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En la ruta nuclear (I)

El "renacer" de la energía nuclear en Europa tras la guerra de Ucrania: ¿realidad o espejismo?

  • En las últimas dos décadas la producción nuclear y la construcción de nuevas centrales se ha estancado
  • Cada vez más voces piden retrasar el apagón atómico para garantizar el suministro en plena crisis energética
  • RTVE.es viaja a Alemania, Francia y Suiza para conocer a fondo este debate. Esta es la primera entrega de la serie.

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Central nuclear en Leibstadt, Suiza
Central nuclear en Leibstadt, Suiza

Hubo un tiempo en el que la nuclear estaba llamada a ser la salvación energética europea. En los años 70, en plena crisis del petróleo, gran parte del Viejo Continente apostó por esta fuente de electricidad aparentemente barata y segura. La fiebre atómica se enfrió, sin embargo, tras accidentes como el de Chernóbil, y a lo largo del siglo XXI la producción nuclear se ha estancado sin apenas centrales nuevas.

Así era al menos hasta el 24 de febrero de este año, cuando Rusia invadió Ucrania y trastocó todos los esquemas para Occidente, tanto a nivel de seguridad como de energía. Las sanciones a Moscú y la búsqueda acelerada de fuentes energéticas distintas para no depender de su gas han provocado que en muchos países europeos cada vez más voces se alcen para retrasar el apagón nuclear ya programado o, allá donde no hay un cierre previsto, para construir nuevos reactores.

En la primera situación está Alemania, el principal motor económico europeo. Sus tres últimas centrales, que proporcionan cerca de un 11% de la electricidad que se produce en el país, tenían previsto cerrar este 2022, pero la actual situación ha llevado a su Gobierno a retrasar al menos hasta el próximo abril esta desconexión. Francia representa el modelo opuesto. Sus 56 reactores generan dos tercios de la electricidad, y el presidente Emmanuel Macron ya ha prometido construir seis más para garantizar la independencia energética y la lucha contra el cambio climático.

RTVE.es ha viajado a estos dos países para conocer de primera mano las dos visiones contrarias en Europa respecto a esta energía, del cierre decidido por Berlín al "renacer" nuclear prometido por Macron. Esta es la primera de una serie de entregas en las que se abordarán estos modelos opuestos, además del debate candente alrededor de los residuos y del papel de la nuclear en un tablero geopolítico cada vez más incierto.

Solo tres nuevos reactores en los últimos 20 años

Más allá de los discursos a favor y en contra de esta energía, los datos muestran que Europa ha registrado un lento declive del peso de la nuclear en las décadas pasadas. A mitad de este año había 104 reactores activos en la Unión Europea (la mitad de ellos en Francia), lejos del máximo de 136 que se alcanzó en 1989, según el informe World Nuclear Industry Report 2022. Contando también países extracomunitarios como Reino Unido o Ucrania -ambos con un gran peso de esta energía-, hay en total 133 reactores activos, según la Organización Internacional de la Energía Atómica.

Su capacidad operativa lleva estancada dos décadas, pasando del máximo de 124 GW a los 100 actuales. En este tiempo, solo han comenzado a funcionar cuatro nuevos reactores en la UE: dos en la República Checa, uno en Rumanía, y el último en Finlandia. Este reactor, el Olkiluoto 3, proporcionó electricidad a la red por primera vez en marzo de este año, 12 años después de su previsible fecha de inicio, en 2009. Sin embargo, nuevos problemas en este reactor, el más potente de Europa, han retrasado indefinidamente que comience su producción regular.

"En la Unión Europea el estancamiento ha sido mucho más dramático" que en el resto del mundo, asegura Mycle Schneider, autor principal de este informe y consultor especializado en esta energía, durante un encuentro con periodistas internacionales en Stuttgart, Alemania.

¿Clave en la lucha climática o freno a las renovables?

Varios países europeos, liderados por Francia, están luchando para romper esta tendencia al estancamiento. La Comisión Europea ha propuesto, precisamente por la presión de esta coalición, etiquetar la energía nuclear como "verde", para así potenciar la inversión privada en esta tecnología baja en emisiones. La decisión no ha estado libre de polémica y un grupo de países, entre los que se encuentran España o Alemania, la han criticado duramente. Austria ha ido un paso más allá y ha llevado la nueva taxonomía europea a los tribunales.

La iniciativa de Bruselas busca usar la nuclear como energía de transición en el paso de un modelo basado en los combustibles fósiles a otro 100% renovable. Esta tecnología no emite CO₂ para crear electricidad, y la Agencia Internacional de la Energía calcula que ha evitado la emisión de 20,2 gigatoneladas de este gas a la atmósfera solo en la UE. Un informe de septiembre de este organismo señala que para alcanzar un escenario de cero emisiones "la nuclear necesita continuar su expansión para reducir la necesidad de combustibles fósiles", lo que debe ir a la par de "un aumento de la producción de las renovables".

En la misma línea se pronuncia Phuc-Vinh Nguyen, investigador sobre energía nuclear en el Instituto Jacques Delors de París. "La nuclear es solo una parte de la solución, tiene que estar diseñada para alcanzar los objetivos de reducción de emisiones junto a un mayor despliegue de las renovables", asegura. En Francia, sin embargo, el gran desarrollo de la nuclear ha frenado este necesario despliegue de la eólica o la solar, añade, ya que no se veían necesarias.

El cambio climático, además, condicionará la producción nuclear. Las centrales necesitan un flujo continuo de agua fría para refrigerar el reactor, por lo que se instalan cerca de ríos o del mar. Este verano, sin embargo, ya se ha visto cómo la falta de caudal de los ríos o su alta temperatura han llevado a algunos reactores en Francia a reducir la producción. "La escasez de agua es un asunto clave, pero que se suele subestimar", alerta Schneider, quien alude también a otros fenómenos que el calentamiento global hará más frecuentes e intensos, como tormentas e inundaciones, que pueden llevar a "situaciones peligrosas".

Más de la mitad de la producción en Ucrania, inexistente en Italia

A los riesgos de desastres naturales -como el tsunami que provocó el accidente de Fukushima- se añade el del terrorismo o el de un conflicto bélico, sigue Schneider. En las últimas semanas la central ucraniana de Zaporiyia ha sufrido cortes de suministro eléctrico y ataques en sus inmediaciones que han hecho saltar las alarmas. Se trata de la mayor planta de Europa, con seis reactores -España tiene siete en todo su territorio- y no es extraño que esté en este país.

Ucrania, después de Francia, el segundo país de Europa con mayor peso de la nuclear en su mix eléctrico (un 55%). Le siguen Eslovaquia (52%) y Bélgica (50%). Este último tenía programado su apagón nuclear en 2025, pero en medio de la crisis energética ha decidido alargar la vida útil de los que serían últimos dos reactores diez años más.

Otros países, como Reino Unido, han apostado por los pequeños reactores modulares (SMR, por sus siglas en inglés), que ocupan una décima parte de un reactor normal. Sus defensores, como los gobiernos conservadores primero de Boris Johnson y de Liz Truss después, arguyen que son más baratos y rápidos de construir que sus hermanos mayores, pero sus detractores advierten de que están todavía en una fase muy experimental y no hay aún ninguno en funcionamiento en el mundo.

En el lado contrario están los países que han desterrado definitivamente la nuclear, como Italia, que en 2011, tras el accidente de Japón, votó en un referéndum prohibir la construcción de nuevos reactores. En Austria, como en Alemania, existe un fuerte movimiento antinuclear que promovió también a un referéndum para prohibir la energía atómica y su único reactor nunca llegó a producir electricidad. Tampoco hay producción nuclear en Polonia, Portugal, Grecia o Irlanda.

Mientras, antiguos miembros de la órbita soviética como Eslovaquia, República Checa o Bulgaria todavía mantienen un peso importante de la nuclear en su mix por el gran impulso que se dio a esta energía en tiempos de la URSS.

¿Qué pasa en España?

Nuestro país se subió al barco nuclear durante el gran boom de los años 60 y 70, época de la que datan los diez reactores que se construyeron. La llegada al poder del PSOE y el incipiente movimiento ecologista y antinuclear llevaron al entonces presidente a promulgar una moratoria nuclear a partir de 1983.

Se paralizó la construcción de las centrales de Lemóniz I y II, en el País Vasco -víctima de una sangrienta campaña de atentados de ETA-, y Valdecaballeros I y II, en Extremadura. Para compensar a las eléctricas por las pérdidas millonarias que sufrieron al no ver amortizada su inversión, la factura eléctrica en los años siguientes incluyó un recargo y los usuarios terminaron pagando cerca de 5.000 millones de euros, que fueron a parar primordialmente a Iberdrola.

Desde 1997 no existe la moratoria nuclear, pero ningún Gobierno ha aprobado la construcción de nuevas centrales. Han cerrado tres: Vandellós I, José Cabrera y Santa María de Garoña. El fin de la actividad de esta planta burgalesa llevó consigo una batalla política cuando el PP hizo bandera de su mantenimiento incluso tras el fin de su vida útil de 40 años. Finalmente, las operadoras de la central, Endesa e Iberdrola, renunciaron a solicitar la renovación de su licencia y cerró definitivamente en 2013.

El calendario de cierre nuclear pactado entre el actual Gobierno y las eléctricas fija el cierre entre 2027 y 2035, año en el que previsiblemente se apagará la última planta, la de Trillo. El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, ha criticado este plan en la actual situación de crisis, y ha propuesto instalar pequeños reactores en las centrales ya existentes o alargar la vida útil de estas infraestructuras. Antes, Vox ya había reclamado reabrir Garoña. El Gobierno de Sánchez se mantiene aun así firme en su compromiso, y si nada cambia, España dirá adiós a esta energía en 2035.