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Coronavirus

Los descontentos empiezan a tomar las calles ante el temor a una recesión salvaje

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La Canciller alemana, Angela Merkel, ya ha definido estas manifestaciones como "preocupantes"
La Canciller alemana, Angela Merkel, ya ha definido estas manifestaciones como "preocupantes"

El coronavirus se ha convertido en el catalizador de los miedos: temor a perder la salud, temor a perder el trabajo, temor a que las autoridades nos dejen en la estacada y que 'la realpolitik' se olvide, una vez más, del ciudadano de a pie. Los descontentos están saliendo a la calle, con o sin desconfinamiento, cada vez más asustados, y lo harán más y más a medida que la economía mundial se enfríe o entre en colapso.

Hay una diferencia fundamental entre los “protestones” en los Estados Unidos y en Europa. En Norteamérica el grito fundamental es en defensa de la libertad individual, no del colectivo. Y en un país que vive muy encerrado informativamente en sí mismo, quienes han salido a la calle en más de 20 estados lo hacen reivindicando a su presidente, a sus ojos el adalid de todas las libertades.

Poco les importa que su país sea líder mundial en fallecimientos por coronavirus -87.000 por el momento-, líder mundial en falta de asistencia sanitaria para amplias capas sociales y que en el Washington Post de este viernes un columnista afirme que “Los Estados Unidos es un país digno de lástima”.

Alemania: una patria que defender

En Alemania, por el contrario, la palabra clave es la Comunidad, la Patria, el Pueblo... y a él se remiten quienes se están manifestando, sobre todo en Sajonia, el estado oriental que es, además, uno de los principales feudos ultras.

En los últimos días ha habido enfrentamientos violentos con la policía en las ciudades sajonas de Pirna y Cottbus. Este fin de semana puede haber más en diferentes puntos del país, así como ataques a periodistas y equipos de televisión, como está denunciando la sección alemana de Reporteros sin Fronteras.

La canciller ya ha definido estas manifestaciones como “preocupantes” y cree ver en la campaña orquestada de agitación y desinformación la mano negra de Rusia. Alternativa para Alemania, extrema derecha y el principal partido de la oposición en el Bundestag, aún no ha reprochado a esos manifestantes sus actos de rebeldía contra el orden constitucional.

La larga sombra rusa también se va a hacer sentir en sus antiguos países satélites: en Polonia ya se han producido manifestaciones pidiendo reinstaurar la libre circulación en Europa; en Eslovenia también ha habido protestas por la falta de material sanitario y de protección contra el Covid-19. A la Europa central y oriental le preocupa volver atrás en el aislamiento con la pandemia y la reducción de intercambios con los socios ricos.

¿Vuelven los chalecos amarillos?

Dentro de la ola de desazón y malestar general, los franceses siguen bajo los efectos de la crisis de los chalecos amarillos, que vuelven a llamar a movilizarse a partir de este sábado. Continúan estando prohibidas las aglomeraciones de más de diez personas, pero ellos lo ignorarán. No tienen nada que perder.

Campeones del escepticismo, el 60% de los franceses no confía en Macron. Pero solo el 20% considera que Marine Le Pen lo hubiera hecho mejor. No queda más que las protestas sin un líder claro, en contra de ese sistema que no tiene respuestas para quienes se sienten olvidados de todos.

Hace exactamente tres años, Macron llegaba al Elíseo prometiendo reformas que modernizarían al país. Ahora habla de “pensar lo impensable” para cambiar el capitalismo que en estos días parece terriblemente amenazado por un virus dispuesto a asaltar la Bastilla, la Casa Blanca y lo que se le ponga por delante