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Guerra en Ucrania

La guerra de Ucrania mata en África: "Si no podemos comer, no podemos vivir"

  • OXFAM alerta de que cada 48 segundos muere una persona a causa del hambre en África Oriental
  • RTVE.es habla con mujeres que en Kenya sufren las consecuencias económicas de la guerra en Ucrania

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Mireya Ibrahim, beneficiaria de una trasferencia de efectivo, puede comprar comestibles.
Mireya Ibrahim, beneficiaria de una trasferencia de efectivo, puede comprar comestibles.

En las callejuelas delgadas de Kibera se refugia el sonido del hambre. El olor a pobreza predomina en el segundo slum más grande de África. Los estómagos ya tenían el hábito de dormir vacíos, pero los borborigmos cada día suenan más fuerte en este asentamiento informal en Nairobi (Kenia), donde viven un millón de personas.

"Soy panadera, me dicen que no tenemos ni harina ni aceite de girasol, y ahora trabajo media jornada", asegura Millicent Achieng a RTVE.es. Tiene tres hijos y vive en este suburbio de la capital de Kenia. Acaba de cumplir 47 años y desde hace dos trabaja en una pequeña panadería, donde cada día le encargan amasar menos panes.

La invasión rusa de Ucrania ha evidenciado la dependencia que tienen los países africanos del trigo que importan de los dos países en guerra. Es el caso de Kenia, que ahora sufre las consecuencias del bloqueo del tráfico de los puertos del Mar Negro. Achieng es el sustento de su familia. No menciona a su marido, como si ella fuese la única responsable de que sus hijos puedan comer. Sigue el desarrollo de la guerra en Ucrania, su trabajo peligra y su bolsillo no alcanza para asumir los precios de los alimentos básicos, que no paran de subir.

"Yo suelo comprar un pan pequeño que cuesta ahora 65 chelines kenianos y ha subido 15 chelines desde que comenzó la guerra en Europa", explica. "Son tiempos difíciles para nosotras", añade. Recuerda que son las que trabajan para traer comida a casa e incide en que ellas cobran poco y menos que los hombres. "Si no podemos comer, no podemos vivir", lamenta.

Todos los días ve cómo los niños van a la escuela sin haber comido nada. En Kenia unas 368.000 personas viven en fase 4 (emergencia alimentaria, la última antes de la hambruna), según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).

Gladys Kutilo es su amiga. Trabaja en un orfanato y vive en Kibera, aunque ella es de las zonas rurales. En los suburbios la vivienda es más barata y asequible para su precaria situación económica. "Los precios de la comida, el aceite, el jabón y muchos otros artículos están muy locos", dice con un tono alarmante. Pone el ejemplo del aceite de girasol, el único que utilizan: "Antes un litro costaba 200 chelines kenianos y ahora 400", explica. La alimentación en el orfanato es a base de ugali y chapatis, que son baratos, pero lamenta que el aumento de los precios de la harina les dificulta "seguir adelante".

Sequía, pandemia y guerra

La situación de inseguridad alimentaria es insostenible en el cuerno de África y el Sahel. Noncedo Vutula es investigadora senior en la Escuela de Gobernanza Pública Nelson Mandela de la Universidad de Ciudad del Cabo y coautora del informe "La crisis de Ucrania evidencia la necesidad de que África diversifique sus proveedores de trigo". El estudio aborda la dependencia que tienen los países africanos de la producción del trigo de Europa del Este. Entre 2018 y 2020 África ha importado 3,7 millones de dólares en trigo de Rusia y 1,4 millones de dólares de Ucrania.

"La guerra Rusia-Ucrania ha mostrado, sobre todo, que muchos países del continente necesitan diversificar sus importaciones de trigo e invertir para ser autosuficientes", explica a este medio. "Tenemos que mejorar nuestro sistema de riego y tenemos que invertir tecnología para tener campos resistentes a la sequía en África", insiste.

Además, se detiene en explicar que ya antes de la guerra el precio de la barra de pan estaba subiendo en muchos países, pero a partir de ahora "se van a disparar los precios de alimentos básicos para muchas familias".

Vutula insiste en la necesidad de crear un mercado africano de producción propia, mientras ahora todas las esperanzas están puestas en China, que es el segundo productor de este cereal. Esta situación de crisis alimentaria la vienen arrastrando de los tiempos de la pandemia y sobre todo de la sequía, que está siendo uno de los grandes problemas del continente.

Rusia y Ucrania proveen conjuntamente casi el 30% de las exportaciones mundiales de trigo, pero también son grandes exportadores de cebada y maíz. La Unión Europea ha publicado recientemente un estudio sobre 25 países africanos que dependen del suministro de trigo de Rusia o Ucrania.

De ellos, 21 importan la mayoría de este cereal de Rusia. El director general de Oxfam Intermón, Franc Cortada, cita el caso de Eritrea, que tiene una dependencia del 100%, y el de Somalia, cuya dependencia es del 92%. "El precio del trigo y del pan se ha duplicado siendo la mitad de las calorías que consume cualquier persona en el país", añade.

El precio del aceite de girasol, que es una parte fundamental de la dieta en Etiopía, se duplicó en la primera semana de la invasión rusa a Ucrania. Esto en un contexto donde la población vive en pobreza severa y pobreza extrema, con menos de 1,90 dólares al día. "El impacto de la guerra es devastador en África", subraya Cortada.

Más de 23 millones de personas se enfrentan a una situación de hambruna extrema en Somalia, Etiopía y Kenia. En la última década, el número de niños que están en situación de riesgo se ha triplicado, según datos de Oxfam Intermón. El cuerno de África es una de las regiones del mundo más débiles frente al cambio climático: "Llueve sobre mojado, o mejor dicho, no llueve.

Estamos con el cuarto año de sequía consecutiva -la peor de los últimos 40 años para el cuerno de África-, y de la hambruna hace un año ya", asegura Cortada. El responsable de la ONG ha vuelto de Sudán del Sur hace dos semanas. "Me he encontrado con muchas mujeres que ponían a hervir agua para hacer ver a los niños que están preparando algo, pero la pila está vacía", añade el responsable de la organización.

Sowda Omar Abdile prepara té negro en su casa.

Sowda Omar Abdile prepara té negro en su casa.

En Yemen la mitad de la población no tiene qué comer

En Sudán del Sur este problema se suma al de las inundaciones, la plaga de langostas y al hecho de que el 80 % de la población vive en pobreza extrema. "Esto significa que los ocho millones de personas no saben literalmente qué van a comer mañana", asegura.

En el caso del Sahel, la hambruna se cruza con escenarios de conflicto: "Malí, Burkina Faso o Chad están sufriendo mucho y también tienen ya muchísimos desplazados internos por causa de conflictos armados". Todas estas personas han abandonado sus hogares, sus tierras y su ganado. Sobrevivir en este contexto será complicado.

En Yemen, siete millones de personas, la mitad de la población, no tiene qué comer. Siria es otro de los países que está sufriendo el impacto de la guerra, porque el 95% del trigo es importado. En países del norte de África como Egipto, el pan es intocable, ya que está subvencionado hasta tal punto que sale casi gratis a la población. De ahí que su precio no pueda subirse, porque podría llevar a movilizaciones, como pasó en 2010 y 2011 con las primaveras árabes.

La guerra paraliza el ciclo económico del cereal ucraniano

El problema más inmediato que ven desde el Programa Mundial de Alimentos (PMA) es que los precios subirán y, en muchos de estos países, la deuda seguirá subiendo, advierte Chiara Pellanch, responsable de emergencias del PMA. Pellanch alerta de que la crisis alimentaria se volverá "catastrófica" y señala: "La situación se está deteriorando, pero insistimos que ya eran contextos comprometidos antes".

En las distintas votaciones en el seno de la Asamblea General de Naciones Unidas el trigo ha estado muy presente. De hecho, Rusia ha conseguido la neutralidad de muchos países que temen por el futuro de estas importaciones.

"Rusia se lo ha trabajado con una clara voluntad de reafirmarse como potencia global después del periodo de los años noventa y claramente ha conquistado un espacio de competición con la Unión Europea", argumenta Eduard Soler i Lecha, investigador sénior del Barcelona Centre for International Affairs (CIDOB). Muestra preocupación por el hecho de que Rusia tenga la tentación de utilizar los temas de la inseguridad alimentaria para, digamos, "generar ese efecto distracción sobre los europeos".

Según el analista, Rusia ha sido muy hábil no ya en saber explotar las necesidades de las poblaciones africanas, sino también las necesidades de sus gobernantes, proveyendo seguridad a los regímenes.

"En el tema de la seguridad alimentaria, Rusia está intentando aprovechar los agravios anticoloniales de una parte importante de gobiernos y sociedades africanas. En vez de asumir su responsabilidad por la invasión de Ucrania, pone toda la responsabilidad sobre los europeos", explica.

Soler i Lecha aclara que no en todos los países africanos sufrirán igual y que se podrían dar tres tipos de escenarios. Los que sufran directamente la hambruna, aquellos que tendrán problemas con los precios, y los que consigan una entrada de recursos alternativa. Las ONGs recuerdan que cada 48 segundos muere una persona a causa del hambre en África Oriental. Personas con nombres y apellidos.