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La "injusticia" de morir en una habitación compartida: "Pasé 12 horas hablándole a mi marido al oído"

  • Vanesa Pais narra la "inhumana" muerte de su marido en un hospital, una situación que puede tener consecuencias psicológicas
  • El derecho de los pacientes terminales a un cuarto individual está recogido en las leyes autonómicas, pero no siempre se cumple

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Un familiar le da la mano a un paciente
Un familiar le da la mano a un paciente

Fue injusta, inhumana, terrible y desgarradora. Así recuerda Vanesa Pais la muerte de su marido, Miguel, en un cuarto compartido en la planta de oncología. "Pasé 12 horas hablándole al oído", bajito, intentando encontrar la intimidad que la despedida le pedía y que el Hospital Clínico de Santiago de Compostela no podía darle. Entonces le prometió algo: iba a luchar porque nadie más tuviese que decirle adiós a un ser querido así.

Su batalla ha conseguido ya más de 100.000 firmas en la plataforma change.org y le ha abierto los ojos. El caso de Miguel se repite “a menudo” y en centros de toda España, asegura. Lo confirma el doctor de la Asociación Cuidados Paliativos Madrid Agustín Chacón. “Todos los días muere gente en habitaciones compartidas fuera de cuidados paliativos”, como le ocurrió a Miguel.

Dentro de esta unidad, sin embargo, los fallecimientos en cuartos de varias camas suceden menos frecuentemente, aunque también “una vez al mes o cada dos meses”. Es decir, que la falta de camas afecta a todo el sistema sanitario español. Y esto puede tener graves consecuencias psicológicas.

Un "mal trago" por el que no solo sufren el paciente y sus allegados. Miguel tenía la misma enfermedad que su compañero de habitación, quien, junto a sus familiares, lo vio morir ante sus ojos. "Los hijos del otro paciente lloraron conmigo", cuenta Pais a RTVE.es.

Un derecho recogido en las leyes autonómicas, pero difícil de llevar a cabo

La Constitución española menciona el derecho "a la intimidad personal y familiar" en su artículo 18.1, así como consagra el "derecho de todos a la vida y a la integridad física y moral" en el 15, pese a que no menciona concretamente el trato en los centros sanitarios. Sin embargo, sí lo hacen las leyes autonómicas.

Según la comunidad, la legislación es diferente, pero la mayoría tienen algo en común: protegen el derecho de los pacientes terminales a tener una habitación individual y a disfrutar de "las mejores condiciones relativas al confort, pudor e intimidad", aunque especifican que siempre y cuando "circunstancias excepcionales" no justifiquen lo contrario. Dicen esto, por ejemplo, la Ley 5/2015 de Galicia y la Ley 4/2017 de Madrid.

No obstante, en un país donde el ratio de camas por 1.000 habitantes es de 2,6, de acuerdo a los últimos datos del Ministerio de Sanidad, dichas promesas son difíciles de llevar a cabo. "Cuando se prevé la muerte de un paciente, se intenta dejar una habitación individual libre, pero pocas veces es posible", explica el Doctor Chacón. Por eso, "las leyes no han cambiado nada".

En esta línea, el Doctor y miembro de Sociedad Española de Cuidados Paliativos Alonso Babarro también señala que, aunque en los últimos años "se ha mejorado la implementación del derecho a una habitación individual", aunque "se está muy lejos de poder cumplirlo". Se debe, en parte, a una infraestructura hospitalaria "antigua y con demasiadas habitaciones múltiples" y a la "falta de reflexión social" sobre la necesidad de contar con intimidad durante la muerte de un ser querido.

Los médicos cuentan en ocasiones con escasos recursos. En el caso del marido de Vanesa Pais, que murió en la planta de oncología del Hospital Clínico de Santiago de Compostela, los médicos no pudieron darle un cuarto individual porque dicha planta era utilizada incluso por otros pacientes de medicina interna. "Los oncólogos ni siquiera tenían el control de su propia planta", afirma Pais tras haber conversado con varios profesionales del centro.

Sin intimidad y con solo 15 minutos para decir adiós: "La peor de las despedidas"

A Miguel los sanitarios solo podrían haberle ofrecido una opción: trasladarlo a otro hospital en ambulancia, algo que ya no era posible por el inesperado deterioro de su salud. Su cáncer "se descontroló en cuestión de días". Lo único que pudieron hacer entonces fue sedarlo, en una habitación compartida. Así pasó sus últimas 12 horas de vida. "Te aseguro que es la peor de las despedidas".

"Quería estar sola con él, pero no tenía momentos de intimidad ni aunque mi suegra y mi cuñado saliesen de la habitación", allí estaba el otro paciente con su familia, "al final tuve que hablarle al oído, y eso es muy muy duro". De aquel día hace ya casi tres meses, pero todavía le vienen a la cabeza la dolorosa imagen y la rabia de no haberle podido decir adiós "en condiciones".

Mis hermanos me tuvieron que sacar a rastras

Aunque tuvieron "suerte" con el personal médico, que les permitió entrar en la habitación a más de un acompañante y, tras la muerte de su marido "hicieron los trámites más lentos" para que pudiesen estar más tiempo a su lado, Pais la recuerda como una situación traumática. "Cuando falleció y llegaron los de la morgue, me dieron 15 minutos para despedirme", un cuarto de hora que no fue suficiente: "Mis hermanos me tuvieron que sacar a rastras". Entonces, se desinfectó la habitación e ingresó un nuevo paciente.

"No te da lugar a asimilarlo, a calmarte". Solo fue consciente de que realmente había perdido a su marido cuando le llamaron del tanatorio y fue a llevar ropa para vestirlo. "Una vez me dejaron verlo en la caja, en ese momento todo fue real", una sensación que no se la desea a nadie. Por eso, ahora busca "que se aplique la ley y la humanidad". Petición que respaldan más de 100.000 personas.

Las posibles consecuencias psicológicas

La intimidad es muy importantes en muchos momentos de nuestras vidas, algunos tan simples y cotidianos como ducharse o vestirse. Pero cuando se habla de la muerte, "quizás el proceso más difícil de los que vivimos", se vuelve más que nunca indispensable, apunta la psicóloga sanitaria Estefanía Cárcel.

"Al tratarse de una situación que implica vivir emociones muy fuertes, hay personas que lloran, gritan o incluso que necesitan golpear algo para calmarse", reacciones naturales que cohíben las habitaciones compartidas. El propio paciente, además, necesita la privacidad para despedirse de su familia, dar instrucciones o recordar momentos íntimos. "¿Y quién quiere tener a desconocidos a su alrededor entonces?". Si esto sucede, generar la serenidad y tranquilidad que pide la partida de un ser querido es sumamente complicado.

Al tener intimidad, es más probable que el duelo sea normal y no patológico, aclara la psicóloga. La privacidad, explica, ayuda a crear recuerdos relacionados solo con la marcha y no manchados por la represión de emociones. Compartir habitación con extraños, por otro lado, puede hacer que se junte "el dolor de la muerte" con el dolor de no haberte podido despedir "de una forma digna". En consecuencia, es posible que se genere incluso "un trauma por el estrés".

Pero no solo el paciente y sus familiares pueden verse afectados por compartir habitación durante un momento tan duro. También los acompañantes de la otra persona compañera de cuarto y ella misma pueden sentir incomodidad, sufrimiento, ansiedad, estrés y desesperanza.

Un dolor con el que carga igualmente Vanesa Pais desde la muerte de Miguel. Ella vio, entre sus propias lágrimas, las de los hijos del hombre de la cama de al lado: "Me preguntaba qué se les estaría pasando por la cabeza, si estarían pensando en que esto es lo que le espera a su propio padre".