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Guerra en Ucrania

La naturaleza, víctima olvidada de la guerra de Ucrania: "Habrá daños que nunca se puedan recuperar"

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La guerra en Ucrania pone en peligro a la fauna y amenaza los ecosistemas del país.
La guerra en Ucrania pone en peligro a la fauna y amenaza los ecosistemas del país.

Los humedales, bosques y marismas del sur de Ucrania son un auténtico refugio natural. Miles de especies han encontrado su hogar en la valiosa desembocadura del Dniéper, un espacio protegido al más alto nivel y con escasa presencia del ser humano. Ahora, sin embargo, la zona se encuentra en pleno centro de la ofensiva rusa.

"Recuperar un espacio natural dañado no es como reconstruir una casa. Estamos hablando de mínimo 20 años para volver a la situación anterior a la guerra", explica a RTVE.es Yevhenia Zasiadko, de la organización ecologista ucraniana Ecoaction. Cerca de un tercio de los espacios naturales protegidos de Ucrania está en manos rusas o en zonas de combate, según Kiev, pero ese no es el único impacto ambiental de la guerra.

En una primera fase del conflicto, los daños se concentraron en "bombardeos sobre depósitos de combustibles y fábricas de importancia militar", lo que disparó la contaminación del aire, el suelo y el agua potable, explica Doug Weir, director de la organización británica Conflict and Environment Observatory. Ahora, sin embargo, "estamos viendo una cantidad espantosa de daños en el paisaje, o incendios, como los que hay en la línea de frente en Lyman, en el Donbás, en el límite de una zona protegida", alerta.


Desde que empezó la invasión, Ecoaction está recopilando en un mapa interactivo. Su objetivo es que sirvan de prueba para llevar a Rusia a la Corte Penal Internacional, aunque reconocen que es "difícil" juzgar este tipo de crímenes. "Queremos que Rusia pague un precio por ello y que sirva para que no vuelva a cometer estas acciones en un futuro contra Ucrania o contra otros países", señala Zasiadko.

Ucrania -aunque Rusia también- es uno de los pocos países del mundo que contempla el ecocidio en su legislación nacional, pero juzgarlo a nivel internacional será más complejo, admiten los expertos consultados. La convención de Ginebra no contempla el ecocidio, y el único precedente que hay es la Comisión de Compensación de Naciones Unidas, creada tras la invasión iraquí de Kuwait en 1991 para compensar, entre otras cosas, las pérdidas de recursos naturales. Weir recuerda que sería difícil que algo así saliera adelante en el caso ucraniano, ya que dependería del Consejo de Seguridad de la ONU donde Rusia tiene capacidad de veto.


Contaminación del aire y el suelo

El este de Ucrania, la zona más afectada actualmente por la guerra, es el corazón industrial del país. En el Donbás había antes del inicio de la invasión 4.500 compañías potencialmente peligrosas para el medio ambiente, según un informe de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE). Entre ellas, minas, refinerías, depósitos de combustible, plantas metalúrgicas o químicas, muchas de ellas convertidas en el principal objetivo de los ataques rusos para reducir la capacidad de resistencia de Kiev.

La situación en esta zona es "terrible", según Heorhiy Veremiychyk, de la organización Centro Ecológico Nacional de Ucrania. La OSCE advierte de que la "principal amenaza" para el medioambiente en situaciones de conflicto es el impacto de los combates sobre plantas industriales, lo que ya se ha hecho patente con el bombardeo de plantas químicas y de fertilizantes en los alrededores de Járkov.

El ejemplo paradigmático de este impacto, sin embargo, es el largo bombardeo sobre la acería de Azovstal que ha liberado a la atmósfera, a los suelos y a las reservas de agua cercanas una cantidad de sustancias tóxicas todavía incalculable. El Ministerio de Ecología ucraniano advierte además de que este impacto no se limita solo a la zona más cercana, sino que los vientos pueden arrastrar las sustancias peligrosas a larga distancia.

No habíamos visto este nivel de destrucción en una planta industrial desde hacía mucho tiempo

"Hay incendios dentro de la planta ardiendo desde hace días. No habíamos visto este nivel de destrucción en una planta industrial desde hacía mucho tiempo. La preocupación aquí es saber cuánta contaminación se está emitiendo al aire, en el río, en el mar, y saber qué va a pasar con el suelo contaminado en ese lugar tras la guerra, ¿se va a derribar todo y volver a construir? ¿Se va a cerrar para siempre?", se pregunta.

Precisamente esa dificultad para calcular el impacto de la contaminación es uno de los mayores desafíos a los que se enfrentan organizaciones como la de Veremiychyk. "Intentamos tomar muestras con una metodología concreta para poder llevar estos ataques a la Justicia europea, pero es difícil hacerlo en medio de una guerra", lamenta.

Además del este industrial, los ataques se concentran en el sur rural. El país, granero de cereales del mundo, se enfrenta a la infiltración de los tóxicos que dejan los ataques y comprometen una cosecha de la que dependen millones de personas para sobrevivir. Un tercio del trigo que se cultiva en el mundo procede de Ucrania y Rusia, y alimenta a países vulnerables como Etiopía, Somalia o Sudán, que ya notan el aumento de precios, según la ONG Plan Internacional. "Ucrania es un país muy agrario, y el impacto de los tóxicos en los suelos es enorme", denuncia Zasiadko.



Contaminación del agua

Para Veremiychyk, el mayor riesgo de los ataques es su impacto en ríos y acuíferos, que ya han dejado sin agua a 1,4 millones de personas en el este del país y a 4,6 millones con acceso limitado en el resto de Ucrania, según Unicef. Los bombardeos sobre las minas del Donbás han provocado su inundación y la consiguiente infiltración en ríos superficiales y subterráneos de peligrosos materiales, mientras que en la devastada ciudad de Mariúpol los miles de habitantes que quedan están probablemente recurriendo a fuentes contaminadas.

"Será un problema que llevará años porque hay que buscar nuevas fuentes de agua potable", advierte. Weir señala que, además de los impactos de la guerra, están los indirectos, entre ellos "los problemas derivados del desplazamiento interno de la población", que al huir a determinados lugares provocan una mayor competencia por los recursos, como el agua, ya de por sí amenazados por la escasez. La guerra ha provocado el desplazamiento de ocho millones de personas dentro del país, especialmente hacia el oeste.



Peligro nuclear

La alerta nuclear saltó desde los primeros días de la guerra, con la temprana ocupación rusa de la antigua central de Chernóbil. Moscú también atacó y tomó el control de Zaporiyia, la central nuclear más grande de Europa, desatando el pánico por un incendio en un edificio del complejo. El miedo a un desastre nuclear sigue muy presente en un país todavía herido por la catástrofe de Chernóbil en 1986, que acabó con la vida de decenas de miles de personas a lo largo de las décadas y en el que todavía persiste la radioactividad en decenas de kilómetros a la redonda de la antigua central.

El gran "sarcófago" que custodia al reactor accidentado se ha mantenido intacto a pesar de los ataques, pero el tráfico de soldados y vehículos militares rusos por las inmediaciones ha hecho aumentar los niveles de radiación beta y gamma, según las autoridades ucranianas.

Rusia mantiene el control de Zaporiyia, donde no se ha producido ningún escape de material radioactivo, según la Organización Internacional de Energía Atómica. Aun así, Ucrania no respira tranquila con el enemigo a los mandos de una central que produce el 10 % de la energía del país. "El riesgo es altísimo", advierte Zasiadko.

El peligro no es solo que una bomba afecte a los reactores, sino que se pueda cortar el suministro eléctrico, como ha ocurrido varias ocasiones en Chernóbil durante las primeras semanas de guerra. "Si una explosión afecta al suministro eléctrico de la central y lo bloquea por completo, la instalación estaría en riesgo. Es muy poco probable, pero puede ocurrir. Eso fue lo que pasó en Fukushima: resistió un terremoto de 9,1, pero se quedó sin electricidad y hubo el accidente que todos conocemos", explica Francisco Calvino, profesor de Ingeniería Nuclear de la Univesitat Politècnica de Catalunya.

Señala que las centrales tienen varios perímetros de seguridad, de entre 5 y 30 kilómetros a la redonda, aunque están pensados para accidentes más que para bombardeos. "Si la artillería está cayendo a distancias de más de cinco kilómetros, no creo que ocurra nada. El edificio de contención, la última capa de protección, está pensado para resistir incluso el impacto de un avión con carga y pasajeros. Pero nunca se sabe", apunta.

Otro riesgo adicional es que el personal que trabaja en estas plantas, como en Zaporiyia, "está trabajando muchas horas bajo estrés y bajo las condiciones de una ocupación militar, lo que hace aumentar la inseguridad", apunta Weir, que señala que "no hay justificación alguna para invadir este tipo de instalaciones peligrosas".

Al margen de las centrales, el bombardeo de un centro de investigación nuclear en Járkov en el que se almacenaba material radioactivo hizo saltar las alarmas. Aunque no hubo fugas, su director advirtió de que otro ataque que afectara a este material "sería un peligro comparable a lo que pasaría en una central nuclear".


Incendios y deforestación

Al ser arrojada sobre un punto concreto, una bomba no solo provoca muerte y destrucción en el momento. Los incendios que causa pueden extenderse sobre grandes extensiones del boscoso territorio ucraniano. Es lo que ha ocurrido en los alrededores de Kiev, una de las zonas más afectadas en las primeras semanas de la guerra, y ahora, aún con más intensidad, en Donetsk y Lugansk.

Con los datos captados por el satélite Copernicus, se puede observar que los incendios forestales que se han registrado en el país desde el 24 de febrero, cuando empezó la guerra, se han concentrado en las zonas más castigadas por los combates, como el noroeste de Kiev. En el Donbás, los puntos que marcan los incendios se concentran en la línea de frente actual. También es posible analizar cuándo se han producido los fuegos: la mayoría se han concentrado entre el 19 y el 29 de marzo, cuando Rusia intensificó sus ataques sobre los alrededores de Kiev antes de cambiar su estrategia a primeros de abril para concentrar sus esfuerzos en el este de Ucrania.

Los incendios son una consecuencia no buscada de los ataques con artillería, pero el director de CEOBS señala que han recibido información, aunque no se ha podido contrastar, de quemas deliberadas por parte de las tropas rusas para aprovechar el humo y evitar ser vistas.


Pero los incendios no son el único peligro que está diezmando los bosques desde que empezó la guerra. El uso masivo de madera para el Ejército está provocando una gran deforestación. En Dnipro se están plantando bosques artificiales para suplir estas necesidades militares y repoblar cuanto antes. "Tres cuartas partes de este bosque de pinos se ha dedicado a la guerra, a madera para las trincheras o casamatas", explicaba en abril Valery Velishko, al frente del departamento forestal de la ciudad, al enviado especial de RTVE Víctor García Guerrero.

Según Weir, la deforestación es otro de los impactos indirectos de la guerra. El desplazamiento masivo de población también lleva al uso de madera de los bosques como método de calefacción. En Mariúpol, ante la escasez de electricidad o combustibles para calentarse, muchos han tenido que cortar los árboles de la ciudad.


Las zonas naturales amenazadas

Cerca de un 10 % del territorio ucraniano tiene algún tipo de protección y se enmarca en la Emerald Network o Red Esmeralda, el equivalente de los países externos a la UE a la Red Natura 2000. Además, hay parques nacionales de la más elevada protección, los herederos de los antiguos zapodevniks soviéticos, territorios en los que prácticamente no estaba permitida la entrada del ser humano.

Muchas de estas zonas naturales están ahora en el centro de los combates. La Reserva de la Biosfera del Mar Negro, una zona de protección terrestre y marina reconocida por la UNESCO, es un "lugar con una biodiversidad única, con especies que solo se encuentran allí", especialmente aves que encuentran en estos humedales un criadero, según Weir. Situada entre Jersón, tomada por los rusos, y la ciudades clave de Mikoláiev, en manos ucranianas, este emplazamiento es clave para el avance del Ejército de Putin hacia Odesa y para permitir el control del Mar Negro, uno de los objetivos de su campaña. Allí se han desatado fuegos, aunque su causa es desconocida.


Caballos salvajes en la zona de exclusión de Chernóbil.

Caballos salvajes en la zona de exclusión de Chernóbil. Getty / C. Moswitzer

Águila de cola blanca asentado en la Reserva de la Biosfera del Mar Negro.

Águila de cola blanca asentado en la Reserva de la Biosfera del Mar Negro. Yu Moskalenko

Parque natural nacional Montañas Sagradas (Sviati Hory).

Parque natural nacional Montañas Sagradas (Sviati Hory). K. Brizhnichenko

Otro espacio que se convirtió, a su pesar, en una valiosa reserva natural, es Chernóbil. Tras al accidente y el desalojo forzoso de los miles de habitantes de la zona, los bosques y lagos de esta zona quedaron desiertos y permitieron la llegada de fauna y flora que había desaparecido de las cercanías. Entre ellos osos, bisontes, lobos, linces, caballos de Przewalski, y unas 200 especies de aves. El impacto tras las bombas, incendios y el paso de tropas rusas ha provocado una afectación todavía desconocida sobre estas especies.

En el Donbás, en pleno frente de guerra, han saltado las alarmas por los incendios en Sviati Hory, el parque nacional de las Montañas Sagradas, un espacio no solo valioso a nivel natural sino también cultural y espiritual para Ucrania. Según explica Weir, "en estas zonas, donde los fuegos no son habituales, es muy posible que el impacto para el hábitat sea a muy largo plazo. En general, habrá daños que nunca se puedan recuperar".