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Los budas de Bamiyán o la masacre cultural que amenaza de nuevo las obras de arte bajo el poder talibán

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Uno de los budas de Bamiyán antes de ser destruído (1997) y después de la voladura talibán (izq a dcha)
Uno de los budas de Bamiyán antes de ser destruído (1997) y después de la voladura talibán

Hace 20 años, el 11 marzo de 2001, los talibanes volaban en pedazos los famosos budas de Bamiyán, los más altos del mundo y que durante más de 1.500 años vigilaron como silenciosos centinelas los impresionantes acantilados del Valle de la Seda, en la parte central de Afganistán. Dos colosos, de 55 y 38 metros, que habían sobrevivido a los estragos de Gengis Khan, a siglos de guerras y al desgaste natural de los elementos. Pero no sobrevivieron a la barbarie de los talibanes, al igual que otras miles de obras de arte (saquearon el Museo Nacional de Kabul e importantísimos yacimientos arqueológicos). Un auténtico atentado histórico y cultural que los expertos temen que se repita con su regreso al poder en Afganistán.

Convertido en un símbolo de la lucha del arte contra la barbarie, en 2003, el Paisaje Cultural y los vestigios arqueológicos del Valle de Bamiyán fueron inscritos en la Lista del Patrimonio Mundial y en la Lista del Patrimonio Mundial en Peligro. Y desde entonces se han invertido casi 23 millones de euros (más de 27 millones de dólares) en la conservación y estabilización del bien del Patrimonio Mundial de Bamiyán, la potenciación de las comunidades locales, la revitalización del patrimonio cultural inmaterial y la construcción de un Centro Cultural para Bamiyán dedicado a la creatividad, entre otras actividades. Incluso había un proyecto internacional para reconstruir el buda más pequeño.

"Los nichos vacíos de los gigantescos Budas del Valle de Bamiyán, en Afganistán, son un recordatorio perpetuo de nuestro deber de proteger el patrimonio cultural, y de lo que las generaciones futuras pueden perder si no lo hacemos", señalaba en marzo de este año el subdirector general de Cultura de la UNESCO, Ernesto Ottone R.

Los Budas de Bamiyan fueron las primeras víctimas de un edicto de febrero de 2001 del antiguo líder talibán, el mulá Omar, en el que llamó a la yihad a combatir contra los ídolos como una obligación religiosa. Para los talibanes, estas estatuas eran meras rocas que recreaban a "falsos ídolos", por lo que no había necesidad de preservarlos, desencadenando una ola de súplicas internacionales para que dieran marcha atrás; sin éxito. Así comenzó una oleada de destrucción dirigida especialmente a los restos preislámicos.

¿Seguirá la destrucción indiscriminada de obras de arte?

Durante su estancia en el poder (1996-2001) los talibanes destruyeron miles de obras de arte y saquearon importantes yacimientos. Pero en los últimos tiempos la necesidad de fondos para financiar la guerra y el terrorismo parecían haber mitigado sus ansías de destrucción, ya que en marzo de este 2021 emitieron un ambiguo comunicado en el que ordenaban a sus combatientes preservar y proteger los lugares históricos del país. "Afganistán es un país repleto de antigüedades que forman parte de nuestra historia, identidad y rica cultura (...) Por lo tanto no se permite a nadie, en ningún lugar, excavar, transportar ni vender reliquias históricas, ni moverlas fuera del país".

Pero más que un interés cultural, esa orden podría deberse a que los talibanes han comprendido que vendiendo obras de arte en el mercado internacional pueden conseguir grandes beneficios y que pueden explotar esos centros arqueológicos como destinos turísticos. Sin olvidar que si siguen destruyendo cosas volverían a sufrir el rechazo de la comunidad internacional como ya sucedió en 2001, en el que la destrucción de los budas pudo acelerar su derrota, ese mismo año.

Los expertos afirman que no se fían de los talibanes y aseguran que hay pruebas de que siguen saqueando yacimientos arqueológicos para conseguir dinero. Además de que siguen destruyendo esos valiosísimos restos preislámicos. Además, arqueólogos, historiadores y empleados de museos han recibido cartas de los talibanes en las que les acusan de colaborar con organizaciones internacionales, lo que es una amenaza en firme.

El Museo Nacional de Afganistán expresa su preocupación

Hace solo unas horas el Museo Nacional de Afganistán expresaba su preocupación por las obras de arte y por sus empleados con un comunicado de prensa: "Desafortunadamente, hoy la ciudad de Kabul ha sido testigo de un caos sin precedentes; aprovechando la oportunidad, saqueadores y contrabandistas en diferentes partes de la ciudad han saqueado propiedades privadas y públicas. El personal del museo, los artefactos y los bienes están a salvo todavía, pero la continuación de esta situación caótica causa una gran preocupación por la seguridad de las obras de arte del museo y de sus empleados del museo. Por lo tanto, el Museo Nacional de Afganistán insta a las fuerzas de seguridad, la Comunidad Internacional, los talibanes y otras partes influyentes a prestar atención a la seguridad de los objetos y no dejar que los oportunistas utilizan esta situación y causa de deterioro y contrabando de objetos y otros bienes de esta institución".

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Actualmente, el equipo de conservación del Museo Nacional de Afganistán estaba embarcado en una ardua labor: la reconstrucción de algunas obras artísticas budistas y afganas que fueron destruidas por los terroristas en 2001. Un trabajo delicado y minucioso que también está en peligro por el regreso de los talibanes.

Los arqueólogos todavía no han olvidado cuando, en 2001, el ministro talibán de Información y Cultura, Qudratullah Jamal, y su colega de Finanzas, Aqajan Motaseb, entraron con en el museo con hombres armados con mazas y destruyeron más de 2.750 piezas de arte, porque representaban figuras humanas o animales, algo prohibido según la interpretación del islam que hacen los talibanes.

Otras joyas saqueadas o destruidas por talibanes y yihadistas

Desgraciadamente los Budas Gigantes, los museos y los yacimientos no son los únicos lugares histórico-artísticos saqueados o destruidos por talibanes y yihadistas.

En mayo de 2015 el Estado Islámico (ISIS) conquistó la ciudad de Palmira (Siria) y ejecutó a Jaled al-Asaad, el arqueólogo sirio que gestionaba las excavaciones. Los yihadistas destruyeron algunas joyas con miles de años de historia como el templo de Baal Shamin, de 1.900 años de antigüedad, el Templo de Baal o el Arco del Triunfo, de 2.000 años. La Unesco lo calificó como "crimen de guerra".

El Estado Islámico dinamita el Arco del Triunfo de la ciudad siria de Palmira

También en 2015 el ISIS destruyó gran parte de la ciudad de Hatra (Irak), construida en el siglo III a.C y que fue la capital del reino de los partos y punto fundamental en la ruta de la seda. En abril difundieron un video en el que destruían estatuas con mazos o, directamente, disparándolas.

El Estado Islámico destruye la ciudad milenaria de Hatra

El minarete de la mezquita de Al Nuri de Mosul (la llamada ‘Torre de Pisa iraquí’), fue destruida con artefactos explosivos el 21 de junio de 2014. Una torre cilíndrica de 45 metros de altura que fue edificada por Nur al Din, de la dinastía de los zanguíes, en el siglo XII. Era uno de los símbolos de la ciudad de Mosul y aparecía en los billetes de 10.000 dinares iraquíes. Curiosamente, el líder delEstado Islámico, Abu Bakr al Bagdadi, lo había usado apenas una semana antes para proclamar el "califato" el 29 de junio de 2014.

El EI destruye la icónica mezquita de Al Nuri en Mosul donde proclamó el "califato"

En Nínive, en Irak, los yihadistas también destruyeron o dañaron muchas estatuas de gran valor que estaban expuestas en el Museo de la Civilización de Mosul. También quemaron o volaron bibliotecas como la de la Universidad de Mosul, destruyendo (o vendiendo en el mercado negro) cientos de valiosos manuscritos.

En Ninrod (Irak) volaron restos arquitectónicos de la primera capital asiria, fundada hace 3.200 años a unos 30 kilómetros al sudeste de Mosul.

En 2012, en Tombuctú y Goa, destruyeron centenares de mausoleos de la ciudad, muchos de ellos sufíes (y entre ellos, la mezquita)