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¿Y si el dinero fueran caramelos? Así nació el invento que lo compra todo

  • Rafael Feria, director del Museo Casa de la Moneda, explica en Economía de bolsillo por qué y cómo surgió el dinero
  • ¿Qué es, en esencia, el dinero? ¿Existe realmente? ¿Estamos complicando ese invento cada vez más?
Monedas antiguas, mayormente de plata y algunas de oro, con perfiles imperiales y escritura latina.  Desgaste visible en las piezas, especialmente en una moneda de oro central.
Unas de las primeras monedas acuñadas como dinero datan del año 640 a.C. en Éfeso, Turquía. ISTOCK

Hubo un tiempo en el que si tomabas un café y pagabas de más, te devolvían una caja de cerillas. O un puñado de caramelos. Ese era el cambio. Si te sobraban tres monedas, el camarero te deslizaba tres golosinas que te guardabas en la cartera. Era 1977, y la escasez de pesetas rubias obligó a numerosos comercios de distintas provincias españolas a tirar de ingenio. Como no había dinero convencional, se improvisó otro.

Porque el dinero no es un objeto, es una función. Un acuerdo. Vale lo que se decida que valga y es lo que se decida que sea. Fue así con las pesetas en esos años 70. También con las liras italianas en la misma época.

"El Banco de Italia y el Gobierno de Finanzas no se aclaraban sobre el coste de la moneda en circulación, lo que hizo desaparecer el efectivo metálico del bolsillo de los italianos", cuenta Rafael Feria, director del Museo Casa de la Moneda, en Economía de bolsillo, con Lourdes Castro. No era extraño que en un peaje te ofrecieran como cambio "unos billetitos conocidos como miniassegni, –que había emitido el Ayuntamiento de la zona y solo eran útiles en el entorno de ese consistorio—, o unos dulces".

Estaba tan asumido como ocurre ahora con el euro, con los dólares estadounidenses, las libras esterlinas, los yenes japones o cualquier otra divisa. "La moneda de curso legal lo es en aquel Estado que reconoce su curso. Fuera de ahí, no vale", explica Feria.

¿Entonces, qué es el dinero? ¿Una caja de cerillas? ¿Unas golosinas? ¿Un papel de colores con un número impreso en él? ¿Un saldo digital en una app del banco?

"El dinero es lo que hace de dinero", resume Feria. Mientras cumpla una serie de funciones —adquirir, medir, ahorrar—, al menos, lo puede ser. "Sirve para pagar servicios, comprar, dar referencia de valor y como reserva para futuro", concreta.

Sin embargo, por más chucherías que uno guarde en una hucha o intente entregar en un establecimiento, no es suficiente. No paga la compra en el supermercado.

Porque para que algo funcione como dinero, como mínimo, tienen que desearlo y aceptarlo dos individuos. "Debe ser reconocible. Si tú no me reconoces que un bolígrafo verde es dinero, perderá la función monetaria y se convertirá en un simple bolígrafo", ejemplifica el experto.

Del mismo modo, es imprescindible que sea sencillo de portar. ¿Cómo comprar una simple botella de agua si el método de pago son "edificios de ocho plantas"? No cabe ni en la cartera ni en el teléfono móvil. "Tiene que ser transportable", afirma Feria, además de intercambiable. "No puedes decir que eres muy rico porque posees un edificio de ocho alturas que es tu dinero. No puedes transferirlo porque, directamente, la otra persona no puede llevárselo".

Es decir, si nadie te admite lo que ofreces, carece de valor. Para que algo se convierta en método de pago "debe estar aceptado en tiempo y en espacio", insiste Feria.

¿Podría, por lo tanto, una ciudad considerar como "monedas" suyas los bolígrafos verdes, por ejemplo? Sí y no. Sí, porque sería reconocible por los habitantes de la zona para comprar, medir y ahorrar. Sí, porque sería transportable e intercambiable. Pero no, porque "fuera de ahí no cumpliría con la función monetaria y tampoco podría cumplirla en ese territorio dentro de dos años ya que se le habrá acabado la tinta", detalla el experto.

¿Cómo y por qué nació el dinero?

De hecho, con este ejemplo, se llegaría al conflicto por el cual se creó la idea del dinero. Y es que su objetivo, ya sea a través de trozos de papel con colores, caras y números; piezas metálicas con forma de discos o tarjetas, sigue siendo el mismo que hace unos 2700 años: satisfacer una urgencia.

Es una herramienta colectiva. "El dinero surge como necesidad cuando la sociedad se va sofisticando", recuerda Feria. "Cuando, el truque —resalta—, deja de ser suficiente".

En los grupos humanos más primitivos todo era de todos, todos hacían de todo y ese todo se compartía o se canjeaba fácilmente. "Pero llega un momento en el que las sociedades se van especializando. Cada individuo empieza a adoptar roles en función de sus capacidades. Esto significa que hay que enriquecer las relaciones para que, de lo común, cada uno se lleve lo justo", señala Feria.

Y ahí empieza el problema. "El dinero se vuelve justicia social y redistribución de la riqueza", dice Feria citando a Aristóteles.

Ya no basta con que yo te dé un par de lechugas a cambio de unas patas de cabra. No siempre funciona. A veces no es oportuno. Otras, es injusto. Y otras no es sensato. "Imagínate que a mí me da alergia al cerdo. Tú te quedas sin lechugas y yo, sin carne", subraya.

Urgía buscar un mecanismo más seguro, que todos aceptaran, que fuera divisible, que no se devaluara, que sirviera de referencia he hiciera las veces de colchón "porque no siempre las cosechas vienen bien dadas", esgrime Feria. También, que fuera sencillo de manejar. Por eso, primero se usaron los cereales, el cacao y el . Luego los metales y, más adelante, ya las monedas.

Los metales puros "complicaban las transacciones, las ralentizaba e, incluso, las imposibilitaba porque había que pesarlos", sostiene Feria. No era viables. Mucho menos práctico. Y alguien —quizá un sacerdote, quizá un líder local llamado Fanes— en torno al año 640 a. C., en Éfeso, decidió tomar cartas en el asunto.

"Esta persona emitió pequeñas piezas de metal con una marca reconocible: un gamo hembra con una leyenda que rezaba 'Soy el emblema de Fanes'. Esto se convirtió en un garnatía. Daba la seguridad de que contaba con el peso que se le suponía y tenía la nobleza esperada", explica Feria. De este modo, se comenzó a ahorrar tiempo y esfuerzo en analizar, pesar y desconfiar". Y comprar se volvió más asequible.