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El papa Francisco y el patriarca Kiril protagonizaron una reconciliación histórica entre Iglesias tras mil años de cisma

  • Las relaciones entre ambos se enfriaron tras la invasión rusa de Ucrania
  • El papa también fomentó el diálogo interreligioso con musulmanes o judíos
El abrazo de Francisco y Kiril derrumba un muro de 1.000 años de enemistad
Un momento del encuentro entre el papa Francisco y el patriarca ruso Kiril

Casi mil años después de que el cristianismo sufriera su primer gran cisma con la división entre las iglesias de Oriente y Occidente, un papa católico y un patriarca ortodoxo ruso se reunieron por primera vez: Francisco y Kiril se abrazaron en La Habana, el 12 de febrero de 2016, durante un encuentro histórico en el que abrieron un inédito canal de diálogo interreligioso y cooperación, que buscó forjar un frente común para los desafíos del mundo como la persecución del cristianismo, la violencia y el terrorismo. Sin embargo, el patriarca ruso fue una de las ausencias del funeral de Francisco.

Este encuentro fue el colofón a un acercamiento con las Iglesias ortodoxas orientales que Francisco impulsó desde el principio de su pontificado. "Finalmente", clamó el papa cuando se vieron en la pequeña sala en la que habían colocado las dos banderas, del Vaticano y de Rusia, así como un crucifijo. Se saludaron con un abrazo y con tres besos en las mejillas, como manda la tradición rusa entre amigos, un gesto conciliador que mostró el talante dialogante de Kiril y Francisco, ambos de perfil reformista, que lograron una reunión que sus antecesores nunca pudieron.

El encuentro "fraterno", el primero entre los primados de las dos principales ramas del cristianismo desde el cisma de 1054, se desarrolló durante más de dos horas en un salón de protocolo del aeropuerto José Martí de la capital cubana, donde Francisco hizo escala expresamente para esa cita antes de su viaje a México; mientras que Kiril se encontraba en Cuba como parte de una gira por América Latina, que le llevó después a Brasil y Paraguay. "Iré donde quieras. Llámame y yo voy", le había dicho el pontífice al patriarca ruso meses antes. Kiril recogió el guante pero rechazó verse en algún país europeo, escenario de las antiguas rencillas. El 'nuevo mundo', donde el cristianismo goza de buena salud, parecía el lugar idóneo y Cuba —donde ninguna de las dos confesiones es prevalente— encajó perfectamente en ese propósito.

"La conciencia cristiana y la responsabilidad pastoral no nos permiten que permanezcamos indiferentes ante los desafíos que requieren una respuesta común", reza la declaración conjunta que firmaron ese día. El documento señaló que católicos y ortodoxos, tras "casi mil años privados de comunicación y divididos por las heridas causadas en conflictos de un pasado lejano, por las diferencias heredadas de antepasados", se deben unir para "centrar su atención a las regiones del mundo donde los cristianos están sometidos a persecución", como Oriente Medio y África del Norte. Denunciaron que en Siria o Irak —donde entonces el Estado Islámico campaba a sus anchas— la violencia se había cobrado miles de vidas. "Vemos con dolor el éxodo masivo de cristianos de la tierra donde nuestra fe comenzó a extenderse y donde ellos vivían a partir de los tiempos apostólicos", señalaron.

La reconciliación comenzó con el patriarca de Constantinopla

La iglesia cristiana sufrió el gran cisma entre Oriente y Occidente en 1054, cuando ambas iglesias se excomulgaron mutuamente. Desde entonces, nunca un pontífice de Roma se había reunido con el patriarca más importante de todas las iglesias ortodoxas en cuanto a número de fieles, ya que la de Rusia congrega en la actualidad a unos 130 millones de los cerca de 260 millones de cristianos ortodoxos. El encuentro, de hecho, llevó varios años de preparación y culminó un acercamiento a las iglesias ortodoxas que comenzó hace medio siglo y del que Francisco se convirtió en principal impulsor.

En 1964, el papa Pablo VI y el patriarca Atenágoras de Constantinopla rompieron un primer muro entre católicos y ortodoxos, abriendo un nuevo capítulo en la relación entre ambas iglesias, que logró un final feliz con la reconciliación entre Francisco y Kiril. Benedicto IV visitó a otro patriarca de Constantinopla, a Bartolomé I, durante un viaje a Turquía en 2006 y Francisco también se reunió con él tres veces: en Estambul y Tierra Santa en 2014, y en Lesbos en 2016, donde lanzaron un mensaje común por los refugiados del mundo. Además, Bartolomé acudió en 2013 al Vaticano a la toma de posesión de Francisco, la primera vez que un patriarca ortodoxo asistía a una inauguración papal.

El papa en Lesbos junto con el patriarca ortodoxo ecuménico de Constantinopla Bartolomé I

El papa Francisco, el patriarca ecuménico Bartolomé y el Arzobispo griego Jerónimo asisten a un acto en memoria de las víctimas de la migración, en la isla de Lesbos (Grecia), el 16 de abril de 2016. EFE/EPA/YANNIS KOLESIDIS

La Iglesia Ortodoxa no tiene una cabeza universal comparable al papa de Roma. Las 14 diferentes ramas nacionales se consideran ‘autocéfalas‘ —dependen cada una de un patriarca o un sínodo de obispos propios—. De los 14 patriarcas ortodoxos, el de mayor prestigio es el patriarca ecuménico de Constantinopla, residente en Estambul. Se le atribuyen ciertas prerrogativas, como mediar entre sínodos en caso de conflicto o representar la Iglesia Ortodoxa frente a otras confesiones. Su posición prevalente ha sido reiteradamente discutida por el patriarca de Moscú, que en la práctica aglutina más poder y seguidores, de ahí la importancia histórica de la cita entre Francisco y Kiril.

Pero antes, Francisco, figura apreciada por la curia ortodoxa, ya se había reunido con otros primados ortodoxos: con Teodoro II de Alejandría en 2013 —coincidiendo con el 40 aniversario de la primera visita de un cabeza de la Iglesia ortodoxa copta de Alejandría al Vaticano, cuando Shenouda III se vio con Pablo VI el 10 de mayo de 1973—; con Paulose II de Malankara (India) en 2013; o con Ignacio Aphrem II de la iglesia siriaca en 2015. Durante su visita papal a Armenia en 2016, también se vio con el patriarca armenio Karekim II.

Con su reconciliación con el patriarca ruso, Francisco cumplió un anhelo que ya alimentó Juan Pablo II, quien ya intentó reparar la relación con la iglesia rusa, aunque Karol Wojtyla no llegó a cumplir su sueño de visitar Moscú. Para los ortodoxos rusos, el origen polaco del pontífice era un obstáculo: rusos y polacos siempre han tenido fricciones relacionadas con la religión y la decisión de Juan Pablo II, al que acusaban de proselitismo, de fundar diócesis católicas en Rusia aumentó las tensiones. El entonces patriarca ruso Alejo II vetó cualquier reunión. Con Benedicto XVI, el encuentro parecía posible —Joseph Ratzinger había conocido a Kiril antes de ser patriarca como parte de una delegación ortodoxa que recibió el pontífice alemán y lo felicitó cuando fue entronizado— pero tampoco se materializó.

Tensión por la guerra de Ucrania

Con la muerte de Alejo II, Kiril asumió la cátedra moscovita en 2009 y la llegada de Francisco al trono de Roma en 2013 acabó de allanar el camino para esa reunión histórica. Sin embargo, en los años sucesivos la relación se enfrió, especialmente a raíz de la guerra de Ucrania, y una esperada visita de Francisco a Rusia nunca llegó a producirse. Rusia es un país oficialmente laico, pero la ortodoxa, religión ampliamente extendida entre su población, goza de trato de favor por parte de las autoridades, que le han devuelto numerosos edificios y bienes confiscados por la Unión Soviética. Kiril y el mandatario ruso, Vladimir Putin, mantienen una estrecha relación y el patriarca se alineó con los intereses del Kremlin tras la invasión de Ucrania en febrero de 2022.

Tras la de La Habana, una segunda reunión entre Francisco y Kiril estaba programada para junio de 2022 en Jerusalén, pero el Vaticano la canceló en abril, en plena ofensiva militar rusa en Ucrania y poco después de que se destaparan las matanzas de las tropas rusas en Bucha, Irpin o Borodianka. “Nuestra relación es muy buena (...) Pero nuestra diplomacia entendió que una reunión de los dos en estos momentos podía prestarse a muchas confusiones”, aclaró Francisco entonces.

Ambos mantuvieron una tensa conversación telefónica en marzo, unas semanas después de la invasión, en la que Francisco pidió a Kiril que no se convirtiera en lacayo ni vocero de Putin, después de que el patriarca le enumerara las mismas justificaciones de guerra que aducía el presidente ruso. "Escuché y le dije: no entiendo nada de esto. Hermano, no somos sacerdotes de Estado, no podemos usar el lenguaje de la política, sino el de Jesús. El patriarca no puede convertirse en el monaguillo de Putin", desveló Francisco dos meses después de esa llamada, lo que provocó el enfado de Kiril. Desde entonces, todos los intentos papales de mediación en Ucrania fueron truncados.

Precisamente Ucrania fue mencionada en la declaración conjunta de La Habana de 2016. Ambos pidieron entonces la resolución pacífica a un conflicto que "ya cobró muchas vidas, causó sufrimientos innumerables a los civiles, hundió a la sociedad en una profunda crisis económica y humanitaria". Entonces el mundo había contemplado impasible la anexión rusa de Crimea en 2014 y la llegada de milicias prorrusas al Dombás.

Lazos con otras confesiones y religiones

Ya como arzobispo de Buenos Aires y cardenal, Francisco se interesó en tejer lazos con otras confesiones y religiones y, como papa, tendió puentes con otros credos, en particular con las ramas protestantes de la cristiandad. Le unía una estrecha amistad con Justin Welby, arzobispo de Canterbury y primado de la Iglesia Anglicana hasta enero de 2025, con quien se reunió en múltiples ocasiones. Ambos defendieron el ecumenismo (unión religiosa entre cristianos que supere viejos cismas). En su viaje de 2023 a Sudán del Sur, país asolado en un conflicto sectario y religioso entre católicos y protestantes, Francisco acudió acompañado de Welby e Iain Greenshields, moderador de la Iglesia de Escocia (Presbiteriana).

El papa también se acercó a luteranismo y metodismo. En octubre de 2016, participó en Suecia en un acto que inauguraba el año de festejos por el 500 aniversario de la reforma de Martín Lutero. Celebró una liturgia ecuménica junto con el presidente de la Federación Luterana Mundial, el obispo Munib Younan. Además, en diciembre de 2014, Francisco se convirtió en el primer papa en recibir en audiencia privada en el Vaticano a un general del Ejército de Salvación —denominación metodista evangélica—, André Cox, y en 2016 se reunió con miembros del Consejo Metodista Mundial, el Consejo Metodista de Europa y de la Iglesia Metodista en Gran Bretaña.

Francisco también cultivó relaciones con otros líderes religiosos, en particular judíos y musulmanes. Poco más de un año después de comenzar su pontificado, en mayo de 2014 visitó Israel y Palestina, donde la religión ha empañado un conflicto de raíces políticas. Allí invitó a un rezo conjunto al entonces presidente israelí, Simon Peres, y al palestino Mahmud Abás; además de a representantes de las tres religiones monoteístas con presencia en Tierra Santa, que "reúnen a los hijos de Abraham". "Debemos derribar los muros de enemistad y tomar el camino del diálogo y de la paz", instó Francisco en la ceremonia, que se celebró semanas después en los jardines del Vaticano, al que también asistió el patriarca Bartolomé.

En sus años como arzobispo de Buenos Aires, Bergoglio desarrolló vínculos con la comunidad judía de Argentina —la mayor de Latinoamérica— y fue invitado a numerosos ritos judíos en sus sinagogas, como celebraciones de Rosh Hashana (Año Nuevo judío), donde se presentó como un "peregrino ante sus hermanos mayores". "Debido a nuestras raíces comunes, un cristiano no puede ser antisemita", declaró también en varias ocasiones. Tras el atentado de la AMIA de 1994 contra un Centro Comunitario Judío en Buenos Aires, en el que murieron 85 personas, Bergoglio fue la primera figura pública en firmar una petición condenando el ataque y pidiendo justicia.

Mantiene una relación cercana con el gran rabino sefardí de Argentina, Isaac Sacca; y con Abraham Skorka, rector del Seminario Rabínico Latinoamericano de Buenos Aires. "El diálogo nace de una actitud de respeto hacia la otra persona, de la convicción de que la otra persona tiene algo bueno que decir. Supone que hay espacio en el corazón para el punto de vista, la opinión y la propuesta de la otra persona. El diálogo implica una acogida cordial, no una condena previa", se lee en sus conversaciones con su amigo Skorka, recogidas en un libro en 2011.

Líderes musulmanes de todo el mundo también acogieron con agrado la llegada de Francisco al trono de Roma, quien mostró un talante más dialogante y respetuoso con el islam que otros papas, especialmente Benedicto XVI —su discurso de Ratisbona en 2006 fue interpretado como denigrante hacia el islam—. El papa argentino mostró especial interés en viajar a países donde el islam es la principal religión, como Egipto, Irak, Azerbayán o Emiratos Árabes Unidos, donde tendió la mano a sus líderes religiosos para luchar juntos contra "el odio, la división, el terrorismo, y la discriminación".

En noviembre de 2024 convocó en el Vaticano la Conferencia entre todas las Religiones, bajo el lema "Religiones juntas por una humanidad mejor", donde no solo asistieron cristianos, judíos y musulmanes en todas sus ramificaciones, sino también representantes del hinduismo, budismo, bahaismo o taoísmo para luchar unidos contra los “crecientes casos de intolerancia y odio entre pueblos y naciones”.

"La responsabilidad decisiva de las religiones en la convivencia de los pueblos", repitió Francisco reiteradamente a lo largo de su pontificado, el más reformista de los últimos tiempos.