económicamente para esta transición y para el desmantelamiento de las centrales.

Salir de la nuclear y "entrar" en las renovables

Alemania fue un país pionero entre los más desarrollados en decidir el adiós a la nuclear, pero también en apostar por las energías limpias. "No solo queríamos salir de la nuclear, sino también 'entrar' en las renovables", relata Baake. Él fue secretario de Estado de Medio Ambiente durante el gobierno de socialdemócratas y verdes entre 1998 y 2005, y como tal fue el encargado de diseñar el calendario de cierres de las centrales y de pactar con las eléctricas esta salida.

La estrategia tuvo éxito, y Alemania lideró la expansión de las renovables en la UE. Pasó de producir el 6,5% de su electricidad a partir de fuentes renovables en el 2000 a que este porcentaje se elevara hasta más del 40% el año pasado, empujada especialmente por el fuerte avance de la eólica (20%). En el mismo periodo, la nuclear pasó de cerca de un 30% a casi un 12%, mientras que el carbón también redujo su peso del 50% al 28% y el gas creció del 8,5% al 15%.

El reto, para Alemania, es garantizar el suministro para sus hogares y su potente industria a medida que la nuclear, pero también el carbón, vayan desapareciendo del mix. Pero más allá de la electricidad, la dificultad está en encontrar un sustituto para el gas que se utiliza para la industria -que debe al combustible barato proveniente de Rusia gran parte de su pujanza en los últimos años- y para la calefacción, y que no se puede cambiar fácilmente por energías renovables.

El corazón de la industria alemana mira con temor hacia el futuro

Mientras, en la industria miran con cierto temor a qué pasará durante este invierno -aunque no se esperan grandes problemas con los almacenes de gas llenos-, pero sobre todo en los siguientes. La preocupación está presente especialmente en lugares como Baden-Württemberg, uno de los estados más ricos e industrializados del país. Allí se ubican empresas como Mercedes, Porsche, Bosch, IBM o Hugo Boss, muchas de ellas electrointensivas y demandantes de una gran cantidad de energía.

Allí también funciona una de las tres plantas nucleares que cerrarán en abril del año que viene, la de Neckarwestheim. Su apagón dejará a este territorio sin una fuente importante de electricidad, admite Andre Baumann, secretario de energía de Baden-Württemberg en Stuttgart, la capital del estado. "No es fácil para el estado dejar atrás la nuclear. Aquí la transición energética no ha sido tan exitosa como se necesitaba por la actual crisis del gas", señala.

RTVE.es ha estado precisamente en Stuttgart para conocer de primera mano el debate sobre la nuclear en Europa. Esta es la segunda entrega de una serie en la que también se trata el supuesto "renacer" de esta energía en el continente, las razones de Francia por ahondar en su modelo opuesto al alemán y seguir construyendo centrales, y el problema de difícil solución de qué hacer con los residuos radioactivos.

En Alemania, la expansión de la eólica se ha concentrado en el norte, mientras los estados sureños, como este o Baviera, donde se ubica otra de las últimas centrales activas y donde también se concentra buena parte de la industria, son más dependientes de la nuclear y de los combustibles fósiles.

La solución, para Baumann, pasa por impulsar mucho más la implantación de la solar -en 2035 todos los edificios del estado estarán obligados a tener placas fotovoltaicas-, por reforzar la red eléctrica para poder traer del norte la energía que se produce ahí y también por construir más gasoductos desde otros países europeos, como España, Italia o Países Bajos. Para aquellos sectores que no se puedan electrificar con facilidad, la respuesta a largo plazo es el hidrógeno verde, que funciona de manera similar al gas pero se produce a partir de las renovables.

Más renovables y mejores interconexiones para asegurar la transición

Para los críticos con la nuclear, el hidrógeno verde será clave en el futuro, a pesar de que está todavía en una fase muy experimental, y está mucho más extendido el uso del hidrógeno gris, aquel que se consigue a partir de combustibles fósiles. Otra de las soluciones que aportan para las próximas décadas, en las que no habrá previsiblemente energía atómica ni la que proporciona el carbón en el mix, es la de intensificar las interconexiones dentro y fuera de Alemania.

Así, si el viento sopla en otras partes de Europa, como Dinamarca o Países Bajos, se podría traer la energía generada por molinos por cable, del mismo modo que ahora Alemania ha estado exportando al vecino francés sus excedentes energéticos, ya que en Francia la mitad de reactores están ahora mismo paralizados.

Los antinucleares insisten en los riesgos de esta energía, como los accidentes. Esta fue la principal razón por la que Baake apostó por el cierre nuclear a principios de este siglo. "El riesgo de accidente es muy pequeño, pero si ocurriera Alemania volvería a la Edad Media", alerta. Preguntado por qué en Francia no existe este miedo a un accidente, responde convencido: "Porque la nube radioactiva de Chernóbil se quedó en la frontera".

¿Es posible mantener las centrales actuales a largo plazo?

Si los próximos inviernos se prevén duros en el país, con los almacenes de gas cada vez más vacíos y sin la posibilidad de llenarlos con hidrocarburos rusos, los críticos con el cierre nuclear demandan alargar la vida útil de las centrales no solo cuatro meses, sino también a largo plazo.

Los defensores del apagón nuclear, sin embargo, responden que mantener una central activa no es tan fácil. Al tener previsto desde hace una década su cierre, las operadoras han dejado de llevar a cabo test de seguridad para esta posible extensión de la vida útil. "No podemos extender este plazo, sería una violación de la normativa de seguridad", asegura Baake. Además, las centrales solo tienen uranio para mantenerse durante un corto plazo, y al menos en Baden-Württemberg, no están dispuestos a comprar más, añade Baumann.

Reactivar reactores ya parados, otra de las medidas que reclaman desde el sector pronuclear, es "imposible", según el antiguo secretario de Estado, ya que estos han perdido su licencia de actividad, y recuperarla llevaría años. La última opción, la de construir nuevas centrales, es también inviable por su alto precio y el tiempo que lleva el proceso (los últimos reactores en Europa han tardado más de una década). "Incluso si quisiéramos construir una central nadie querría invertir", remata.