Enlaces accesibilidad
África

La sequía agudiza la pobreza menstrual en África: "Todos los meses tengo la regla, pero no siempre tengo agua"

  • RTVE.es habla con mujeres en Mali y en Etiopía que exponen las dificultades en las que viven su regla
  • Recorren kilómetros para conseguir agua, su menstruación no es una prioridad: aún perviven al estigma y el tabú

Por
Amal, de diecisiete años, lleva un bidón de agua sin tratar de un grifo en las afueras de Juba en Sudán del Sur
Amal, de diecisiete años, lleva un bidón de agua sin tratar de un grifo en las afueras de Juba en Sudán del Sur

"Todos los meses tengo la regla, pero no siempre tengo agua". Es el testimonio de Mardiana Maiga, una joven de 26 años que atiende a RTVE.es desde Bamako (Mali), donde está estudiando en la Escuela de Profesionales de Salud la especialidad de comadrona. Es originaria de Tassiga, una pequeña aldea ubicada en la región de Gao, en el sureste del país.

Maiga ha heredado la pobreza menstrual, que no suelen utilizar compresas, támpax ni copa menstrual, ya que acostumbraban a emplear sus telas tradicionales o simplemente trapos de ropa vieja. El problema surge en los tiempos de sequía, pues la falta de agua les impide lavarlas y reutilizarlas. "La regla es sinónimo de agua", dice Maiga, mientras denuncia que su escasez impacta directamente sobre la vida de las mujeres. "Los días del periodo suponen un estrés para muchas mujeres que tienen que recorrer kilómetros para conseguir algo de agua", esgrime, y pone como ejemplo de esta realidad a sus hermanas y su madr,e que viven en la pequeña localidad ubicada en la frontera entre Mali y Níger.

Los días del periodo suponen un estrés para muchas mujeres que tienen que recorrer kilómetros para conseguir algo de agua

"El río no está lejos de casa, pero en los últimos años se está secando", expone. Y es que Mali es uno de los 20 países más sensibles al cambio climático, según el Índice de Adaptación Global de Notre Dame (ND-Gain). Los efectos de la sequía y el cambio climático están provocando, según Naciones Unidas, desplazamientos internos que amenazan con causar conflictos intracomunitarios, siendo las mujeres las primeras víctimas. En la región, las necesidades se disparan y convergen con múltiples crisis, entre ellos conflictos armados, pobreza extrema, inseguridad alimentaria o el calentamiento global.

Recorren kilómetros para conseguir agua

El 75% del Sahel es demasiado árido como para que los criadores de ganado puedan hacerse sedentarios. Estos se adaptan trasladándose con sus rebaños, según la disponibilidad de agua. La sed ha acelerado el éxodo rural hacia las grandes ciudades, la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) calcula que 2,5 millones de personas se han desplazado dentro de las fronteras de sus países en la última década debido a los conflictos.

Los ríos se están secando. El lago Chad, uno de los más extensos del mundo, ha perdido el 90% de su superficie. Baña las fronteras de Níger, Nigeria, Chad y Camerún, pero en las últimas cuatro décadas se ha convertido en un collage inmenso de charcas y extensiones de tierra seca. Por otro lado, en Malí las arenas del desierto del Sáhara está ganando terreno al Río Níger en su paso por Tassiga. Estos afluentes suelen ser cruciales para las mujeres. Un lugar no solo de reencuentros sino donde suelen pasar varias horas para lavar la ropa, los utensilios o bañarse ellas y a los más pequeños.

Mardiana Maiga, una joven de 26 años que vive en Mali

Mardiana Maiga, una joven de 26 años que vive en Mali Foto cedida por Mardiana Maiga

Maiga lamenta que en su localidad sean ellas las que tienen que caminar y cruzar hasta cinco pueblos para encontrarse con charco a lo largo del afluente. Además, la mayor parte del año está marchito, por lo que tienen menos recursos para lavar los paños que utilizan para la regla. "Ahora tenemos que usar y tirar". En estos trayectos las mujeres están más expuestas a la violencia. “Hay más riesgo de desprotección y de violencia. En el camino hay zonas donde no hay mucha gente, lo que se traduce en un aumento en los abusos sobre las niñas y las mujeres”, coincide Laure Anquez, especialista en agua y saneamiento en el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF).

Hay más riesgo de desprotección y de violencia. En el camino hay zonas donde no hay mucha gente, lo que se traduce en un aumento en los abusos sobre las niñas y las mujeres

"Tenemos miedo de caminar solas para buscar agua"

Mali arrastra una década de inseguridad provocada por los grupos armados y milicias por doquier. Los milicianos están en todas partes y las mujeres que van a por agua temen ser atacadas o violadas. "Tenemos miedo de caminar solas para buscar agua. Si raptan a una mujer, le obligan a casarse con uno de ellos y ya no puede divorciarse, tampoco está bien visto que tengan hijos fuera de matrimonio", añade la joven africana.

El Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNPFA) ha denunciado en varios informes los vínculos entre la sequía y diferentes tipos de violencia de género, afectando los derechos de las mujeres y las niñas. "Esto incluye aumentos en la violencia intrafamiliar o íntima, el matrimonio infantil y forzado, la violencia sexual, el abuso infantil, la explotación y el abuso sexual", explica James Okara Wanyama, coordinador humanitario de UNPFA en la región Somalí en el sur de Etiopía.

En esta zona del Cuerno de África las personas más afectadas por la sequía son los nómadas. "La poca cantidad de agua que encontramos la priorizamos para beber y cocinar en lugar de limpiar nuestro cuerpo y nuestros utensilios. No obtenemos suficiente agua para la higiene menstrual", explica a RTVE.es Esh Nur Ahmed, una mujer de 25 años que vive con su marido y sus cuatro hijos en un campo de desplazados internos en Shabelle, la región etíope de Somalí.

"Nosotras nunca somos la prioridad". Su testimonio resuena con el de otras tantas mujeres que viven en un campo de desplazados. "Yo era pastora, tenía mi ganado y vivía en medio del monte", relata. Su vida dependía de su propia producción, ya sea leche, carne o venta de ganado (cabras y ovejas) para el intercambio de alimentos y algunas otras tareas domésticas. Asegura que, tras cuatro temporadas de lluvia fallidas, sus pastos comenzaron a escasear y con ello todas sus cabras y ovejas empezaron a morir. "Esto nos ha obligado a emigrar para buscar comida y agua para los más pequeños", añade.

La sequía aumenta los casos de violencia de género

La ONU estima que 3,6 millones de cabezas de ganado murieron en Kenia y Etiopía. En las zonas más afectadas de Somalia, uno de cada tres animales ha muerto desde mediados de 2021. "Sabemos que esta situación está impactando en las mujeres y las adolescentes", asegura James Okara Wanyama. Por su parte, Laure Anquez, responsable de UNICEF que atiende a RTVE.es desde Etiopía, reconoce que en el Cuerno de África lo que se usa tradicionalmente son las telas, porque las lavan y las pueden reutilizar, y destaca que la respuesta humanitaria no siempre se adapta a las necesidades específicas de las mujeres.

"En los últimos años, hemos detectado que es mejor repartir las telas porque no utilizan las compresas", explica Laure Anquez. Además, en el reparto de agua tampoco se tiene en cuenta la cantidad que podrían necesitar las mujeres. “Los que acuden a recoger las ayudas son los hombres y los que exponen las necesidades también son ellos. Por eso tenemos que hacer un trabajo de escuchar y de comunicación con las mujeres y adolescentes", admite.

Los que acuden a recoger las ayudas son los hombres y los que exponen las necesidades también son ellos

En la región etíope de Somalí la sequía probablemente, conducirá a un aumento del 25% de mujeres y niñas que necesitan servicios de atención en materia de violencia de vénero, prevén desde UNFPA. “Investigaciones anteriores en Etiopía se encontraron con que las comunidades afectadas por la sequía reportaron mayores casos de violencia de género, por ejemplo, relacionados con mujeres y niñas que necesitaban viajar más lejos para buscar agua, lo que las ponía en mayor riesgo", asegura el coordinador de la organización.

Esh Nur Ahmed, tiene 25 años, está casada y tiene cuatro hijos. Vive en un campo de desplazados internos en Shabelle, la región etíope de Somalí

Esh Nur Ahmed, tiene 25 años, está casada y tiene cuatro hijos. Vive en un campo de desplazados internos en Shabelle, la región etíope de Somalí Foto cedida por Esh Nur Ahmed

La crisis alimentaria las somete a mucha más presión para abastecer las necesidades de la familia. "Tengo muchas más necesidades insatisfechas como por ejemplo comida, azúcar, cereales, vivienda, etc. Hay personas mayores que atender y muchas mujeres somos cabezas del hogar", enumera Nur. Ella no quiere olvidarse de las mujeres con discapacidad y las personas más vulnerables que necesitan cuidados especiales en un contexto extremo donde duermen cada noche con el estómago vacío.

Bragas menstruales, posible solución a la pobreza menstrual

Sifa, Sylvie, Chantale y Lucie se conectan a una videollamada con RTVE.es desde la aldea de Tchigoma, territorio de Kalehe en Kivu, una región ubicada en la parte oriental de República Democrática del Congo. Esta región está muy alejada del Cuerno de África y de la sequía, pero a los efectos del cambio climático, que se manifiestan en forma de lluvias torrenciales e inundaciones, se suma la violencia desenfrenada que lleva décadas mortificando a su población. Estas mujeres comparten orgullosas su exitosa experiencia con las bragas menstruales, un proyecto que ha aliviado el estrés con la regla.

Este proyecto pionero de Médicos Sin Fronteras en Kelehe ha propiciado que decenas de mujeres como ellas hayan recibido esta alternativa que acogen con los brazos abiertos y sin ningún tipo de barrera cultural, como la pueden suponer otras opciones más intrusivas como los tampones o la copa menstrual. "Nosotras estamos en Kivu, donde hay un montón de fuentes de agua de manera general, pero los desplazamientos a veces nos hacen aterrizan en zonas de la selva donde no hay ni una sola gota", explica Sifa Maombi Mwamini, supervisora de promoción de la salud en Kalehe. La experiencia de las mujeres desplazadas les ha demostrado que con cada movimiento se encuentran con una nueva situación.

Las bragas menstruales le permiten caminar largos recorridos en los días de la regla. Les da mayor autonomía y seguridad en ellas mismas en los trayectos. Maombi Mwamini cree que podrían ser muy útiles en las zonas afectadas por la sequía: "Si las mujeres tienen varias, pueden esperar unos días para lavarlas". De hecho, "en República Democrática del Congo cuando hay mucha lluvia es una pesadilla. Es imposible secarlas", asienten todas. Y si están desplazándose, a veces les toca guardarlas mojadas.

Sifa, Sylvie, Chantale y Lucie reunidas en la aldea en Kalehe en Kivu

Sifa, Sylvie, Chantale y Lucie reunidas en la aldea en Kalehe en Kivu Foto cedida por ellas

Por otro lado, recuerdan que si el agua no está muy limpia es preferible que no se emplee para lavarse por miedo a tener infecciones vaginales. Lo mismo ocurre con los dolores: "Su único remedio es beber agua caliente durante la regla o amarrarse el vientre con un trozo de tela para calmar las molestias", dice. Además, "nadie puede costearse el agua potable y muchos niños tienen diarreas muy frecuentes". Según UNICEF, la cifra de niños y niñas del Cuerno de África y del Sahel que podrían morir si no reciben apoyo urgente puede llegar a ser devastadora debido a la combinación de la desnutrición grave y el riesgo de enfermedades transmitidas por el agua.

La regla, aunque simboliza fertilidad, sigue siendo un tema tabú. Si utilizan las bragas menstruales pasan más desapercibidas entre la ropa, se pueden lavar y no pasa nada si la ven los hombres. "También ayuda a que las niñas puedan ir a la escuela en los días de la regla. Son mucho más que unas bragas", dicen con una sonrisa.

Tener la regla es un tabú, las niñas no van a la escuela

Muchas niñas dejan de ir a la escuela al no tener una tela o un trozo de colchón cuando tienen el periodo. Las mujeres en Kelehe aseguran que por la falta de acceso a la protección sanitaria, las niñas a menudo se ven obligadas al absentismo escolar. A esto se añaden algunas creencias locales, también relacionadas con la regla, tales como "que una mujer menstruando no puede cruzar un campo porque lo deja yermo" o las que dicen que "con la regla una chica no puede tomar la leche de vaca porque si no la vaca dejará de producir leche".

Maiga denuncia que la situación de la sequía agrava una situación que ya existía. Sus necesidades aumentan y no pueden expresar ninguna demanda: "Hay mujeres que aún se quedan en casa hasta que termine el periodo para que los hombres no vean las manchas de sangre en sus taparrabos". Hombres que, por cierto, evitan dormir en el mismo lecho porque trae mala suerte si les salpica la sangre.

"La ropa no es perfecta para limpiar mi cuerpo de la sangre menstrual, pero no tengo otra opción. Antes por lo menos podría comprarme jabón, pero ahora no podemos comprar nada", cuenta Esh Nur Ahmed, que recuerda que los precios de productos básicos se han disparado y que además tampoco habría suficiente agua para lavar. No quiere que la vida se pare por los días de regla: "Noto que cuando tengo con qué hacerle frente puedo ir a todas partes".

"En un lapso de 50 años, el avance del desierto amenaza con borrar completamente del mapa tres o cuatro países de África", aseguró Kurt Waldheim, ex Secretario General de Naciones Unidas, en un discurso en 1974, pronunciado en el marco del Comité Interestatal de la Sequía en el Sahel. Por ahora, la sequía y el cambio climático ha limitado su libertad deambulatoria y en el caso de las mujeres, incluso les ha impedido participar con dignidad en sus comunidades. Nur, mientras tanto, seguirá mirando al cielo ante el temor del calentamiento global y la sed, no les dejen vivir.