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Cambio climático | Madagascar

La lucha de las mujeres en Madagascar contra la sequía: "Mi futuro está aquí y tiene que existir una solución"

  • El sur de Madagascar se ha convertido en el punto cero de hambruna causada por el cambio climático
  • La FAO advierte de que el 95% de las personas sufren inseguridad alimentaria en el sur de la isla

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Una mujer camina en busca de agua en Madagascar
Una mujer caminando por el campo de Mdagascar

A Jeanne Joéline Sendrasoa le tocó nacer en el sur de Madagascar. No se fija en el Océano Índico que rodea a la isla bonita del África septentrional, pues sus ojos prefieren otear cielo, en busca de nubes que puedan bañar las llanuras que le sirven de sustento. Unas llanuras yermas desde hace décadas por una sequía crónica que en los últimos tres años han agotado todas sus reservas.

Según la ONU, esta zona sur de la gigantesca isla africana se ha convertido en el punto cero de la hambruna causada por el cambio climático. La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) ha advertido de que el 95% de las personas sufren inseguridad alimentaria. “Las familias han estado viviendo de frutos rojos de cactus, hojas silvestres y langostas durante meses”, apuntó David Beasley, director ejecutivo del Programa Mundial de Alimentos (PAM) durante su última visita al país. Fue testigo de esta “crisis invisible”, dijo, que vive el sur de Madagascar, por lo que llama al mundo a tomar medidas urgentes.

Sendrasoa viene de una familia extremadamente vulnerable en Mangily, una localidad al sur del país. Gracias a una beca de la organización Agua de Coco ha conseguido estudiar primaria, secundaria y la universidad, que concluyó con un Máster sobre biodiversidad con la especialidad en moringa oleífera. Se trata de una planta más conocida como el árbol de la vida, por sus propiedades medicinales. Actualmente, la joven lidera el proyecto del cultivo de moringa para ayudar a aquellas familias sin recursos y que tienen muchas dificultades para nutrir bien a sus hijos e hijas. “Este trabajo me permite ayudar a mi gente y rodearme de grandes compañeras. Este complemento ayuda”, asegura a RTVE.es desde el otro lado de la pantalla.

Jeanne pesando el polvo de la moringa

Jeanne pesando el polvo de la moringa Foto cedida por la ONG Agua de Coco

Desde mayo de 2020, los precios de los productos básicos como el arroz, el aceite o la harina se han disparado, como consecuencia de las medidas de contención de la pandemia, que han trastornado el funcionamiento del mercado. Las mujeres son las que más luchan contra la hambruna, puesto que son las que se encargan de sacar adelante la casa y a la familia. Les toca hacer frente a todas las consecuencias de la sequía.

Sendrasoa se está convirtiendo en un ejemplo para las demás. Las beneficiarias del proyecto que coordina son otras mujeres, y entre otras tareas se dedica a formar en el cultivo de moringa a otras, ofreciéndoles la “oportunidad de adquirir autonomía económica realizando un oficio que les sirve tanto para la venta como para el consumo propio”, apuntan desde Agua de Coco.

La ONG ha conseguido plantar 5 hectáreas en Mangily, que les aporta 600 kilos de hojas frescas de moringa al año que reparten a comedores de centros educativos y al Centro de Atención Integral de la Mujer. Durante los meses de cosecha son muchas las que trabajan en la recolección, lo que les permite acceder a un salario con el que sacar adelante a sus familias. Se trata de una sociedad conservadora donde la pobreza margina a las mujeres: “Estoy motivando a mi hermana para que estudie y sea una persona con un trabajo, independiente y con un futuro”, concluye Sendrasoa.

Estoy motivando a mi hermana para que estudie y sea una persona con un trabajo, independiente y con un futuro

Caminar 10 horas para conseguir agua

“La sequía se mezcla con temperaturas que se alzan hasta 45°C”, dice mientras se abanica con la mano Jose Luis Guirao, presidente de la ONG Agua de Coco. “El 70 % de la población depende del campo y si no hay lluvias, no pueden cultivar. La población se está empobreciendo cada día más”, añade.

Coincide con Jeanne en que ven a muchas personas muriéndose de hambre y de sed. “Hay personas que tienen que caminar horas y horas para llegar a un pozo donde hay otras tantas que necesitan conseguir agua”, alega. Unas distancias que afectan a mujeres y a niñas, pues son ellas las que, por lo general, desempeñan estas tareas. Especialmente vulnerables son las más pequeñas que se ven empujadas al abandono escolar a cambio de la supervivencia familiar.

Además, solo las niñas más sanas consiguen fuerza para traer agua a casa. Elian tiene 14 años, todas las mañanas madruga y, descalza, sale a llenar una garrafa antes de ir a la escuela. “Me riñen todos los días porque llego tarde”. Ella y sus seis hermanos viven en circunstancias muy precarias desde hace dos años. Su madre era agricultora y su padre trabajaba en una mina de zafiro que apenas produce nada desde hace un tiempo. Antes de que la situación empeorara, los seis hermanos y ella iban a la escuela. Ahora, solo Elian, la mayor de los hermanos, sigue estudiando.

François Xavier Regona es un joven malgache y la referencia en todo lo relativo al agua. Él se ha formado para perforar las tierras y hacer pozos: “Mi trabajo aquí es importante porque me preocupo de darle agua a mucha gente. Estamos intentando llegar a muchas familias que están muy lejos de los puntos de suministro”, detalla orgulloso.

En la isla hay agua, pero está a gran profundidad: “Todo es una paradoja. El problema es que estamos rodeados de mar y dentro de la isla tenemos una capa freática profunda. Para llegar a esta capa necesitamos cavar 15 metros. Agua hay, pero no es accesible porque necesitamos una maquinaria especifica”, se lamenta José Luis Guirao.

Médicos Sin Fronteras ha sistematizado todos los problemas de malnutrición que se están dando debido a esta situación. “Vemos que la población sigue sin tener acceso a comida y agua sobre todo porque se trata de un territorio muy inmenso, incomunicado, sin transportes ni carreteras, entonces en las aldeas más aisladas no llega nada”, asegura Laia Melendo, coordinadora de la ONG en el terreno. La organización está interviniendo en la zona sur apoyando a hospitales con clínicas móviles. “Hay gente que tarda 10 horas andando hasta llegar nosotros para recibir un bidón de agua o para ser atendida en una de nuestras clínicas”, aclara. De hecho, MSF inició un proyecto relativo a la desnutrición en marzo de 2021, después de varias alertas sobre la situación.

Hay gente que tarda 10 horas andando hasta llegar nosotros para recibir un bidón de agua o para ser atendida en una de nuestras clínicas

El Programa Mundial de Alimentos ha señalado que Madagascar está sufriendo la peor sequía en las últimas cuatro décadas, con más de 1.14 millones de personas en situación de inseguridad alimentaria. De estas personas, se estima que 14.000, ya se encuentran en condiciones catastróficas y se han visto empujadas a desplazarse dentro del país. La FAO insiste en que se necesitan soluciones a más largo plazo para “salvar vidas y medios de subsistencia”.

Los primeros desplazados por el cambio climático

“La gente que ya no puede vivir en el sur de Madagascar se está desplazando al norte y esto hace que la pobreza se desplace dentro de la isla”, explica Guirao. “Hay una pobreza física y de espíritu tremenda”, concluye. Y es que el país africano es el séptimo con más pobres del mundo. Vive una recesión económica constante sin haber estado en guerra. “Este país no evoluciona y las razones principales son la mala gestión y la corrupción. Todas las inversiones y recursos se distribuyen de forma irregular”, lamenta.

Pese a que la cobertura humanitaria con distribución de alimentos ha aumentado en los últimos meses, dicen desde MSF, la disponibilidad de alimentos se considera más baja de lo normal debido a la mala cosecha de este año y los limitados productos importados. Además, la ONG prevé un pico de desnutrición para marzo, al final de la temporada de escasez y justo antes de las primeras cosechas de 2022.

Mujeres y niñas buscan pozos de agua en el sud de Madagascar

Mujeres y niñas buscan pozos de agua en el sud de Madagascar Foto cedida por la ONG Agua de Coco

Las inundaciones dificultan la vida en el norte

En el norte, la situación no es mejor. Asisten desde hace días al desastre con el que amenazan las lluvias torrenciales, unas lluvias que lejos de aportar bonanzas dificultan, aún más si cabe, la vida de una sociedad extenuada. Más de 12.000 personas se han quedado sin hogar en Antananarivo, la capital del país, donde varios inmuebles se derrumbaron y al menos 10 personas han fallecido. En el centro y este de la isla las autoridades informaron el pasado fin de semana de que otras 37 personas han muerto debido a las fuertes lluvias torrenciales, que se agravaron tras el paso de la primera tormenta tropical de la temporada que ha golpeado también a Mozambique.

Desde Agua de Coco, que llevan dos décadas trabajando sobre la situación, lamentan que sea ahora, quizás demasiado tarde, cuando se está haciendo caso a la realidad que vive Madagascar por haberles puesto una etiqueta: “Como somos los primeros desplazados por el cambio climático esto ha atraído a muchas organizaciones y a instituciones preocupadas por las secuelas del clima”, arguye Guirao.

Cómo somos los primeros desplazados por el Cambio Climático esto ha atraído a muchas organizaciones y a instituciones preocupadas por las secuelas del clima

La isla africana lleva años viendo venir la sequía. Muchas familias vendieron su ganado, otras incluso, los utensilios de cocina, otras tantas matan el hambre alimentándose de insectos para sobrevivir. Janet lamenta que su país, con uno de los ecosistemas más ricos del planeta, esté atravesando estos “duros momentos de pobreza”.

Además, se sienten atrapados por el mar, no pueden salir ni emigrar a otros puntos. Ella ve que su futuro está en Madagascar, porque el único futuro posible es ejecutando el cambio. Se levanta cada mañana mirando al cielo con la esperanza de que los sueños que cada noche la desvelan, cristalicen en gotas que impregnen la tierra que cada día se empeña en mantener dispuesta para el cultivo. “Tiene que existir una solución”, concluye.