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Vaticano, cambio de era (IV)

La hermana Geneviève, la amiga del papa que abrió el Vaticano a pobres, feriantes y transexuales

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Los vecinos de sor Geneviève, la monja amiga del papa, la recuerdan por su bondad

Como Francisco, la hermana Geneviève Jeannigros siempre estuvo al lado de los pobres, los marginados y los desfavorecidos. Esta menuda monja de 82 años captó este miércoles la atención de los medios cuando, saltándose el protocolo y sin que nadie se lo impidiera, se tomó su tiempo para llorar ante el féretro del papa en el altar de la Basílica de San Pedro, cuando abrieron sus puertas para el velatorio público.

Les unía una gran amistad desde hacía años, su vocación de ayuda a los más necesitados y un nexo que se remonta a la dictadura argentina: Geneviève, religiosa de las Hermanas de Jesús y de nacionalidad francesa, es sobrina de Lèonie Duquet, otra monja amiga de Francisco que desapareció en esa oscura época de la historia de Argentina, en un episodio que marcó la vida de Jorge Bergoglio, que entonces era provincial de los jesuitas argentinos.

Desde septiembre, Geneviève reside por su avanzada edad en el convento de Arco di Travertino en Roma, pero antes vivió en una caravana entre feriantes durante cinco décadas en Ostia, un barrio obrero a las afueras de la capital italiana conocido por albergar un parque de atracciones en decadencia, el Luna Park. "Es una persona bellísima, buena, de gran corazón, maravillosa con todos", asegura a RTVE.es Patrizia, su vecina hasta hace pocos meses.

El papa visitó Ostia en dos ocasiones

Geneviève no solo llevó a estos feriantes a algunas de las audiencias públicas de Francisco en el Vaticano, sino que logró que un papa visitará por primera vez el humilde barrio de Ostia. Lo hizo en dos ocasiones, en 2015 y 2024, cuando se desplazó hasta el modesto hogar de su amiga monja. "Pude conocer al papa cuando vino aquí las dos veces, gracias a ella. Hicimos una fiesta dentro, solo con los trabajadores del Luna Park, y la gente del circo", explica la vecina mientras señala una puerta metálica, con la pintura verde desconchada. Es el número 43 de la via Vizenzo Vanutelli.

En el buzón comunitario todavía figura su nombre. Al otro lado de la puerta, se acumulan poco más de una decena de pequeñas caravanas, donde las familias feriantes han vivido durante décadas. Geneviève habitó allí más de cincuenta años con otra monja de su congregación, Anna Amalia, dedicada a ayudar a la gente de la calle. "La echamos mucho de menos", dice con tristeza Patrizia.

La puerta de la casa donde vivía Geneviève Jeanningros

La puerta de la casa donde vivía Geneviève Jeanningros Sara Gómez Armas

"Imagínate la impresión que me dio levantarme un día y encontrarme en la puerta de mi casa con el santo padre", recuerda entre risas sobre esa mañana del 31 de julio de 2024 Maurizio, otro feriante retirado cuya casa rodante estaba justo enfrente de la de las monjas. Agradece mucho la ayuda de Geneviève a esta comunidad en decadencia, que apenas llega a fin de mes. "Ya no se puede vivir del parque de atracciones, hace años que casi no vienen niños, ahora solo quieren estar delante de las pantallas", se queja Mauricio, que vive en el Luna Park desde 1971 heredando de su padre la profesión de feriante.

De hecho, en 2020, en plena pandemia, este grupo lo pasó realmente mal al quedarse sin ingresos. Ella movió sus hilos en el Vaticano, con la ayuda de don Giovanni, el párroco de la iglesia del barrio, la Santa Maria Regina Pacis. Pocos días después, el limosnero del papa, el cardenal Krajewski, llegó a Ostia en una furgoneta cargada con alimentos y ropa para ellos.

Además, les pidió sus facturas pendientes para pagarlas con fondos del Vaticano. "Estas personas son seres humanos que tenían hambre, Todos somos hijos de Dios", justificó el cardenal cuando la historia tomo relevancia en los medios.

Francisco visita a la comunidad circense con la que convive sor Genevieve

Francisco visita a la comunidad circense con la que convive sor Genevieve Vatican Media

Abrió las puertas del Vaticano a la comunidad trans

Pero Geneviève no solo ayudó a los feriantes, empleados de circo y familias desfavorecidas de Ostia. Con la ayuda de su amigo, el párroco Giovanni, también se volcó con la comunidad LGTBI y con mujeres transexuales, muchas de ellas obligadas a ejercer la prostitución. Ella se hizo habitual en las audiencias públicas del papa de los miércoles e invitó a estas personas a acudir en muchas ocasiones. "La hermana abrió las puertas del Vaticano a la comunidad LGTBI, sobre todo de personas transexuales".

"El papa siempre los recibió bien, con mucho afecto y alegría. Fue algo muy hermoso de ver", rememora Giovanni en conversación con RTVE. El párroco admite que fue un "gesto bellísimo" por parte de Francisco darles cabida y una "gran novedad", ya que la comunidad LGTBI ha sido históricamente condenada y marginada por la Iglesia católica.

"Pude ver cómo el papa también se emocionaba al tenerlos en su casa, los recibía con alegría y les dio su bendición", señala Giovanni, que acudió junto con la hermana Geneviève a la última audiencia pública de Francisco en enero, antes de enfermar de una neumonía bilateral y ser ingresado 38 días en el hospital Gemelli de Roma.

Geneviève y Giovanni han diseñado un proyecto comunitario para ayudar a comunidades trans que viven en la pobreza, muchas de ellas prostitutas, o con problemas de salud. "Queremos ayudarles, darles un hogar y una comunidad en la que sentirse integradas. Que puedan insertarse en la sociedad sin estar sometidos a prejuicios", explica. Contaban con el apoyo expreso del papa y del Vaticano para implementarlo, pero no ha dado tiempo. "Espero que podamos seguir adelante con el respaldo del próximo pontífice", subraya.

Giovanni conoce bien la historia de cómo Geneviève conoció a Jorge Bergoglio, antes de que el jesuita se convirtiera en el primer pontífice latinoamericano, que revolucionó los cimientos de la Iglesia católica, desafiando sus estructuras de poder y acercándola a las periferias del mundo.

La monja mandó una carta a Bergoglio cuando fue nombrado cardenal para recriminarle que la Iglesia católica argentina había hecho poco durante la dictadura militar entre 1973 y 1986. "Eso generó una discusión epistolar entre ellos, pero de ahí surgió una gran amistad mediante misivas", cuenta Giovanni, recordando una historia que Geneviève le ha contado muchas veces.

Cuando Bergoglio llegó a Roma, ya investido sumo pontífice, ella le mandó un mensaje dándole la bienvenida. "Francisco enseguida le respondió y mantuvieron un primer encuentro en persona que acabó por convertirse en costumbre. El papa se levantaba inmediatamente a saludarla en cuanto la veía entrar en las audiencias públicas", relata.

La sombra de la dictadura militar en Argentina

Pero la carta de Geneviève despertó en Francisco viejos fantasmas del pasado. Su tía, Lèonie Duquet, era amiga de Bergoglio en los años en los que él era el máximo representante de los jesuitas en Argentina y ayudaba a las Madres de la Plaza de Mayo, hasta que un día desapareció junto con otra monja francesa: Alice Dumon. Luego se supo que ambas fueron secuestradas y torturadas en diciembre de 1977 por militares de la dictadura. Se deshicieron de sus cadáveres en uno de los vuelos de la muerte y el cuerpo de Duquet fue hallado en una playa a unos 400 kilómetros de Buenos Aires por unos pescadores.

No fueron las únicas que desaparecieron en esos años, en los que algunos acusaron a Bergoglio de connivencia e incluso colaboracionismo con la dictadura, aunque luego se dio a conocer que Francisco optó por la discreción para ayudar a algunos disidentes a esconderse y escapar de la junta militar.

Sobre la escena que Geneviève protagonizó el miércoles en la Basílica de San Pedro en las exequias de Francisco, Giovanni aclara que ella nunca pretendió saltarse el protocolo ni recibir un trato especial. "Ella es una persona muy sencilla y discreta, solo quería llorar la pérdida de un gran amigo", apunta el párroco. La monja fue a visitar varias veces a Francisco al hospital Gemelli durante su convalecencia, pero nunca pudo entrar a la habitación por el riesgo que suponía recibir gente del exterior debido a su delicado estado de salud.

"Ella ha sentido mucho la muerte del papa. Está muy triste, forjaron una amista verdadera. Cuando pierdes un amigo así, tan cercano, el corazón lo siente", indica Giovanni, que estos días ha hablado varias veces con Geneviève por teléfono para consolarla.