Enlaces accesibilidad

Los peligros (y alguna ventaja) de la baja inflación que viven España y la zona euro

  • Los precios bajos prolongados retrasan las decisiones de compra
  • Una inflación reducida tira hacia abajo de los sueldos y el empleo
  • Que los precios suban poco o bajen hace que el dinero cunda más
  • Limita la subida de índices como el euríbor, según los expertos

Por
La ausencia de inflación hace más difícil devolver las deudas en el futuro

El ejemplo de Japón

El caso de Japón es llamativo porque aunque su Producto Interior Bruto (PIB) real empezó a recuperarse a principios de 2009, según datos del Banco Mundial, su PIB nominal, es decir, aquel que tiene en cuenta la variación de precios ya sea al alza (inflación) o a la baja (deflación), apenas experimentó cambio alguno de 1992 a 2010 como consecuencia de la persistente deflación.

El conjunto de la zona euro vive una época de baja inflación, que se situó en el 0,5% en marzo. Además, en España el IPC regresó ese mes a tasas negativas, aunque con una ligera subida de precios respecto a febrero. Y las perspectivas no varían: el Banco Central Europeo prevé un periodo de baja inflación hasta 2016.

Según los expertos, si los precios suben poco, o si bajan, el dinero le cunde más al consumidor. "Tal y como están las cosas ahora, para el ciudadano no es una mala noticia porque ahora los salarios apenas suben, se congelan o bajan. Así que si los precios se mantienen estables, el bolsillo se ve menos perjudicado", asegura el analista de IG Daniel Pingarrón a RTVE.es

Y pone un ejemplo con una persona que reciba un salario de 20.000 euros en un país que registre una inflación del 2%. "Al ciudadano la inflación le ha quitado 400 euros en un año", asegura Pingarrón. Es decir, que su capacidad de compra se habría reducido en esa cantidad, sin tener en cuenta otras variables como subidas de impuestos, algo que no ocurriría si los precios no suben.

"Pero te tienen que mantener los salarios", asegura Javier Díaz Giménez, profesor de Economía del IESE a TVE. "Y en un entorno de deflación prolongada los salarios terminarían cayendo", advierte.

Cae la demanda y el consumo de bienes

Este razonamiento de que el dinero cunde más sin inflación oculta un regalo envenado. Un primer efecto perverso de la baja inflación es que frena el consumo de bienes que no sean de primera necesidad a la espera de que la tendencia de bajos precios continúe. Si pensabamos comprar una tele, por ejemplo, no lo hacemos aún con la esperanza de que los precios sigan bajando, algo que ocurre en España con la vivienda, cuyo precio aún no ha tocado suelo.

"Cuando se piensa que en el futuro el producto que se va a comprar o en el que se va a invertir es más barato, se retrasa la toma de decisiones", señala Miguel Ángel Rodríguez, analista de XTB, a TVE. "Ese frenazo, esa contención en el gasto, va a limitar el crecimiento", asegura Javier Díaz Giménez, profesor de Economía del IESE.

Algo de lo que ya ha advertido, entre otros, la directora gerente del FMI, Christine Lagarde,  quien ha advertido de que un periodo prolongado de baja inflación puede acabar con la demanda y la producción, "suprimiendo así el crecimiento y el empleo". Esto es así porque al bajar el consumo, se necesitan menos productos y en las fábricas no hace falta tanto personal, por lo que sube el paro.

Las deudas se mantienen y son más difíciles de pagar

Todo baja, menos las deudas. "El hecho de que haya inflación permite que las deudas se pueden pagar de forma más fácil a lo largo del tiempo ya que la propia inflación va erosionando parte del capital de estas deudas", destaca Jesús Sánchez Quiñones, director de Renta 4, a TVE.

Para un país es más difícil pagar lo que debe, tal y como reconoció esta semana el ministro de Economía, Luis de Guindos. Y el elevado endeudamiento es algo que afecta a la mayoría de los países del euro, incluída España.

Así que este ejemplo se puede trasladar a los ciudadanos. Pagar la hipoteca, por ejemplo, se hace más cuesta arriba. "La ausencia de inflación hace más difícil devolver esas deudas en el futuro ya que cuesta lo mismo 10.000 euros de ahora que 10.000 euros dentro de 10 años si no hay inflación, destaca Sánchez Quiñones.

Aunque aquí hay un matiz. "La inflación baja controla el euríbor y limita su subida", destaca Daniel Pingarrón, que también destaca que la baja inflación beneficia a los ahorradores menos arriesgados. Y pone el ejemplo de qué le ocurriría a alguien que en 2004 tuviera 50.000 euros si la inflación hubiera sido del 2% todos los años una década después. "En 2014, la capacidad de compra se habría reducido en un 22%", señala, algo que no ocurriría si no subieran los precios.

Exportaciones y productividad, beneficiadas

Tener una inflación menor que nuestro entorno favorece las exportaciones porque hace que nuestros productos sean más competitivos. El problema, dicen los expertos, es que cada vez hay menos margen para ganar competitividad dentro de la zona euro.

"Cuando un país quiere ganar competitividad ante otros con los que comparte moneda, lo que tiene que hacer es que sus precios suban más despacio que los de los demás", destaca Díaz Giménez, profesor de Economía del IESE. Eso es algo que a la economía española le interesa, pero el problema es que en la zona euro la inflación ya es muy reducida y esa ventaja está casi anulada.

El futuro, según los expertos, seguirá igual y seguiremos con tasas de inflación "muy bajas, incluso negativas", asegura Sánchez Quiñones, que descarta que en la zona euro ocurra lo que en Japón, que ha vivido 20 años con caídas permanentes de precios, algo sobre lo que ya está actuando su Banco Central.

"En la zona euro no vamos a entrar en una situación de deflación con expectativas permanentes de caídas de precios", destaca el director de Renta 4. De hecho tener tasas negativas no significa estar en deflación: hay que encadenar dos semestres consecutivos, algo que solo ocurre ahora en Grecia.

Que la situación cambie, coinciden los analistas, pasa porque el mismo BCE actúe, algo que ya ha dejado entrever el presidente del organismo, Mario Draghi, tras la última reunión del Banco Central Europeo, en la que ha discutido la compra de activos.