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Las grietas que recorren Siria un año después de la caída de Al Asad: "Nos da mucho miedo el futuro"

  • Convivencia, seguridad, económica y justicia son algunos retos del presidente Al-Shara
  • La ONU ha denunciado que la violencia contra las minorías es "extendida y sistemática"
Un hombre sirio pasea en bicicleta entre edificios destruidos en Harasta.
Un hombre sirio pasea en bicicleta entre edificios destruidos en Harasta. Europa Press / Moawia Atrash

Siria aún contiene el aliento. El país celebra este primer aniversario de la caída del dictador Bashar al Asad y el fin del conflicto con la esperanza desdibujada por un futuro incierto. Los retos son muchos para Ahmed al Shara, el antiguo comandante yihadista que asumió la Presidencia en enero de 2025. Durante estos doce meses, el pueblo del país del Sham ha intentado cicatrizar las heridas marcadas por 13 años de sangrienta guerra civil y tensiones sectarias, y medio siglo de mano dura de la dinastía de los Asad. La seguridad, la recuperación económica, la reconstrucción y la convivencia son los principales desafíos a los que aún se enfrenta el nuevo líder.

Sin embargo, lo que más preocupa son las grietas que ha ido levantando el sectarismo, separando y crispando la convivencia entre las distintas comunidades, opacando la diversidad, que ha sido históricamente una seña de identidad de Siria. El 70% de la población es de la rama suní del islam y no hay un censo actualizado para determinar el número exacto de minorías, pero los principales grupos son los alauitas (15%), kurdos (10%), drusos (4%) y varias congregaciones de cristianos y otras minorías étnicas como turcomanos, asirios, armenios, o griegos.

Las "masacres" contra los alauitas

El 8 de diciembre de 2024, tras solo 11 días de incursión, los grupos rebeldes, comandados por el principal grupo yihadista del país —la Organización para la Liberación de Levante (HTS)—, conquistaron las ciudades más importantes de Siria y Al Asad se vio obligado a abandonar la capital antes de que los insurgentes controlaran por completo Damasco. Ese mismo día, hace un año, Yahya M., funcionario alauita de 40 años, se despertó con mucho miedo. "Estaba muy asustado por mí y por mi familia, somos de la comunidad alauita", explica a RTVE.es este hombre de 39 años desde la ciudad costera de Latakia, en el noroeste de Siria, donde el 50% de su población es alauí. Los Asad también formaba parte de esa confesión religiosa. Los alauitas son "seguidores de Alí", el primo y yerno de Mahoma, y que al igual que los musulmanes chiitas, creen que el imán Alí era el legítimo heredero del profeta. Hablamos del 15% de la población en Siria que, tras sobrevivir a la persecución y a las cruzadas, se alzó con el poder durante el gobierno dinástico de la familia Asad.

En las últimas semanas, la ciudad portuaria, la quinta más importante del país, ha sido escenario de protestas para denunciar la discriminación que sufren por parte del actual Gobierno de transición. "Todos salieron a las calles para celebrar, pero las prisiones abrieron sus puertas, especialmente la policía y el personal de seguridad. Los jóvenes sirios han entrado en estas zonas y se han llevado todo tipo de armas, bombas y depósitos de balas. El 90% de los que celebraban eran sunitas, los demás teníamos mucho miedo", asegura Yahya M. Este miedo aparentemente "se desvaneció y los primeros meses conseguimos tener una convivencia tranquila", añade.

Sin embargo, la sombra del terror no tardó en volver, cuando la primera quincena de marzo se produjeron masacres sectarias que se cobraron la vida de al menos 1.426 personas, una cifra que el Observatorio Sirio para los Derechos Humanos eleva a más de 1.700. Estos hechos han reavivado los temores entre las minorías en Siria. Naciones Unidos ha denunciado que la violencia ejercida contras las monerías ha sido “extendida y sistemática”, con episodios que podrían ser calificados como crímenes de guerra, mientras las autoridades justifican la violencia tras una emboscada de simpatizantes de Al Asad contra las fuerzas de seguridad. "Mataron indiscriminadamente y no distinguieron entre adultos y menores, ni civiles y militares. En Latakia lo hemos pasado mal. Sin electricidad, sin agua..., estuvimos nueve días sin poder salir de nuestras casas", denuncia Yahya M.

En Latakia lo hemos pasado mal. Sin electricidad, sin agua y estuvimos nueve días sin poder salir de nuestras casas

Desde entonces, las manifestaciones se han sucedido, especialmente en la región costera, y se han convertido en la mayor movilización desde la caída del absolutista alauita. Yahya M. cuenta que se han quedado sin trabajo él y todos los miembros de la familia. La mayoría de los funcionarios en la dictadura eran alauitas. "Ahora no tenemos ingresos, ni siquiera nos dieron la oportunidad de renunciar, ni nos dieron un certificado de experiencia", señala. "En estos 12 meses nadie ha regresado a nuestro puesto de trabajo y lo que exigimos es volver a trabajar", añade. En las protestas también piden la liberación de los presos.

Kurdos: "El Gobierno solo se centra en la integración militar"

Amnina Hussein es periodista. Nació en la ciudad kurda de Qamishlo, en el norte del país. Pudo regresar a Siria hace un año y estuvo hasta finales del octubre pasado, cuando volvió a España para continuar con sus estudios de doctorado. "Hace un año, tenía mucho miedo de que nos convirtiéramos en Afganistán, siendo mujer y kurda. Pero poco a poco vimos una apertura hacia Occidente", asegura. "Me sorprende este aperturismo, pero sigo teniendo el mismo miedo porque aún no sé hacia donde va el país", añade. Los ataques contra alauitas y drusos le preocupan mucho y teme que salpiquen a los kurdos. "Demuestran que no podemos vivir en paz", denuncia.

"Todavía no hemos escuchado las palabras democracia, pluralismo o diversidad por parte de los líderes", explica Hussein. En Siria hay entre 1,5 y 3 millones de kurdos, que representan aproximadamente un 10% de la población y viven principalmente en el norte y noreste del país. El pasado 10 de marzo, las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), una alianza armada liderada por kurdo-sirios y apoyadas por Estados Unidos, firmaron un histórico acuerdo para integrarse en el Estado sirio. El presidente interino y el líder de las FDS, Mazlum Abdi, llegaron a un acuerdo de seis puntos con los que ponían fin a semanas de negociaciones de paz entre ambas partes, por el que el territorio kurdo pasaría a ser controlado por Damasco.

"Al Shara solamente se centra en el punto que recoge la integración de las Fuerzas Armadas y la realidad es que para los kurdos dejar las armas es una línea roja porque aún tienen amenazas", explica Hussein. Temen la amenaza de las células del Estado Islámico aún en la zona y de las milicias armadas apoyadas por Turquía. Además, recuerda que los kurdos no aparecen en el borrador de la nueva Constitución, ni hay representantes de esta comunidad en el parlamento. "Los kurdos no solamente se sienten minoría, sino discriminados, están bastante aislados y abandonados por el Ejecutivo suní", lamenta.

Los drusos: entre Tel Aviv y Damasco

Los drusos son otra de las comunidades amenazadas, pero con la excepción de contar con la protección de Israel. Hablan árabe y su fe se originó como una rama del islam chiita, confesión que se calcula profesan unas 700.000 personas. La mayoría vive en la montaña de los drusos (Jabal al Druze) en Siria, y su principal bastión es Sueida, una provincia al sur de Damasco. Desde allí, Jasmine al Kadi relata a RTVE.es que la situación es "devastadora". Esta joven de 24 años teme por su vida y la de su familia. Desde este verano, su ciudad se ha convertido en un baño de sangre. La chispa estalló entre las tribus drusas y la comunidad beduina, provocando un cruce de fuego sectario, tras un presunto secuestro de un comerciante druso en la autopista que conduce a la capital, Damasco. Esa carretera, dice esta joven, sigue cortada.

Israel, que ha ocupado más territorio en los Altos del Golán, no ha dejado de bombardear los alrededores de Sueida para frenar a las fuerzas armadas de Damasco, enviadas para detener los enfrentamientos sectarios. El propio primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, reconoce que ha ordenado ataques contra los depósitos de armas porque el Gobierno sirio "tenía la intención de utilizarlas contra los drusos". "Es una ilusión, nadie piensa en los civiles", dice con sarcasmo Al Kadi. Aunque cree que ha habido momentos en este tiempo que sí "nos han protegido". En varias ocasiones, Tel Aviv ha advertido que no toleraría ninguna amenaza contra esta comunidad.

Jasmine solo quiere despertar sin el temor de morir a causa de un ataque con "una granada, una bala o cualquier otra cosa a manos del régimen sirio. Desde hace un año empecé a odiar este lugar y no siento que pertenezca a nada aquí", asegura en una llamada que se entrecorta constantemente. Pero pese a todo, la joven alcanza confesar que tiene "el corazón lleno de esperanza".

Queda mucho por hacer

"La estabilidad del país necesita muchas cosas y tenemos muchos enemigos como Israel. Me preocupa mucho, pero sigo celebrando la caída del régimen", explica el cofundador y editor en la revista Baynana, Ayham Al Sati. Este periodista, de origen suní, aún recuerda la alegría que le produjo la noticia de la caída del Asad, aunque confiesa que un año después siente miedo. Así lo confiesa mientras viaja a Damasco pasa cubrir el primer aniversario de su caída desde allí. Los retos son múltiples tras 60 años de dictadura y 14 años de guerra, la comunidad suní por fin cuenta con un Gobierno que les representa. "Las relaciones entre comunidades están rotas, cada una ve a la otra como enemiga. Ya había muchos problemas de sectarismo antes y es que siempre ha existido", añade.

Lo que necesitamos es una "justicia transnacional después de un régimen totalitario", señala. La situación de los drusos es, quizás, una de las más difíciles reconoce el periodista. "Todos estamos en contra de esto después de tantos años de hostilidades. Es importante que el Gobierno actual y la sociedad consigan una buena convivencia. Necesitamos justicia, justicia y justicia", apunta Al Sati.

También produce cierta preocupación la deriva autoritaria a la que apuntó el Ejecutivo de transición. "Soy partidario de que se necesitan cinco años para poder hacer algo", dice el cofundador de Baynana, pero teme que Al Shara impida al país celebrar elecciones democráticas o "que haya una dictadura nueva con una nueva cara". Según la kurda Hussein, en un año, apenas se ha avanzado en la reconstrucción, ni parece que la economía mejore. La ONU calcula que el 90% de la población está viviendo por debajo del umbral de la pobreza. Tampoco se han creado empleos ni han mejorado los servicios públicos. "Sé que no es mucho tiempo, pero los días pasan y al final lo que le preocupa a la gente es el pan de cada día. El trabajo, los servicios básicos, agua, electricidad, cosas básicas", alega la periodista kurda. La población, coinciden, se merece pasar página.