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Cumbre del Clima 2021

Más cáncer, enfermedades tropicales y trastornos mentales: la sombra de la crisis climática en la salud

  • La contaminación tiene efectos directos en nuestros corazones y pulmones, agrava enfermedades crónicas
  • El aumento de temperaturas facilita la aparición de patologías transmitidas por mosquitos o garrapatas

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Viajeros circulan por una carretera sumida en niebla y humo en Lahore, Pakistán, en octubre de 2021.
Viajeros circulan por una carretera sumida en niebla y humo en Lahore, Pakistán, en octubre de 2021.

La crisis climática no causa enfermedades por sí misma, pero magnifica los efectos de muchas de ellas. Es ya un riesgo para nuestra salud y no solo en los países con menores rentas. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha sido clara en su advertencia, pero las autoridades sanitarias internacionales también avisaron de la amenaza de una pandemia antes de que llegara el COVID-19 y los Gobiernos no actuaron a tiempo. ¿Ocurrirá lo mismo con el cambio climático?

24 horas - La OMS alerta de las consecuencias sanitarias del cambio climático - Escuchar ahora

La contaminación, "una bomba para la salud"

"La OMS nos dice que se producen anualmente siete millones de muertes prematuras en todo el mundo. El Banco Mundial dijo que los costes derivados de la mala calidad del aire nos cuestan el 4,5 % del Producto Interior Bruto", cifra Xavier Querol, investigador del Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua (IDAEA) del CSIC en una entrevista con RTVE.es. Echa mano de datos económicos porque -recuerda- el tabaquismo no se “atacó” hasta que se perdía más dinero por la pérdida de vidas humanas del que se recaudaba con sus impuestos.

Linares: "Son componentes tóxicos que inhalamos todos los días"

La contaminación se antoja el más evidente de los problemas relacionados con la crisis climática. En este caso, no hablamos tanto del CO₂ o el metano, que provocan el efecto invernadero, como de las partículas en suspensión y el dióxido de nitrógeno que envuelven nuestras ciudades. "Son componentes tóxicos que estamos inhalando todos los días porque desafortunadamente no podemos dejar de respirar", apunta Cristina Linares, doctora en Medicina Preventiva y Salud Pública e investigadora de la Escuela Nacional de Sanidad del Instituto de Salud Carlos III. "Los que vivimos en grandes ciudades estamos expuestos desde que estamos en el vientre materno".

Para Linares, "la contaminación es una bomba para la salud", un factor que contribuye a la aparición de enfermedades que, pese a lo se suele suponer, van más allá del sistema respiratorio. De hecho, participa en problemas cardiovasculares, así como en cánceres de mama, vejiga, esófago o estómago. Según un estudio, es más nociva para el corazón que el sedentarismo, el sobrepeso y el colesterol, como destacó la Sociedad Española de Cardiología.

En España, un 95,5% de la población respira aire contaminado según los valores recomendados por la OMS, lo que deja también huellas en nuestra calidad de vida. “Si vives en grandes ciudades como Madrid, el picor de ojos, el escozor de garganta, la mucosidad, la carraspera o el dolor de cabeza son efectos pequeños, pero que sufres a prácticamente a diario, especialmente en situaciones episódicas de contaminación”, continúa la doctora. "Las alergias se están disparando también, porque está cambiando la forma de polinizar las plantas al cambiar su rango térmico".

No se trata de solo de deterioro, sino de desarrollo. "Cada vez hay más estudios que dicen que los colegio situados cerca de vías grandes vías tráfico impiden que los niños desarrollen tareas complejas", ejemplifica Linares, y prosigue: "todo el mundo sabe que las embarazadas no tienen que fumar y no tienen que beber alcohol por los tóxicos que pueden llegar al feto. Con la contaminación atmosférica pasa un poco igual, son metales pesados, que permean en la placenta y compiten por otros nutrientes que llegan al bebé en desarrollo".

El Mediterráneo, nuevo “punto caliente” para enfermedades tropicales

Pero el aire contaminado no es la única amenaza para nuestra salud. El cambio climático supone también crear las "condiciones idóneas" para que proliferen enfermedades transmitidas por el agua, el aire, los alimentos y los insectos.

Por ello, problemas que aún hoy nos suenan exóticos, como el dengue, la malaria, la fiebre amarilla, el Chikungunya y el Zica, son ya una realidad incipiente en Europa. El motivo son las temperaturas más templadas y la extensión de zonas húmedas por las inundaciones, según señala la presidenta de la Sociedad Española de Medicina Tropical y Salud Internacional, María Dolores Bargues.

Bargues: "Los mosquitos son uno de los animales más mortíferos"

En este sentido la Cuenca del Mediterráneo deviene "uno de los puntos calientes" y así lo demuestra la reaparición de casos autóctonos de dengue y virus del Nilo Occidental -transmitidos por mosquitos- y de Fiebre Hemorrágica Crimea-Congo -por la picadura de garrapatas. "La Organización Mundial de la Salud destacó que los mosquitos son uno de los animales más mortíferos del mundo, ya que transmiten enfermedades que causan millones de muertes cada año", afirma la catedrática de Parasitología de la Universidad de Valencia.

Ante esta realidad, los expertos piden más vigilancia "para evitar los costos económicos que significa tener este tipo de enfermedades como endémicas", en palabras de Leonardo López, investigador del el programa Clima y Salud en ISGlobal, que ha desarrollado la plataforma Arbocat para no perder de vista la distribución de estos vectores en Cataluña.

Del mismo modo, el estancamiento de agua insalubre asociado a las lluvias es campo de cultivo para enfermedades gastrointestinales, por “bacterias tipo Campylobacter y tipo salmonela”, un riesgo que los servicios de salud pública de nuestro país ya monitorizan de forma constante.

El impacto del calor en los mayores y pacientes crónicos

La comunidad científica que estudia el cambio climático es clara: "va a haber cada vez más olas de calor y van a ser más intensas", resume Linares, de la Escuela Nacional de Sanidad. Esto supone, en primer lugar, el aumento de muertes e ingresos hospitalarios por "golpes de calor", a los que las personas mayores son especialmente vulnerables. En muchas ocasiones, por la medicación y el envejecimiento "no sienten la sensación de sed o la perciben de forma mucho menor que una persona sana", desarrolla.

Por otro lado, el calor puede agravar enfermedades circulatorias, respiratorias y renales, según lista Linares. Es un factor de riesgo para las mujeres embarazadas y, de acuerdo con los últimos estudios, dispara los problemas de salud mental. De hecho, en personas con un diagnóstico de enfermedades psiquiátricas se ha relacionado el calor "con brotes de tipo psicótico y mayor irascibilidad", así como "mayor consumo de sustancias como alcohol y drogas". "Incluso hay estudios que lo relacionan con el aumento de suicidios, con un aumento de la violencia de género. Es lo que en medicina llamamos un precipitante", concreta.

Igualmente, tras inundaciones, tormentas, huracanes, etc., los servicios sanitarios tienen que lidiar también con las consecuencias de que muchos pacientes dejen atrás los tratamientos para la diabetes, la hipertensión, etc. En los casos más extremos, la estabilidad del propio sistema sanitario está en juego.

Ciudades más saludables

El retablo inquietante que muestran los expertos no implica que hipocondriacos y vulnerables deban abandonar las ciudades, nos dicen, pero sí exige aplicar medidas para crear hábitats "más saludables". "El 70 % de la causa [de la contaminación del aire] es el tráfico rodado. Ahí está claro que hay que actuar", señala Querol, quien receta más transporte público, carriles bicis, espacios y calles pensadas para caminar. “Entonces mejoramos en calidad de vida por reducir el sedentarismo. Además, reduciremos la contaminación, el ruido...”.

De nuevo, se trata de una misión urgente para los países mediterráneos, por la mayor presencia de ozono, un contaminante secundario que se forma por la reacción de otros. "Es un problema mucho más agudo en el sur de Europa, porque tenemos muchas emisiones y la radiación solar, la temperatura, el poco viento favorecen que se forme", agrega el investigador.

Ante esto, los especialistas coinciden en que muchos de los retos recaen en los ayuntamientos. Además de reducir las emisiones, un estudio de ISGlobal aseguró que las ciudades de Europa podrían evitar hasta 43.000 muertes al año si cumpliesen con las recomendaciones de la OMS sobre espacios verdes. Urbes como Barcelona, Madrid, Valencia, Bilbao o Sevilla son las que más vidas salvarían, pero en términos relativos la mortalidad es más elevada en otras como Gijón, La Coruña o Cádiz.

Los espacios verdes "ayudan a reducir las temperaturas medias de las ciudades, sobre todo, en las estaciones más cálidas como el verano", explica Leonardo López, investigador del grupo, quien apunta la necesidad de planificar mejor el manejo de recursos ante sequías más largas y tormentas más fuertes.

Por todo ello, la catedrática Bargues llama a poner “la salud de las personas y el planeta por encima de todo”. Y clama: “Los datos no engañan, así no se puede seguir. Tiene que haber un acuerdo entre los países para actuar”.