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Elecciones generales 2023

Abascal, el líder "sin complejos" que busca tocar poder y marcar el paso al PP

  • Presume de una mayor contundencia que la derecha tradicional en temas como la unidad de España o el feminismo

Por
Santiago Abascal (Vox) | Elecciones generales 2023
El presidente de Vox y candidato a las elecciones generales del 23J, Santiago Abascal

Dio la campanada en 2019 con la irrupción de Vox en el Parlamento, un partido de extrema derecha al que en sus inicios pocos tomaban en serio y que hoy es tercera fuerza política. Cuatro años más tarde, Santiago Abascal (Bilbao, 1976) aspira a condicionar la próxima legislatura con el fin de repetir la “gesta” que se inició en Castilla y León en 2022 y que hoy se replica en otros dos ejecutivos autonómicos -Comunidad Valenciana y Extremadura- y más de 140 ayuntamientos: un gobierno en coalición con el PP.

Las encuestas apuntan por una clara victoria del popular Alberto Núñez Feijóo, que obtendría por sí solo más diputados que la suma de la izquierda, y una mayoría absoluta posible sumando sus escaños con los de Vox. En este escenario, el líder del PP ha abogado por gobernar en solitario, si bien desde la formación de Abascal insisten en que no cederán ni un voto "gratis". Los de Vox quieren tocar poder y lo exigen (y consiguen) allá donde pueden.

Lo cierto es que su llegada a la política ha supuesto una profunda fractura en el voto de derechas, que los populares no han conseguido disipar en este tiempo (al contrario de lo sucedido con Ciudadanos, que apenas mantiene representación en el escenario político actual y que el PP se ha comido literalmente). Elección tras elección y en apenas ocho años, Vox ha ido sumando representación hasta el punto de tener voz a día de hoy en la mayoría de parlamentos autonómicos (con la excepción de Galicia) y en 43 de los 52 consistorios de las capitales.

Azote del PP y líder sin complejos

En lo personal, el líder de Vox está casado en segundas nupcias y es padre de cuatro hijos. En lo profesional, el que durante más de 15 años fuera miembro del Partido Popular, se ha convertido en su principal azote, con permiso de la izquierda, una tarea que asume sin complejos. Abascal dirige su discurso hacia aquellos que echan en falta una mayor contundencia y determinación de la derecha tradicional en temas como la unidad de España, la inmigración o el feminismo. “El género es un concepto ideológico que nosotros no compartimos”, sostiene en cada uno de sus discursos.

De hecho, ha prometido que, si llega al Gobierno tras el 23J, derogará todas las leyes aprobadas durante esta legislatura que "dividen y destruyen" como a su juicio son la conocida como ley del 'solo sí es sí', la 'ley trans' o la de Memoria Democrática. Estos mensajes se unen a otros de corte homófobo, como su intención de eliminar el derecho al matrimonio o la adopción entre personas del mismo sexo. Cuestionado por el día del Orgullo LGTBi, Abascal afirmó hace unos días que no tenía planeado celebrarlo porque es "heterosexual".

Por contra, el presidente de Vox reivindica la defensa de España, de la familia y de la vida; así como de tradiciones como los toros o la caza, mientras defiende con orgullo la historia de España.

Abascal tampoco oculta su inspiración en otros líderes ultranacionalistas europeos como la italiana Giorgia Meloni, la francesa Marine Le Pen o el húngaro Viktor Orban, con quienes mantiene una estrecha relación. Todos ellos rechazan las “imposiciones” de Bruselas sobre la soberanía nacional y alertan de la “amenaza” que supone la inmigración irregular para los países del Viejo Continente. Y, siguiendo la retórica de Donald Trump, acusa a los medios de ejercer contra su partido una "demonización" sin precedentes.

Abandonó el PP porque Rajoy “traicionó” a sus votantes

Hijo de Santiago Abascal Escuza, un histórico miembro del PP de Álava, el líder de Vox comenzó muy pronto en la política y recién cumplida la mayoría de edad se afilió al PP. Bajo el paraguas de los populares, fue concejal durante dos legislaturas en Llodio (1999-2007) y miembro de las Juntas Generales de Álava y del Parlamento Vasco hasta 2009, momento en el que se alejó de la formación por sus discrepancias con la línea marcada por la dirección. Según entendía, el PP vasco ya no defendía los principios que arroparon su nacimiento como principal partido conservador.

Se marchó entonces a Madrid, donde encontró el refugio de Esperanza Aguirre. La presidenta le puso al frente en 2010 de la Agencia de Protección de Datos de la Comunidad y, en 2013, de la Fundación para el Mecenazgo y Patrocinio Social. En esta última, Abascal llegó a cobrar más de 80.000 euros al año, una cantidad superior a la nómina del entonces presidente del Gobierno, Mariano Rajoy.

A los pocos meses la fundación se disolvió, coincidiendo con la salida de Abascal del PP. En una carta dirigida a Rajoy, se mostró muy crítico con la gestión del expresidente, al que acusó de “traicionar” a su partido y a sus votantes. Según explicó, llevaba "mucho tiempo" sopesando la idea de abandonar "el partido de mi vida y el partido de mi padre", siendo "la gota que ha desbordado el vaso” la “excarcelación de terroristas".

No obstante, conservó de aquella época la amistad con algunos líderes populares, como la que guarda con el actual portavoz de campaña del PP, Borja Sémper, al que conoce desde los 17 años. El propio Sémper aseguró que su relación personal está "a prueba de bombas", aunque dejó claro que Abascal y Vox no representan lo que él "aspira y quiere" para España.

Llegó a Vox en 2014 para tomar las riendas de la formación

Meses después, en enero de 2014, reapareció como uno de los impulsores de Vox, un partido que defendía los mismos valores que el líder echaba en falta en su anterior partido. Y lo hizo junto a exmilitantes del PP y víctimas del terrorismo como José Antonio Ortega Lara, y con un perfil más duro que en la etapa previa.

Ese mismo año, Abascal asumió la presidencia. Sin embargo, el partido no obtuvo notoriedad hasta 2018, cuando consiguió reunir a casi 10.000 personas en un mitin en el Palacio de Vistalegre. Poco después, entró por primera vez a formar parte de un Parlamento regional: sería en Andalucía, donde irrumpió con 12 escaños y el 11% de los votos, siendo claves en el cambio de Gobierno auspiciado por Juanma Moreno.

Desde entonces, la formación de extrema derecha ha ganado representación en todas las elecciones a las que se ha presentado. En las generales del 28 de abril, consiguió entrar en el Congreso con 24 diputados y ser quinta fuerza, para duplicar sus escaños unos meses después con la repetición electoral y alzarse como el tercer partido más votado.

Aunque no sería hasta 2022 cuando alcanzaría uno de sus principales objetivos: ser decisivos en la formación de Gobierno. Tras un acuerdo con el PP en Castilla y León, Vox se hizo con la vicepresidencia y tres consejerías. Y, más tarde, llegaron los pactos para gobernar en ayuntamientos y ejecutivos autonómicos de toda España.

Objetivo: ser decisivos en la formación de gobierno

Estos acuerdos, no obstante, siempre han suscitado el recelo de los populares, quienes siguen alejándose de las posturas más extremistas de Vox, a pesar de la firma de pactos. Tanto Abascal como Feijóo han protagonizado sonados desencuentros en el último año, por ejemplo, tras la decisión del PP de abstenerse en la moción de censura a Pedro Sánchez -que Feijóo calificó de “esperpento político” y de “pérdida de tiempo”- o a cuenta de la ilegalización de Bildu, que Vox reclama y el PP rechaza.

Celebro que ya no haya derechita cobarde, ahora son un partido de centro-izquierda”, señalaba Abascal durante la campaña del 28M, muy crítico con el cambio de posición del PP tras la salida de Pablo Casado. El líder de Vox ha acusado a los populares de querer ser “los herederos” del PSOE, por ejemplo, aplaudiendo ley de plazos del aborto: “El PP es el PSOE con diez años de retraso”, subrayaba.

Sin embargo, más allá de las diferencias puntuales, PP y Vox sintonizan en multitud de temas y cuenta de ello son los acuerdos alcanzados en hasta cinco Ejecutivos autonómicos y en decenas de ayuntamientos, a fin de amarrar el poder conservador en aquellas regiones donde ninguna formación consiguió votos suficientes para gobernar en solitario. Ahora, el siguiente objetivo es llegar a La Moncloa.